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La ciencia puede ser una guía de los valores morales, según Sam Harris

En su último libro, el filósofo propone una novedosa comprensión de la moralidad


El último libro del escritor y filósofo estadounidense Sam Harris propone una novedosa comprensión de la moralidad, basada en los conocimientos científicos. Para el autor, los preceptos morales buscan siempre el bienestar personal y general. Y dado que ese bienestar no es un fenómeno aleatorio, sino mensurable y cognoscible a través de la ciencia, ésta puede convertirse en una guía de valores morales. La propuesta de Harris, no exenta de críticas, introduce la ciencia en un terreno tradicionalmente exclusivo de la filosofía y la religión. Por Yaiza Martínez.


20/10/2010

La ciencia puede ser una guía de los valores morales, según Sam Harris
Sam Harris propone en su último libro “The Moral Landscape: How Science Can Determine Human Values” (El panorama moral: cómo la ciencia puede determinar los valores humanos) una comprensión completamente novedosa de la moralidad, basada no en la religión sino en los conocimientos científicos, especialmente en los conocimientos actuales de la neurociencia.

Según publica The Huffington Post, Harris afirma en su libro que “la división entre los hechos y los valores y, por tanto, entre la ciencia y la moralidad, no es más que una ilusión” y que “la ciencia ha estado implicada durante mucho tiempo en la cuestión de los valores (morales)”.

Garantizar el bienestar humano

Durante siglos, filósofos y teólogos se han ocupado de las cuestiones relativas a los valores morales, pero diversos científicos, como el propio Harris o el famoso físico británico Stephen Hawking, ya no quieren seguir cediendo este territorio a la religión o a la filosofía.

En los últimos tiempos, disciplinas científicas como la cosmología, la biología evolutiva o la neurociencia están afrontando las preguntas más profundas acerca de nuestra existencia. Incluso el alma y la conciencia se encuentran bajo escrutinio científico. También lo están el sentido de moralidad o el libre albedrío.

En este marco de profunda indagación, el libro de Harris plantea que los valores morales no deberían estar sujetos a perspectivas subjetivas y culturales, sino a hechos científicos reconocidos y que se sabe propician el bienestar de las criaturas conscientes, humanos y animales.

Los valores podrían ser, por tanto, evaluados desde la ciencia, de manera objetiva, para favorecer a aquéllos que garanticen el bienestar humano, y no a aquéllos que propicien el sufrimiento.

Superar el relativismo moral

La revista Big Questions Online explica que Harris no es la primera persona que defiende una base objetiva de la moralidad. El biólogo E. O. Wilson, por ejemplo, ya había señalado con anterioridad cómo los principios morales pueden ser analizados objetivamente a partir del estudio de la evolución cultural y biológica de nuestra especie.

Para Harris, la ciencia aporta información sobre ciertas prácticas que favorecen el bienestar humano y que, por tanto, deberían estar por encima del multiculturalismo y del relativismo moral. El contenido moral de estas prácticas dependería, asimismo, de sus consecuencias mensurables.

Sam Harris. Fuente: Wikimedia Commons.
Sam Harris. Fuente: Wikimedia Commons.
Como ejemplos: el registro de la actividad cerebral puede revelar información sobre el bienestar de una persona en una situación dada y sería una fuente de datos al respecto más fiable que el testimonio de cualquier individuo.

Por otro lado, diversas mediciones podrían proporcionar información sobre cómo se sienten realmente los animales, lo que contribuiría a elaborar juicios morales más ajustados sobre ellos.

Asimismo, conocer cómo el ser humano es concebido y se desarrolla dentro del vientre materno podría proporcionarnos información crucial que nos ayude a formar nuestras opiniones sobre el aborto o la investigación con células madre.

Moralidad universal y científica

Sam Harris ahondaba en las ideas de su libro en un artículo publicado por Project reason el pasado mes de marzo.

