Sin los cocodrilos, la charca no podría albergar vida. Imagen: E. Costas.
Hace más de 15.000 años que un cambio en las condiciones climáticas del Sáhara provocó el desierto que hoy conocemos. Antes era una selva húmeda, llena de afluentes que ingresaban en el cauce del río Senegal. Durante milenios, los depósitos de agua se fueron creando en su subsuelo. Este agua guardada desde entonces en el Sahel fluye formando algunas charcas.
A 500 km de la fuente de agua más próxima y en tierra de nadie, en mitad del desierto, se halla la Güelta de La'Entreuka, en territorio de Mauritania, un pequeño estanque de apenas 950 metros cuadrados y algo más de metro y medio de profundidad: “El ecosistema más productivo de la Tierra” en opinión del grupo de investigación Albiotox de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Los catedráticos Eduardo Costas y Victoria López Rodas, directores de este equipo científico, han analizado sobre el terreno este peculiar hábitat. Sus trabajos de campo han determinado que en esta Güelta viven dos microalgas: una cianobacteria y dos tipos de clorofitas, últimos responsables de un ciclo vital que termina en una especie de cocodrilos.
Récord de producción
Fruto de la investigación realizada, las muestras y mediciones de las aguas han podido determinar que estas tres especies ostentan un curioso récord: son capaces de producir 150 gramos de biomasa fresca (algal) por metro cuadrado y día, es decir, más de 20 toneladas al año que dan al estanque un color verde característico y a sus aguas una viscosidad particular.
Gracias a esta 'productividad', las aguas de la charca albergan en su seno varios millones de unos pececillos de agua dulce que pueden alcanzar los 200 gramos de peso y que obtienen sus nutrientes de estas microalgas.
Estos pequeños peces, a su vez, son el alimento de una colonia de 80 cocodrilos que viven plácidamente en medio del desierto. Si lo midiéramos en términos de alimentos y peso, estas microalgas producen tres toneladas de carne de tilapia al año.
A 500 km de la fuente de agua más próxima y en tierra de nadie, en mitad del desierto, se halla la Güelta de La'Entreuka, en territorio de Mauritania, un pequeño estanque de apenas 950 metros cuadrados y algo más de metro y medio de profundidad: “El ecosistema más productivo de la Tierra” en opinión del grupo de investigación Albiotox de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid.
Los catedráticos Eduardo Costas y Victoria López Rodas, directores de este equipo científico, han analizado sobre el terreno este peculiar hábitat. Sus trabajos de campo han determinado que en esta Güelta viven dos microalgas: una cianobacteria y dos tipos de clorofitas, últimos responsables de un ciclo vital que termina en una especie de cocodrilos.
Récord de producción
Fruto de la investigación realizada, las muestras y mediciones de las aguas han podido determinar que estas tres especies ostentan un curioso récord: son capaces de producir 150 gramos de biomasa fresca (algal) por metro cuadrado y día, es decir, más de 20 toneladas al año que dan al estanque un color verde característico y a sus aguas una viscosidad particular.
Gracias a esta 'productividad', las aguas de la charca albergan en su seno varios millones de unos pececillos de agua dulce que pueden alcanzar los 200 gramos de peso y que obtienen sus nutrientes de estas microalgas.
Estos pequeños peces, a su vez, son el alimento de una colonia de 80 cocodrilos que viven plácidamente en medio del desierto. Si lo midiéramos en términos de alimentos y peso, estas microalgas producen tres toneladas de carne de tilapia al año.
El papel de los cocodrilos
Pero 'este milagro' de la vida no sería posible sin la intervención de los cocodrilos y no precisamente porque actúen como los depredadores situados en la cúspide de la cadena trófica evitando la superpoblación de peces.
Albiotox ha probado que el ecosistema funciona a modo de quemostato natural gigante o biorreactor: un sistema de producción que mantiene un ambiente biológicamente activo donde se cultivan, entre otros organismos, microalgas obteniendo altos niveles de productividad.
En estos aparatos de laboratorio o industriales, la transferencia de oxígeno y la mezcla de los nutrientes que permite, en este caso el crecimiento de la cianobacteria y las clorofitas, se realiza por agitación del agua.
Los cocodrilos, animales normalmente tranquilos pasan largas horas sumergidas en la profundidad de la charca. Desde el fondo, su acompasado movimiento de cola agita las aguas de manera continua evitando que el sistema sea anóxico, es decir, que se quede sin oxígeno y por lo tanto se interrumpa la transferencia.
Estas turbulencias, también permiten que las microalgas alcancen la superficie -de lo contrario se aplastarían contra el fondo y morirían-, puedan realizar la fotosíntesis y reproducirse.
Sin pretenderlo, los cocodrilos descubrieron una de las tecnologías que se aplican en la actualidad para la producción de biomasa prodecente de las algas (de esta biomasa se obtienen biocombustibles como el bioteanol o bioqueroseno y numerosos nutrientes de aplicación en la industria de los fertilizantes y abonos así como para el consumo humano).
En el mundo se producen casi 10 millones de toneladas de microalgas al año y la biomasa se ha convertido en una alternativa real a las fuentes energéticas tradicionales y como potencial fuente de materia prima para las industrias de alimentación, fertilizantes y laboratorios farmacéuticos.
Pero 'este milagro' de la vida no sería posible sin la intervención de los cocodrilos y no precisamente porque actúen como los depredadores situados en la cúspide de la cadena trófica evitando la superpoblación de peces.
Albiotox ha probado que el ecosistema funciona a modo de quemostato natural gigante o biorreactor: un sistema de producción que mantiene un ambiente biológicamente activo donde se cultivan, entre otros organismos, microalgas obteniendo altos niveles de productividad.
En estos aparatos de laboratorio o industriales, la transferencia de oxígeno y la mezcla de los nutrientes que permite, en este caso el crecimiento de la cianobacteria y las clorofitas, se realiza por agitación del agua.
Los cocodrilos, animales normalmente tranquilos pasan largas horas sumergidas en la profundidad de la charca. Desde el fondo, su acompasado movimiento de cola agita las aguas de manera continua evitando que el sistema sea anóxico, es decir, que se quede sin oxígeno y por lo tanto se interrumpa la transferencia.
Estas turbulencias, también permiten que las microalgas alcancen la superficie -de lo contrario se aplastarían contra el fondo y morirían-, puedan realizar la fotosíntesis y reproducirse.
Sin pretenderlo, los cocodrilos descubrieron una de las tecnologías que se aplican en la actualidad para la producción de biomasa prodecente de las algas (de esta biomasa se obtienen biocombustibles como el bioteanol o bioqueroseno y numerosos nutrientes de aplicación en la industria de los fertilizantes y abonos así como para el consumo humano).
En el mundo se producen casi 10 millones de toneladas de microalgas al año y la biomasa se ha convertido en una alternativa real a las fuentes energéticas tradicionales y como potencial fuente de materia prima para las industrias de alimentación, fertilizantes y laboratorios farmacéuticos.