La religiosidad de los científicos es un tema de interés y debate bastante persistente, tanto en el terreno académico como en otros más populares. Ahora, un estudio realizado en Estados Unidos acerca de las creencias y prácticas religiosas de la élite académico-científico de este país, ha demostrado que los profesores de ciencia de las principales universidades estadounidenses son menos religiosos que el resto de la población.
El análisis, titulado “Religión Among Academic Scientists (RAAS, ha sido llevado a cabo en los últimos dos años, bajo la dirección de la profesora Elaine Howard Ecklund , del College of Arts and Sciences de la universidad de Búfalo. La John Templeton Foundation patrocinó la investigación.
Espiritualidad y religión
En 2005, Ecklund y su colaborador Christopher P. Scheitle, de la universidad de Pensilvania, comenzaron su estudio acerca de los sistemas religiosos, éticos y espirituales de especialistas tanto de ciencias sociales como de ciencias naturales de un total de veintiuna universidades norteamericanas. La tasa de participación fue muy alta, del 75%, y 1.646 científicos respondieron a las encuestas presentadas. Además, se realizaron 271 entrevistas en profundidad.
El proyecto pretendía explorar la relación entre fe y razón, examinando lo que los científicos opinaban cuando dos campos institucionales tan distintos como el científico y el religioso se situaban uno frente al otro.
Sus resultados, que aparecen publicados en la revista Social Problems, mostraron entre otras cosas que las diferencias en las actitudes sobre religión y espiritualidad no eran significativas entre los científicos de las ramas natural y social de la ciencia.
Por otro lado, algunos de los encuestados consideraban que ambos campos se solapaban, otros los veían completamente distintos, y otros daban gran importancia a la espiritualidad incluso si no creían en un dios determinado o no practicaban una religión concreta.
Influencias no profesionales
Además, los datos demostraron que la identidad religiosa de los científicos no dependía de su formación profesional, señala Ecklund en un comunicado de la universidad de Búfalo, o del supuesto conflicto entre ciencia y fe, sino que en ella influían otras cuestiones, como su educación religiosa de base, su edad, su estado civil o su entorno familiar (el tener o no hijos y el número de éstos).
La investigación llevó a cabo asimismo una comparativa entre las creencias o actitudes religiosas de la sociedad en general y las de los científicos, tomando como referencia los datos recogidos entre la población por la General Social Survey (GSS entre los años 1998 y 2004.
La GSS es una encuesta nacional llevada a cabo por el National Opinion Research Center de la universidad de Chicago y que regularmente recoge información sobre las características demográficas y las actitudes sociales de los residentes en Estados Unidos.
Esta comparativa reveló que el 52% de los científicos encuestados se definían ajenos a cualquier afiliación religiosa, frente al 14% de la población general. Por otro lado, en la encuesta GSS, el 14% de los ciudadanos norteamericanos afirmaron ser evangelistas o fundamentalistas, mientras que entre los profesores encuestados en el RAAS, sólo el 2% se definió de esta manera.
Importancia del origen
Un 15% de la población afirmó ser judía, y sólo el 2% de los científicos se identificaron con esta religión. Pero entre los científicos y el resto de los residentes estadounidenses había un factor común para su definición religiosa: el haber crecido en un hogar con una práctica religiosa o religión concretas. En ambos casos éste ha resultado ser el factor clave para la posterior religiosidad de los individuos, aseguran los investigadores.
Ecklund y Scheitle concluyen por tanto que la consideración de que el científico necesariamente es menos religioso no se sustenta en hechos concretos.
Lo que sí puede ocurrir, afirma Ecklund, es que las personas procedentes de entornos no religiosos tiendan más que las procedentes de entornos religiosos a elegir profesiones científicas, debido a la tensión entre las doctrinas religiosas de algunos grupos y las teorías y métodos de la ciencia. Esto aumentaría el número de científicos no vinculados a una religión concreta.
