Debido a la escasez de agua en el río Guadiana, se ha propuesto el uso de aguas residuales depuradas para la conservación de humedales como el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel.
En La Mancha es frecuente que, ante la ausencia de ríos y también para mantener niveles de agua que faciliten la cría de aves, se viertan aguas residuales tratadas en lagunas naturales.
Sin embargo, “esta práctica puede tener consecuencias negativas para la conservación de humedales, más que favorecerla”, explica en un comunicado del CSIC la científica Ibone Anza, del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, que ha dirigido el trabajo junto con el Centro Regional de Estudios del Agua.
Según un estudio realizado al respecto, “la presencia de bacterias patógenas para las aves es mayor en muestras de agua, sedimento y heces de aves en las lagunas que reciben aguas residuales (Navaseca en Daimiel y La Veguilla en Alcázar de San Juan) que en las Tablas de Daimiel, que no recibe aguas residuales directamente”, asegura Anza.
En La Mancha es frecuente que, ante la ausencia de ríos y también para mantener niveles de agua que faciliten la cría de aves, se viertan aguas residuales tratadas en lagunas naturales.
Sin embargo, “esta práctica puede tener consecuencias negativas para la conservación de humedales, más que favorecerla”, explica en un comunicado del CSIC la científica Ibone Anza, del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, que ha dirigido el trabajo junto con el Centro Regional de Estudios del Agua.
Según un estudio realizado al respecto, “la presencia de bacterias patógenas para las aves es mayor en muestras de agua, sedimento y heces de aves en las lagunas que reciben aguas residuales (Navaseca en Daimiel y La Veguilla en Alcázar de San Juan) que en las Tablas de Daimiel, que no recibe aguas residuales directamente”, asegura Anza.
Efectos constatados
“La aparición de un brote de botulismo en Navaseca en verano de 2010 estuvo asociada con cambios físicoquímicos en los sedimentos y en las aguas del humedal, que favorecieron la falta de oxígeno y el desarrollo de la bacteria C. botulinum en el fondo. Esta, al multiplicarse, genera una potente toxina que afecta a las aves acuáticas”, indica la investigadora.
Estos cambios se relacionaron con la inestabilidad de un medio en el que junto con las aguas depuradas entran gran cantidad de nutrientes (nitratos y fosfatos), que conducen a la eutrofización (sobreabundancia de algas que enturbia las aguas) del ecosistema.
La C. botulinum se multiplica fácilmente y genera más toxina en los cadáveres de aves. “Necesita un medio rico en proteínas para crecer, además de calor y falta de oxígeno (condiciones que se dan en los cadáveres). Cuando las aves mueren intoxicadas con la bacteria, ésta se multiplica en sus cadáveres”, señala Anza.
Después, las larvas de mosca que crecen en ellos acumulan la bacteria y su toxina. Estas larvas “tóxicas” son ingeridas por otras aves que mueren y generan más alimento para el crecimiento de C. botulinum, así los brotes se propagan hasta que las temperaturas bajan.
Trampas ecológicas para las aves
“El estudio también ha encontrado C. botulinum en heces de aves acuáticas todo el año, lo que indica que lo pueden llevar habitualmente en el tracto digestivo. Por eso, la muerte de estas aves puede facilitar el comienzo de los brotes, ya que unos pocos cadáveres son suficientes para generar toxina que mate muchas más aves”, sigue diciendo Anza.
“Dado que en los humedales abastecidos con aguas residuales hay más patógenos aviares, las probabilidades de que las aves enfermen y mueran son mayores, lo que puede explicar la recurrencia de los brotes”, añade.
El botulismo aviar es una de las enfermedades que mata más aves acuáticas silvestres y en los últimos años afecta también a las granjas de aves domésticas. Cuando se produce un brote pueden morir miles de aves.
“En definitiva, los humedales abastecidos con aguas residuales, más que suponer un beneficio para la conservación de la biodiversidad, podrían actuar como trampas ecológicas para las aves acuáticas”, concluye la directora del estudio.
“La aparición de un brote de botulismo en Navaseca en verano de 2010 estuvo asociada con cambios físicoquímicos en los sedimentos y en las aguas del humedal, que favorecieron la falta de oxígeno y el desarrollo de la bacteria C. botulinum en el fondo. Esta, al multiplicarse, genera una potente toxina que afecta a las aves acuáticas”, indica la investigadora.
Estos cambios se relacionaron con la inestabilidad de un medio en el que junto con las aguas depuradas entran gran cantidad de nutrientes (nitratos y fosfatos), que conducen a la eutrofización (sobreabundancia de algas que enturbia las aguas) del ecosistema.
La C. botulinum se multiplica fácilmente y genera más toxina en los cadáveres de aves. “Necesita un medio rico en proteínas para crecer, además de calor y falta de oxígeno (condiciones que se dan en los cadáveres). Cuando las aves mueren intoxicadas con la bacteria, ésta se multiplica en sus cadáveres”, señala Anza.
Después, las larvas de mosca que crecen en ellos acumulan la bacteria y su toxina. Estas larvas “tóxicas” son ingeridas por otras aves que mueren y generan más alimento para el crecimiento de C. botulinum, así los brotes se propagan hasta que las temperaturas bajan.
Trampas ecológicas para las aves
“El estudio también ha encontrado C. botulinum en heces de aves acuáticas todo el año, lo que indica que lo pueden llevar habitualmente en el tracto digestivo. Por eso, la muerte de estas aves puede facilitar el comienzo de los brotes, ya que unos pocos cadáveres son suficientes para generar toxina que mate muchas más aves”, sigue diciendo Anza.
“Dado que en los humedales abastecidos con aguas residuales hay más patógenos aviares, las probabilidades de que las aves enfermen y mueran son mayores, lo que puede explicar la recurrencia de los brotes”, añade.
El botulismo aviar es una de las enfermedades que mata más aves acuáticas silvestres y en los últimos años afecta también a las granjas de aves domésticas. Cuando se produce un brote pueden morir miles de aves.
“En definitiva, los humedales abastecidos con aguas residuales, más que suponer un beneficio para la conservación de la biodiversidad, podrían actuar como trampas ecológicas para las aves acuáticas”, concluye la directora del estudio.
Referencia bibliográfica:
Ibone Anza, Dolors Vidal, Celia Laguna, Sandra Díaz-Sánchez, Sergio Sánchez, Álvaro Chicote, Máximo Florín y Rafael Mateo. Risk factors for avian botulism outbreaks in wetlands receiving effluents from urban wastewater treatment plants: eutrophication and bacterial pathogens. Applied and Environmental Microbiology (2014). DOI: 10.1128/AEM.00949-14.
Ibone Anza, Dolors Vidal, Celia Laguna, Sandra Díaz-Sánchez, Sergio Sánchez, Álvaro Chicote, Máximo Florín y Rafael Mateo. Risk factors for avian botulism outbreaks in wetlands receiving effluents from urban wastewater treatment plants: eutrophication and bacterial pathogens. Applied and Environmental Microbiology (2014). DOI: 10.1128/AEM.00949-14.