Tormenta de gases turbulentos en la Nebulosa Omega/Swan. Fuente: HubbleSite.
Tal y como publicamos hace unas semanas en Tendencias21, según un estudio realizado por sociólogos de la Universidad de Rice, en Estados Unidos, más del 20% de los científicos ateos se declara espiritual.
Los resultados de esta investigación parecen reflejar una realidad social que traspasa el terreno de lo científico, si tenemos en cuenta una encuesta, realizada en 2009 por LifeWay Christian Resources, en la que se constató que el 72% de las personas de entre 18 y 29 años de Estados Unidos se declaraban “más espirituales que religiosas”, según USA Today.
Por otro lado, otra encuesta llevada a cabo por Gallup, también en Estados Unidos, en el año 2003, reveló que un 33% de los habitantes del país se definía como SBNR (siglas en inglés del término).
La expresión ya es popular: “espiritual pero no religioso”, y se utiliza para definir una actitud vital que se caracteriza por la identificación con una espiritualidad, al tiempo que se rechaza cualquier forma organizada de religiosidad. Se considera que dentro del grupo de personas “espirituales pero no religiosas” entrarían los individuos no practicantes, los ateos espirituales, los librepensadores o los buscadores espirituales, entre otros.
Diversas posturas
Sobre este tema, el astrofísico de la Universidad estadounidense de Rochester, Adam Frank discutía recientemente en Point of Inquiry con Tom Flynn, director del Council for Secular Humanism y editor de la revista Free Inquiry.
Asimismo, Frank, que además de astrofísico es autor del libro The Constant Fire: Beyond the Science vs. Religion Debate (El fuego constante: más allá del debate ciencia vs. religión), publicaba a mediados de junio una reflexión sobre la “espiritualidad no religiosa” en la página de noticias npr.org.
En su artículo, Frank explica que hay opiniones a favor y en contra de la postura SBNR. Por un lado, para las personas que se describen a sí mismas como felizmente religiosas, la actitud de “espiritual pero no religioso” implica una dilución de la fe y un rechazo a las doctrinas que para ellas constituyen un aspecto esencial de la vida espiritual.
Los resultados de esta investigación parecen reflejar una realidad social que traspasa el terreno de lo científico, si tenemos en cuenta una encuesta, realizada en 2009 por LifeWay Christian Resources, en la que se constató que el 72% de las personas de entre 18 y 29 años de Estados Unidos se declaraban “más espirituales que religiosas”, según USA Today.
Por otro lado, otra encuesta llevada a cabo por Gallup, también en Estados Unidos, en el año 2003, reveló que un 33% de los habitantes del país se definía como SBNR (siglas en inglés del término).
La expresión ya es popular: “espiritual pero no religioso”, y se utiliza para definir una actitud vital que se caracteriza por la identificación con una espiritualidad, al tiempo que se rechaza cualquier forma organizada de religiosidad. Se considera que dentro del grupo de personas “espirituales pero no religiosas” entrarían los individuos no practicantes, los ateos espirituales, los librepensadores o los buscadores espirituales, entre otros.
Diversas posturas
Sobre este tema, el astrofísico de la Universidad estadounidense de Rochester, Adam Frank discutía recientemente en Point of Inquiry con Tom Flynn, director del Council for Secular Humanism y editor de la revista Free Inquiry.
Asimismo, Frank, que además de astrofísico es autor del libro The Constant Fire: Beyond the Science vs. Religion Debate (El fuego constante: más allá del debate ciencia vs. religión), publicaba a mediados de junio una reflexión sobre la “espiritualidad no religiosa” en la página de noticias npr.org.
En su artículo, Frank explica que hay opiniones a favor y en contra de la postura SBNR. Por un lado, para las personas que se describen a sí mismas como felizmente religiosas, la actitud de “espiritual pero no religioso” implica una dilución de la fe y un rechazo a las doctrinas que para ellas constituyen un aspecto esencial de la vida espiritual.
Adam Frank. Fuente: Universidad de Rochester.
El sacerdote jesuita estadounidense James Martin señalaba, por ejemplo, en un artículo publicado por la CNN en 2010, que las personas “espirituales pero no religiosas” pueden ser egoístas y autocomplacientes, al no pertenecer a una comunidad religiosa que les demande responsabilidades hacia los más necesitados.
