Fotografía de Hunta. PhotoXpress.
Los despidos masivos fueron uno de los temas más discutidos durante la crisis económica que ha vivido el mundo en los últimos dos años ya que, además de ser una consecuencia del difícil momento, se convirtieron en otro problema para las compañías que, ante la estrategia de despedir empleados para recortar costos, se vieron enfrentados a la desmotivación y el miedo del resto de los empleados y a la dificultad de retener el talento para seguir vigentes en el mercado.
Y es que al despedir parte del personal, generalmente, los directivos piensan en las personas a las que les están diciendo adiós, pero se olvidan de lo que puedan pensar o sentir aquellas que sobreviven a la coyuntura y que permanecen en la organización, debido a que, se supone, si no entraron en el despido, estarán bien.
Pero esto no siempre es así; el que conserven su empleo no es garantía de que vayan a sentirse seguros ni significa que los despidos no los hayan afectado. Así lo afirma Peter Reilly, director de investigación y consultoría de Recursos Humanos del Institute for Employment Studies, quien aconseja a los directivos estar atentos al impacto sicológico que los despidos puedan tener en los empleados que se quedan en la empresa.
Ocuparse de los que se quedan
Cuando una empresa toma la decisión de recortar su personal tiene que tener claro que ello afectará tanto al negocio como a todos los que hacen parte de él de diversas maneras. Los que se van pierden su trabajo y expresan a otros sus sentimientos, el funcionamiento de la organización sufre cambios y los que se quedan ven partir a algunos de sus compañeros, que se van dejando un vacío en ellos y creando una incertidumbre que puede desaparecer o aumentar.
Es por esto que, según Reilly, el impacto sicológico que los despidos tienen en aquellos que se quedan, el llamado síndrome del superviviente, debe ser tenido en cuenta por los directivos como el aspecto clave que es a la hora de continuar con el desarrollo normal de las actividades de una compañía sin que los despidos dejen huellas que puedan convertirse en males futuros.
Con respecto a los efectos que los despidos pueden tener en otras esferas de la organización, Reilly explica que “Es necesario prestarle atención al hecho de que las personas que permanecerán en la empresa se van a sentir incómodas por ese hecho porque van a haber perdido amigos y todo lo que ello conlleva”.
De ahí que sea tan importante la comunicación clara y transparente en los momentos de crisis, por ejemplo un despido masivo, de manera que el hecho no se convierta en motivo de especulación ni dé pie a todo tipo de hipótesis sobre las causas o sobre lo que podrá seguir a continuación entre aquellos que no fueron despedidos.
Y es que al despedir parte del personal, generalmente, los directivos piensan en las personas a las que les están diciendo adiós, pero se olvidan de lo que puedan pensar o sentir aquellas que sobreviven a la coyuntura y que permanecen en la organización, debido a que, se supone, si no entraron en el despido, estarán bien.
Pero esto no siempre es así; el que conserven su empleo no es garantía de que vayan a sentirse seguros ni significa que los despidos no los hayan afectado. Así lo afirma Peter Reilly, director de investigación y consultoría de Recursos Humanos del Institute for Employment Studies, quien aconseja a los directivos estar atentos al impacto sicológico que los despidos puedan tener en los empleados que se quedan en la empresa.
Ocuparse de los que se quedan
Cuando una empresa toma la decisión de recortar su personal tiene que tener claro que ello afectará tanto al negocio como a todos los que hacen parte de él de diversas maneras. Los que se van pierden su trabajo y expresan a otros sus sentimientos, el funcionamiento de la organización sufre cambios y los que se quedan ven partir a algunos de sus compañeros, que se van dejando un vacío en ellos y creando una incertidumbre que puede desaparecer o aumentar.
Es por esto que, según Reilly, el impacto sicológico que los despidos tienen en aquellos que se quedan, el llamado síndrome del superviviente, debe ser tenido en cuenta por los directivos como el aspecto clave que es a la hora de continuar con el desarrollo normal de las actividades de una compañía sin que los despidos dejen huellas que puedan convertirse en males futuros.
Con respecto a los efectos que los despidos pueden tener en otras esferas de la organización, Reilly explica que “Es necesario prestarle atención al hecho de que las personas que permanecerán en la empresa se van a sentir incómodas por ese hecho porque van a haber perdido amigos y todo lo que ello conlleva”.
De ahí que sea tan importante la comunicación clara y transparente en los momentos de crisis, por ejemplo un despido masivo, de manera que el hecho no se convierta en motivo de especulación ni dé pie a todo tipo de hipótesis sobre las causas o sobre lo que podrá seguir a continuación entre aquellos que no fueron despedidos.
El proceso adecuado
Teniendo en cuenta lo anterior, es fundamental comprender el despido no solo como esa decisión que se toma y que termina una vez han sido notificados quienes deben partir y una vez estos han partido, sino como todo un proceso que debe llevarse a cabo de forma cuidadosa.
De acuerdo con Reilly, las organizaciones deben adoptar un proceso de despidos razonable y deben contar con líderes idóneos para manejarlos con el fin de que este tipo de situaciones no conduzcan a que se desarrollen sentimientos de resentimiento entre el personal que conforma la compañía.
Se trata entonces de tener en cuenta a todas las partes de la organización y de analizar los traumas que pueden sufrir aquellos que a primera vista no parecen ser afectados directamente. Con una comunicación efectiva, apoyo y estrategias dirigidas a quienes se quedan, los directivos pueden prevenir que los despidos tengan consecuencias negativas incluso en quienes han decidido conservar.
Teniendo en cuenta lo anterior, es fundamental comprender el despido no solo como esa decisión que se toma y que termina una vez han sido notificados quienes deben partir y una vez estos han partido, sino como todo un proceso que debe llevarse a cabo de forma cuidadosa.
De acuerdo con Reilly, las organizaciones deben adoptar un proceso de despidos razonable y deben contar con líderes idóneos para manejarlos con el fin de que este tipo de situaciones no conduzcan a que se desarrollen sentimientos de resentimiento entre el personal que conforma la compañía.
Se trata entonces de tener en cuenta a todas las partes de la organización y de analizar los traumas que pueden sufrir aquellos que a primera vista no parecen ser afectados directamente. Con una comunicación efectiva, apoyo y estrategias dirigidas a quienes se quedan, los directivos pueden prevenir que los despidos tengan consecuencias negativas incluso en quienes han decidido conservar.