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Es necesario un diálogo interdisciplinar entre ecología y religiones

Un Congreso celebrado en Granada demanda mayor compromiso medioambiental de las distintas confesiones


Muy pocos dudan ya del momento de crisis ambiental por el que nuestro planeta Tierra y nuestra civilización están atravesando. La presencia de problemas ambientales de alcance global, rápida evolución, número creciente y alta persistencia, están configurando un perfil de preocupación y riesgo del que pueden derivarse diferentes escenarios. Aunque algunos problemas son graves y pueden comprometer seriamente el futuro de la vida, otros apuntan hacia modelos sostenibles, bien entendido que para que puedan ser realizables debemos actuar en todos los niveles, esto es, personal, social y políticamente. En otras palabras, hay alternativas para otro modelo de desarrollo siempre que nos impliquemos en su búsqueda y adoptemos estilos de vida más contenidos y responsables. Y en este ámbito sorprende que buena parte de las iglesias, confesiones y movimientos religiosos no hayan alzado su voz de manera clara y decidida sobre este importante desafío, invitando a los creyentes a tomar la protección del medio y de las criaturas que lo pueblan como tarea urgente y preferente. Por Leandro Sequeiros.


Leandro Sequeiros.
28/07/2009

Es necesario un diálogo interdisciplinar entre ecología y religiones
Con estas palabras de Federico Velázquez de Castro, químico y experto en educación ambiental, se abre el capítulo de presentación del volumen de las Actas del I Congreso Internacional de Ecología y Religiones que tuvo lugar en Granada entre los días 4 y 6 de marzo de 2008. Este Congreso, dirigido por Federico Velázquez de Castro, fue organizado por el Centro UNESCO de Andalucía y en él colaboraron la Agencia Española de Cooperación Internacional, la Universidad de Granada, la Fundación Cultura de la Paz y la Asociación Española de Educación Ambiental. Durante el mismo se pronunciaron 16 ponencias invitadas y se leyeron 18 comunicaciones sobre Ecología y religiones.

El volumen de Actas ha sido editado por el Grupo Editorial Universitario de Granada, y contiene las ponencias, comunicaciones y debates del Congreso. Científicos, educadores, teólogos, filósofos, (el bioquímico Federico Mayor Zaragoza, los teólogos católicos José María Castillo y Juan José Tamayo, el musulmán Ibrahim López, la judía Graciela Kohan, el Adventista José Ferrer, entre otros) discutieron durante estos tres días sobre esta cuestión: ¿tienen algo que decir las religiones sobre los graves problemas ambientales del planeta? ¿Por qué su palabra ha sido escasa? ¿Falta sensibilidad ambiental en el corazón de las religiones? ¿Qué respuestas pueden dar las religiones para una nueva ética ambiental?

El director del Congreso insistió en que el patrimonio natural constituye una compleja red de interacciones a través de las que transcurre la vida. Cada especie es un auténtico milagro evolutivo, y de su preservación y cuidado todos somos responsables. Los textos sagrados, como referentes últimos, y algunas tradiciones que los acompañan, han sido conscientes de esta grandiosa obra, descubriendo en ella la mano del Creador y revistiéndola de dignidad propia por ese mismo origen. Se entiende mejor así la tarea del ser humano, dotado de la suficiente inteligencia y comprensión, como su garante y protector, para que cuide de su conservación y mejora.

A las religiones les preocupa el principio y final de la vida, pero no tanto lo que hay entre una y otra

Pero las cosas parecen haber ido por otro camino. Con una perspectiva muy antropizada, y en algunos casos con una interpretación errónea de los textos sagrados, las religiones occidentales entendieron que la naturaleza se encontraba ahí como instrumento para utilizar y explotar en aras de nuestro crecimiento y progreso. De lo erróneo de tal interpretación, hablan hoy los hechos por sí mismos, puesto que el medio ambiente es un indicador formidable del modelo económico y social que tras él se encuentra. Igualmente, los animales, criaturas sensibles –especialmente los más evolucionados- han sido en muchas ocasiones tratados cruelmente – incluidas muchas fiestas populares, puestas por cierto bajo la advocación de personajes religiosos – cuando no degradados a objetos de explotación para nuestro trabajo, alimento, investigación o vestido. Y los creyentes y las confesiones religiosas continuaban en silencio.

