Peter Berger en un momento del debate. PewForum.
El pasado mes de diciembre tuvo lugar la conferencia bianual del Pew Forum estadounidense, organización creada en el año 2001 para promover una comprensión más profunda de aquellos temas en que se cruzan la religión y los asuntos públicos.
En esta edición del Pew Forum habló el teólogo y sociólogo Peter Berger, coautor de la obra “La construcción social de la realidad” en la que se establece la hipótesis de que la realidad se construye socialmente, y de que la sociología del conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce. Otro libro importante de Berger es “El dosel sagrado. Elementos para una sociología de la religión”, considerado un referente en la sociología de la religión.
La ponencia de Berger en el Pew Forum versó sobre la apabullante globalización religiosa del mundo moderno, y en ella se analizaron las diversas religiones y su papel actual en distintas regiones del planeta, así como la existencia del pluralismo y la desaparición de la teoría de la sociedad moderna secular.
Institución más antigua
En primer lugar, Berger señaló que, a pesar de que la Iglesia Católica Romana puede considerarse la institución global más antigua, en unos años los católicos europeos y norteamericanos, y los cristianos de todo tipo, serán una minoría en el mundo.
Otras religiones, por el contrario, crecen sin parar en número de adeptos: en Europa se ha dado una gran expansión del Islam; el judaísmo también está globalizándose (por ejemplo, los misioneros americanos jasídicos –pertenecientes a la secta mística judía fundada en el siglo XVIII por Baal Shem-Tov, han sido muy influyentes en Europa Oriental); y se estima que alrededor de 800.000 americanos se han convertido ya al budismo u otras religiones. El hinduismo, por su parte, se extiende a través de varias organizaciones, como el movimiento Hare Krishna.
Según Berger, la única de las grandes religiones del mundo que no se ha globalizada es el sintoísmo (religión de Japón, basada en el culto a los espíritus de la naturaleza y a los ancestros), porque incluso el confucionismo se ha extendido, hasta llegar a ser la ideología imperante en Singapur.
Globalización del pluralismo
Para el autor, la globalización de la religión implica una globalización del pluralismo, un fenómeno mucho más limitado geográficamente hace 200 años, que ahora se hace general. Con pluralismo Berger entiende la posibilidad que desarrollan diversas etnias y grupos sociales y religiosos de convivir pacíficamente y, sobre todo, interactuando socialmente. Sin interacción social, afirma, no hay pluralismo.
Berger propone que el pluralismo moderno es diferente no porque sea único, sino por su expansión global y su penetrabilidad. También se diferencia en la rapidez con la que se ha ido produciendo en pocos años.
En lo que respecta a la religión, el pluralismo es por hoy el factor más importante, más aún que la secularización. Para Berger, la teoría que defendía que la era moderna traería una secularización generalizada de la sociedad ha acabado derrumbándose. Según él, la experiencia ha demostrado que la modernidad ha traído consigo, no una era de secularismo, sino todo lo contrario: una etapa de expansiva y penetrante religiosidad.
Implicaciones del pluralismo
Cierto que hay, señala, dos excepciones a esta corriente de religiosidad generalizada: los intelectuales, que en cualquier parte del mundo tienden a ser seculares; y, geográficamente, las regiones del oeste y centro europeos, así como Australia.
Pero salvo estas excepciones, lo que ha quedado claro con el paso del tiempo es que el secularismo no se deriva necesariamente de la modernización. Sin embargo, el pluralismo, sí: migraciones masivas, viajes, medios de comunicación (películas, televisión, Internet…). Todo el mundo parece interrelacionado y, por tanto, todos podemos influirnos unos a otros.
¿Qué significaría esto para la religion? Algo esencial: que ninguna religion particular, ni institucionalmente ni individualmente, puede ser considerada durante más tiempo como definitiva. Esto tiene inmensas implicaciones tanto para las instituciones religiosas como para el ser humano individual.
Para las instituciones religiosas: ya no se está “destinado” por nacimiento a pertenecer a una u otra fe. Cada vez más, el individuo podrá elegir voluntariamente las asociaciones que hace. Cuanto mayor sea la libertad religiosa de nuestro entorno, mayor capacidad de elección tendremos. El individuo, por su parte, se enfrenta a un gran cambio: tiene la posibilidad de elegir entre la religión predeterminada (en la que nace) o cualquier otra.
