La NASA ha hecho pública una imagen del primer asteroide potencialmente peligroso detectado por el telescopio espacial NEOWISE, que despertó de su hibernación el pasado mes de diciembre. La aeronave había sido detenida en 2011 tras haber completado la primera fase de su misión, publica la Agencia Espacial.
El despertar de NEOWISE ha traído noticias enseguida: el pasado 29 de diciembre, el telescopio registró la presencia de un asteroide de los llamados NEO (por las siglas en inglés del concepto ‘objeto próximo a la Tierra’): el 2013 YP139. Este objeto celeste tiene unos 650 metros de diámetro, es tan oscuro como un pedazo de carbón, y brilla intensamente en longitudes de onda de radiación infrarroja.
Ahora mismo, se mueve alrededor del Sol siguiendo una órbita elíptica; y se encuentra a una distancia de nosotros de unos 43 millones de kilómetros. No parece probable que se nos vaya a acercar durante los próximos 100 años, pero sus futuros movimientos podrían situarlo a una distancia de 490.000 kilómetros de la órbita terrestre, por lo que va a ser vigilado de cerca, se explica en un comunicado de la NASA.
Cómo se ha podido ver
NEOWISE ha podido captar esta imagen gracias a un sofisticado software que distinguió el 2013 YP139, un objeto en movimiento, sobre un fondo de estrellas fijas. También gracias a que NEOWISE es un telescopio infrarrojo, capaz de detectar el calor que emiten los asteroides.
En la imagen, el 2013 Y0139 aparece como una serie de puntos de color rojo porque es mucho más frío que las estrellas. La temperatura de éstas es de miles de grados, mientras que la del asteroide está cercana a la temperatura ambiente.
Como el campo visual de un telescopio se mide en grados, la imagen tomada tiene unos 1,5 grados de diámetro (como referencia, la imagen de la luna llena es de aproximadamente medio grado de diámetro). El asteroide 2013 YP139 se movía por el cielo alrededor de 3,2 grados por día cuando fue retratado por NEOWISE.
El despertar de NEOWISE ha traído noticias enseguida: el pasado 29 de diciembre, el telescopio registró la presencia de un asteroide de los llamados NEO (por las siglas en inglés del concepto ‘objeto próximo a la Tierra’): el 2013 YP139. Este objeto celeste tiene unos 650 metros de diámetro, es tan oscuro como un pedazo de carbón, y brilla intensamente en longitudes de onda de radiación infrarroja.
Ahora mismo, se mueve alrededor del Sol siguiendo una órbita elíptica; y se encuentra a una distancia de nosotros de unos 43 millones de kilómetros. No parece probable que se nos vaya a acercar durante los próximos 100 años, pero sus futuros movimientos podrían situarlo a una distancia de 490.000 kilómetros de la órbita terrestre, por lo que va a ser vigilado de cerca, se explica en un comunicado de la NASA.
Cómo se ha podido ver
NEOWISE ha podido captar esta imagen gracias a un sofisticado software que distinguió el 2013 YP139, un objeto en movimiento, sobre un fondo de estrellas fijas. También gracias a que NEOWISE es un telescopio infrarrojo, capaz de detectar el calor que emiten los asteroides.
En la imagen, el 2013 Y0139 aparece como una serie de puntos de color rojo porque es mucho más frío que las estrellas. La temperatura de éstas es de miles de grados, mientras que la del asteroide está cercana a la temperatura ambiente.
Como el campo visual de un telescopio se mide en grados, la imagen tomada tiene unos 1,5 grados de diámetro (como referencia, la imagen de la luna llena es de aproximadamente medio grado de diámetro). El asteroide 2013 YP139 se movía por el cielo alrededor de 3,2 grados por día cuando fue retratado por NEOWISE.
El mapa del cielo
NEOWISE es la continuación de la misión WISE, lanzada al espacio el 14 de diciembre de 2009 para realizar un mapa completo del cielo en luz infrarroja, con una sensibilidad y resolución muy mejoradas en relación a las de sus predecesores.
Hasta 2011, WISE tomó imágenes de todo el cielo en cuatro longitudes de onda de luz infrarroja. Así obtuvo más de 2,7 millones de imágenes, y detectó millones de galaxias, estrellas, asteroides y otros objetos. Muchos ya se habían observado antes, pero también hubo nuevos descubrimientos, como 20 cometas, más de 33 mil asteroides (entre Marte y Júpiter) y 133 NEO.
En 2012, las imágenes de WISE sirvieron para crear un nuevo mapa del universo, en el que la luz emitida por estrellas y galaxias en una longitud de onda de 3,4 micras aparecía en tonos azul-verdosos; y el polvo cósmico, en verde y rojo, publicó SINC. En agosto de 2013, la NASA decidió volver a poner en marcha a WISE –ahora NEOWISE-, con el fin de encontrar y caracterizar más asteroides.
NEOWISE es la continuación de la misión WISE, lanzada al espacio el 14 de diciembre de 2009 para realizar un mapa completo del cielo en luz infrarroja, con una sensibilidad y resolución muy mejoradas en relación a las de sus predecesores.