En algunas religiones occidentales, las jerarquías dicen ser defensores de la vida, pero con frecuencia suelen ser más diligentes para condenar los temas de aborto, técnicas de fecundación “in vitro”, eutanasia y derecho a una muerte digna, que a denunciar los abusos de un determinado sistema social global que condena al hambre, a la enfermedad y a la desnutrición a millones de seres humanos.

Necesidad de un diálogo interdisciplinar entre ecología y religiones

Por estas razones – continúa Velázquez de Castro-, entendimos que era necesaria la convocatoria de un Congreso de Ecología y Religiones, cuyo primer objetivo fuera abrir un espacio de reflexión y debate para que miembros con competencia en sus diferentes confesiones dialogaran en profundidad sobre estos contenidos. En este sentido, el congreso ha servido para conocernos mejor y comprobar que, en efecto, todas las creencias consideran en alto grado la conservación del medio, sintiéndolo como uno de los deberes más importantes en nuestra conducta personal y colectiva.

Asimismo consideramos que era importante dar mayor hondura a los planteamientos ecológicos, puesto que el entorno comienza desde uno mismo extendiéndose hasta los límites del universo. Protección, respeto, contemplación…, no sólo deben conjugarse para lo externo, sino dialécticamente, sintiéndose uno mismo parte de un todo y sabiendo de la implicación de nuestros actos en la conservación global.

La reflexión de Kant sobre el asombro que a su vez le producen los cielos estrellados y el deber moral en el interior de cada persona, apunta a esta unidad en la que el planeta necesita de nuestros valores y en donde la belleza y la complejidad las encontramos, simultáneamente, en lo interior y lo exterior de los seres humanos.

Una nueva cultura ambiental

En línea con uno de los principales objetivos de UNESCO, como es promover una cultura de la paz, la realización de estos encuentros ayudan a que las religiones y movimientos espirituales se conozcan y constaten que no están tan alejadas cuando sus miradas se dirigen hacia lo práctico, lo cotidiano y lo necesario. En este sentido, el Congreso lo ha sido también de diálogo interreligioso y ha servido para mejorar nuestro conocimiento mutuo, dejando atrás estereotipos, y sentirnos más próximos, con deseos de continuar trabajando conjuntamente por la mejora del planeta.

En síntesis, este Congreso que levantó tanta expectación desde su convocatoria y que fue seguido atentamente por los medios de comunicación, ha supuesto un primer paso en el camino del compromiso de los creyentes y practicantes en la defensa de un medio cada vez más amenazado. Por fidelidad y coherencia, hoy debemos estar atentos a los grandes retos de nuestro tiempo –desde la erradicación de la pobreza a la apuesta por el desarrollo humano sostenible, trascendiendo la esfera privada a lo que tantas veces queda reducido lo religioso – para modificar nuestros hábitos personales e implicarnos con la sociedad civil en la resolución de estos grandes desafíos, dando así un testimonio que desde hace mucho tiempo se viene esperando.

“Ser más, no a tener más”

Miguel J. Carrascosa, Presidente del Centro UNESCO de Andalucía, resaltó en sus palabras el largo camino emprendido por las organizaciones internacionales para proteger la integridad del ecosistema global del planeta. Desde 1951, la UNESCO propició una investigación sobre las zonas áridas, esfuerzo que fue reconocido por la Declaración de Río de Janeiro 5 de junio de 1992.

El profesor José María Castillo Sánchez (Granada), planteó que las religiones monoteístas, a lo largo de la historia, con frecuencia han sido fenómenos excluyentes generadores de violencia, y que la alianza con los poderes las han hecho cómplices de la degradación ambiental. Por eso, Isabel Ripa Juliá insistió en que las religiones necesitan una conversión hacia la defensa de los pobres y de la justicia, para hacerse agentes de cambio en la preservación de la biosfera. Esto exige, según Carlos de Prada, el impulso de una nueva espiritualidad, un modo diferente de sentirse desde dentro del propio corazón.

