Astillas, esa es la primera palabra de Incompleto (Ediciones del 4 de agosto, 2010). Una palabra acaso celaniana, der Splitter, un sonido que no dice que algo se fragmenta o astilla, sino que suena en la misma palabra, como si esta se rompiera para significar. Una palabra posiblemente ancestral, relacionada con la materia, con la madera, con las manos, pero también con el mismo lenguaje. ¿No es así que cada fragmento de este libro entra en nosotros como una astilla de conciencia, de luz, eine Splitter das Lich?
Un libro roto. Recuerdo aquel primer libro de Víktor Gómez Ferrer. Lo leí atentamente, y varias veces bajo el nogal de San Fiz sentado en una piedra hace ya mas de un año. Escribí algo sobre aquel libro, escribí sobre las roturas. Lo escribí en las puertas del libro, como si aún se nos permitiera grabar en la madera palabras que debieran durar más que su significado, para terminar convirtiéndose sólo en signos precarios.
En aquel libro pude entender lo que significaban las palabras rotas en un mundo en el que las palabras carecen de valor y han perdido su aura mágica. Aquel libro fue para mí una puerta. Un gran libro de Víktor Gómez Ferrer, antesala de este Incompleto. La rotura dio paso a lo astillado.
Todos estos fragmentos, resultantes también de la rotura del mundo, hilados a la voz del poeta, se nos presentan, y así lo veo, como astillas de un lenguaje, de una manera de decir desde el dolor clarificante, del dolor que procura luz, ese dolor holaniano que ilumina las zonas oscuras del hombre, para ver mejor las sombras de la existencia.
¿No debería ser ahora, en nuestro tiempo, el poema una especie de astilla que se clava en la mano, las astillas de cualquier palabra abandonada a su suerte? La entrada de un elemento extraño en nuestro cuerpo, una astilla que infecta la conciencia. Una conciencia que lee el texto, el poema.
Los fragmentos de Víktor actúan en el lector de esa manera. No te enfrentas ante la belleza gratuita, si es que algo de eso queda en el mundo, o a una belleza fatua, sino a unas palabras que se han astillado y son irrecuperables. Apenas queda maniobra para restaurarlas y elevarlas de nuevo al aire.
Esas astillas: “Podemos dividirnos o multiplicarnos hasta desaparecer”, pues “En la fuente la paloma envenenada se sortean los mendigos” o “Los niños juegan y esa es en cierta medida nuestra esperanza”. El libro se cierra con esa palabra, entonces, una esperanza astillada. Al principio decía que Astillas es una palabra celaniana. Toda palabra astillada es celaniana, que no borrada, y entra en nosotros como lo que es, provocando un dolor más allá de la conciencia.
Incompleto es un libro donde Víktor Gómez Ferrer nos habla de la Astilla, lo astillado, lo irreparable. Al leerlo este libro se ha comportado en mi como un erizo de astillas, y no de púas, un erizo que se cierra y se abre a los ojos cerrados del lector.
Si el escritor se ha exigido, y ha sufrido la pulsión de su propia escritura, es porque en el acto de comunicación astillado que propone (Dolor cada vez más puro, como la luz en los ojos) el lector debe tomar conciencia de ese acto al proponer su propio dolor como fuente de luz. Entrar en el erizo de astillas, en el libro con conciencia, así “A las aguas oscuras baja un grito”.
Un libro roto. Recuerdo aquel primer libro de Víktor Gómez Ferrer. Lo leí atentamente, y varias veces bajo el nogal de San Fiz sentado en una piedra hace ya mas de un año. Escribí algo sobre aquel libro, escribí sobre las roturas. Lo escribí en las puertas del libro, como si aún se nos permitiera grabar en la madera palabras que debieran durar más que su significado, para terminar convirtiéndose sólo en signos precarios.
En aquel libro pude entender lo que significaban las palabras rotas en un mundo en el que las palabras carecen de valor y han perdido su aura mágica. Aquel libro fue para mí una puerta. Un gran libro de Víktor Gómez Ferrer, antesala de este Incompleto. La rotura dio paso a lo astillado.
Todos estos fragmentos, resultantes también de la rotura del mundo, hilados a la voz del poeta, se nos presentan, y así lo veo, como astillas de un lenguaje, de una manera de decir desde el dolor clarificante, del dolor que procura luz, ese dolor holaniano que ilumina las zonas oscuras del hombre, para ver mejor las sombras de la existencia.
¿No debería ser ahora, en nuestro tiempo, el poema una especie de astilla que se clava en la mano, las astillas de cualquier palabra abandonada a su suerte? La entrada de un elemento extraño en nuestro cuerpo, una astilla que infecta la conciencia. Una conciencia que lee el texto, el poema.
Los fragmentos de Víktor actúan en el lector de esa manera. No te enfrentas ante la belleza gratuita, si es que algo de eso queda en el mundo, o a una belleza fatua, sino a unas palabras que se han astillado y son irrecuperables. Apenas queda maniobra para restaurarlas y elevarlas de nuevo al aire.
Esas astillas: “Podemos dividirnos o multiplicarnos hasta desaparecer”, pues “En la fuente la paloma envenenada se sortean los mendigos” o “Los niños juegan y esa es en cierta medida nuestra esperanza”. El libro se cierra con esa palabra, entonces, una esperanza astillada. Al principio decía que Astillas es una palabra celaniana. Toda palabra astillada es celaniana, que no borrada, y entra en nosotros como lo que es, provocando un dolor más allá de la conciencia.
Incompleto es un libro donde Víktor Gómez Ferrer nos habla de la Astilla, lo astillado, lo irreparable. Al leerlo este libro se ha comportado en mi como un erizo de astillas, y no de púas, un erizo que se cierra y se abre a los ojos cerrados del lector.
Si el escritor se ha exigido, y ha sufrido la pulsión de su propia escritura, es porque en el acto de comunicación astillado que propone (Dolor cada vez más puro, como la luz en los ojos) el lector debe tomar conciencia de ese acto al proponer su propio dolor como fuente de luz. Entrar en el erizo de astillas, en el libro con conciencia, así “A las aguas oscuras baja un grito”.