Fuente: PhotoXpress.
Estar expectantes ante un proceso de selección de candidatos a ascensos dentro de la oficina genera en el equipo rivalidades de manera inmediata e inevitable. Nadie ha dicho nunca que aspirar a lo mejor dentro del ámbito profesional sea nocivo para las relaciones humanas, pero todo tiene un límite. La competencia sana y basada en las capacidades y destrezas de cada individuo es un juego incluso necesario para un gerente indeciso, a la hora de elegir al postulante ideal para un cargo.
El problema se plantea según Peter Vajda fundador de True North Partnering, una empresa con sede en Atlanta que apoya la vida consciente a través del coaching y asesoramiento de personal, es cuando el aspirante ‘pisotea a otros para conseguir lo que quiere’.
A menudo escuchamos opiniones sobre directivos de renombre que están concebidos como personas que, para alcanzar el éxito, tuvieron que ‘pisar muchas cabezas’ hasta llegar a la cima.
Actuar de manera consciente o inconsciente con la ansiedad de “quitar a cualquiera que se interponga en mi camino" es, según Vajda, atentar flagrantemente contra la moral y la reputación profesional del propio candidato aunque éste, en su afán por conseguir sus objetivos, no logre asimilarlo.
El problema se plantea según Peter Vajda fundador de True North Partnering, una empresa con sede en Atlanta que apoya la vida consciente a través del coaching y asesoramiento de personal, es cuando el aspirante ‘pisotea a otros para conseguir lo que quiere’.
A menudo escuchamos opiniones sobre directivos de renombre que están concebidos como personas que, para alcanzar el éxito, tuvieron que ‘pisar muchas cabezas’ hasta llegar a la cima.
Actuar de manera consciente o inconsciente con la ansiedad de “quitar a cualquiera que se interponga en mi camino" es, según Vajda, atentar flagrantemente contra la moral y la reputación profesional del propio candidato aunque éste, en su afán por conseguir sus objetivos, no logre asimilarlo.
El éxito a cualquier precio, tiene un precio muy alto
El experto confirma en su más reciente publicación en el digital Management-Issues que las personas cuya principal razón de vivir parece ser la de cuidar de sí mismos y trabajar para su propio bien - cegados por una necesidad impulsada por el ego para tener éxito a cualquier precio- no se percatan del daño que hacen a su propia carrera.
“Es posible que no vean que con su ambición de poder lo que logran es el desprecio de su propio equipo, que es a fin de cuentas el motor que impulsará su propia gestión una vez obtenido el ascenso”, afirma el experto.
En el fondo, estos individuos felices de maltratar y abusar de los demás con el fin de lograr su deseo desesperado de ser vistos y aceptados como "líderes de éxito" sólo tienen miedo al ridículo, a verse como "fracasados".
Según el estudio de la conducta de esta clase de personas, todas ellas están impulsadas por una visión del mundo (en el trabajo y, a menudo, también en casa) que se basa en la falta de confianza en los demás, así como por problemas emocionales que los llevan a ver una relación en términos de ganar-perder: el que gana domina y el que pierde es sumiso.
Vajda asegura: “Estos individuos tienen que ganar en cualquier medio debido a que ganar no significa vergüenza o humillación - dos sentimientos que detestan y pretenden evitar a toda costa-. Esto puede costarles perder el respaldo de sus compañeros de trabajo”. Luego será más fácil llamar ‘envidia’ a las críticas de su gestión.
El experto confirma en su más reciente publicación en el digital Management-Issues que las personas cuya principal razón de vivir parece ser la de cuidar de sí mismos y trabajar para su propio bien - cegados por una necesidad impulsada por el ego para tener éxito a cualquier precio- no se percatan del daño que hacen a su propia carrera.
“Es posible que no vean que con su ambición de poder lo que logran es el desprecio de su propio equipo, que es a fin de cuentas el motor que impulsará su propia gestión una vez obtenido el ascenso”, afirma el experto.
En el fondo, estos individuos felices de maltratar y abusar de los demás con el fin de lograr su deseo desesperado de ser vistos y aceptados como "líderes de éxito" sólo tienen miedo al ridículo, a verse como "fracasados".
Según el estudio de la conducta de esta clase de personas, todas ellas están impulsadas por una visión del mundo (en el trabajo y, a menudo, también en casa) que se basa en la falta de confianza en los demás, así como por problemas emocionales que los llevan a ver una relación en términos de ganar-perder: el que gana domina y el que pierde es sumiso.
