Basura espacial alrededor de la Tierra (impresión artística; el tamaño está exagerado respecto a la Tierra). Fuente: ESA.
Se suele decir que todo lo que sube tiene que bajar, pero cuando se trata de satélites, este principio se ha convertido en un requisito legal. Si no fuese así, las órbitas bajas podrían terminar siendo inutilizables a medida que se van llenando de fragmentos de basura espacial.
El próximo mes de marzo la industria espacial europea se reunirá para discutir cómo modificar el diseño de las misiones en órbita baja para cumplir con los requisitos que pretenden minimizar la generación de nuevos fragmentos de basura espacial.
Este encuentro está organizado por la iniciativa Clean Space de la ESA, dedicada a salvaguardar el medio ambiente terrestre y espacial. A lo largo de dos días los expertos evaluarán nuevas tecnologías que pretenden disminuir el número de satélites que terminan abandonados, mitigar el riesgo de chocar en órbita con fragmentos de basura espacial y reducir la amenaza que podría suponer una reentrada no controlada en la atmósfera terrestre.
“Este taller es un paso fundamental para involucrar a todo el sector espacial europeo en la definición de las estrategias a seguir con los satélites en órbita baja”, explica Jessica Delaval, organizadora del evento por parte de la ESA, en la nota de prensa de ésta. “Las empresas tendrán la oportunidad de presentar sus desarrollos para mitigar la producción de basura espacial”.
Actualmente se pueden contar en órbita alrededor de la Tierra más de 12.000 fragmentos de basura espacial de más de 10 centímetros de diámetro, entre los que se encuentran satélites abandonados, etapas (o unidades) superiores agotadas y fragmentos de antiguas misiones; y todos ellos suponen un riesgo para la actividad espacial.
Millones de fragmentos pequeños
El número de fragmentos más pequeños, y por lo tanto imposibles de detectar, está en el orden de los millones: cientos de miles de trozos de 1 a 10 centímetros de diámetro y literalmente millones de partículas más pequeñas. A velocidad orbital, una tuerca de 1 centímetro puede golpear a un satélite con la fuerza de una granada de mano.
Las normas internacionales especifican que se debe minimizar el número de fragmentos que se abandonan en órbitas con alta densidad de tráfico, y especialmente en las órbitas bajas, fundamentales para las misiones de observación de la Tierra y para algunos tipos de satélites de telecomunicaciones, sin olvidar las naves tripuladas y la Estación Espacial Internacional.
El próximo mes de marzo la industria espacial europea se reunirá para discutir cómo modificar el diseño de las misiones en órbita baja para cumplir con los requisitos que pretenden minimizar la generación de nuevos fragmentos de basura espacial.
Este encuentro está organizado por la iniciativa Clean Space de la ESA, dedicada a salvaguardar el medio ambiente terrestre y espacial. A lo largo de dos días los expertos evaluarán nuevas tecnologías que pretenden disminuir el número de satélites que terminan abandonados, mitigar el riesgo de chocar en órbita con fragmentos de basura espacial y reducir la amenaza que podría suponer una reentrada no controlada en la atmósfera terrestre.
“Este taller es un paso fundamental para involucrar a todo el sector espacial europeo en la definición de las estrategias a seguir con los satélites en órbita baja”, explica Jessica Delaval, organizadora del evento por parte de la ESA, en la nota de prensa de ésta. “Las empresas tendrán la oportunidad de presentar sus desarrollos para mitigar la producción de basura espacial”.
Actualmente se pueden contar en órbita alrededor de la Tierra más de 12.000 fragmentos de basura espacial de más de 10 centímetros de diámetro, entre los que se encuentran satélites abandonados, etapas (o unidades) superiores agotadas y fragmentos de antiguas misiones; y todos ellos suponen un riesgo para la actividad espacial.
Millones de fragmentos pequeños
El número de fragmentos más pequeños, y por lo tanto imposibles de detectar, está en el orden de los millones: cientos de miles de trozos de 1 a 10 centímetros de diámetro y literalmente millones de partículas más pequeñas. A velocidad orbital, una tuerca de 1 centímetro puede golpear a un satélite con la fuerza de una granada de mano.
Las normas internacionales especifican que se debe minimizar el número de fragmentos que se abandonan en órbitas con alta densidad de tráfico, y especialmente en las órbitas bajas, fundamentales para las misiones de observación de la Tierra y para algunos tipos de satélites de telecomunicaciones, sin olvidar las naves tripuladas y la Estación Espacial Internacional.
Nuevas misiones
En estas órbitas, que se extienden hasta una altitud de 2.000 kilómetros, los satélites se deben retirar en un plazo de 25 años tras el fin de su misión. Para ello, pueden descender hasta una altitud a la que la resistencia atmosférica fuerce su reentrada en la atmósfera o se pueden elevar hasta una órbita cementerio con menor actividad.
En cualquier caso, estas medidas de mitigación tienen importantes repercusiones en el diseño de las nuevas misiones en órbitas bajas: cualquier elemento que se añada a la plataforma del satélite reduce la capacidad de transportar carga útil, que son los componentes encargados de cumplir los objetivos de la misión.
Esto significa que los satélites de menor tamaño son los que encontrarán más dificultades para cumplir con los requisitos de mitigación.
El encuentro que se celebrará en el centro tecnológico Estec (European Space Research and Technology Centre) de la ESA (Noordwijk, Países Bajos) los días 17 y 18 de marzo impulsará una postura común europea ante la mitigación de la basura espacial. A lo largo de estos dos días se repasarán los últimos avances en sistemas tanto activos como pasivos para retirar a los satélites de sus órbitas operacionales y se presentará el nuevo programa CleanSat.
En estas órbitas, que se extienden hasta una altitud de 2.000 kilómetros, los satélites se deben retirar en un plazo de 25 años tras el fin de su misión. Para ello, pueden descender hasta una altitud a la que la resistencia atmosférica fuerce su reentrada en la atmósfera o se pueden elevar hasta una órbita cementerio con menor actividad.
En cualquier caso, estas medidas de mitigación tienen importantes repercusiones en el diseño de las nuevas misiones en órbitas bajas: cualquier elemento que se añada a la plataforma del satélite reduce la capacidad de transportar carga útil, que son los componentes encargados de cumplir los objetivos de la misión.
Esto significa que los satélites de menor tamaño son los que encontrarán más dificultades para cumplir con los requisitos de mitigación.
El encuentro que se celebrará en el centro tecnológico Estec (European Space Research and Technology Centre) de la ESA (Noordwijk, Países Bajos) los días 17 y 18 de marzo impulsará una postura común europea ante la mitigación de la basura espacial. A lo largo de estos dos días se repasarán los últimos avances en sistemas tanto activos como pasivos para retirar a los satélites de sus órbitas operacionales y se presentará el nuevo programa CleanSat.