Fotografía de Peter Baxter. Photoxpress.
La intimidación en el trabajo es un problema de grandes proporciones en las empresas estadounidenses, y en las de muchos otros países, que tiene consecuencias de distintos tipos tanto para quienes abusan de su poder, como para los empleados víctimas de los abusos, para la productividad de las compañías y para la sociedad en general.
Se trata de una cultura que se va creando en la que hay una permisividad implícita para que quienes tienen más poder puedan reaccionar sin medir la fuerza ni el impacto que pueden tener sus acciones, y descarguen sus problemas en quienes, pasivamente, se ven obligados a recibir los golpes.
Sicólogos de la Universidad de Berkeley y de la Universidad de Southern California realizaron un estudio llamado “When the Boss Feels Inadequate: Power, Incompetence and Aggression” (Cuando el jefe se siente insuficiente: Poder, incompetencia y agresión) para descubrir las razones que mueven a los directivos a atacar a sus subordinados.
Los resultados, publicados en Psychological Science, afirman que los directivos que se sienten inseguros de su capacidad para llevar a cabo las tareas de su respectivo rol tienen más probabilidades de intimidar a sus subordinados, ya que sus sentimientos de insuficiencia los llevan a atacar a esos que están a su alrededor.
Intimidación laboral
De acuerdo con el estudio, el lazo directo que hay entre la auto percepción de incapacidad para desempeñar su cargo por parte de los directivos y la agresión dirigida a los demás, puede ser parte de la explicación de que más de un tercio de los trabajadores estadounidenses reporten que sus jefes los han saboteado, menospreciado y les han gritado, y que casi la mitad aseguren haber sido testigos de abuso verbal y físico en el trabajo.
Como lo explica Nathanael Fast, profesor asistente de administración y organización en la Universidad de Southern California y líder del estudio, en Management Issues, “mostrando cuándo y por qué el poder lleva a la agresión, estos resultados son altamente relevantes teniendo en cuenta que la supervisión abusiva es un problema tan omnipresente en la sociedad”.
Los resultados de la investigación cuestionan la creencia que se ha tenido hasta ahora de que los jefes abusivos se mueven solo por su ambición y por su necesidad de aferrarse al poder, y demuestran que las inseguridades de quienes tienen este poder pueden llevarlos a desquitarse castigando a otros que dependen de ellos.
Por ejemplo, en una de las pruebas realizadas, los participantes que sintieron sus egos amenazados llegaron hasta el punto de sabotear innecesariamente las oportunidades de ganar dinero de sus subordinados. En otra prueba, los participantes que se sentían insuficientes pedían que cuando un subordinado diera una respuesta equivocada en un examen fuera notificado por medio de un pito fuerte y fastidioso.
Escondiendo las inseguridades
Una parte interesante de los resultados del estudio es que no se trata de la incompetencia objetiva de los directivos, sino de la percepción que ellos mismos tienen acerca de qué tan competentes son para desempeñar su labor. Es una especie de relación entre el concepto que tienen de ellos mismos y su comportamiento en el trabajo.
“La incompetencia sola no lleva a la agresión. Es la combinación de tener un rol de alto poder y temer que no se está a la altura para poder cumplir con la tarea la causante de que quienes tienen este poder arremetan contra los demás”, según Serena Chen, profesora asociada de sicología en la Universidad de Berkeley y coautora del estudio.
Pero aún más preocupante es el hecho de que esta actitud va más allá de seguir las razones planteadas y se ha convertido en algo cultural motivado y hasta remunerado en los sitios de trabajo norteamericanos que hacen un énfasis en los procesos de mercado, la individualidad y la importancia de los directivos sobre los demás trabajadores.
Yendo más allá, los investigadores concluyeron que estos comportamientos ya están demasiado arraigados a la cultura de trabajo norteamericana y son percibidos como algo normal, como lo demuestra esta cifra: solo uno de cada diez de los encuestados es consciente de que el comportamiento que experimentó es intimidación.
