El derecho al anonimato ha sido objeto de debate desde hace cientos de años, tan relevante hoy como lo fue en el siglo XVIII. La idea de recopilar datos a gran escala por parte de los gobiernos es motivo de preocupación. De hecho, en países como Reino Unido se han rechazado estrategias de identidad digital por preguntas en torno a la protección de datos y el derecho al anonimato.
Sin embargo, en otros países como la India, el anonimato es un problema enorme. Sólo un cuatro por ciento de los indios tiene pasaporte, y menos de la mitad posee una cuenta bancaria. De hecho, muchos ciudadanos nunca han tenido ningún tipo de identificación del gobierno. Sin forma de probar su identidad, millones de indios que viven en la pobreza no pueden acceder a las ayudas del gobierno, como pensiones o subsidios para la alimentación y vivienda.
Otra consecuencia directa es el fraude en el sistema de ayudas, pues se estima que aproximadamente la mitad de todos los fondos que el gobierno gasta en programas de asistencia social no llega al destinatario por problemas de identificación. Todo ello en el país con la segunda población más grande del mundo: más de 1.200 millones de personas, de los cuales se estima que 300 carecen de identificación oficial.
Para tratar de reducir la desigualdad que frena el crecimiento económico del país, el gobierno indio puso en marcha en 2011 un programa intensivo para recoger huellas dactilares y escanear el iris de sus habitantes en un plazo de tres años. En poco más de dos años, los números asociados al proyecto son asombrosos, ya que hasta la fecha más de 540 millones de personas se han inscrito en el programa de forma voluntaria, a los que hay que sumar el millón que se une cada día a través de las 36.000 oficinas disponibles.
Cada escaneo de iris se coteja con otros patrones de la base de datos para detectar y prevenir la duplicación. Pero lo que hace diferente este proyecto de la Autoridad Única de Identificación de la India (UIDAI) es su propósito, ya que no se trata de un ejercicio de seguridad o un medio para controlar las fronteras nacionales, sino un programa de desarrollo social cuyo objetivo declarado es “dar una identidad a los más necesitados”.
Sin embargo, en otros países como la India, el anonimato es un problema enorme. Sólo un cuatro por ciento de los indios tiene pasaporte, y menos de la mitad posee una cuenta bancaria. De hecho, muchos ciudadanos nunca han tenido ningún tipo de identificación del gobierno. Sin forma de probar su identidad, millones de indios que viven en la pobreza no pueden acceder a las ayudas del gobierno, como pensiones o subsidios para la alimentación y vivienda.
Otra consecuencia directa es el fraude en el sistema de ayudas, pues se estima que aproximadamente la mitad de todos los fondos que el gobierno gasta en programas de asistencia social no llega al destinatario por problemas de identificación. Todo ello en el país con la segunda población más grande del mundo: más de 1.200 millones de personas, de los cuales se estima que 300 carecen de identificación oficial.
Para tratar de reducir la desigualdad que frena el crecimiento económico del país, el gobierno indio puso en marcha en 2011 un programa intensivo para recoger huellas dactilares y escanear el iris de sus habitantes en un plazo de tres años. En poco más de dos años, los números asociados al proyecto son asombrosos, ya que hasta la fecha más de 540 millones de personas se han inscrito en el programa de forma voluntaria, a los que hay que sumar el millón que se une cada día a través de las 36.000 oficinas disponibles.
Cada escaneo de iris se coteja con otros patrones de la base de datos para detectar y prevenir la duplicación. Pero lo que hace diferente este proyecto de la Autoridad Única de Identificación de la India (UIDAI) es su propósito, ya que no se trata de un ejercicio de seguridad o un medio para controlar las fronteras nacionales, sino un programa de desarrollo social cuyo objetivo declarado es “dar una identidad a los más necesitados”.
Un código, una identidad
Los algoritmos que hacen posible este reconocimiento fueron desarrollados en el Laboratorio de Informática de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, por el profesor John Daugman. “Si no puedes probar tu identidad a los ojos del gobierno, no existes”, afirma el profesor en un comunicado de la propia universidad. Los algoritmos, patentados en 1994 y concedidos a empresas de todo el mundo en las dos últimas décadas, siguen siendo la base de todos los avances significativos en reconocimiento de iris.
