Conmemoración del Siglo de las Luces en el Metro de París.
La Princeton University Press ha publicado recientemente el libro The Religious Enlightenment: Protestants, Jews, and Catholics from London to Vienna, escrito por David Sorkin, un profesor de historia y de estudios judíos de la universidad de Wisconsin que defiende que religión e Ilustración no fueron, al menos inicialmente, enemigas acérrimas.
La Ilustración fue la corriente intelectual que dominó Europa durante casi todo el siglo XVIII y que abarca desde el Racionalismo y el Empirismo del siglo XVII hasta la Revolución Industrial del siglo XVIII, la Revolución Francesa y el Liberalismo.
En la cultura intelectual y en la política actual, la Ilustración o Siglo de las Luces se celebra normalmente como el punto de inicio de la modernidad y del racionalismo secular o, por el contrario, se demoniza como el origen de un liberalismo ateo en conflicto con la fe religiosa.
Pero la concepción de la Ilustración de Sorkin podría modificar la comprensión actual del término, advierte la Princeton University Press, ya que en su obra el autor defiende que el Siglo de las luces fue, esencialmente, de naturaleza religiosa.
Renovación de la fe por la Ilustración
Sorkin examina en el libro las vidas e ideas de influyentes teólogos protestantes, judíos y católicos de la época de la Ilustración, como William Warburton, de Inglaterra, Moses Mendelssohn de Prusia, y Adrien Lamourette, de Francia, entre otros.
El autor demuestra así que, un siglo antes de la Revolución Francesa, las principales religiones de Europa dieron lugar a movimientos de renovación y de reforma, defendiendo las mismas ideas de la Ilustración: moderación religiosa, tolerancia, ley natural, etc.
La ortodoxia calvinista ilustrada, la Haskalá judía y el catolicismo reformista fueron influyentes participantes en la esfera pública del floreciente siglo XVIII, promocionando una nueva idea de las relaciones entre iglesia y Estado, señala Sorkin.
Estas nuevas corrientes religiosas fueron pioneras en una Ilustración religiosa que aceptaba las propuestas científicas de Copérnico y Newton, y la filosofía de Descartes, Locke y Christian Wolf, uniendo así razón y revelación con el fin de renovar los conceptos de fe y de piedad.
De hecho, los teólogos ilustrados de la época pensaban que la renovación de la fe era la solución al dogmatismo y la intolerancia sufridos en siglos anteriores. Según escribe Sorkin, la Revolución Francesa y sus posteriores secuelas napoleónicas no sólo destruyeron la práctica de la religión ilustrada sino que también generaron una “dicotomía entre lo religioso y lo secular” que acabó condenando el “lado religioso” de la Ilustración al olvido histórico.
La Ilustración fue la corriente intelectual que dominó Europa durante casi todo el siglo XVIII y que abarca desde el Racionalismo y el Empirismo del siglo XVII hasta la Revolución Industrial del siglo XVIII, la Revolución Francesa y el Liberalismo.
En la cultura intelectual y en la política actual, la Ilustración o Siglo de las Luces se celebra normalmente como el punto de inicio de la modernidad y del racionalismo secular o, por el contrario, se demoniza como el origen de un liberalismo ateo en conflicto con la fe religiosa.
Pero la concepción de la Ilustración de Sorkin podría modificar la comprensión actual del término, advierte la Princeton University Press, ya que en su obra el autor defiende que el Siglo de las luces fue, esencialmente, de naturaleza religiosa.
Renovación de la fe por la Ilustración
Sorkin examina en el libro las vidas e ideas de influyentes teólogos protestantes, judíos y católicos de la época de la Ilustración, como William Warburton, de Inglaterra, Moses Mendelssohn de Prusia, y Adrien Lamourette, de Francia, entre otros.
El autor demuestra así que, un siglo antes de la Revolución Francesa, las principales religiones de Europa dieron lugar a movimientos de renovación y de reforma, defendiendo las mismas ideas de la Ilustración: moderación religiosa, tolerancia, ley natural, etc.
La ortodoxia calvinista ilustrada, la Haskalá judía y el catolicismo reformista fueron influyentes participantes en la esfera pública del floreciente siglo XVIII, promocionando una nueva idea de las relaciones entre iglesia y Estado, señala Sorkin.
Estas nuevas corrientes religiosas fueron pioneras en una Ilustración religiosa que aceptaba las propuestas científicas de Copérnico y Newton, y la filosofía de Descartes, Locke y Christian Wolf, uniendo así razón y revelación con el fin de renovar los conceptos de fe y de piedad.
De hecho, los teólogos ilustrados de la época pensaban que la renovación de la fe era la solución al dogmatismo y la intolerancia sufridos en siglos anteriores. Según escribe Sorkin, la Revolución Francesa y sus posteriores secuelas napoleónicas no sólo destruyeron la práctica de la religión ilustrada sino que también generaron una “dicotomía entre lo religioso y lo secular” que acabó condenando el “lado religioso” de la Ilustración al olvido histórico.
Portada del libro de Sorkin
Líderes de la Ilustración religiosa
Según los críticos del libro de Sorkin, el autor acierta al señalar que razón y fe fueron inicialmente de la mano en la construcción de la Ilustración y que, por tanto, el término de “Ilustración religiosa” no resulta en sí contradictorio sino más bien una parte integral y central de la propia Ilustración.
De hecho, las formulaciones teológicas fueron una parte esencial del pensamiento de la Ilustración, insiste Sorkin, a pesar de que las ideas materialistas y antirreligiosas sean a menudo identificadas con esa época.
