Tenemos dos abruptos relevos casi simultáneos en la dirección de dos de los diarios más influyentes del mundo: New York Times y Le Monde.
Son solo la cima de un "iceberg" que está abriendo el casco de la mayor parte de los buques periodísticos otrora en boga.
En España han caído los directores de El Mundo, El País y La Vanguardia, entre otros, en un breve lapso de tiempo. Las razones no son puramente periodísticas en la mayor parte de los casos. Ponen en evidencia las enormes dificultades y contradicciones que encierra la inevitable transición digital, cargada sobre las espaldas de profesionales que tienen la responsabilidad, pero no el poder real.
Gestión de dirección o gestión de la propiedad
Jill Abramson era la primera mujer en dirigir a La Vieja Dama Gris, el diario de New York con 161 años en sus espaldas, sin duda uno de los más prestigiosos e influyentes del mundo. Un miembro de la orgullosa familia Sulzberger, dueños históricos del diario, se limitó a explicar que el relevo obedecía a "un problema de gestión de la redacción", pero en realidad es un problema de gestión de la propiedad y, como casi siempre, el profesional que se ha desgañitado con un asunto irresoluble desde su posición paga el pato.
Las verdaderas razones las muestra un extenso informe de más de 90 páginas que se terminó poco antes del despido de la señora Abramson, tras seis meses de trabajo de un equipo de directivos (entre los que se encontraba un Sulzberger).
Fue filtrado parcialmente por un ágil y exitoso nativo digital: BuzzFeed. ¡Oh, ironía! Su conclusión es que The New York Times está patinando en el barro de la transición digital, a pesar de grandes esfuerzos y ciertos éxitos puntuales.
Denuncia una falta de visión digital, una brecha entre los periodistas especializados en digital y su liderazgo. Los visitantes de la página de inicio han disminuido en una cifra de dos dígitos el pasado año. Un tercio de los lectores nunca la ha visitado.
Los competidores saturan el mercado de la información caliente y The Times se queda atrás. No sacan partido de su extraordinario contenido histórico, de 14,7 millones de artículos. No hay herramientas digitales que permitan a los lectores seguir temas que les interesan. Se subestima la viralidad y el papel de las redes sociales.
Los comentarios de los lectores son pocos y muy poco leídos. Menos del 10% del tráfico viene de redes sociales (más del 60% en el caso de BuzzFeed). "Nuestra cuenta en Twitter está a cargo de la sala de redacción y nuestro Fecebook está a cargo del departamento comercial". La cultura imperante en la redacción sigue siendo de papel, y a la pobre Abramson le daban la espalda en la sombra muchos periodistas situados en la "zona de confort".
Son solo la cima de un "iceberg" que está abriendo el casco de la mayor parte de los buques periodísticos otrora en boga.
En España han caído los directores de El Mundo, El País y La Vanguardia, entre otros, en un breve lapso de tiempo. Las razones no son puramente periodísticas en la mayor parte de los casos. Ponen en evidencia las enormes dificultades y contradicciones que encierra la inevitable transición digital, cargada sobre las espaldas de profesionales que tienen la responsabilidad, pero no el poder real.
Gestión de dirección o gestión de la propiedad
Jill Abramson era la primera mujer en dirigir a La Vieja Dama Gris, el diario de New York con 161 años en sus espaldas, sin duda uno de los más prestigiosos e influyentes del mundo. Un miembro de la orgullosa familia Sulzberger, dueños históricos del diario, se limitó a explicar que el relevo obedecía a "un problema de gestión de la redacción", pero en realidad es un problema de gestión de la propiedad y, como casi siempre, el profesional que se ha desgañitado con un asunto irresoluble desde su posición paga el pato.
Las verdaderas razones las muestra un extenso informe de más de 90 páginas que se terminó poco antes del despido de la señora Abramson, tras seis meses de trabajo de un equipo de directivos (entre los que se encontraba un Sulzberger).
Fue filtrado parcialmente por un ágil y exitoso nativo digital: BuzzFeed. ¡Oh, ironía! Su conclusión es que The New York Times está patinando en el barro de la transición digital, a pesar de grandes esfuerzos y ciertos éxitos puntuales.
Denuncia una falta de visión digital, una brecha entre los periodistas especializados en digital y su liderazgo. Los visitantes de la página de inicio han disminuido en una cifra de dos dígitos el pasado año. Un tercio de los lectores nunca la ha visitado.
Los competidores saturan el mercado de la información caliente y The Times se queda atrás. No sacan partido de su extraordinario contenido histórico, de 14,7 millones de artículos. No hay herramientas digitales que permitan a los lectores seguir temas que les interesan. Se subestima la viralidad y el papel de las redes sociales.