Por otro lado, para los ateos, la actitud SBNR es esquiva, un intento de asumir las ventajas de la vida religiosa sin tener que enfrentarse a la cuestión más fundamental de las religiones: la existencia o no de Dios.
Por su parte, las personas “espirituales pero no religiosas” defienden su postura argumentando, entre otras razones, que la religión organizada inevitablemente degenera en luchas por el poder, el dinero y el ego, explicaba el mencionado artículo de la CNN.
Es necesaria una revisión del lenguaje
¿Qué respuesta podría aportar la ciencia a este debate?, se pregunta Adam Frank. Para el astrofísico, esa respuesta sería la siguiente: se puede ser “espiritual” y sostener al mismo tiempo los principios científicos, porque la ciencia es, en realidad, uno de los objetivos del espíritu humano.
Pero para que la relación entre la espiritualidad y la ciencia sea un hecho en el contexto de nuestro mundo moderno, Frank afirma que debe haber una revisión del lenguaje. Lo espiritual, según él, debería pasar a denominarse “lo sagrado”, entendido este concepto sin la connotación de “sobrenatural”.
Según Frank, para acercar la espiritualidad y la ciencia habría que comprender lo sagrado en los términos descritos por el antropólogo Mircea Eliade: como una experiencia que consiste en un cierto tipo de atención y de disposición del ser humano frente al mundo.
En este sentido, lo sagrado a menudo se nos aparece en medio de nuestras actividades cotidianas, en forma de conciencia plena de nuestro entorno (por ejemplo, describe el autor del artículo, como cuando vamos dando un paseo por el parque pensando en lo que tendremos que hacer al día siguiente y, de pronto, nos damos cuenta de la forma impresionante de unas vides que se rizan alrededor de un árbol o de la calma profunda del petirrojo que reposa sobre una rama).
La atención resulta clave en la percepción de lo sagrado, afirma Frank. De hecho, la relación entre la atención y lo sagrado ha tenido un papel vital en la historia de la cultura humana, tal y como han enfatizado durante el siglo XX especialistas en el estudio de las religiones, como Rudolph Otto o el mencionado Eliade.
El ser humano ha intentado continuamente cultivar la experiencia de lo sagrado, entre otros medios, a través de la construcción de iglesias, templos y mezquitas cuya profunda quietud y calma puede sentir cualquier persona, independientemente de sus creencias.
Eliade llegó incluso a acuñar un término, en su obra Tratado de Historia de las Religiones, para referirse a la toma de consciencia de la existencia de lo sagrado cuando se manifiesta a través de los objetos de nuestro cosmos habitual o de las cosas cotidianas: hierofanía .
La ciencia como vía
Es en este punto en el que se puede ver la conexión entre lo sagrado y la ciencia. Según Frank, la ciencia sería, esencialmente, una vía hacia la hierofanía. La comprensión y la visión de la vida y el cosmos que nos proporciona la ciencia también es una puerta hacia la experiencia de lo sagrado.
Desde la contemplación pitagórica de la belleza de las matemáticas hasta la alegría de Kepler por el descubrimiento de una verdadera forma geométrica en el movimiento de los planetas, la ciencia siempre nos ha proporcionado experiencias del mundo como lugar sagrado. Pero esta experiencia no está reservada sólo a los científicos.
En nuestra cultura actual, los frutos de la ciencia se manifiestan de muchas maneras: desde las sobrecogedoras imágenes del Telescopio Espacial Hubble, hasta las explicaciones sobre el origen de la vida. La ciencia está aportando, por tanto, a nuestra cultura, medios para experimentar lo sagrado.
Si no nos damos cuenta de esto, afirma Frank, es sólo porque nos hemos polarizado hacia la religión o hacia la ciencia fundamentalistas durante demasiado tiempo: “En este histórico momento afrontamos desafíos existenciales que demandan un desarrollo informado de la ciencia. La pregunta que queda es cómo ordenar las resonancias de palabras como “sagrado”. Necesitaremos, sin duda, su lirismo, a medida que elaboramos la siguiente versión de la cultura que nuestra momento evolutivo reclama”, concluye el astrofísico.
