Brian Bolton, profesor de la Whittemore School of Business and Economics. Universidad de New Hampshire.
Tradicionalmente, los títulos universitarios otorgados por universidades prestigiosas de todo el mundo han sido altamente valorados tanto por las personas como por las compañías, y han sido considerados parte fundamental de la hoja de vida de un profesional que aspira a trabajar en una organización y ascender hasta llegar a la cabeza.
La creencia de que un directivo que haya estudiado en una universidad reconocida como Harvard o Cambridge obtendrá un desempeño mejor para la compañía que dirige está bastante arraigada en la sociedad, al punto de que muchos profesionales quieren obtener sus títulos en instituciones como estas sólo por el hecho de creer que con ellos obtendrán mejores trabajos y llegarán más alto en sus carreras.
Pero un nuevo estudio difundido por la Universidad de New Hampshire, llamado “CEO Education, CEO Turnover, and Firm Performance” (“Educación de los directores ejecutivos, facturación de los directores ejecutivos y desempeño de las compañías”), acaba de contradecir esta creencia al revelar que la educación de los directores ejecutivos no influye significativamente en el desempeño de las compañías que ellos dirigen ni se convierte en un factor determinante a la hora de tomar la decisión de despedir a un directivo.
El estudio, que ha sido publicado en la revista Social Science Research News, lo realizaron profesores de las escuelas de negocios de la Universidad de New Hampshire, la Universidad de Colorado en Boulder y la Universidad de Georgia State entre más de 1.500 empresas y 2.600 casos de facturación de directores ejecutivos entre 1993 y 2007.
La creencia de que un directivo que haya estudiado en una universidad reconocida como Harvard o Cambridge obtendrá un desempeño mejor para la compañía que dirige está bastante arraigada en la sociedad, al punto de que muchos profesionales quieren obtener sus títulos en instituciones como estas sólo por el hecho de creer que con ellos obtendrán mejores trabajos y llegarán más alto en sus carreras.
Pero un nuevo estudio difundido por la Universidad de New Hampshire, llamado “CEO Education, CEO Turnover, and Firm Performance” (“Educación de los directores ejecutivos, facturación de los directores ejecutivos y desempeño de las compañías”), acaba de contradecir esta creencia al revelar que la educación de los directores ejecutivos no influye significativamente en el desempeño de las compañías que ellos dirigen ni se convierte en un factor determinante a la hora de tomar la decisión de despedir a un directivo.
El estudio, que ha sido publicado en la revista Social Science Research News, lo realizaron profesores de las escuelas de negocios de la Universidad de New Hampshire, la Universidad de Colorado en Boulder y la Universidad de Georgia State entre más de 1.500 empresas y 2.600 casos de facturación de directores ejecutivos entre 1993 y 2007.
Los directivos mejor educados también tienen mal desempeño
Para evaluar la educación de los directivos, los autores del estudio tuvieron en cuenta varias medidas como si el director ejecutivo estudió en una de las veinte mejores universidades, si tenía un MBA o un máster y si este MBA o máster era uno de los veinte mejores programas ofrecidos en el mercado educativo.
A partir de medidas como esas y del desempeño de las organizaciones en términos de facturación, activos y ganancias en la bolsa, los autores del estudio concluyeron que la educación de los directores ejecutivos no parece ser una representante efectiva de sus habilidades reales ni está directamente relacionada con el desempeño que ellos lograrán producir en una empresa.
Asimismo, los autores encontraron que la educación del director ejecutivo no juega un papel importante en la decisión de una compañía de despedir a dicho directivo, ya que, si su desempeño es malo, éste será despedido sin tener en cuenta otras consideraciones como la de sus títulos universitarios. No obstante, el estudio también encontró que, ante los malos resultados de una compañía, es más difícil despedir a un CEO titulado por una buena universidad que a un directivo no tan acreditado.
Aunque para muchas organizaciones parece estar claro el papel de la educación de los posibles directivos que contraten, los autores del estudio recomiendan tener cuidado en el énfasis que se hace en este punto en particular para no llevarse sorpresas desagradables. Brian Bolton, profesor de finanzas en el Whittemore School of Business and Economics de la Universidad de New Hampshire, lo explica así: “Estos hallazgos sugieren que tanto las juntas directivas como los investigadores deben tener precaución en hacer demasiado énfasis en la educación de un individuo al tratar de evaluar sus habilidades para liderar una compañía y para maximizar el valor de los accionistas”.
Por otra parte, el estudio encontró que al contratar a un director ejecutivo que posea un MBA sí se pueden obtener mejoras en el desempeño operativo en un corto plazo, pero este efecto positivo no se extiende al largo plazo, lo que significa que no hay una influencia permanente de la educación del directivo en el desempeño de la organización.