Los comentarios de los lectores son pocos y muy poco leídos. Menos del 10% del tráfico viene de redes sociales (más del 60% en el caso de BuzzFeed). "Nuestra cuenta en Twitter está a cargo de la sala de redacción y nuestro Fecebook está a cargo del departamento comercial". La cultura imperante en la redacción sigue siendo de papel, y a la pobre Abramson le daban la espalda en la sombra muchos periodistas situados en la "zona de confort".
Dueños multimillonarios
También a otra mujer, Natalie Nougayrède, le daban la espalda muchos periodistas, tanto que le dimitieron en bloque siete de los 12 redactores jefes de Le Monde, sin importarles que la primera dama en dirigir el trasatlántico galo recibiera el 80% de votación favorable de la redacción en su nombramiento, hace poco más de un año.
Intentó reorganizar la redacción para hacer frente al desafío digital y eso suponía entrar a saco en la "zona de confort" de mucha gente. Los actuales dueños del rotativo no son editores, sino multimillonarios en busca de poder e influencia: un fundador de Yves Saint Laurent, un director del Banco Lazard y el dueño de la telefónica Free. Ni "gauche", ni "divine".
Claro que Le Monde perdió el año pasado 2,5 millones de euros y acumula 18 ejercicios en pérdidas, y eso es bastante malo para la independencia editorial. Anotemos que la edición en papel aún tiene el 86% de la facturación. El trío de millonarios ha dejado claro quién manda allí.
El caso de España
Pedro J. Ramírez es uno de nuestros periodistas "históricos", tras 27 años al mando. Los dueños de El Mundo no están en España ni son multimillonarios, pero estoy casi seguro de que Ramírez podría contarnos cosas ilustrativas sobre cómo pilotar la transición digital de un gran periódico desde la dirección del mismo.
La transición digital de un gran medio tradicional es cara, peligrosa, plagada de incertidumbres. La cultura digital es radicalmente distinta de la cultura analógica o industrial y cada día se aleja un poco más de los parámetros en los que se han movido el periodismo de calidad en los últimos 150 años.
Para alcanzar la ansiada orilla de más del 50% de los ingresos digitales sobre facturación total hay que mover a mucha gente, periodistas y gestores, fuera de la llamada "zona de confort".
Un director debe hacer frente a desgarradoras contradicciones para pilotar esa nave. Y no siempre tienes a un Jeff Bezos que asuma sin pestañear duras pérdidas y deje que se contraten a 50 nuevos periodistas para una tarea de la que dice no tener ideas salvadoras ni hoja de ruta.
Este artículo se publicó originalmente en Media-Tics. Se reproduce con autorización.
También a otra mujer, Natalie Nougayrède, le daban la espalda muchos periodistas, tanto que le dimitieron en bloque siete de los 12 redactores jefes de Le Monde, sin importarles que la primera dama en dirigir el trasatlántico galo recibiera el 80% de votación favorable de la redacción en su nombramiento, hace poco más de un año.
Intentó reorganizar la redacción para hacer frente al desafío digital y eso suponía entrar a saco en la "zona de confort" de mucha gente. Los actuales dueños del rotativo no son editores, sino multimillonarios en busca de poder e influencia: un fundador de Yves Saint Laurent, un director del Banco Lazard y el dueño de la telefónica Free. Ni "gauche", ni "divine".
Claro que Le Monde perdió el año pasado 2,5 millones de euros y acumula 18 ejercicios en pérdidas, y eso es bastante malo para la independencia editorial. Anotemos que la edición en papel aún tiene el 86% de la facturación. El trío de millonarios ha dejado claro quién manda allí.
El caso de España
Pedro J. Ramírez es uno de nuestros periodistas "históricos", tras 27 años al mando. Los dueños de El Mundo no están en España ni son multimillonarios, pero estoy casi seguro de que Ramírez podría contarnos cosas ilustrativas sobre cómo pilotar la transición digital de un gran periódico desde la dirección del mismo.
La transición digital de un gran medio tradicional es cara, peligrosa, plagada de incertidumbres. La cultura digital es radicalmente distinta de la cultura analógica o industrial y cada día se aleja un poco más de los parámetros en los que se han movido el periodismo de calidad en los últimos 150 años.
Para alcanzar la ansiada orilla de más del 50% de los ingresos digitales sobre facturación total hay que mover a mucha gente, periodistas y gestores, fuera de la llamada "zona de confort".
Un director debe hacer frente a desgarradoras contradicciones para pilotar esa nave. Y no siempre tienes a un Jeff Bezos que asuma sin pestañear duras pérdidas y deje que se contraten a 50 nuevos periodistas para una tarea de la que dice no tener ideas salvadoras ni hoja de ruta.
Este artículo se publicó originalmente en Media-Tics. Se reproduce con autorización.