Ligth Tunel. 9Turorials.
David Hufford, profesor de humanidades médicas del Penn State College of Medicine, de Estados Unidos, ha publicado recientemente un artículo en la revista The Global Spiral en el que analiza las experiencias espirituales videntes, como las experiencias místicas, ver un fantasma, las experiencias cercanas a la muerte, a las que ya nos hemos referido en otro artículo, y los aspectos cognitivos de la transformación espiritual.
En primer lugar, Hufford explica que, durante todo el siglo XX en el mundo occidental, se ha asumido que las experiencias espirituales (en el sentido de percepciones paranormales) son patológicas. Psicosis, esquizofrenia, epilepsia, migrañas y estados de intoxicación han sido considerados los orígenes de todas estas experiencias. La modernidad, señala Hufford, ha implicado un aumento de la racionalización y, como decía el sociólogo alemán Max Weber, en consecuencia un desencantamiento del mundo.
Pero la modernidad no ha terminado con estas experiencias. Y los sujetos que las sufren siguen hoy día viéndose envueltos en la vivencia de situaciones a las que consideran reales, y que a menudo dan lugar a un incremento de los sentimientos de sobrecogimiento, paz y consolación.
Tres experiencias perecederas
Hufford defiende que la conclusión inevitable de este hecho es que algunos tipos de experiencias videntes han de ser consideradas como normales, y no como alucinaciones. En concreto, Hufford se refiere a tres experiencias: las visitas durante el duelo (por parte de los difuntos), las experiencias cercanas a la muerte, y la parálisis del sueño (que puede ir acompañada de la percepción de una “presencia” espiritual).
Según Hufford, todas estas experiencias prevalecen en el mundo moderno y son consideradas como reales por la mayor parte de la gente que las ha vivido, a diferencia de las alucinaciones, que a veces pueden ser identificadas por aquéllos que las padecen como tales. Para el autor del artículo, estas experiencias generarían las siguientes cuestiones: ¿son normales e incluso ayudan psicológicamente? Y, si es así, ¿resulta racional creer que puede existir lo real sólo como opuesto a lo puramente imaginario?
El caso es que la prevalencia de estas experiencias, y sus evidencias frente a los diagnósticos convencionales, comenzó a considerarse en los años 70 del siglo pasado, y ha dado lugar a un cambio gradual en su comprensión dentro de la psiquiatría y de las ciencias sociales.
Estudios que las avalan
En el año 1971, por ejemplo, un estudio realizado en Gales demostró que el 50% de los viudos o viudas analizados habían experimentado una visita de su esposo o esposa fallecido. Todos consideraron estas experiencias como reales y significativas, y aquéllos que las tuvieron perdieron menos peso y dormían mejor. El 69% afirmó que estas experiencias le habían ayudado en el proceso de duelo.
Hufford informa de una serie de estudios científicos posteriores al respecto que, en su opinión, redundarían en el hecho de que las experiencias de “visitas de los seres queridos tras su muerte” mejoran la salud emocional de los que las tienen.
En cuanto a las experiencias cercanas a la muerte, Hufford hace referencia al estudio cuantitativo realizado por el psicólogo Kenneth Ring en 1980, y que estableció un patrón reconocible en estas vivencias, que se repetía frecuentemente en el recuerdo de los “resucitados” (personas que han estado a punto de morir o clínicamente muertas pero que son devueltas a la vida en los hospitales).
Después del estudio de Ring, otros científicos, como el cardiólogo Pim van Lommel, han seguido analizando las experiencias cercanas a la muerte, señalando que parece que este patrón de la percepción se mantiene, independientemente del contexto local y cultural en que se produzcan.
En lo que se refiere a la parálisis del sueño con percepción de presencia, Hufford señala que estas experiencias se producen también en cualquier contexto cultural y que se caracterizan por el hecho de que, cuando la persona sufre la parálisis del sueño, percibe además que hay una presencia terrorífica y amenazante cerca de ella. El propio Hufford ha realizado diversos estudios sobre este fenómeno de los que habla en The Global Spiral.
Transformación espiritual
El autor concluye que se puede contestar a las preguntas iniciales de la siguiente manera: estas tres experiencias son, efectivamente, “normales” y, al menos dos de ellas (las visitas de los difuntos y las experiencias cercanas a la muerte) son psicológicamente beneficiosas. Por otro lado, cuanto más se conozcan y se entiendan, más reales nos parecerán y, por tanto, más racionales.
Por otro lado, aunque estas experiencias certifican la existencia de ciertas creencias espirituales básicas en algunas personas, mayormente en la realidad de los espíritus, lo cierto es que, para otros individuos, supusieron un cambio drástico en sus creencias.
