John Houghton, entrevistado en la televisión.
Mark I. Pinsky es un periodista norteamericano especializado en religión, autor de libros como A Jew Among the Evangelicals: A Guide for the Perplexed, publicado por Westminster John Knox Press en 2006, o The Gospel According to the Simpsons, de 2001.
En un artículo publicado en USA Today, Pinsky reflexiona sobre las diferencias con que los científicos de Estados Unidos y del Reino Unido consideran la relación entre ciencia y religión. En Tendencias21 hemos hablado en diversas ocasiones acerca del debate entre ciencia y religión, que en los últimos años ha cobrado especial relevancia.
Ciertamente parece que los científicos se interesaran cada vez más por la religión, pero desde diferentes perspectivas. Para algunos de ellos, como Robert J. Russell, fundador y director del Centre for Theology and Natural Sciences de Berkeley, el cambio abismal en la imagen numinosa del mundo proporcionada por la ciencia, y la reflexión epistemológica que ha acercado el discurso científico al discurso religioso, son el detonante del nacimiento de una tendencia creciente en la moderna cultura: retomar el diálogo en profundidad entre ciencia y religión.
Para otros científicos, como Richard Dawkins, en cambio, la ciencia está basada en evidencias que usamos para conocer el universo y la realidad. La fe, por el contrario, nos exige conformarnos con el desconocimiento. Esto es, que ciencia y religión no tienen nada que ver la una con la otra.
Diferentes estereotipos
Pero el debate entre ciencia y religión no se enfoca igual en todos los países, apunta Pinsky en su artículo. Mientras que en Estados Unidos la lucha entre fundamentalistas religiosos y ateos intransigentes es encarnizada, la “manera británica” de afrontar la disyuntiva parece muy diferente.
Según Pinsky, algunos de los más prominentes investigadores británicos gozan de una “vibrante vida religiosa” que coexiste -sin dilemas- con su inmersión en el mundo científico.
Al otro lado del Atlántico, en cambio, los científicos norteamericanos, al menos en una gran mayoría, se declaran a sí mismos como escépticos, partidarios del laicismo, agnósticos o directamente ateos. Y, para los creyentes estadounidenses, especialmente para los evangélicos protestantes, estos científicos son auténticos enemigos de la fe.
En el Reino Unido la situación es distinta, escribe el periodista. Un encuentro de científicos en la Universidad de Cambridge dio oportunidad a Pinsky de conocerla, y de compararla con la que ya conocía de su propio país. Los estereotipos que encontró eran distintos a los que se dan en la cultura popular norteamericana.
Científicos y cristianos
Según Pinsky, aunque imposible de cuantificar con exactitud, un sorprendente número de investigadores británicos de renombre, con reputación mundial en ciencias físicas y biología, afirman ser cristianos.
Algunos ejemplos: Sir John Houghton, coordinador del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), Sir John Polkinghorne, físico especializado en física de partículas además de sacerdote anglicano; o el geólogo Robert W. White y el paleobiólogo Simon Conway Morris.
Pinsky preguntó a los científicos acerca del origen de sus creencias, y las respuestas que le dieron fueron para él sorprendentes, acostumbrado como estaba a la hostilidad hacia la ciencia que parece la norma en las controversias públicas sobre el tema, en el mundo de los evangelistas norteamericanos.
Los científicos británicos citan tanto evidencias científicas empíricas, como la, para ellos, veracidad de las Escrituras, como origen de su fe. Por otra parte, los científicos señalan que la probabilidad de que la vida se hubiese originado por azar es infinitesimal. Además, los propios científicos aseguran tener fe en los relatos bíblicos.
En un artículo publicado en USA Today, Pinsky reflexiona sobre las diferencias con que los científicos de Estados Unidos y del Reino Unido consideran la relación entre ciencia y religión. En Tendencias21 hemos hablado en diversas ocasiones acerca del debate entre ciencia y religión, que en los últimos años ha cobrado especial relevancia.
Ciertamente parece que los científicos se interesaran cada vez más por la religión, pero desde diferentes perspectivas. Para algunos de ellos, como Robert J. Russell, fundador y director del Centre for Theology and Natural Sciences de Berkeley, el cambio abismal en la imagen numinosa del mundo proporcionada por la ciencia, y la reflexión epistemológica que ha acercado el discurso científico al discurso religioso, son el detonante del nacimiento de una tendencia creciente en la moderna cultura: retomar el diálogo en profundidad entre ciencia y religión.
Para otros científicos, como Richard Dawkins, en cambio, la ciencia está basada en evidencias que usamos para conocer el universo y la realidad. La fe, por el contrario, nos exige conformarnos con el desconocimiento. Esto es, que ciencia y religión no tienen nada que ver la una con la otra.
Diferentes estereotipos
Pero el debate entre ciencia y religión no se enfoca igual en todos los países, apunta Pinsky en su artículo. Mientras que en Estados Unidos la lucha entre fundamentalistas religiosos y ateos intransigentes es encarnizada, la “manera británica” de afrontar la disyuntiva parece muy diferente.
Según Pinsky, algunos de los más prominentes investigadores británicos gozan de una “vibrante vida religiosa” que coexiste -sin dilemas- con su inmersión en el mundo científico.
Al otro lado del Atlántico, en cambio, los científicos norteamericanos, al menos en una gran mayoría, se declaran a sí mismos como escépticos, partidarios del laicismo, agnósticos o directamente ateos. Y, para los creyentes estadounidenses, especialmente para los evangélicos protestantes, estos científicos son auténticos enemigos de la fe.
