Como pasa con Richard Dawkins, la crítica atea de la religión no es el tema fundamental de Daniel C. Dennet. Sin embargo, es verdad que la religión se ha convertido en la temática que a ambos autores les ha dado una audiencia importante.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo, aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
Daniel C. Dennett ha sido profesor de filosofía, así como director del Center for Cognitive Studies de Tufts University, en Medford, Massachussets. Su posición filosófica fundamental (que aquí sólo abordamos para enmarcar su teoría memética de la religión) defiende una idea computacional del hombre (entendido como un ordenador biológico serial que procesa en paralelo, dada la estructura neuronal).
Esta misma idea determinista y robótica del hombre parece aplicarse al entender la religión como un proceso replicativo determinista producido por una estructura de memes ancestrales que tienen “atrapada” a la humanidad.
El marco general de la crítica de la religión en Dennett
Como pasa con Dawkins la crítica atea de la religión no es el tema fundamental de Dennett. Sin embargo, es verdad que la religión se ha convertido en la temática que les ha dado una audiencia importante.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo, aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
La mente humana tiene, por tanto, como vemos en la experiencia fenomenológica, una dimensión sensitiva, consciente, un mundo interior de experiencias psíquicas que fenomenólogos, psicólogos, neurólogos, epistemólogos, han solido nombrar como qualia (quale, en singular).
La mayor parte de neurólogos, psicólogos y filósofos siguen considerando lo que siempre se ha pensado: a saber, que el sujeto psíquico, que impulsa las acciones de respuesta al medio para sobrevivir, lo hace bajo el efecto de ese “mundo psíquico interior” constituido por sensaciones, percepciones, recuerdos, conocimientos, emociones, intenciones, motivaciones, etc., que son sentidos por el sujeto consciente en la forma de qualia o “qualias”.
Por ello, la opinión más defendida ha sido, y sigue siendo, que la conciencia (es decir, el sujeto psíquico en función del “mundo interior de la conciencia”) es principio de una “causalidad descendente” (así suele llamarse) que es capaz de controlar los mecanicismos neurales del cerebro que nos hacen pensar (dirigir conscientemente el pensamiento), hablar, andar, ejercer acciones que llevan a la adaptación óptima al medio.
Esta opinión científica es conforme con nuestra experiencia fenomenológica personal y social. Nadie pone en duda que estamos dominados por una enorme cantidad de determinismos neurales en todos los órdenes. Pero nuestra experiencia es que, contando con ellos, la orientación fundamental de la vida se produce desde el mundo interior de nuestras ideas, conocimientos, sentimientos y emociones, sentidos de la vida, etc.
Cuando conducimos el coche actuamos como un autómata: nuestra conciencia está ahí vigilando que los automatismos funcionen correctamente hasta que salta un imprevisto, pero, mientras esto no sucede, nuestra mente está quizá “en otra parte”, pensando quizá en los eventos que debemos abordar al terminar el trayecto. Pero hasta que aprendimos a conducir, y se fijaron los automatismos, tuvimos que prestar atención consciente al aprendizaje y, al principio, no podíamos conducir sin una atención muy precisa de nuestro “sujeto psíquico”.
Sabemos que desde hace siglos –recordemos la idea del “hombre máquina” que se inicia en el siglo XVIII, e incluso antes como vemos en Hobbes– ha existido una manera de entender los seres vivos y el hombre que responde a lo que se ha llamado el determinismo-mecanicista que se construyó desde la idea determinista del universo newtoniano de la mecánica clásica.
Este determinismo, que entró en crisis años atrás, tuvo un renacimiento cuando la teoría del ordenador, en su hardware y en su software, hizo posible una versión moderna del determinismo en el robotismo computacional. Para la teoría computacional del hombre las acciones y la actividad interna de la mente que produce las acciones (así como el mismo pensamiento y el lenguaje) resultan simplemente de una serie de computaciones mecánicas que tienen lugar en el sistema nervioso en conexión con los sistemas perceptivos.
Los sistemas nerviosos animales y humanos serían sólo sistemas de computación mecánica (seriales o en paralelo por el PDP) que procesarían las informaciones sensibles determinando automáticamente las respuestas.
Ahora bien, ¿qué papel cabría entonces atribuir a la conciencia? Estas teorías se caracterizan por negar el papel de causalidad descendente, atribuido ordinariamente al sujeto psíquico y a la conciencia. Estos autores entienden entonces que el mundo de la experiencia consciente, el mundo psíquico interior de la mente, tiene un papel que llaman epifenoménico. La conciencia está ahí como testigo de lo que pasa, pero no es el principio causal de los sucesos. Es un fenómeno marginal (epifenómeno). La causa son los sistemas de causación determinista.
Pero entonces, ¿por qué en la evolución se ha producido la sensación-conciencia, si no sirve para nada? Esta respuesta debía ser respondida dentro de una lógica evolutiva y así lo han hecho autores como Stephen Kosslyn al decir que la conciencia está ahí y tiene la función evolutiva de controlar que todo funciona bien (como cuando en la conducción mecánica, que también podría ser un “piloto automático”, se enfrenta a un imprevisto y súbitamente frenamos).
Aunque la teoría computacional del hombre es propia de ingenieros del conocimiento, psicólogos (como David Marr en la visión) y teóricos de la mente al estilo del propio Dennett, hay hoy también un grupo de neurólogos que defienden lo que se llama el determinismo neural. Estos autores suelen partir del experimento de Libet (al que también se refiere Dennett en su obra Conciousness Explained) que muestra en una situación experimental muy concreta cómo la actividad neural es previa a las decisiones libres (que se considerarían entonces no como causa de la actividad neural sino como un producto determinado por las causas neurales previas).
Pienso que si montáramos una instrumentación de escáner cerebral mientras conducimos automáticamente comprobaríamos que las decisiones relativas a la condución dependen de una maquinaria neural que está previamente activada a las decisiones en cuanto tales. Pero, como decíamos, que gran parte de nuestras acciones se produzcan por procesos automatizados, ¿demuestra que, en el conjunto del comportamiento, el sujeto psíquico y la conciencia no tengan un real papel de causalidad descendente controladora de los procesos neurales? Ciertamente lo dudamos.