Para evaluar la educación de los directivos, los autores del estudio tuvieron en cuenta varias medidas como si el director ejecutivo estudió en una de las veinte mejores universidades, si tenía un MBA o un máster y si este MBA o máster era uno de los veinte mejores programas ofrecidos en el mercado educativo.
A partir de medidas como esas y del desempeño de las organizaciones en términos de facturación, activos y ganancias en la bolsa, los autores del estudio concluyeron que la educación de los directores ejecutivos no parece ser una representante efectiva de sus habilidades reales ni está directamente relacionada con el desempeño que ellos lograrán producir en una empresa.
Asimismo, los autores encontraron que la educación del director ejecutivo no juega un papel importante en la decisión de una compañía de despedir a dicho directivo, ya que, si su desempeño es malo, éste será despedido sin tener en cuenta otras consideraciones como la de sus títulos universitarios. No obstante, el estudio también encontró que, ante los malos resultados de una compañía, es más difícil despedir a un CEO titulado por una buena universidad que a un directivo no tan acreditado.
Aunque para muchas organizaciones parece estar claro el papel de la educación de los posibles directivos que contraten, los autores del estudio recomiendan tener cuidado en el énfasis que se hace en este punto en particular para no llevarse sorpresas desagradables. Brian Bolton, profesor de finanzas en el Whittemore School of Business and Economics de la Universidad de New Hampshire, lo explica así: “Estos hallazgos sugieren que tanto las juntas directivas como los investigadores deben tener precaución en hacer demasiado énfasis en la educación de un individuo al tratar de evaluar sus habilidades para liderar una compañía y para maximizar el valor de los accionistas”.
Por otra parte, el estudio encontró que al contratar a un director ejecutivo que posea un MBA sí se pueden obtener mejoras en el desempeño operativo en un corto plazo, pero este efecto positivo no se extiende al largo plazo, lo que significa que no hay una influencia permanente de la educación del directivo en el desempeño de la organización.
La educación, por descarte
Pero, si la influencia de la educación de los directivos en el desempeño de la compañía no es tan contundente, ¿por qué los profesionales siguen buscando las mejores universidades y muchas empresas a aquellos que poseen títulos llamativos?
Los autores del estudio hablan de una razón en particular y es que la educación es uno de los pocos elementos de referencia que se tienen a la hora de evaluar a un candidato. Es decir, cuando se conoce a una persona y se analizan sus características para un cargo, es muy difícil darse cuenta de sus habilidades como líder de una organización y reconocer rasgos importantes para un directivo, por lo cual quienes toman las decisiones, generalmente, se enfocan en elementos más fácilmente observables.
En palabras de Bolton: “…ellas (las firmas) se apoyan en lo que creen que son los pedigríes observables de los ejecutivos…Las habilidades interpersonales, la capacidad de liderazgo y la visión estratégica son algunos de los rasgos que deberían tener los directores ejecutivos; esto puede ser muy difícil de identificar y todavía más difícil de medir. Como resultado, las juntas directivas se apoyan en esas características que pueden observar: la experiencia laboral, la trayectoria y la educación”.
Aún así, los autores del estudio afirman que no deja de ser extraño que las compañías den importancia a los títulos a la hora de contratar si saben que en la práctica esto no significará ventajas reales para sus organizaciones. Lo ideal sería que cada empresa tenga en cuenta distintas variables, entre las cuales puede estar la educación, sin poner todo el peso en una para no llevarse una sorpresa negativa cuando sea demasiado tarde.
Pero, si la influencia de la educación de los directivos en el desempeño de la compañía no es tan contundente, ¿por qué los profesionales siguen buscando las mejores universidades y muchas empresas a aquellos que poseen títulos llamativos?
Los autores del estudio hablan de una razón en particular y es que la educación es uno de los pocos elementos de referencia que se tienen a la hora de evaluar a un candidato. Es decir, cuando se conoce a una persona y se analizan sus características para un cargo, es muy difícil darse cuenta de sus habilidades como líder de una organización y reconocer rasgos importantes para un directivo, por lo cual quienes toman las decisiones, generalmente, se enfocan en elementos más fácilmente observables.
En palabras de Bolton: “…ellas (las firmas) se apoyan en lo que creen que son los pedigríes observables de los ejecutivos…Las habilidades interpersonales, la capacidad de liderazgo y la visión estratégica son algunos de los rasgos que deberían tener los directores ejecutivos; esto puede ser muy difícil de identificar y todavía más difícil de medir. Como resultado, las juntas directivas se apoyan en esas características que pueden observar: la experiencia laboral, la trayectoria y la educación”.
Aún así, los autores del estudio afirman que no deja de ser extraño que las compañías den importancia a los títulos a la hora de contratar si saben que en la práctica esto no significará ventajas reales para sus organizaciones. Lo ideal sería que cada empresa tenga en cuenta distintas variables, entre las cuales puede estar la educación, sin poner todo el peso en una para no llevarse una sorpresa negativa cuando sea demasiado tarde.