Por otro lado, para los ateos, la actitud SBNR es esquiva, un intento de asumir las ventajas de la vida religiosa sin tener que enfrentarse a la cuestión más fundamental de las religiones: la existencia o no de Dios.
Por su parte, las personas “espirituales pero no religiosas” defienden su postura argumentando, entre otras razones, que la religión organizada inevitablemente degenera en luchas por el poder, el dinero y el ego, explicaba el mencionado artículo de la CNN.
Es necesaria una revisión del lenguaje
¿Qué respuesta podría aportar la ciencia a este debate?, se pregunta Adam Frank. Para el astrofísico, esa respuesta sería la siguiente: se puede ser “espiritual” y sostener al mismo tiempo los principios científicos, porque la ciencia es, en realidad, uno de los objetivos del espíritu humano.
Pero para que la relación entre la espiritualidad y la ciencia sea un hecho en el contexto de nuestro mundo moderno, Frank afirma que debe haber una revisión del lenguaje. Lo espiritual, según él, debería pasar a denominarse “lo sagrado”, entendido este concepto sin la connotación de “sobrenatural”.
Según Frank, para acercar la espiritualidad y la ciencia habría que comprender lo sagrado en los términos descritos por el antropólogo Mircea Eliade: como una experiencia que consiste en un cierto tipo de atención y de disposición del ser humano frente al mundo.
En este sentido, lo sagrado a menudo se nos aparece en medio de nuestras actividades cotidianas, en forma de conciencia plena de nuestro entorno (por ejemplo, describe el autor del artículo, como cuando vamos dando un paseo por el parque pensando en lo que tendremos que hacer al día siguiente y, de pronto, nos damos cuenta de la forma impresionante de unas vides que se rizan alrededor de un árbol o de la calma profunda del petirrojo que reposa sobre una rama).
La atención resulta clave en la percepción de lo sagrado, afirma Frank. De hecho, la relación entre la atención y lo sagrado ha tenido un papel vital en la historia de la cultura humana, tal y como han enfatizado durante el siglo XX especialistas en el estudio de las religiones, como Rudolph Otto o el mencionado Eliade.
El ser humano ha intentado continuamente cultivar la experiencia de lo sagrado, entre otros medios, a través de la construcción de iglesias, templos y mezquitas cuya profunda quietud y calma puede sentir cualquier persona, independientemente de sus creencias.
Eliade llegó incluso a acuñar un término, en su obra Tratado de Historia de las Religiones, para referirse a la toma de consciencia de la existencia de lo sagrado cuando se manifiesta a través de los objetos de nuestro cosmos habitual o de las cosas cotidianas: hierofanía .
La ciencia como vía
Es en este punto en el que se puede ver la conexión entre lo sagrado y la ciencia. Según Frank, la ciencia sería, esencialmente, una vía hacia la hierofanía. La comprensión y la visión de la vida y el cosmos que nos proporciona la ciencia también es una puerta hacia la experiencia de lo sagrado.
Desde la contemplación pitagórica de la belleza de las matemáticas hasta la alegría de Kepler por el descubrimiento de una verdadera forma geométrica en el movimiento de los planetas, la ciencia siempre nos ha proporcionado experiencias del mundo como lugar sagrado. Pero esta experiencia no está reservada sólo a los científicos.
En nuestra cultura actual, los frutos de la ciencia se manifiestan de muchas maneras: desde las sobrecogedoras imágenes del Telescopio Espacial Hubble, hasta las explicaciones sobre el origen de la vida. La ciencia está aportando, por tanto, a nuestra cultura, medios para experimentar lo sagrado.
Si no nos damos cuenta de esto, afirma Frank, es sólo porque nos hemos polarizado hacia la religión o hacia la ciencia fundamentalistas durante demasiado tiempo: “En este histórico momento afrontamos desafíos existenciales que demandan un desarrollo informado de la ciencia. La pregunta que queda es cómo ordenar las resonancias de palabras como “sagrado”. Necesitaremos, sin duda, su lirismo, a medida que elaboramos la siguiente versión de la cultura que nuestra momento evolutivo reclama”, concluye el astrofísico.