Hasta 2011, WISE tomó imágenes de todo el cielo en cuatro longitudes de onda de luz infrarroja. Así obtuvo más de 2,7 millones de imágenes, y detectó millones de galaxias, estrellas, asteroides y otros objetos. Muchos ya se habían observado antes, pero también hubo nuevos descubrimientos, como 20 cometas, más de 33 mil asteroides (entre Marte y Júpiter) y 133 NEO.
En 2012, las imágenes de WISE sirvieron para crear un nuevo mapa del universo, en el que la luz emitida por estrellas y galaxias en una longitud de onda de 3,4 micras aparecía en tonos azul-verdosos; y el polvo cósmico, en verde y rojo, publicó SINC. En agosto de 2013, la NASA decidió volver a poner en marcha a WISE –ahora NEOWISE-, con el fin de encontrar y caracterizar más asteroides.
De dónde vienen
La búsqueda de asteroides de forma sistemática comenzó a mediados de la década de los 90. La robotización de telescopios, la aparición de cámaras mayores, más sensibles y rápidas, la observación en rangos del espectro más convenientes o los telescopios situados en el espacio –como NEOWISE- han facilitado la tarea de encontrar y estudiar estos “escurridizos objetos” que podrían ser una amenaza para nuestro planeta.
El rastreo espacial ha permitido encontrar, por ejemplo, un asteroide de 560 metros de diámetro, que en 2010 se dijo podría colisionar con la Tierra en 2182. Según un estudio internacional realizado entonces, la probabilidad de impacto total con este otro objeto celeste sería de una entre mil.
Gracias a estas búsquedas también se pudo detectar al asteroide que el 15 de febrero de 2012 nos mantuvo tan atentos, porque pasó a “sólo” (en distancias astronómicas) 27.700 kilómetros de la superficie terrestre: el 2012 DA14.
Pero ¿de dónde proceden estos cuerpos celestes? El Universo tiene unos 13.700 millones de años. El Sol y todos los planetas que giran a su alrededor en el Sistema Solar se formaron en el último tercio de este periodo. Su origen está en una gran nube de gas, compuesta principalmente de hidrógeno y algo de helio y pequeñas porciones de otros elementos.
La mayor parte de esta materia se concentró en el centro de este disco, dando lugar al Sol. El resto, comenzó a girar a su alrededor formando dicho disco. En él, la materia también se fue amontonando y formó trozos de diverso tamaño que, a posteriori, dieron lugar a los diferentes planetas. Los asteroides serían las porciones de materia que no se incorporaron a ninguno de los planetas del Sistema Solar.
Para valorar su peligrosidad para nuestro planeta, se debe analizar la masa y la velocidad de cada asteroide, relativa a la Tierra, en el momento del choque, es decir, la energía cinética con la que estos cuerpos impactarían.
En términos generales, un asteroide de 50 metros o menor, causaría daños relativamente pequeños, similares a los ocurridos en Tunguska (Rusia) en 1908; y uno de 10 kilómetros de diámetro –como el que, hace 65 millones de años, impactó con la Tierra- provocaría una extinción masiva.
La búsqueda de asteroides de forma sistemática comenzó a mediados de la década de los 90. La robotización de telescopios, la aparición de cámaras mayores, más sensibles y rápidas, la observación en rangos del espectro más convenientes o los telescopios situados en el espacio –como NEOWISE- han facilitado la tarea de encontrar y estudiar estos “escurridizos objetos” que podrían ser una amenaza para nuestro planeta.
El rastreo espacial ha permitido encontrar, por ejemplo, un asteroide de 560 metros de diámetro, que en 2010 se dijo podría colisionar con la Tierra en 2182. Según un estudio internacional realizado entonces, la probabilidad de impacto total con este otro objeto celeste sería de una entre mil.
Gracias a estas búsquedas también se pudo detectar al asteroide que el 15 de febrero de 2012 nos mantuvo tan atentos, porque pasó a “sólo” (en distancias astronómicas) 27.700 kilómetros de la superficie terrestre: el 2012 DA14.
Pero ¿de dónde proceden estos cuerpos celestes? El Universo tiene unos 13.700 millones de años. El Sol y todos los planetas que giran a su alrededor en el Sistema Solar se formaron en el último tercio de este periodo. Su origen está en una gran nube de gas, compuesta principalmente de hidrógeno y algo de helio y pequeñas porciones de otros elementos.
La mayor parte de esta materia se concentró en el centro de este disco, dando lugar al Sol. El resto, comenzó a girar a su alrededor formando dicho disco. En él, la materia también se fue amontonando y formó trozos de diverso tamaño que, a posteriori, dieron lugar a los diferentes planetas. Los asteroides serían las porciones de materia que no se incorporaron a ninguno de los planetas del Sistema Solar.
Para valorar su peligrosidad para nuestro planeta, se debe analizar la masa y la velocidad de cada asteroide, relativa a la Tierra, en el momento del choque, es decir, la energía cinética con la que estos cuerpos impactarían.
En términos generales, un asteroide de 50 metros o menor, causaría daños relativamente pequeños, similares a los ocurridos en Tunguska (Rusia) en 1908; y uno de 10 kilómetros de diámetro –como el que, hace 65 millones de años, impactó con la Tierra- provocaría una extinción masiva.