Su funcionamiento es sencillo. Para cada persona que se registra a través de la UIDAI se emite un número único de 12 dígitos, conocido como Aadhaar. De momento, este código es un medio para confirmar la identidad de un individuo, aunque con el tiempo se podrá utilizar para acceder a una gama de servicios gubernamentales y no gubernamentales, tales como pasaportes, la banca o los teléfonos móviles.
Una vez que el ciudadano tiene su Aadhaar, puede abrir una cuenta bancaria sin necesidad de ir a un banco, dándole al gobierno un lugar seguro donde depositar las prestaciones y subsidios. Podrá entonces retirar dinero de su cuenta asociada al código desde una red nacional de microcajeros automáticos, que a menudo son las tiendas de barrio en los pueblos y ciudades que no cuentan con servicios bancarios.
De esta forma se cumplen los beneficios sociales anunciados por el proyecto, al tiempo que se pone a prueba la eficacia del reconocimiento de iris en programas de identificación personal a gran escala. Ello es posible por la singularidad del iris, que tiene un increíble grado de variación aleatoria en su textura, lo que hace que su reconocimiento sea 100.000 veces más valioso en biometría que el reconocimiento facial.
Los procesos de identificación biométrica en general se basan en la búsqueda de alguna característica de comportamiento, anatomía o aspecto físico única de una persona, que sea suficientemente compleja y aleatoria para proporcionarle una firma exclusiva. Pero, aunque la cara, el ADN y las huellas dactilares son métodos poderosos para afirmar la identidad de un individuo, sus claves de cifrado no son tan aleatorias como las de un iris. “Incluso nuestro iris izquierdo y derecho son completamente diferentes al detalle”, matiza Daugman.
Los algoritmos que hacen posible este reconocimiento fueron desarrollados en el Laboratorio de Informática de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, por el profesor John Daugman. “Si no puedes probar tu identidad a los ojos del gobierno, no existes”, afirma el profesor en un comunicado de la propia universidad. Los algoritmos, patentados en 1994 y concedidos a empresas de todo el mundo en las dos últimas décadas, siguen siendo la base de todos los avances significativos en reconocimiento de iris.
Su funcionamiento es sencillo. Para cada persona que se registra a través de la UIDAI se emite un número único de 12 dígitos, conocido como Aadhaar. De momento, este código es un medio para confirmar la identidad de un individuo, aunque con el tiempo se podrá utilizar para acceder a una gama de servicios gubernamentales y no gubernamentales, tales como pasaportes, la banca o los teléfonos móviles.
Una vez que el ciudadano tiene su Aadhaar, puede abrir una cuenta bancaria sin necesidad de ir a un banco, dándole al gobierno un lugar seguro donde depositar las prestaciones y subsidios. Podrá entonces retirar dinero de su cuenta asociada al código desde una red nacional de microcajeros automáticos, que a menudo son las tiendas de barrio en los pueblos y ciudades que no cuentan con servicios bancarios.
De esta forma se cumplen los beneficios sociales anunciados por el proyecto, al tiempo que se pone a prueba la eficacia del reconocimiento de iris en programas de identificación personal a gran escala. Ello es posible por la singularidad del iris, que tiene un increíble grado de variación aleatoria en su textura, lo que hace que su reconocimiento sea 100.000 veces más valioso en biometría que el reconocimiento facial.
Los procesos de identificación biométrica en general se basan en la búsqueda de alguna característica de comportamiento, anatomía o aspecto físico única de una persona, que sea suficientemente compleja y aleatoria para proporcionarle una firma exclusiva. Pero, aunque la cara, el ADN y las huellas dactilares son métodos poderosos para afirmar la identidad de un individuo, sus claves de cifrado no son tan aleatorias como las de un iris. “Incluso nuestro iris izquierdo y derecho son completamente diferentes al detalle”, matiza Daugman.
Base de datos contrastada
Sin embargo, el desafío matemático abrumador de Aadhaar y otros programas de reconocimiento de iris a gran escala es que cada nuevo integrante de la base de datos se contrasta con los ya existentes para evitar identidades duplicadas o múltiples.