¿Dónde se encuentra Dennett? Lo que acabamos de explicar nos sirve para que lo digamos con brevedad y precisión: Dennett, ya desde su tesis doctoral, quiso siempre contribuir a eliminar el papel causal del sujeto psíquico consciente y de los qualia en la explicación del comportamiento. Su obra filosófica debe colocarse, pues, en el marco de una corriente general de la teoría computacional del hombre. ¿Cómo se explica el comportamiento humano? Es resultado de procesos que entran dentro de una concepción general del determinismo. La conciencia es sólo un epifenómeno que, a lo más, tiene la funcionalidad evolutiva de servir de control de que los procesos de adaptación mecánica al medio funcionan correctamente.
En su obra básica sobre la conciencia Conciousness Explained (La conciencia explicada) se refiere Dennett al teatro cartesiano que ha servido durante siglos de explicación del origen causal del comportamiento. En él los procesos psíquicos conscientes y los qualia juegan un papel causal explicativo. La aportación de Dennett a la teoría de mente presenta unos rasgos alambicados y oscuros, penumbra en la que siempre le ha gustado mantenerse a Dennett que siempre se ha resistido a decir las cosas con claridad.
Su pretendida demostración de que los qualia no existen porque han sido descritos por quienes los defienden por rasgos contradictorios es ciertamente extraña. Los qualia, además, presentan un mundo ilusorio, puesto que esto es (según su interpretación) lo que muestra el conocimiento científico de los fenómenos perceptivos. Si lo que se ha llamado qualia no existe, entonces es imposible entender científicamente la conciencia a partir de los qualia.
¿Qué queda entonces de la conciencia? Lo único que queda es lo que la ciencia describe objetivamente, a saber, los determinismos neurales. La conciencia se explica, pues, “fuera de la conciencia”, por los determinismos ciegos que pertenecen al inconsciente. El origen causal de las acciones y la conciencia se explican por el inconsciente. Pero las acciones producidas llevan a la conciencia –que es testigo de su producción– al equívoco de creerse ella misma ilusoriamente como su causa real. Pero el papel de la conciencia es puramente epifenoménico.
En este marco neural-determinista ha ensayado Dennett también la explicación de la libertad, tema que ha sido objeto de sus análisis desde diversas perspectivas. Las infinitas posibilidades de links o conexiones neurales crean ámbitos de posibilidades ciegas en que el cerebro puede ir por aquí o por allá creando en el sujeto consciente la ilusión falsa de que es la conciencia la que hace uso de la libertad.
Este darwinismo neural (similar al de Gerald Edelman) selecciona de forma ciega los engramas neurales más adaptativos con una cierta flexibilidad. Es claro que este proceso ciego en que los seres vivos han ido construyendo sus cerebros como sistemas determinados ha debido de producirse en el proceso evolutivo. Por ello, Dennett ha intervenido con propuestas en la teoría evolutiva para argumentar que el factor determinante de la evolución ha sido el adaptacionismo darwinista que ha ido creando la estructura neural de cada ser vivo (no existen otros factores explicativos de la evolución, como defiende en contra de Gould).
Esta teoría de los seres vivos y del hombre robótica, determinista, computacional, ciega, dista mucho de ser comúnmente aceptada hoy por la ciencia. Al contrario, es una teoría minoritaria. La mayor parte de los neurólogos, psicólogos, filósofos, epistemólogos explican al hombre de acuerdo con nuestra experiencia personal y social: como seres en los que los procesos psíquicos juegan un papel causal que ha sido diseñado por la evolución. Los estados psíquicos de la conciencia se producen por redes o engramas de interacción neural en el cerebro.
Cuando se activan se produce el correlato de la actividad psíquica. Existe un interaccionismo psico-físico, pero tanto lo psíquico como lo físico juegan un papel productor de la conducta animal y humana. Además, crece el número de neurólogos y filósofos que intentan explicar desde el mundo cuántico el soporte físico de la conciencia y la naturaleza de los procesos físicos que explican las propiedades fenomenológicas de la conciencia (la hipótesis Von Neuman-Stapp o la hipótesis Hameroff-Penrose, comentadas en otros artículos de Tendencias21).
Por tanto, el problema esencial del punto de vista de Dennett en su teoría de la mente es humanista. Dennett, lo mismo que la teoría computacional del hombre, tienen derecho a pensar y argumentar lo que quieran. Pero será muy difícil aceptar por experiencia propia que la vida personal y los procesos sociales son sólo robóticos. Admitir esto supondría el derrumbamiento social en que vivimos, desde la responsabilidad jurídica a la lógica de los sistemas socio-políticos en general.
La posición de Dennett en relación a la religión se explica desde su punto de vista general. Si en su teoría desaparece el hombre personal y libre, consciente, el sujeto humano responsable de su biografía y del sentido de su vida, entonces, ¿qué papel residual podría ser atribuido a la religión? Ciertamente ninguno. La religión como representación del sujeto es un estado emocional producido ciegamente en el cerebro desde las sociedades primitivas que, al ser sentido por el sujeto, produce la ilusión de la religión.
Si el hombre libre, personal y creativo, autor de su propia vida no existe, es una ilusión epifenoménica, ¿qué sentido tiene hablar de que el hombre pueda poseer una religión libre nacida de sus decisiones? Ciertamente no tiene ningún sentido. La religión ha nacido ciegamente de emociones que son puras activaciones neurales que se han ido reproduciendo por procesos meméticos desde tiempos ancestrales.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo, aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
Daniel C. Dennett ha sido profesor de filosofía, así como director del Center for Cognitive Studies de Tufts University, en Medford, Massachussets. Su posición filosófica fundamental (que aquí sólo abordamos para enmarcar su teoría memética de la religión) defiende una idea computacional del hombre (entendido como un ordenador biológico serial que procesa en paralelo, dada la estructura neuronal).
Esta misma idea determinista y robótica del hombre parece aplicarse al entender la religión como un proceso replicativo determinista producido por una estructura de memes ancestrales que tienen “atrapada” a la humanidad.
El marco general de la crítica de la religión en Dennett
Como pasa con Dawkins la crítica atea de la religión no es el tema fundamental de Dennett. Sin embargo, es verdad que la religión se ha convertido en la temática que les ha dado una audiencia importante.
Así como Dawkins es un biólogo, Dennett es más bien un filósofo, aunque interesado por las ciencias humanas, que ha centrado sus estudios propiamente filosófico-científicos en la teoría de la mente. Por descontado que Dennett no es un físico teórico o un cosmólogo que aborde los temas fundamentales de la materia y del universo. Se limita a lo antropológico, a la “mente” y a la teoría de la evolución como marco científico en que debe abordarse la explicación del origen de la mente.
La mente humana tiene, por tanto, como vemos en la experiencia fenomenológica, una dimensión sensitiva, consciente, un mundo interior de experiencias psíquicas que fenomenólogos, psicólogos, neurólogos, epistemólogos, han solido nombrar como qualia (quale, en singular).