Juan José Tamayo, Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III, expuso un modelo de paradigma ecológico integrado en la reflexión teológica sobre la creación. Ello implica, como apuntó Israel Flores Olmos, profesor de teología presbiteriana en México, una mayor sensibilidad hacia el “gemido y la liberación”.

En este sentido, cobran especial relieve las palabras pronunciadas por Federico Mayor Zaragoza, exdirector de la UNESCO y Presidente de la Fundación Cultura de la paz, en la apertura del congreso. Citando a Leonardo Boff dijo: “Es necesario unirnos en el empeño de crear una sociedad global sostenible, fundada en el respeto a la madurez, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de la paz. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere a ser más, no a tener más”.


Leandro Sequeiros, Catédrático de Paleontología, Profesor en la Facultad de Teología de Granada, asesor de la Cátedra CTR.



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1.Publicado por Angel el 29/07/2009 15:59
Las religiones neopaganas son sumamente ecologistas, es el centro principal de cualquier religion neopagana

2.Publicado por Omar França el 03/08/2009 15:06
Considero que la última encíclica de Benedicto XVI Caritas en Veritate es de una claridad total en cuanto a la preocupación ecológica de la Iglesia católica y la responsabilidad social y moral con respecto al cuidado del clima. Esta encíclica es un ensayo de diálogo interdisciplinar e intercultural. La preocupación ecológica es una de los grandes temas desarrollados por la encíclica. Dr.Omar França (Montevideo)

3.Publicado por khinecapa el 13/08/2009 03:18
Finalmente empecé la lectura de “Las Variedades de la Experiencia Científica” de Carl Sagan, un volumen editado por su esposa, Ann Druyan, y basado en una serie de Charlas Gifford sobre Teología Natural que impartió Carl en 1985 en la Universidad de Glasgow. El título del libro es una referencia directa, y un reto sutil, a la algo frustrante “Las Variedades de la Experiencia Religiosa” de William James (también basado en una serie de charlas, presentadas en la Universidad de Edimburgo en 1901). Aunque el texto de James es un clásico de la psicología y la filosofía, James trazó una distinción bastante simple sobre lo que llamó “mentes sanas” y “almas enfermas”, ambas analizadas en términos de otorgar poderes a las experiencias religiosas. Por no mencionar, por supuesto, que sugirió sarcásticamente a su audiencia de científicos que su ateísmo era tal vez el resultado de una disfunción hepática.

En cualquier caso, los ensayos de Sagan son sobre la relación entre ciencia y religión desde un punto de vista muy distinto al de James. Al mismo tiempo, es muy refrescante leer las palabras de un ateo positivo, el cual no recuerda a la airada e inflada retórica de Christopher Hitchens o Richard Dawkins. Por el contrario, el tono de Sagan siempre es medido y humilde, y aún así lanza (metafóricamente) un golpe mortal tras otro a los religiosos de su audiencia.

La ciencia del libro está inevitablemente un poco desfasada (aunque Druyan añadió notas aquí y allá para actualizar algunas de las afirmaciones o hechos). De nuevo, los ensayos no son sobre la ciencia per se, sino sobre el significado de la ciencia en nuestras vidas y sus conflictos con la perspectiva religiosa. Existen muchos pasajes preciosos que merecen la pena una cuidadosa consideración, pero uno en particular me impacto al inicio del libro (capítulo 1). Sagan está hablando sobre la abrumadora vastedad del espacio: aproximadamente cien mil millones de estrellas sólo en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, la cual es una de las más de 400 mil millones de galaxias del universo. Un universo que mide 46 500 millones de años luz de diámetros, y contiene del orden de 1080 átomos. Oh, y la mayor parte está vacío o lleno de materia oscura que no es parte de galaxias, estrellas o planetas.