En el Reino Unido la situación es distinta, escribe el periodista. Un encuentro de científicos en la Universidad de Cambridge dio oportunidad a Pinsky de conocerla, y de compararla con la que ya conocía de su propio país. Los estereotipos que encontró eran distintos a los que se dan en la cultura popular norteamericana.
Científicos y cristianos
Según Pinsky, aunque imposible de cuantificar con exactitud, un sorprendente número de investigadores británicos de renombre, con reputación mundial en ciencias físicas y biología, afirman ser cristianos.
Algunos ejemplos: Sir John Houghton, coordinador del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), Sir John Polkinghorne, físico especializado en física de partículas además de sacerdote anglicano; o el geólogo Robert W. White y el paleobiólogo Simon Conway Morris.
Pinsky preguntó a los científicos acerca del origen de sus creencias, y las respuestas que le dieron fueron para él sorprendentes, acostumbrado como estaba a la hostilidad hacia la ciencia que parece la norma en las controversias públicas sobre el tema, en el mundo de los evangelistas norteamericanos.
Los científicos británicos citan tanto evidencias científicas empíricas, como la, para ellos, veracidad de las Escrituras, como origen de su fe. Por otra parte, los científicos señalan que la probabilidad de que la vida se hubiese originado por azar es infinitesimal. Además, los propios científicos aseguran tener fe en los relatos bíblicos.
John Polkinghorne
Dios, y también evolución darviniana
Partidarios del concepto de la “evolución teísta”, estos investigadores señalan un universo que es obra de Dios, pero en el que opera al mismo tiempo la evolución biológica (el proceso continuo de transformación de las especies a través de cambios producidos en sucesivas generaciones), cuyas bases sentó el biólogo Charles Darwin.
Los científicos británicos, por otro lado, se burlan del concepto de diseño inteligente, que es una corriente que sostiene que el origen o evolución del Universo, la vida y el hombre, son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por uno o más agentes inteligentes. Esta corriente está considerada como pseudociencia desde el punto de vista de asociaciones científicas y escépticas.
Por último, los investigadores insisten que su fe religiosa no afecta para nada a sus investigaciones, una actitud bastante diferente a la mantenida por investigadores religiosos estadounidenses que han llegado incluso a desafiar el método científico para tratar de adaptarlo a sus propias creencias religiosas, según explica Pinsky.
Causas de las diferencias
Las diferencias entre un país y otro en el enfoque de la relación ciencia-religión tendrían su origen, según Pinsky, en la enorme difusión en medios públicos que los mensajes de los evangélicos radicales tienen en Estados Unidos. En Europa, por el contrario, las leyes son más severas y restringen las divulgaciones religiosas.
Por otro lado, los cristianos norteamericanos serían especialmente conservadores, y utilizarían las ondas radiofónicas para ganar posiciones en temas ajenos a la religión, como la ciencia y la medicina.
Ellos han sido también los que han convertido la formación científica en los colegios en un tema político candente, sobre todo en lo referente a la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas.
En opinión de los científicos británicos, la escena norteamericana está demasiado polarizada a este respecto, mientras que, en el Reino Unido, los científicos se dedican a investigar o, como mucho, en algunos casos como el de Polkinghorne, a escribir sobre las fronteras de la ciencia y la religión o sobre el diálogo entre física y metafísica.
En el Reino Unido, en definitiva, los científicos creyentes consideran que su fe no ha de condicionar ni la interpretación ni la comprensión ni la aplicación de sus investigaciones.
Partidarios del concepto de la “evolución teísta”, estos investigadores señalan un universo que es obra de Dios, pero en el que opera al mismo tiempo la evolución biológica (el proceso continuo de transformación de las especies a través de cambios producidos en sucesivas generaciones), cuyas bases sentó el biólogo Charles Darwin.
Los científicos británicos, por otro lado, se burlan del concepto de diseño inteligente, que es una corriente que sostiene que el origen o evolución del Universo, la vida y el hombre, son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por uno o más agentes inteligentes. Esta corriente está considerada como pseudociencia desde el punto de vista de asociaciones científicas y escépticas.
Por último, los investigadores insisten que su fe religiosa no afecta para nada a sus investigaciones, una actitud bastante diferente a la mantenida por investigadores religiosos estadounidenses que han llegado incluso a desafiar el método científico para tratar de adaptarlo a sus propias creencias religiosas, según explica Pinsky.
Causas de las diferencias
Las diferencias entre un país y otro en el enfoque de la relación ciencia-religión tendrían su origen, según Pinsky, en la enorme difusión en medios públicos que los mensajes de los evangélicos radicales tienen en Estados Unidos. En Europa, por el contrario, las leyes son más severas y restringen las divulgaciones religiosas.
Por otro lado, los cristianos norteamericanos serían especialmente conservadores, y utilizarían las ondas radiofónicas para ganar posiciones en temas ajenos a la religión, como la ciencia y la medicina.
Ellos han sido también los que han convertido la formación científica en los colegios en un tema político candente, sobre todo en lo referente a la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas.
En opinión de los científicos británicos, la escena norteamericana está demasiado polarizada a este respecto, mientras que, en el Reino Unido, los científicos se dedican a investigar o, como mucho, en algunos casos como el de Polkinghorne, a escribir sobre las fronteras de la ciencia y la religión o sobre el diálogo entre física y metafísica.
En el Reino Unido, en definitiva, los científicos creyentes consideran que su fe no ha de condicionar ni la interpretación ni la comprensión ni la aplicación de sus investigaciones.