La mayor parte de neurólogos, psicólogos y filósofos siguen considerando lo que siempre se ha pensado: a saber, que el sujeto psíquico, que impulsa las acciones de respuesta al medio para sobrevivir, lo hace bajo el efecto de ese “mundo psíquico interior” constituido por sensaciones, percepciones, recuerdos, conocimientos, emociones, intenciones, motivaciones, etc., que son sentidos por el sujeto consciente en la forma de qualia o “qualias”.
Por ello, la opinión más defendida ha sido, y sigue siendo, que la conciencia (es decir, el sujeto psíquico en función del “mundo interior de la conciencia”) es principio de una “causalidad descendente” (así suele llamarse) que es capaz de controlar los mecanicismos neurales del cerebro que nos hacen pensar (dirigir conscientemente el pensamiento), hablar, andar, ejercer acciones que llevan a la adaptación óptima al medio.
Esta opinión científica es conforme con nuestra experiencia fenomenológica personal y social. Nadie pone en duda que estamos dominados por una enorme cantidad de determinismos neurales en todos los órdenes. Pero nuestra experiencia es que, contando con ellos, la orientación fundamental de la vida se produce desde el mundo interior de nuestras ideas, conocimientos, sentimientos y emociones, sentidos de la vida, etc.
Cuando conducimos el coche actuamos como un autómata: nuestra conciencia está ahí vigilando que los automatismos funcionen correctamente hasta que salta un imprevisto, pero, mientras esto no sucede, nuestra mente está quizá “en otra parte”, pensando quizá en los eventos que debemos abordar al terminar el trayecto. Pero hasta que aprendimos a conducir, y se fijaron los automatismos, tuvimos que prestar atención consciente al aprendizaje y, al principio, no podíamos conducir sin una atención muy precisa de nuestro “sujeto psíquico”.
Sabemos que desde hace siglos –recordemos la idea del “hombre máquina” que se inicia en el siglo XVIII, e incluso antes como vemos en Hobbes– ha existido una manera de entender los seres vivos y el hombre que responde a lo que se ha llamado el determinismo-mecanicista que se construyó desde la idea determinista del universo newtoniano de la mecánica clásica.
Este determinismo, que entró en crisis años atrás, tuvo un renacimiento cuando la teoría del ordenador, en su hardware y en su software, hizo posible una versión moderna del determinismo en el robotismo computacional. Para la teoría computacional del hombre las acciones y la actividad interna de la mente que produce las acciones (así como el mismo pensamiento y el lenguaje) resultan simplemente de una serie de computaciones mecánicas que tienen lugar en el sistema nervioso en conexión con los sistemas perceptivos.
Los sistemas nerviosos animales y humanos serían sólo sistemas de computación mecánica (seriales o en paralelo por el PDP) que procesarían las informaciones sensibles determinando automáticamente las respuestas.
Ahora bien, ¿qué papel cabría entonces atribuir a la conciencia? Estas teorías se caracterizan por negar el papel de causalidad descendente, atribuido ordinariamente al sujeto psíquico y a la conciencia. Estos autores entienden entonces que el mundo de la experiencia consciente, el mundo psíquico interior de la mente, tiene un papel que llaman epifenoménico. La conciencia está ahí como testigo de lo que pasa, pero no es el principio causal de los sucesos. Es un fenómeno marginal (epifenómeno). La causa son los sistemas de causación determinista.
Pero entonces, ¿por qué en la evolución se ha producido la sensación-conciencia, si no sirve para nada? Esta respuesta debía ser respondida dentro de una lógica evolutiva y así lo han hecho autores como Stephen Kosslyn al decir que la conciencia está ahí y tiene la función evolutiva de controlar que todo funciona bien (como cuando en la conducción mecánica, que también podría ser un “piloto automático”, se enfrenta a un imprevisto y súbitamente frenamos).
Aunque la teoría computacional del hombre es propia de ingenieros del conocimiento, psicólogos (como David Marr en la visión) y teóricos de la mente al estilo del propio Dennett, hay hoy también un grupo de neurólogos que defienden lo que se llama el determinismo neural. Estos autores suelen partir del experimento de Libet (al que también se refiere Dennett en su obra Conciousness Explained) que muestra en una situación experimental muy concreta cómo la actividad neural es previa a las decisiones libres (que se considerarían entonces no como causa de la actividad neural sino como un producto determinado por las causas neurales previas).
Pienso que si montáramos una instrumentación de escáner cerebral mientras conducimos automáticamente comprobaríamos que las decisiones relativas a la condución dependen de una maquinaria neural que está previamente activada a las decisiones en cuanto tales. Pero, como decíamos, que gran parte de nuestras acciones se produzcan por procesos automatizados, ¿demuestra que, en el conjunto del comportamiento, el sujeto psíquico y la conciencia no tengan un real papel de causalidad descendente controladora de los procesos neurales? Ciertamente lo dudamos.
¿Dónde se encuentra Dennett? Lo que acabamos de explicar nos sirve para que lo digamos con brevedad y precisión: Dennett, ya desde su tesis doctoral, quiso siempre contribuir a eliminar el papel causal del sujeto psíquico consciente y de los qualia en la explicación del comportamiento. Su obra filosófica debe colocarse, pues, en el marco de una corriente general de la teoría computacional del hombre. ¿Cómo se explica el comportamiento humano? Es resultado de procesos que entran dentro de una concepción general del determinismo. La conciencia es sólo un epifenómeno que, a lo más, tiene la funcionalidad evolutiva de servir de control de que los procesos de adaptación mecánica al medio funcionan correctamente.
En su obra básica sobre la conciencia Conciousness Explained (La conciencia explicada) se refiere Dennett al teatro cartesiano que ha servido durante siglos de explicación del origen causal del comportamiento. En él los procesos psíquicos conscientes y los qualia juegan un papel causal explicativo. La aportación de Dennett a la teoría de mente presenta unos rasgos alambicados y oscuros, penumbra en la que siempre le ha gustado mantenerse a Dennett que siempre se ha resistido a decir las cosas con claridad.
Su pretendida demostración de que los qualia no existen porque han sido descritos por quienes los defienden por rasgos contradictorios es ciertamente extraña. Los qualia, además, presentan un mundo ilusorio, puesto que esto es (según su interpretación) lo que muestra el conocimiento científico de los fenómenos perceptivos. Si lo que se ha llamado qualia no existe, entonces es imposible entender científicamente la conciencia a partir de los qualia.