Para una gran parte de las personas analizadas, supusieron además efectos psicológicos y emocionales positivos, cuya magnitud dependió de lo convencidos que estuvieran de su realismo. Según Hufford, en este sentido estas experiencias ilustran cómo las convicciones espirituales, en múltiples culturas y a lo largo de la historia, han sido fuertemente cognitivas y racionales.
En primer lugar, Hufford explica que, durante todo el siglo XX en el mundo occidental, se ha asumido que las experiencias espirituales (en el sentido de percepciones paranormales) son patológicas. Psicosis, esquizofrenia, epilepsia, migrañas y estados de intoxicación han sido considerados los orígenes de todas estas experiencias. La modernidad, señala Hufford, ha implicado un aumento de la racionalización y, como decía el sociólogo alemán Max Weber, en consecuencia un desencantamiento del mundo.
Pero la modernidad no ha terminado con estas experiencias. Y los sujetos que las sufren siguen hoy día viéndose envueltos en la vivencia de situaciones a las que consideran reales, y que a menudo dan lugar a un incremento de los sentimientos de sobrecogimiento, paz y consolación.
Tres experiencias perecederas
Hufford defiende que la conclusión inevitable de este hecho es que algunos tipos de experiencias videntes han de ser consideradas como normales, y no como alucinaciones. En concreto, Hufford se refiere a tres experiencias: las visitas durante el duelo (por parte de los difuntos), las experiencias cercanas a la muerte, y la parálisis del sueño (que puede ir acompañada de la percepción de una “presencia” espiritual).
Según Hufford, todas estas experiencias prevalecen en el mundo moderno y son consideradas como reales por la mayor parte de la gente que las ha vivido, a diferencia de las alucinaciones, que a veces pueden ser identificadas por aquéllos que las padecen como tales. Para el autor del artículo, estas experiencias generarían las siguientes cuestiones: ¿son normales e incluso ayudan psicológicamente? Y, si es así, ¿resulta racional creer que puede existir lo real sólo como opuesto a lo puramente imaginario?
El caso es que la prevalencia de estas experiencias, y sus evidencias frente a los diagnósticos convencionales, comenzó a considerarse en los años 70 del siglo pasado, y ha dado lugar a un cambio gradual en su comprensión dentro de la psiquiatría y de las ciencias sociales.
Estudios que las avalan
En el año 1971, por ejemplo, un estudio realizado en Gales demostró que el 50% de los viudos o viudas analizados habían experimentado una visita de su esposo o esposa fallecido. Todos consideraron estas experiencias como reales y significativas, y aquéllos que las tuvieron perdieron menos peso y dormían mejor. El 69% afirmó que estas experiencias le habían ayudado en el proceso de duelo.
Hufford informa de una serie de estudios científicos posteriores al respecto que, en su opinión, redundarían en el hecho de que las experiencias de “visitas de los seres queridos tras su muerte” mejoran la salud emocional de los que las tienen.
En cuanto a las experiencias cercanas a la muerte, Hufford hace referencia al estudio cuantitativo realizado por el psicólogo Kenneth Ring en 1980, y que estableció un patrón reconocible en estas vivencias, que se repetía frecuentemente en el recuerdo de los “resucitados” (personas que han estado a punto de morir o clínicamente muertas pero que son devueltas a la vida en los hospitales).
Después del estudio de Ring, otros científicos, como el cardiólogo Pim van Lommel, han seguido analizando las experiencias cercanas a la muerte, señalando que parece que este patrón de la percepción se mantiene, independientemente del contexto local y cultural en que se produzcan.
En lo que se refiere a la parálisis del sueño con percepción de presencia, Hufford señala que estas experiencias se producen también en cualquier contexto cultural y que se caracterizan por el hecho de que, cuando la persona sufre la parálisis del sueño, percibe además que hay una presencia terrorífica y amenazante cerca de ella. El propio Hufford ha realizado diversos estudios sobre este fenómeno de los que habla en The Global Spiral.
Transformación espiritual
El autor concluye que se puede contestar a las preguntas iniciales de la siguiente manera: estas tres experiencias son, efectivamente, “normales” y, al menos dos de ellas (las visitas de los difuntos y las experiencias cercanas a la muerte) son psicológicamente beneficiosas. Por otro lado, cuanto más se conozcan y se entiendan, más reales nos parecerán y, por tanto, más racionales.
Por otro lado, aunque estas experiencias certifican la existencia de ciertas creencias espirituales básicas en algunas personas, mayormente en la realidad de los espíritus, lo cierto es que, para otros individuos, supusieron un cambio drástico en sus creencias.
Para una gran parte de las personas analizadas, supusieron además efectos psicológicos y emocionales positivos, cuya magnitud dependió de lo convencidos que estuvieran de su realismo. Según Hufford, en este sentido estas experiencias ilustran cómo las convicciones espirituales, en múltiples culturas y a lo largo de la historia, han sido fuertemente cognitivas y racionales.