Según el autor, su intención es la de iniciar un debate sobre cómo se podría comprender la moralidad en términos universales y científicos: la ciencia puede ayudarnos a comprender lo que deberíamos hacer y lo que otros deberían hacer para vivir la mejor de las vidas posibles, asegura.

Y esto sería posible gracias a que el bienestar humano no es un fenómeno aleatorio sino que depende de diversos factores que pueden conocerse desde la genética, la neurobiología, la sociología o la economía.

Harris señala que las personas más preparadas y seculares tienden a creer que no existe la verdad moral (sólo las preferencias morales, las opiniones morales o las reacciones emocionales). Por otro lado, escribe el autor, “cada individuo tiene una “moralidad” intuitiva, a menudo errónea en lo que respecta al objetivo de maximizar el bienestar personal y colectivo”.

A pesar de estas posturas, puede existir una concepción universal de la moralidad basada en la ciencia, que permite conocer los estados del cerebro o del mundo que favorecen el bienestar.

Algunas críticas

Una de las críticas a la propuesta de Harris, planteada en una reciente entrevista con el autor publicada por la Richard Dawkins Foundation, es la de la posibilidad de que, en muchas situaciones, la búsqueda del bienestar de unos suponga el sufrimiento de otros.

Por otro lado, a Harris se le recrimina el hecho de que hable de una “moral objetiva” que habría de ser establecida por el propio ser humano y sus conocimientos, es decir, que no sería realmente “objetiva”.

Por último, algunos críticos se cuestionan por qué debería definirse la moralidad en términos de búsqueda del “bienestar de las criaturas conscientes” y no en otros términos, como los considerados por los teóricos del contrato social, los filósofos kantianos, los hedonistas u otras corrientes filosóficas.

Sam Harris es un filósofo y escritor estadounidense. Además de The Moral Landscape, ha publicado otros títulos como El fin de la fe (The End of Faith, 2004) o Carta a una nación cristiana (2006).



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1.Publicado por Iván Moreno Roldán el 20/10/2010 19:33

2.Publicado por estrella fugaz el 20/10/2010 21:27
¿Pero si no existe la verdad moral segun los seculares donde esta el objeto de estudio entonces?,¿es que sera solo una peticion de principio puesta en una mesa de autopsias??.Pues en definitiva estaran hablando de un tema que se presume solido,cuando todas sus raices se hunden en sus mas profundas contradicciones,las aclaraciones estan bien todas,pero no nos engañemos tampoco,habra que ir con cuidado.

3.Publicado por emilio el 22/10/2010 13:28
Para mi, no tan solo es que la ciencia "puede ser" una guía de los valores morales, es que "debe ser" una guia de tales valores. ¿Qué valor puede tener una ética que no se soporte sobre el conocimiento de lo más cierto?, poco, pues bien, ese conocimiento solo lo proporciona la ciencia.

4.Publicado por Raúl López el 22/10/2010 14:04
Usar la palabra "determinar" en el título del libro suena sospechoso, y ni hablar de determinar una moral. Otra cosa es sustentar una ética. De todos modos, para quien busque valores morales, ignorar a la ciencia es precisamente eso: ignorancia.

5.Publicado por Alberto Rodriguez-Sedano el 25/10/2010 12:46
El mayor problema que encuentro en esta reflexión es que el problema moral del cerebro está limitado a una individualidad, ya sea de un cerebro o una psique; es, en cualquier caso, una representación moral individual.

El problema moral reside en que la representación individual no tiene una moral de suyo o propia. No puede ser objetiva, sino que ser representación moral, por su razón de ser, es ser representación intersubjetiva; se representa un sentimiento, una individualidad subjetiva.

La representación moral necesita del otro para ser justamente moral. Hay, por ejemplo, una predisposición al otro en forma de expectativa innata de un sentimiento moral que sólo se actúa efectivamente con su presencia, y no representándolo de la manera que sea.

El problema de la moral consiste, de hecho, en que la representación moral no es por sí misma moral; necesita de un objeto que no tiene de suyo sino inciertamente, cabalmente, en una expectativa que no es, pues, sino incierta.

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