“Al buscar en una base de datos del tamaño de la población de la India, no se puede permitir la probabilidad de una coincidencia falsa similar a la del reconocimiento facial o las huellas dactilares”, explica el profesor. Así, aunque pueda resultar más complicado conseguir una imagen del iris, debido al pequeño tamaño del objetivo, con ello se evitan coincidencias falsas.
La tecnología debe ser capaz de aislar y reconocer un iris, extrayendo además la textura y estructura que lo hace diferente de cualquier otro. Los algoritmos de Cambridge convierten en sólo unos pocos milisegundos el escaneo de iris en un código de unos y ceros. Después miden la similitud entre el nuevo código y los ya existentes contando los bits que no coinciden.
Un núcleo de CPU promedio puede hacer alrededor de un millón de comparaciones por segundo, por lo que incluso cuando se trata de los billones de comparaciones que se realizan cada día en la India, se requiere sólo una serie de servidores de tamaño moderado para buscar y contrastar toda la base de datos.
Cuando se lleva a cabo el cálculo, habitualmente es visible menos del 70 por ciento del iris, ya que suele estar parcialmente cubierto por el párpado u oscurecida por las pestañas, maquillaje o el reflejo sobre la córnea. Sin embargo, la variación es tal que, aun así, la probabilidad de que los códigos de iris de dos personas "choquen" entre sí es extremadamente pequeña.
Mientras la gente sigue registrándose en ciudades, pueblos y aldeas de la India, el proyecto Aadhaar es observado con gran interés por gobiernos y organizaciones de todo el mundo. Si bien se pueden debatir los problemas de privacidad, los beneficios para otorgar una identidad son incuestionables. Al respecto, el Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, ha descrito el programa como uno de los mejores ejemplos de integración de la tecnología en el ámbito de la asistencia social, que podría jugar un papel importante en el logro de la erradicación de la pobreza para el año 2030.
Sin embargo, el desafío matemático abrumador de Aadhaar y otros programas de reconocimiento de iris a gran escala es que cada nuevo integrante de la base de datos se contrasta con los ya existentes para evitar identidades duplicadas o múltiples.
“Al buscar en una base de datos del tamaño de la población de la India, no se puede permitir la probabilidad de una coincidencia falsa similar a la del reconocimiento facial o las huellas dactilares”, explica el profesor. Así, aunque pueda resultar más complicado conseguir una imagen del iris, debido al pequeño tamaño del objetivo, con ello se evitan coincidencias falsas.
La tecnología debe ser capaz de aislar y reconocer un iris, extrayendo además la textura y estructura que lo hace diferente de cualquier otro. Los algoritmos de Cambridge convierten en sólo unos pocos milisegundos el escaneo de iris en un código de unos y ceros. Después miden la similitud entre el nuevo código y los ya existentes contando los bits que no coinciden.
Un núcleo de CPU promedio puede hacer alrededor de un millón de comparaciones por segundo, por lo que incluso cuando se trata de los billones de comparaciones que se realizan cada día en la India, se requiere sólo una serie de servidores de tamaño moderado para buscar y contrastar toda la base de datos.
Cuando se lleva a cabo el cálculo, habitualmente es visible menos del 70 por ciento del iris, ya que suele estar parcialmente cubierto por el párpado u oscurecida por las pestañas, maquillaje o el reflejo sobre la córnea. Sin embargo, la variación es tal que, aun así, la probabilidad de que los códigos de iris de dos personas "choquen" entre sí es extremadamente pequeña.
Mientras la gente sigue registrándose en ciudades, pueblos y aldeas de la India, el proyecto Aadhaar es observado con gran interés por gobiernos y organizaciones de todo el mundo. Si bien se pueden debatir los problemas de privacidad, los beneficios para otorgar una identidad son incuestionables. Al respecto, el Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, ha descrito el programa como uno de los mejores ejemplos de integración de la tecnología en el ámbito de la asistencia social, que podría jugar un papel importante en el logro de la erradicación de la pobreza para el año 2030.