Relativismo y fundamentalismo
Esta situación propicia cambios en la relación entre las instituciones religiosas y el Estado, así como en las instituciones entre ellas: se convertirán en competidoras e incluso generarán un “mercado religioso”.
A nivel individual, se producirán cada vez más “combinaciones” entre diversas creencias: ser católico y creer en la reencarnación, por ejemplo. Como si construyéramos un “lego”, crearemos nuestras propias versiones religiosas, tomando de varias religiones lo que nos interese.
La situación pluralista nos lleva, inevitablemente, a un relativismo: cada uno mantendrá su relato religioso (incluso podrá irlo modificando con el paso del tiempo), y la virtud real será la tolerancia con los relatos de los demás.
Esto funcionaría siempre que no fuera en contra de la moralidad. Por ejemplo, a una víctima de violación no se le puede decir que sea tolerante con su violador porque el acto de hacerle daño entra dentro de su “relato religioso”, que lo justifica. El relativismo tiene por tanto una dirección peligrosa.
El fundamentalismo puede definirse como un intento de restablecer como definitivo el universo de sentido de una tradición religiosa particular, contra el relativismo de la era moderna (lo cual es un proyecto muy difícil).
Hay dos modelos de fundamentalismo: el modelo que Berger llama de “reconquista”, basado en tratar de imponer a una sociedad entera una religión determinada, para lo que actualmente habría que conseguir controlar y eliminar la dinámica pluralista; y el modelo de “micro-totalitarismo”.
Este modelo crearía comunidades donde sería posible la ausencia de pluralismo religioso, gracias a una ardua lucha contra lo exterior, muy fuerte. Es difícil, pero sería más factible que el modelo “reconquista”, asegura el autor.
A modo de conclusión
Pero, para Berger, tanto el relativismo como el fundamentalismo son posibilidades destructivas: el relativismo porque crea un orden social imposible de mantener (ejemplo del violador); y el fundamentalismo porque produce contiendas civiles y tiranía.
Intelectuales y la clase política deben definirse y ocupar claramente un lugar intermedio, en el que ninguna pregunta sobre la verdad quede obsoleta ni se milite a favor de ninguna verdad absoluta.
Berger señala que es posible jugar ese papel. Resultaría difícil en términos de moralidad, porque aunque es posible tener creencias religiosas aunque no se tenga certeza de ellas, ciertos juicios morales no pueden ser relativos, pero no tanto en términos de ideología religiosa e intelectual.
En esta edición del Pew Forum habló el teólogo y sociólogo Peter Berger, coautor de la obra “La construcción social de la realidad” en la que se establece la hipótesis de que la realidad se construye socialmente, y de que la sociología del conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce. Otro libro importante de Berger es “El dosel sagrado. Elementos para una sociología de la religión”, considerado un referente en la sociología de la religión.
La ponencia de Berger en el Pew Forum versó sobre la apabullante globalización religiosa del mundo moderno, y en ella se analizaron las diversas religiones y su papel actual en distintas regiones del planeta, así como la existencia del pluralismo y la desaparición de la teoría de la sociedad moderna secular.
Institución más antigua
En primer lugar, Berger señaló que, a pesar de que la Iglesia Católica Romana puede considerarse la institución global más antigua, en unos años los católicos europeos y norteamericanos, y los cristianos de todo tipo, serán una minoría en el mundo.
Otras religiones, por el contrario, crecen sin parar en número de adeptos: en Europa se ha dado una gran expansión del Islam; el judaísmo también está globalizándose (por ejemplo, los misioneros americanos jasídicos –pertenecientes a la secta mística judía fundada en el siglo XVIII por Baal Shem-Tov, han sido muy influyentes en Europa Oriental); y se estima que alrededor de 800.000 americanos se han convertido ya al budismo u otras religiones. El hinduismo, por su parte, se extiende a través de varias organizaciones, como el movimiento Hare Krishna.
Según Berger, la única de las grandes religiones del mundo que no se ha globalizada es el sintoísmo (religión de Japón, basada en el culto a los espíritus de la naturaleza y a los ancestros), porque incluso el confucionismo se ha extendido, hasta llegar a ser la ideología imperante en Singapur.
Globalización del pluralismo
Para el autor, la globalización de la religión implica una globalización del pluralismo, un fenómeno mucho más limitado geográficamente hace 200 años, que ahora se hace general. Con pluralismo Berger entiende la posibilidad que desarrollan diversas etnias y grupos sociales y religiosos de convivir pacíficamente y, sobre todo, interactuando socialmente. Sin interacción social, afirma, no hay pluralismo.