Vajda asegura: “Estos individuos tienen que ganar en cualquier medio debido a que ganar no significa vergüenza o humillación - dos sentimientos que detestan y pretenden evitar a toda costa-. Esto puede costarles perder el respaldo de sus compañeros de trabajo”. Luego será más fácil llamar ‘envidia’ a las críticas de su gestión.
La raíz del problema
Peter Vajda afirma que, en el comportamiento nocivo de estos competidores ‘natos’, la corrupción es un arma indispensable para ganar. Además estos individuos suelen usar la manipulación, la intimidación, el chisme, la falta de respeto y la desvalorización de los demás para ganar la alabanza de sus superiores, el poder, la promoción y la influencia. Las consecuencias de sus actos son irrelevantes para aquellos cuya única razón de ser es la de sobrevivir, para ser "vistos" y ser "alguien".
Pero, ¿qué hace que las personas se comportan de esta manera? ¿Qué se esconde debajo de su crueldad? Aquí el experto propone tres factores:
La Crianza: Con frecuencia, estos falsos líderes se criaron en un entorno violento en el que se les conoce como perezosos, buenos para nada, o estúpidos - unos "don nadie". Así, sus interacciones en el lugar de trabajo son impulsadas por el mismo proceso. Su misión es "demostrar que soy alguien", un mantra que les impulsa a caminar sobre los demás con el fin de sentir y demostrar que tienen valor y valía.
Disciplina extrema: Para el experto, haber crecido en un ambiente que se asemeja a un campo de entrenamiento militar elimina la bondad de estas personas, por lo que se convierten en individuos que necesitan intimidar y amenazar con el fin de sentirse exitosos. Ellos necesitan a otros que cumplan sus órdenes y sean obedientes.
Ignorancia: Simplemente, estos individuos no entienden otra cosa que la competitividad. Habiendo crecido en un ambiente donde el que tenía la fuerza era rey, esta conducta se ha integrado en sus psiques. La fuerza es la programación por defecto. Es todo lo que conciben.
Para el experto, el civismo es fundamental en cada aspecto de nuestras vidas. Actuar con cortesía incluso hacía nuestros rivales denotará mayor ética profesional en los aspirantes a ascensos. Ser competente y tener una actitud intachable en la oficina terminará por generar buenos resultados. Si se es paciente y se sabe competir se comprenderá que la oportunidad llega cuando se está preparado para dar lo mejor de sí mismo como profesional y como directivo.
Peter Vajda afirma que, en el comportamiento nocivo de estos competidores ‘natos’, la corrupción es un arma indispensable para ganar. Además estos individuos suelen usar la manipulación, la intimidación, el chisme, la falta de respeto y la desvalorización de los demás para ganar la alabanza de sus superiores, el poder, la promoción y la influencia. Las consecuencias de sus actos son irrelevantes para aquellos cuya única razón de ser es la de sobrevivir, para ser "vistos" y ser "alguien".
Pero, ¿qué hace que las personas se comportan de esta manera? ¿Qué se esconde debajo de su crueldad? Aquí el experto propone tres factores:
La Crianza: Con frecuencia, estos falsos líderes se criaron en un entorno violento en el que se les conoce como perezosos, buenos para nada, o estúpidos - unos "don nadie". Así, sus interacciones en el lugar de trabajo son impulsadas por el mismo proceso. Su misión es "demostrar que soy alguien", un mantra que les impulsa a caminar sobre los demás con el fin de sentir y demostrar que tienen valor y valía.
Disciplina extrema: Para el experto, haber crecido en un ambiente que se asemeja a un campo de entrenamiento militar elimina la bondad de estas personas, por lo que se convierten en individuos que necesitan intimidar y amenazar con el fin de sentirse exitosos. Ellos necesitan a otros que cumplan sus órdenes y sean obedientes.
Ignorancia: Simplemente, estos individuos no entienden otra cosa que la competitividad. Habiendo crecido en un ambiente donde el que tenía la fuerza era rey, esta conducta se ha integrado en sus psiques. La fuerza es la programación por defecto. Es todo lo que conciben.
Para el experto, el civismo es fundamental en cada aspecto de nuestras vidas. Actuar con cortesía incluso hacía nuestros rivales denotará mayor ética profesional en los aspirantes a ascensos. Ser competente y tener una actitud intachable en la oficina terminará por generar buenos resultados. Si se es paciente y se sabe competir se comprenderá que la oportunidad llega cuando se está preparado para dar lo mejor de sí mismo como profesional y como directivo.