¿Qué queda entonces de la conciencia? Lo único que queda es lo que la ciencia describe objetivamente, a saber, los determinismos neurales. La conciencia se explica, pues, “fuera de la conciencia”, por los determinismos ciegos que pertenecen al inconsciente. El origen causal de las acciones y la conciencia se explican por el inconsciente. Pero las acciones producidas llevan a la conciencia –que es testigo de su producción– al equívoco de creerse ella misma ilusoriamente como su causa real. Pero el papel de la conciencia es puramente epifenoménico.
En este marco neural-determinista ha ensayado Dennett también la explicación de la libertad, tema que ha sido objeto de sus análisis desde diversas perspectivas. Las infinitas posibilidades de links o conexiones neurales crean ámbitos de posibilidades ciegas en que el cerebro puede ir por aquí o por allá creando en el sujeto consciente la ilusión falsa de que es la conciencia la que hace uso de la libertad.
Este darwinismo neural (similar al de Gerald Edelman) selecciona de forma ciega los engramas neurales más adaptativos con una cierta flexibilidad. Es claro que este proceso ciego en que los seres vivos han ido construyendo sus cerebros como sistemas determinados ha debido de producirse en el proceso evolutivo. Por ello, Dennett ha intervenido con propuestas en la teoría evolutiva para argumentar que el factor determinante de la evolución ha sido el adaptacionismo darwinista que ha ido creando la estructura neural de cada ser vivo (no existen otros factores explicativos de la evolución, como defiende en contra de Gould).
Esta teoría de los seres vivos y del hombre robótica, determinista, computacional, ciega, dista mucho de ser comúnmente aceptada hoy por la ciencia. Al contrario, es una teoría minoritaria. La mayor parte de los neurólogos, psicólogos, filósofos, epistemólogos explican al hombre de acuerdo con nuestra experiencia personal y social: como seres en los que los procesos psíquicos juegan un papel causal que ha sido diseñado por la evolución. Los estados psíquicos de la conciencia se producen por redes o engramas de interacción neural en el cerebro.
Cuando se activan se produce el correlato de la actividad psíquica. Existe un interaccionismo psico-físico, pero tanto lo psíquico como lo físico juegan un papel productor de la conducta animal y humana. Además, crece el número de neurólogos y filósofos que intentan explicar desde el mundo cuántico el soporte físico de la conciencia y la naturaleza de los procesos físicos que explican las propiedades fenomenológicas de la conciencia (la hipótesis Von Neuman-Stapp o la hipótesis Hameroff-Penrose, comentadas en otros artículos de Tendencias21).
Por tanto, el problema esencial del punto de vista de Dennett en su teoría de la mente es humanista. Dennett, lo mismo que la teoría computacional del hombre, tienen derecho a pensar y argumentar lo que quieran. Pero será muy difícil aceptar por experiencia propia que la vida personal y los procesos sociales son sólo robóticos. Admitir esto supondría el derrumbamiento social en que vivimos, desde la responsabilidad jurídica a la lógica de los sistemas socio-políticos en general.
La posición de Dennett en relación a la religión se explica desde su punto de vista general. Si en su teoría desaparece el hombre personal y libre, consciente, el sujeto humano responsable de su biografía y del sentido de su vida, entonces, ¿qué papel residual podría ser atribuido a la religión? Ciertamente ninguno. La religión como representación del sujeto es un estado emocional producido ciegamente en el cerebro desde las sociedades primitivas que, al ser sentido por el sujeto, produce la ilusión de la religión.
Si el hombre libre, personal y creativo, autor de su propia vida no existe, es una ilusión epifenoménica, ¿qué sentido tiene hablar de que el hombre pueda poseer una religión libre nacida de sus decisiones? Ciertamente no tiene ningún sentido. La religión ha nacido ciegamente de emociones que son puras activaciones neurales que se han ido reproduciendo por procesos meméticos desde tiempos ancestrales.
Qué son los memes
El término “meme” ha sido introducido con la intención definida de hacer un paralelismo con el término “gene”. Este último pertenece a la genética y en alguna manera explica el programa que produce el orden biológico de cada individuo de la especie; es, pues, un concepto genético-biológico que muestra los determinismos primigenios de la vida.
En cambio, “meme” está referido a lo biológico-cultural. Así como la biología surge de los genes, la cultura (el comportamiento de los individuos) surge de los memes. Un meme supone cierta organización biológica (patterns neurales, quizá en parte incluso hereditarios), un aprendizaje mediado culturalmente (mímesis, imitación) y un registro (o memoria). Un meme supone, pues, un juego de neurología, mímesis y memoria. Pero todo ello es determinista y ciego, dentro de la teoría general filosófica de Dennett.
El creador del concepto y su denominación para el uso lingüístico “meme” ha sido Richard Dawkins, aludido en otros lugares de Tendencias21. Otros autores como Edward O. Wilson y J.D. Lumsden propusieron antes el concepto de culturgen para designar algo parecido. En la actualidad se ha impuesto el término de Dawkins, aunque la teoría de los memes ha recogido hoy aportaciones de otros muchos autores. Por tanto, hablar de meme no equivale hoy simplemente a la teoría de los memes en Dawkins.
La teoría de los memes parece, en principio, bien construida, aunque en la ciencia una cosa son los hechos comúnmente consensuados (puesto que también son “interpretación” de la comunidad científica) y otra cosa son las teorías (ya mucho más discutibles, sometidas a revisión crítica y en evolución). En general, la teoría de memes parece susceptible de ser aceptada; esto es, ampliamente consensuada.
Por nuestra parte no objetamos que en la evolución de las culturas hayan jugado un papel muy importante los procesos imitativos (que vemos en los animales) y que un meme podría ser un elemento o fracción transmitida del conjunto de la cultura de una sociedad. Pero es obvio, sin embargo, que no estamos de acuerdo con Dennett en considerar que estos procesos meméticos se hayan producido por un determinismo ciego en el que no haya jugado un papel causal el mundo de la subjetividad humana, es decir, la conciencia en el sentido de nuestra experiencia fenomenológica y social.
La teoría de memes
¿Por qué la teoría de memes puede ser fácilmente aceptada? Simplemente porque da forma teórica coherente a un conjunto de hechos y teorías previas de naturaleza biológica, neurológica y psicológica que han sido ya objeto de un amplio consenso en la comunidad científica. Sabemos que el sistema nervioso es un recurso de información (sensibilidad) y generación de respuestas adaptativas.