Los pensadores líderes de la Ilustración religiosa sostenían, por ejemplo, que debía desarrollarse una fe “razonable” acorde con la filosofía y la ciencia contemporáneas, y que no estuviera basada en la autoridad dogmática, la emoción pura o la fascinación por los milagros.
Por otro lado, defendían también la tolerancia religiosa, y la libertad de las minorías religiosas; creían en el papel de las iglesias como fomentadoras de la virtud pública y maestras de la instrucción moral y, como sus iguales seculares, se empeñaban en poner en su sitio sus ideas reformadoras a través del poder ilustrado de los monarcas.
Finalmente, estaban comprometidos con las preocupaciones seculares, escribían sobre temas de historia, de filosofía, de política y de asuntos de la época, e intercambiaban ideas con gigantes de la Ilustración como Montesquieu, Voltaire o Rousseau.
La Ilustración en la actualidad
Según publica The New York Times en una nota a este libro, el propósito de Sorkin al publicarlo sería el de devolver la religión al lugar que le corresponde en el retrato que se hace tradicionalmente de la Ilustración.
Para ello habla de seis pensadores religiosos de la época: William Warburton, que fue un pensador culto y luchador de la iglesia anglicana; Jacob Vernet, regente del calvinismo en Ginebra; el teólogo luterano Siegmund Jacob Baumgarten, que fue señalado por Voltaire como “la joya de la corona de la erudición germana”; Moses Mendelssohn, parangón del judaísmo ilustrado, traductor del Pentateuco al alemán, y defensor de la emancipación judía; Joseph Valentin Eybel promovió la reforma católica bajo la Casa de Austria; y Adrien Lamourette, que fue un sacerdote católico y panfletista político, elegido obispo de Lyon por la iglesia constitucional de la Revolución Francesa.
Según Sorkin, todos estas figuras, aunque prominentes en su día, son figuras de “segundo rango” en el desarrollo y la evolución de la Ilustración. Sin embargo, este hecho, no las hace menos representativas.
Para Sorkin, el siglo XX empezó con posturas aparentemente irreconciliables entre seculares y creyentes. Un paso para evitar esta peligrosa situación de división es comprender la complejidad del fenómeno de la Ilustración. Incluyendo en nuestros conocimientos la Ilustración religiosa como parte del espectro de todo lo acaecido intelectualmente en la época, aumentará nuestra capacidad de comprensión del Siglo de las Luces, y del papel que éste aún juega en nuestra cultura moderna.
Según los críticos del libro de Sorkin, el autor acierta al señalar que razón y fe fueron inicialmente de la mano en la construcción de la Ilustración y que, por tanto, el término de “Ilustración religiosa” no resulta en sí contradictorio sino más bien una parte integral y central de la propia Ilustración.
De hecho, las formulaciones teológicas fueron una parte esencial del pensamiento de la Ilustración, insiste Sorkin, a pesar de que las ideas materialistas y antirreligiosas sean a menudo identificadas con esa época.
Los pensadores líderes de la Ilustración religiosa sostenían, por ejemplo, que debía desarrollarse una fe “razonable” acorde con la filosofía y la ciencia contemporáneas, y que no estuviera basada en la autoridad dogmática, la emoción pura o la fascinación por los milagros.
Por otro lado, defendían también la tolerancia religiosa, y la libertad de las minorías religiosas; creían en el papel de las iglesias como fomentadoras de la virtud pública y maestras de la instrucción moral y, como sus iguales seculares, se empeñaban en poner en su sitio sus ideas reformadoras a través del poder ilustrado de los monarcas.
Finalmente, estaban comprometidos con las preocupaciones seculares, escribían sobre temas de historia, de filosofía, de política y de asuntos de la época, e intercambiaban ideas con gigantes de la Ilustración como Montesquieu, Voltaire o Rousseau.
La Ilustración en la actualidad
Según publica The New York Times en una nota a este libro, el propósito de Sorkin al publicarlo sería el de devolver la religión al lugar que le corresponde en el retrato que se hace tradicionalmente de la Ilustración.
Para ello habla de seis pensadores religiosos de la época: William Warburton, que fue un pensador culto y luchador de la iglesia anglicana; Jacob Vernet, regente del calvinismo en Ginebra; el teólogo luterano Siegmund Jacob Baumgarten, que fue señalado por Voltaire como “la joya de la corona de la erudición germana”; Moses Mendelssohn, parangón del judaísmo ilustrado, traductor del Pentateuco al alemán, y defensor de la emancipación judía; Joseph Valentin Eybel promovió la reforma católica bajo la Casa de Austria; y Adrien Lamourette, que fue un sacerdote católico y panfletista político, elegido obispo de Lyon por la iglesia constitucional de la Revolución Francesa.
Según Sorkin, todos estas figuras, aunque prominentes en su día, son figuras de “segundo rango” en el desarrollo y la evolución de la Ilustración. Sin embargo, este hecho, no las hace menos representativas.
Para Sorkin, el siglo XX empezó con posturas aparentemente irreconciliables entre seculares y creyentes. Un paso para evitar esta peligrosa situación de división es comprender la complejidad del fenómeno de la Ilustración. Incluyendo en nuestros conocimientos la Ilustración religiosa como parte del espectro de todo lo acaecido intelectualmente en la época, aumentará nuestra capacidad de comprensión del Siglo de las Luces, y del papel que éste aún juega en nuestra cultura moderna.