Por otro lado, el estudio reveló que tampoco habría relación entre el género de los encuestados y sus tendencias a ser más o menos religiosos, ni entre la nacionalidad de los científicos y su religiosidad (un 25% de los encuestados en el RAAS procedían del extranjero).
El análisis, titulado “Religión Among Academic Scientists (RAAS, ha sido llevado a cabo en los últimos dos años, bajo la dirección de la profesora Elaine Howard Ecklund , del College of Arts and Sciences de la universidad de Búfalo. La John Templeton Foundation patrocinó la investigación.
Espiritualidad y religión
En 2005, Ecklund y su colaborador Christopher P. Scheitle, de la universidad de Pensilvania, comenzaron su estudio acerca de los sistemas religiosos, éticos y espirituales de especialistas tanto de ciencias sociales como de ciencias naturales de un total de veintiuna universidades norteamericanas. La tasa de participación fue muy alta, del 75%, y 1.646 científicos respondieron a las encuestas presentadas. Además, se realizaron 271 entrevistas en profundidad.
El proyecto pretendía explorar la relación entre fe y razón, examinando lo que los científicos opinaban cuando dos campos institucionales tan distintos como el científico y el religioso se situaban uno frente al otro.
Sus resultados, que aparecen publicados en la revista Social Problems, mostraron entre otras cosas que las diferencias en las actitudes sobre religión y espiritualidad no eran significativas entre los científicos de las ramas natural y social de la ciencia.
Por otro lado, algunos de los encuestados consideraban que ambos campos se solapaban, otros los veían completamente distintos, y otros daban gran importancia a la espiritualidad incluso si no creían en un dios determinado o no practicaban una religión concreta.
Influencias no profesionales
Además, los datos demostraron que la identidad religiosa de los científicos no dependía de su formación profesional, señala Ecklund en un comunicado de la universidad de Búfalo, o del supuesto conflicto entre ciencia y fe, sino que en ella influían otras cuestiones, como su educación religiosa de base, su edad, su estado civil o su entorno familiar (el tener o no hijos y el número de éstos).
La investigación llevó a cabo asimismo una comparativa entre las creencias o actitudes religiosas de la sociedad en general y las de los científicos, tomando como referencia los datos recogidos entre la población por la General Social Survey (GSS entre los años 1998 y 2004.
La GSS es una encuesta nacional llevada a cabo por el National Opinion Research Center de la universidad de Chicago y que regularmente recoge información sobre las características demográficas y las actitudes sociales de los residentes en Estados Unidos.
Esta comparativa reveló que el 52% de los científicos encuestados se definían ajenos a cualquier afiliación religiosa, frente al 14% de la población general. Por otro lado, en la encuesta GSS, el 14% de los ciudadanos norteamericanos afirmaron ser evangelistas o fundamentalistas, mientras que entre los profesores encuestados en el RAAS, sólo el 2% se definió de esta manera.
Importancia del origen
Un 15% de la población afirmó ser judía, y sólo el 2% de los científicos se identificaron con esta religión. Pero entre los científicos y el resto de los residentes estadounidenses había un factor común para su definición religiosa: el haber crecido en un hogar con una práctica religiosa o religión concretas. En ambos casos éste ha resultado ser el factor clave para la posterior religiosidad de los individuos, aseguran los investigadores.
Ecklund y Scheitle concluyen por tanto que la consideración de que el científico necesariamente es menos religioso no se sustenta en hechos concretos.
Lo que sí puede ocurrir, afirma Ecklund, es que las personas procedentes de entornos no religiosos tiendan más que las procedentes de entornos religiosos a elegir profesiones científicas, debido a la tensión entre las doctrinas religiosas de algunos grupos y las teorías y métodos de la ciencia. Esto aumentaría el número de científicos no vinculados a una religión concreta.
Por otro lado, el estudio reveló que tampoco habría relación entre el género de los encuestados y sus tendencias a ser más o menos religiosos, ni entre la nacionalidad de los científicos y su religiosidad (un 25% de los encuestados en el RAAS procedían del extranjero).