Sabemos que el animal registra neuronalmente los hallazgos adaptativos (se producen como “novedad” poco a poco en la evolución de la especie, ya que no siempre existían y el animal aprende). Sabemos que la forma psíquico-neuronal (patterns, estructuras o mapeados neuronales que producen qualia) que surge puede dar lugar incluso a una cierta herencia genética en la especie (recordemos las ideas de Chomski sobre la codificación neuronal de las reglas de la gramática universal en el lenguaje).
Sabemos además, que, sobre la base genética heredada, el aprendizaje de destrezas adaptativas en las especies animales se hace por mímesis (imitación) y así su etograma (respuestas adaptativas) se transmite (y se amplía) de generación en generación. Por último, sabemos que lo aprendido queda siempre registrado por los mecanismos de memoria y queda a disposición futura de cada individuo de la especie animal o humana.
Por tanto, esto quiere decir que el término “meme” es apropiado si designa ese conjunto de recursos adaptativos de cada especie surgidos por un juego de interacciones entre redes neurales, mímesis y memoria. Los memes se dan ya en las especies animales y son propios de cada una. Pero se dan también en la especie humana.
Tenemos una herencia de genes que constituye nuestra biología básica, pero tenemos también una herencia de memes que constituye nuestra cultura. Es una estructura de memes, organizada formando sistemas coherentes, que se transmite inevitablemente (recordemos los memeplexes de Susan Blackmore). De forma abierta, naturalmente, nunca cerrada, y mediante procesos en que juega un papel la conciencia.
Esta teoría es aceptable por la mayoría de los científicos si se mantiene, pues, en un ámbito moderado. Para ello, debe cumplirse una condición: que no se atribuya a los memes un carácter absolutamente determinante o, lo que es lo mismo, que no se conciban como un condicionante ciego que convierte la conducta en robótica, en una consecuencia inevitable y cerrada de los memes. Si fuera así, no se podría explicar la historia en su carácter creativo e innovativo, abierto, capaz de superar el carácter en alguna manera coercitivo de los memes en la cultura.
La experiencia es distinta: los memes son resultado de la creatividad. Esto ya pasa en las especies animales y mucho más en la especie humana. El hombre ha creado los memes, es capaz de criticarlos, de sobreponerse a ellos, de innovar con nuevas estrategias adaptativas. Es capaz de crear, producir, controlar críticamente e innovar positivamente la cultura. Y sea dicho esto admitiendo que habrá, claro está, personas poco creativas, e incluso sometidas a la determinación de sus memes; quizá incluso la mayoría, a nuestro pesar. La libertad y la creatividad existen, pero son compatibles con altos niveles de determinación que en algunas personas pueden incluso ser dominantes.
Religión, memes y Daniel Dennett
Que la religión sea, pues, un comportamiento producido por una estructura memética, parece aceptable. Ha sido producida por el psiquismo humano, se han puesto en juego recursos neuronales, que se han transmitido por tradiciones meméticas y se registran en la memoria de los individuos.
Todo ello permite que la religión se “replique”, se “reproduzca” y perviva a la largo de generaciones. El costalero sevillano queda atrapado por los memes de una religiosidad popular; pero lo mismo pasa con el monje budista de diez años que repite y memoriza los textos tradicionales. Hoy en día se conocen las localizaciones neurales en que se han fijado las representaciones y las emociones religiosas.
Consideramos, por tanto, que esto queda fuera de cuestión. Sin embargo, el análisis racional de la religión (filosofía y ciencia) en la cultura moderna, ¿qué se ha preguntado? Simplemente si detrás de ese comportamiento religioso se esconde un sentido, una significación, una coherencia con la realidad y con la naturaleza humana.
Ha habido quienes han ejercido la razón para llegar a la conclusión de que la religión no responde a fundamentos describibles, sino simplemente a la angustia humana o al deseo ilusorio de felicidad y protección ante el Mal que proviene de la naturaleza y de los otros hombres.
Otros autores, sin embargo, han revisado racionalmente la religión y han llegado a la conclusión de que la religión responde a una posibilidad humana congruente: el mundo objetivo podría posibilitar la apertura humana al comportamiento religioso. Pero tanto la crítica de la religión negativa como la positiva han llegado siempre a sus conclusiones propias por medio de una atención racional a los resultados de la filosofía y de la ciencia.
Daniel Dennett, en cambio, nos dice en Breaking the Spell: la religión es un meme, tiene una estructura memética. De ahí saca una conclusión sorprendente: la religión es un fenómeno natural. Nos preguntamos: ¿y qué podía ser sino un fenómeno natural? Dennett se siente admirado por su hallazgo y considera que descubrir que la religión es natural supone la “ruptura del mito ancestral de la religión”.
La estructura de su libro es muy simple. La religión surgió en épocas primitivas por el temor irracional ante el fragor de la naturaleza y sus amenazas. Así se constituyó como meme que ha venido replicándose sin cesar hasta nosotros. En su análisis reflexiona Dennett sobre las circunstancias que han favorecido la permanencia y refuerzo de esta estructura memética. También reflexiona sobre los conflictos y problemas que la religión ha producido a la humanidad, aunque parece que llega a admitir que ha contribuido a hacer a la gente más feliz (en esto parece más moderado que Dawkins o Hitchens).
Por tanto, la religión es un meme. Liberarnos de la religión debe ser, en consecuencia, caer en la cuenta de que estamos atrapados por este meme y podemos escaparnos de él. Obviamente, según la teoría de Dennet tanto el “caer en la cuenta” como el “escaparse” serían procesos ciegos procesos neurales que serían advertidos por una conciencia epifenoménica.
Dennett insiste en que no busca otra cosa que el análisis darwinista de la religión desde un punto de vista de la biología evolutiva (pensamos que más bien debería decir psicología evolutiva de la cultura). Pero renuncia de forma explícita, en Breaking the Spell, a un análisis racional filosófico y científico que conduzca a una valoración del sentido o sin-sentido de la religión.
Lo que la moderna reflexión en torno a la religión ha buscado es el análisis y reflexión filosófica a partir de los datos de la ciencia para preguntarse si detrás de los comportamientos religiosos se esconde una posibilidad humana con sentido que ya hubiera sido intuida por la humanidad primitiva.
Estos análisis hechos en profundidad tocan hoy en día complejos tópicos que van desde la mecánica cuántica, hasta la psicología y teoría de la mente, pasando por la cosmología. Todo esto es innecesario para un Dennett que se contenta con descubrir que la religión es un meme, un fenómeno natural, y que esto basta para rechazarla.