Berger propone que el pluralismo moderno es diferente no porque sea único, sino por su expansión global y su penetrabilidad. También se diferencia en la rapidez con la que se ha ido produciendo en pocos años.
En lo que respecta a la religión, el pluralismo es por hoy el factor más importante, más aún que la secularización. Para Berger, la teoría que defendía que la era moderna traería una secularización generalizada de la sociedad ha acabado derrumbándose. Según él, la experiencia ha demostrado que la modernidad ha traído consigo, no una era de secularismo, sino todo lo contrario: una etapa de expansiva y penetrante religiosidad.
Implicaciones del pluralismo
Cierto que hay, señala, dos excepciones a esta corriente de religiosidad generalizada: los intelectuales, que en cualquier parte del mundo tienden a ser seculares; y, geográficamente, las regiones del oeste y centro europeos, así como Australia.
Pero salvo estas excepciones, lo que ha quedado claro con el paso del tiempo es que el secularismo no se deriva necesariamente de la modernización. Sin embargo, el pluralismo, sí: migraciones masivas, viajes, medios de comunicación (películas, televisión, Internet…). Todo el mundo parece interrelacionado y, por tanto, todos podemos influirnos unos a otros.
¿Qué significaría esto para la religion? Algo esencial: que ninguna religion particular, ni institucionalmente ni individualmente, puede ser considerada durante más tiempo como definitiva. Esto tiene inmensas implicaciones tanto para las instituciones religiosas como para el ser humano individual.
Para las instituciones religiosas: ya no se está “destinado” por nacimiento a pertenecer a una u otra fe. Cada vez más, el individuo podrá elegir voluntariamente las asociaciones que hace. Cuanto mayor sea la libertad religiosa de nuestro entorno, mayor capacidad de elección tendremos. El individuo, por su parte, se enfrenta a un gran cambio: tiene la posibilidad de elegir entre la religión predeterminada (en la que nace) o cualquier otra.
Relativismo y fundamentalismo
Esta situación propicia cambios en la relación entre las instituciones religiosas y el Estado, así como en las instituciones entre ellas: se convertirán en competidoras e incluso generarán un “mercado religioso”.
A nivel individual, se producirán cada vez más “combinaciones” entre diversas creencias: ser católico y creer en la reencarnación, por ejemplo. Como si construyéramos un “lego”, crearemos nuestras propias versiones religiosas, tomando de varias religiones lo que nos interese.
La situación pluralista nos lleva, inevitablemente, a un relativismo: cada uno mantendrá su relato religioso (incluso podrá irlo modificando con el paso del tiempo), y la virtud real será la tolerancia con los relatos de los demás.
Esto funcionaría siempre que no fuera en contra de la moralidad. Por ejemplo, a una víctima de violación no se le puede decir que sea tolerante con su violador porque el acto de hacerle daño entra dentro de su “relato religioso”, que lo justifica. El relativismo tiene por tanto una dirección peligrosa.
El fundamentalismo puede definirse como un intento de restablecer como definitivo el universo de sentido de una tradición religiosa particular, contra el relativismo de la era moderna (lo cual es un proyecto muy difícil).
Hay dos modelos de fundamentalismo: el modelo que Berger llama de “reconquista”, basado en tratar de imponer a una sociedad entera una religión determinada, para lo que actualmente habría que conseguir controlar y eliminar la dinámica pluralista; y el modelo de “micro-totalitarismo”.
Este modelo crearía comunidades donde sería posible la ausencia de pluralismo religioso, gracias a una ardua lucha contra lo exterior, muy fuerte. Es difícil, pero sería más factible que el modelo “reconquista”, asegura el autor.
A modo de conclusión
Pero, para Berger, tanto el relativismo como el fundamentalismo son posibilidades destructivas: el relativismo porque crea un orden social imposible de mantener (ejemplo del violador); y el fundamentalismo porque produce contiendas civiles y tiranía.
Intelectuales y la clase política deben definirse y ocupar claramente un lugar intermedio, en el que ninguna pregunta sobre la verdad quede obsoleta ni se milite a favor de ninguna verdad absoluta.
Berger señala que es posible jugar ese papel. Resultaría difícil en términos de moralidad, porque aunque es posible tener creencias religiosas aunque no se tenga certeza de ellas, ciertos juicios morales no pueden ser relativos, pero no tanto en términos de ideología religiosa e intelectual.