Es fundamental que se revisen estas actitudes dentro de las empresas, así como las raíces que puedan motivarlas constantemente, pues es a través de ellas que se están educando y formando las costumbres de comportamiento laboral de las nuevas generaciones.
Se trata de una cultura que se va creando en la que hay una permisividad implícita para que quienes tienen más poder puedan reaccionar sin medir la fuerza ni el impacto que pueden tener sus acciones, y descarguen sus problemas en quienes, pasivamente, se ven obligados a recibir los golpes.
Sicólogos de la Universidad de Berkeley y de la Universidad de Southern California realizaron un estudio llamado “When the Boss Feels Inadequate: Power, Incompetence and Aggression” (Cuando el jefe se siente insuficiente: Poder, incompetencia y agresión) para descubrir las razones que mueven a los directivos a atacar a sus subordinados.
Los resultados, publicados en Psychological Science, afirman que los directivos que se sienten inseguros de su capacidad para llevar a cabo las tareas de su respectivo rol tienen más probabilidades de intimidar a sus subordinados, ya que sus sentimientos de insuficiencia los llevan a atacar a esos que están a su alrededor.
Intimidación laboral
De acuerdo con el estudio, el lazo directo que hay entre la auto percepción de incapacidad para desempeñar su cargo por parte de los directivos y la agresión dirigida a los demás, puede ser parte de la explicación de que más de un tercio de los trabajadores estadounidenses reporten que sus jefes los han saboteado, menospreciado y les han gritado, y que casi la mitad aseguren haber sido testigos de abuso verbal y físico en el trabajo.
Como lo explica Nathanael Fast, profesor asistente de administración y organización en la Universidad de Southern California y líder del estudio, en Management Issues, “mostrando cuándo y por qué el poder lleva a la agresión, estos resultados son altamente relevantes teniendo en cuenta que la supervisión abusiva es un problema tan omnipresente en la sociedad”.
Los resultados de la investigación cuestionan la creencia que se ha tenido hasta ahora de que los jefes abusivos se mueven solo por su ambición y por su necesidad de aferrarse al poder, y demuestran que las inseguridades de quienes tienen este poder pueden llevarlos a desquitarse castigando a otros que dependen de ellos.
Por ejemplo, en una de las pruebas realizadas, los participantes que sintieron sus egos amenazados llegaron hasta el punto de sabotear innecesariamente las oportunidades de ganar dinero de sus subordinados. En otra prueba, los participantes que se sentían insuficientes pedían que cuando un subordinado diera una respuesta equivocada en un examen fuera notificado por medio de un pito fuerte y fastidioso.
Escondiendo las inseguridades
Una parte interesante de los resultados del estudio es que no se trata de la incompetencia objetiva de los directivos, sino de la percepción que ellos mismos tienen acerca de qué tan competentes son para desempeñar su labor. Es una especie de relación entre el concepto que tienen de ellos mismos y su comportamiento en el trabajo.
“La incompetencia sola no lleva a la agresión. Es la combinación de tener un rol de alto poder y temer que no se está a la altura para poder cumplir con la tarea la causante de que quienes tienen este poder arremetan contra los demás”, según Serena Chen, profesora asociada de sicología en la Universidad de Berkeley y coautora del estudio.
Pero aún más preocupante es el hecho de que esta actitud va más allá de seguir las razones planteadas y se ha convertido en algo cultural motivado y hasta remunerado en los sitios de trabajo norteamericanos que hacen un énfasis en los procesos de mercado, la individualidad y la importancia de los directivos sobre los demás trabajadores.
Yendo más allá, los investigadores concluyeron que estos comportamientos ya están demasiado arraigados a la cultura de trabajo norteamericana y son percibidos como algo normal, como lo demuestra esta cifra: solo uno de cada diez de los encuestados es consciente de que el comportamiento que experimentó es intimidación.
Es fundamental que se revisen estas actitudes dentro de las empresas, así como las raíces que puedan motivarlas constantemente, pues es a través de ellas que se están educando y formando las costumbres de comportamiento laboral de las nuevas generaciones.