El término “meme” ha sido introducido con la intención definida de hacer un paralelismo con el término “gene”. Este último pertenece a la genética y en alguna manera explica el programa que produce el orden biológico de cada individuo de la especie; es, pues, un concepto genético-biológico que muestra los determinismos primigenios de la vida.
En cambio, “meme” está referido a lo biológico-cultural. Así como la biología surge de los genes, la cultura (el comportamiento de los individuos) surge de los memes. Un meme supone cierta organización biológica (patterns neurales, quizá en parte incluso hereditarios), un aprendizaje mediado culturalmente (mímesis, imitación) y un registro (o memoria). Un meme supone, pues, un juego de neurología, mímesis y memoria. Pero todo ello es determinista y ciego, dentro de la teoría general filosófica de Dennett.
El creador del concepto y su denominación para el uso lingüístico “meme” ha sido Richard Dawkins, aludido en otros lugares de Tendencias21. Otros autores como Edward O. Wilson y J.D. Lumsden propusieron antes el concepto de culturgen para designar algo parecido. En la actualidad se ha impuesto el término de Dawkins, aunque la teoría de los memes ha recogido hoy aportaciones de otros muchos autores. Por tanto, hablar de meme no equivale hoy simplemente a la teoría de los memes en Dawkins.
La teoría de los memes parece, en principio, bien construida, aunque en la ciencia una cosa son los hechos comúnmente consensuados (puesto que también son “interpretación” de la comunidad científica) y otra cosa son las teorías (ya mucho más discutibles, sometidas a revisión crítica y en evolución). En general, la teoría de memes parece susceptible de ser aceptada; esto es, ampliamente consensuada.
Por nuestra parte no objetamos que en la evolución de las culturas hayan jugado un papel muy importante los procesos imitativos (que vemos en los animales) y que un meme podría ser un elemento o fracción transmitida del conjunto de la cultura de una sociedad. Pero es obvio, sin embargo, que no estamos de acuerdo con Dennett en considerar que estos procesos meméticos se hayan producido por un determinismo ciego en el que no haya jugado un papel causal el mundo de la subjetividad humana, es decir, la conciencia en el sentido de nuestra experiencia fenomenológica y social.
La teoría de memes
¿Por qué la teoría de memes puede ser fácilmente aceptada? Simplemente porque da forma teórica coherente a un conjunto de hechos y teorías previas de naturaleza biológica, neurológica y psicológica que han sido ya objeto de un amplio consenso en la comunidad científica. Sabemos que el sistema nervioso es un recurso de información (sensibilidad) y generación de respuestas adaptativas.
Sabemos que el animal registra neuronalmente los hallazgos adaptativos (se producen como “novedad” poco a poco en la evolución de la especie, ya que no siempre existían y el animal aprende). Sabemos que la forma psíquico-neuronal (patterns, estructuras o mapeados neuronales que producen qualia) que surge puede dar lugar incluso a una cierta herencia genética en la especie (recordemos las ideas de Chomski sobre la codificación neuronal de las reglas de la gramática universal en el lenguaje).
Sabemos además, que, sobre la base genética heredada, el aprendizaje de destrezas adaptativas en las especies animales se hace por mímesis (imitación) y así su etograma (respuestas adaptativas) se transmite (y se amplía) de generación en generación. Por último, sabemos que lo aprendido queda siempre registrado por los mecanismos de memoria y queda a disposición futura de cada individuo de la especie animal o humana.
Por tanto, esto quiere decir que el término “meme” es apropiado si designa ese conjunto de recursos adaptativos de cada especie surgidos por un juego de interacciones entre redes neurales, mímesis y memoria. Los memes se dan ya en las especies animales y son propios de cada una. Pero se dan también en la especie humana.
Tenemos una herencia de genes que constituye nuestra biología básica, pero tenemos también una herencia de memes que constituye nuestra cultura. Es una estructura de memes, organizada formando sistemas coherentes, que se transmite inevitablemente (recordemos los memeplexes de Susan Blackmore). De forma abierta, naturalmente, nunca cerrada, y mediante procesos en que juega un papel la conciencia.
Esta teoría es aceptable por la mayoría de los científicos si se mantiene, pues, en un ámbito moderado. Para ello, debe cumplirse una condición: que no se atribuya a los memes un carácter absolutamente determinante o, lo que es lo mismo, que no se conciban como un condicionante ciego que convierte la conducta en robótica, en una consecuencia inevitable y cerrada de los memes. Si fuera así, no se podría explicar la historia en su carácter creativo e innovativo, abierto, capaz de superar el carácter en alguna manera coercitivo de los memes en la cultura.
La experiencia es distinta: los memes son resultado de la creatividad. Esto ya pasa en las especies animales y mucho más en la especie humana. El hombre ha creado los memes, es capaz de criticarlos, de sobreponerse a ellos, de innovar con nuevas estrategias adaptativas. Es capaz de crear, producir, controlar críticamente e innovar positivamente la cultura. Y sea dicho esto admitiendo que habrá, claro está, personas poco creativas, e incluso sometidas a la determinación de sus memes; quizá incluso la mayoría, a nuestro pesar. La libertad y la creatividad existen, pero son compatibles con altos niveles de determinación que en algunas personas pueden incluso ser dominantes.
Religión, memes y Daniel Dennett
Que la religión sea, pues, un comportamiento producido por una estructura memética, parece aceptable. Ha sido producida por el psiquismo humano, se han puesto en juego recursos neuronales, que se han transmitido por tradiciones meméticas y se registran en la memoria de los individuos.
Todo ello permite que la religión se “replique”, se “reproduzca” y perviva a la largo de generaciones. El costalero sevillano queda atrapado por los memes de una religiosidad popular; pero lo mismo pasa con el monje budista de diez años que repite y memoriza los textos tradicionales. Hoy en día se conocen las localizaciones neurales en que se han fijado las representaciones y las emociones religiosas.
Consideramos, por tanto, que esto queda fuera de cuestión. Sin embargo, el análisis racional de la religión (filosofía y ciencia) en la cultura moderna, ¿qué se ha preguntado? Simplemente si detrás de ese comportamiento religioso se esconde un sentido, una significación, una coherencia con la realidad y con la naturaleza humana.
Ha habido quienes han ejercido la razón para llegar a la conclusión de que la religión no responde a fundamentos describibles, sino simplemente a la angustia humana o al deseo ilusorio de felicidad y protección ante el Mal que proviene de la naturaleza y de los otros hombres.
Otros autores, sin embargo, han revisado racionalmente la religión y han llegado a la conclusión de que la religión responde a una posibilidad humana congruente: el mundo objetivo podría posibilitar la apertura humana al comportamiento religioso. Pero tanto la crítica de la religión negativa como la positiva han llegado siempre a sus conclusiones propias por medio de una atención racional a los resultados de la filosofía y de la ciencia.
Daniel Dennett, en cambio, nos dice en Breaking the Spell: la religión es un meme, tiene una estructura memética. De ahí saca una conclusión sorprendente: la religión es un fenómeno natural. Nos preguntamos: ¿y qué podía ser sino un fenómeno natural? Dennett se siente admirado por su hallazgo y considera que descubrir que la religión es natural supone la “ruptura del mito ancestral de la religión”.
La estructura de su libro es muy simple. La religión surgió en épocas primitivas por el temor irracional ante el fragor de la naturaleza y sus amenazas. Así se constituyó como meme que ha venido replicándose sin cesar hasta nosotros. En su análisis reflexiona Dennett sobre las circunstancias que han favorecido la permanencia y refuerzo de esta estructura memética. También reflexiona sobre los conflictos y problemas que la religión ha producido a la humanidad, aunque parece que llega a admitir que ha contribuido a hacer a la gente más feliz (en esto parece más moderado que Dawkins o Hitchens).
Por tanto, la religión es un meme. Liberarnos de la religión debe ser, en consecuencia, caer en la cuenta de que estamos atrapados por este meme y podemos escaparnos de él. Obviamente, según la teoría de Dennet tanto el “caer en la cuenta” como el “escaparse” serían procesos ciegos procesos neurales que serían advertidos por una conciencia epifenoménica.
Dennett insiste en que no busca otra cosa que el análisis darwinista de la religión desde un punto de vista de la biología evolutiva (pensamos que más bien debería decir psicología evolutiva de la cultura). Pero renuncia de forma explícita, en Breaking the Spell, a un análisis racional filosófico y científico que conduzca a una valoración del sentido o sin-sentido de la religión.
Lo que la moderna reflexión en torno a la religión ha buscado es el análisis y reflexión filosófica a partir de los datos de la ciencia para preguntarse si detrás de los comportamientos religiosos se esconde una posibilidad humana con sentido que ya hubiera sido intuida por la humanidad primitiva.
Estos análisis hechos en profundidad tocan hoy en día complejos tópicos que van desde la mecánica cuántica, hasta la psicología y teoría de la mente, pasando por la cosmología. Todo esto es innecesario para un Dennett que se contenta con descubrir que la religión es un meme, un fenómeno natural, y que esto basta para rechazarla.
Portada de Breaking the Spell”. Religion as a Natural Phenomenon” (2006).
Leon Wieseltier y Alister McGrath contra Dennett
Breaking the Spell, como otras obras previas de Dennett, una vez publicada, fue ampliamente comentada, discutida, aceptada o rechazada, por unos y otros, como pudo verse por diversas opiniones surgidas en la prensa americana más prestigiosa. Los comentaristas de desfiles de moda, cuando quieren llegar a las ponderaciones supremas, suelen decir que ha sido un desfile provocador, valiente y transgresor.
Así también puede decirse que Dennett fue visto como provocador y transgresor; en nuestro caso incluso iconoclasta y desmitificador. Dennett sabe perfectamente que para hacer de la filosofía un show deben tomarse posiciones radicales. No hay medias tintas: o se cree en un mundo absolutamente determinista y en una ciencia reduccionista, o se cree en un Dios con barbas blancas que hace el mundo con un compás y lo sostiene con un solo dedo. O una cosa u otra. No caben matizaciones o puntos de vista ponderados que, en el fondo, dejan insatisfechos a todos. Esta fue, en su momento histórico, la misma táctica tradicional de la sofística griega que ya desde antiguo entendió cómo había que presentar las cosas para hacer de la filosofía un show que a todos los dejara inquietos.
Leon Wieseltier escribió en el New York Times Book Review una de las críticas más demoledoras a la obra de Dennett. Le acusa de ser máximo exponente de un “cientificismo”, reduccionista y simplista, que confunde ciencia con metafísica; siendo así que la ciencia mantiene una estricta neutralidad metafísica. Le acusó de pretender ser el exponente más autorizado de la razón y, sin embargo, afrontar un análisis de lo religioso que se reduce a lo histórico, sin afrontar el verdadero análisis racional que exigiría.
Le acusó de ser el anti-racionalismo y hacer jugar a la ciencia un papel esperpéntico inaceptable. Le acusa, en definitiva, de no ver qué exige el ejercicio de la razón para permanecer en la vanagloria simple, vacía y narcisista de creerse el máximo racionalista que fustiga ingenuamente sin cuartel las irracionalidades populares de nuestro tiempo.
“Hay conceptos, decía conclusivamente Wieseltier, en muchas fábulas de la fe, que son proposiciones acerca de la naturaleza del universo. Pueden ser verdaderas o falsas, pero ahí están. Dennett reconoce los usos de la fe, pero no sus razones. En último término, su rechazo de la religión es un repudio de la filosofía, y todo se reduce a una cuestión de creencia en la creencia.
Lo que este libro absolutamente superficial y autocomplaciente establece con mayor claridad conclusiva es que hay muchos “hechizos” (spells) que deben ser rotos”. Wieseltier se refería, sin duda, al hechizo del falso “cientificismo” que tenía en Dennett tan simplista exponente.
En una crítica a Breaking the Spell, aparecida en Science&Theology News, la profesora de Oxford (Inglaterra) Alister McGrath se centraba en el punto crucial de Dennett para discutir que el concepto mismo de “meme” sea científicamente aceptable. Cita a diversos autores que discrepan de la teoría de los memes y concluye que Dennett ha fundado su crítica a la religión en un concepto pseudo-científico que no tiene base suficiente.
Nosotros hemos defendido antes que la teoría de los memes es aceptable en su versión moderada. Y así es hoy en la mayoría. ¿Hay discrepantes? Claro que sí, y McGrath menciona algunos de ellos. Pero, a nuestro entender, la forma de discutir el pensamiento de Dennett no es decir que los memes “no existen”. Creemos que es una teoría que puede servir, quizá, aunque no necesariamente. En este sentido, la crítica de Leon Wieseltier es mucho más acertada y profunda.
Daniel Dennett respondió las críticas de McGrath en una conferencia ante la Royal Society for the Encouragement of Arts, de Londres, resumida también en Science&Theology News, mediante una defensa de la viabilidad de la teoría de los memes, aunque tenga opositores. Por otra parte ha insistido en que su crítica a la religión es importante porque del simple hecho de que las religiones persisten, algunos deducen que son buenas. Dennett destaca lo que su crítica nos dice: que quizá no lo sean, porque si han llegado a nosotros es sólo por el proceso replicativo de las estructuras meméticas.
Conclusión
Pensamos que el universo y la vida humana siguen siendo un enigma. El ateísmo es posible; como también lo es la religión. Ambos parecen tener argumentos que deben ser valorados desde la libertad racional del hombre. Por tanto, nuestra posición sería: ¿ateísmo? Bien, es posible y respetable, como toda manifestación de la libertad humana.
Pero a Dennett le diríamos: ateísmo, pero, por favor, no de esta manera. El ateísmo merece mentes serenas y profundas. No merece ser reducido al esperpento por pensadores como Dennett. “Esperpento” es pretender juzgar el sentido humano de las religiones por el hecho de que éstas dependan en parte de factores meméticos (que no negamos), sin atender a que la conducta humana nace de la razón, en progresiva adaptación creativa al medio, y sólo en el contexto de un análisis “racional” es legítimo valorar el sentido de los comportamientos religiosos.
Artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid, del Consejo Asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la UPComillas, Madrid, y co-editor de Tendencias21 de las Religiones.
Breaking the Spell, como otras obras previas de Dennett, una vez publicada, fue ampliamente comentada, discutida, aceptada o rechazada, por unos y otros, como pudo verse por diversas opiniones surgidas en la prensa americana más prestigiosa. Los comentaristas de desfiles de moda, cuando quieren llegar a las ponderaciones supremas, suelen decir que ha sido un desfile provocador, valiente y transgresor.
Así también puede decirse que Dennett fue visto como provocador y transgresor; en nuestro caso incluso iconoclasta y desmitificador. Dennett sabe perfectamente que para hacer de la filosofía un show deben tomarse posiciones radicales. No hay medias tintas: o se cree en un mundo absolutamente determinista y en una ciencia reduccionista, o se cree en un Dios con barbas blancas que hace el mundo con un compás y lo sostiene con un solo dedo. O una cosa u otra. No caben matizaciones o puntos de vista ponderados que, en el fondo, dejan insatisfechos a todos. Esta fue, en su momento histórico, la misma táctica tradicional de la sofística griega que ya desde antiguo entendió cómo había que presentar las cosas para hacer de la filosofía un show que a todos los dejara inquietos.
Leon Wieseltier escribió en el New York Times Book Review una de las críticas más demoledoras a la obra de Dennett. Le acusa de ser máximo exponente de un “cientificismo”, reduccionista y simplista, que confunde ciencia con metafísica; siendo así que la ciencia mantiene una estricta neutralidad metafísica. Le acusó de pretender ser el exponente más autorizado de la razón y, sin embargo, afrontar un análisis de lo religioso que se reduce a lo histórico, sin afrontar el verdadero análisis racional que exigiría.
Le acusó de ser el anti-racionalismo y hacer jugar a la ciencia un papel esperpéntico inaceptable. Le acusa, en definitiva, de no ver qué exige el ejercicio de la razón para permanecer en la vanagloria simple, vacía y narcisista de creerse el máximo racionalista que fustiga ingenuamente sin cuartel las irracionalidades populares de nuestro tiempo.
“Hay conceptos, decía conclusivamente Wieseltier, en muchas fábulas de la fe, que son proposiciones acerca de la naturaleza del universo. Pueden ser verdaderas o falsas, pero ahí están. Dennett reconoce los usos de la fe, pero no sus razones. En último término, su rechazo de la religión es un repudio de la filosofía, y todo se reduce a una cuestión de creencia en la creencia.
Lo que este libro absolutamente superficial y autocomplaciente establece con mayor claridad conclusiva es que hay muchos “hechizos” (spells) que deben ser rotos”. Wieseltier se refería, sin duda, al hechizo del falso “cientificismo” que tenía en Dennett tan simplista exponente.
En una crítica a Breaking the Spell, aparecida en Science&Theology News, la profesora de Oxford (Inglaterra) Alister McGrath se centraba en el punto crucial de Dennett para discutir que el concepto mismo de “meme” sea científicamente aceptable. Cita a diversos autores que discrepan de la teoría de los memes y concluye que Dennett ha fundado su crítica a la religión en un concepto pseudo-científico que no tiene base suficiente.
Nosotros hemos defendido antes que la teoría de los memes es aceptable en su versión moderada. Y así es hoy en la mayoría. ¿Hay discrepantes? Claro que sí, y McGrath menciona algunos de ellos. Pero, a nuestro entender, la forma de discutir el pensamiento de Dennett no es decir que los memes “no existen”. Creemos que es una teoría que puede servir, quizá, aunque no necesariamente. En este sentido, la crítica de Leon Wieseltier es mucho más acertada y profunda.
Daniel Dennett respondió las críticas de McGrath en una conferencia ante la Royal Society for the Encouragement of Arts, de Londres, resumida también en Science&Theology News, mediante una defensa de la viabilidad de la teoría de los memes, aunque tenga opositores. Por otra parte ha insistido en que su crítica a la religión es importante porque del simple hecho de que las religiones persisten, algunos deducen que son buenas. Dennett destaca lo que su crítica nos dice: que quizá no lo sean, porque si han llegado a nosotros es sólo por el proceso replicativo de las estructuras meméticas.
Conclusión
Pensamos que el universo y la vida humana siguen siendo un enigma. El ateísmo es posible; como también lo es la religión. Ambos parecen tener argumentos que deben ser valorados desde la libertad racional del hombre. Por tanto, nuestra posición sería: ¿ateísmo? Bien, es posible y respetable, como toda manifestación de la libertad humana.
Pero a Dennett le diríamos: ateísmo, pero, por favor, no de esta manera. El ateísmo merece mentes serenas y profundas. No merece ser reducido al esperpento por pensadores como Dennett. “Esperpento” es pretender juzgar el sentido humano de las religiones por el hecho de que éstas dependan en parte de factores meméticos (que no negamos), sin atender a que la conducta humana nace de la razón, en progresiva adaptación creativa al medio, y sólo en el contexto de un análisis “racional” es legítimo valorar el sentido de los comportamientos religiosos.
Artículo elaborado por Javier Monserrat, Universidad Autónoma de Madrid, del Consejo Asesor de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la UPComillas, Madrid, y co-editor de Tendencias21 de las Religiones.