Tras contemplar todo esto por un momento, Sagan dice: “Y este vasto número de mundos, la descomunal escala del universo, para mi no ha sido tenido en cuenta, ni siquiera superficialmente, virtualmente en ninguna religión, y especialmente en ninguna religión occidental”. Esto es exactamente cierto, y algo que apenas se discute en los debates entre ateos y teístas: las religiones humanas son completamente ajenas a la enormidad del espacio. Se habla mucho del “diseño inteligente” y los “principios antrópicos” y otras extravagantes ideas urdidas para convencernos de que hay pruebas científicas de que todo este tinglado fue puesto aquí por alguien (¡y que maravillosos resultados tuvo por todos sus esfuerzos!).

Pero la observación de Sagan deja claro que esta gente no tiene idea de en qué tipo de lugar vivimos. Como dijo Douglas Adams en su famosa “Guia del Autoestopista Galáctico”: “El espacio es grande. No creerías cómo de vasto, enorme, alucinantemente grande es. Quiero decir, puedes pensar que es como seguir un largo camino hacia los ultramarinos, pero eso sólo es una miseria para el espacio”. Así es. ¿Qué tipo de ingeniero inteligente crearía un artilugio (el universo) que necesita 13 000 millones de años para generar Homo sapiens, desperdiciando el 99,999999999999+ por ciento del espacio del universo? O tal vez sugiere Sagan, esta vasta cantidad de espacio y tiempo no ha sido desperdiciada, y Dios ha creado muchos otros mundos con gente. Pero en tal caso, ¿Jesús murió en la cruz de cada uno de ellos? Hay distintos Cielos e Infiernos para las distintas especies de ET? Las implicaciones teológicas son asombrosas, y casi por completo sin abordar.

Ah, los religiosos dirán, ¿pero quién somos para cuestionar los planes de Dios? Él (o ella, o ello, como Sagan escribe repetidamente) trabaja de formas notoriamente misteriosas. Pero es la escapatoria final. Es simplemente una forma elaborada y francamente insultante de decir “No tengo ni la más remota idea”. La tente tiene el derecho a creer cualquier estúpida historia que quiera creer (siempre que no intenten imponerla sobre otros), pero muchos religiosos desde Tomás de Aquino realmente quieren defender que sus creencias también son racionales, que no existe contradicción entre el libro de la naturaleza y los de sus escrituras. De ser así, tienen que responder a la pregunta de Sagan sobre por qué en los conocidos como libros sagrados no se dice nada sobre cómo de grande es en realidad el universo.

Sagan imagina cómo podría haber dictado Dios sus libros a los antiguos profetas de una forma en la que ciertamente habría impactado a las personas modernas. Podría haber dicho (cito a Sagan aquí directamente): “No lo olvides, Marte es un lugar oxidado con volcanes. … Entenderás esto más adelante. Créeme. … Qué tal, ‘¿No viajarás más rápido que la luz?’ … O ‘No existen marcos de referencia privilegiados.’ ¿O tal vez algunas ecuaciones? Las leyes de Maxwell en jeroglíficos egipcios o antiguos caracteres chinos o hebreo antiguo”. Eso sería impresionante, e incluso Dawkins tendría que rascarse la cabeza. Pero no, en lugar de eso tenemos historias triviales sobre tribus locales, una serie aparentemente interminable de “genealogías”, y una descripción del mundo como pequeño, joven y bastante plano.

El reto de Sgan es virtualmente ignorado por teólogos de todo el mundo. Y por una buena razón: es imposible responder coherentemente mientras se mantiene el núcleo de la mayor parte de las tradiciones religiosas. Los distintos dioses a los que la gente adora son simplemente demasiado pequeños para el universo en el que vivimos, lo cual no es una sorpresa una vez aceptado la verdad bastante obvia de que somos nosotros quienes hicimos a los dioses a nuestra imagen, y no al revés. ¡Te echamos de menos, Carl.

Autor: Massimo Pigliucci

4.Publicado por Angel el 18/08/2009 18:35
El zoroastrismo, el hinduismo o budismo son religiones que tiene como doctrina la ecologia, creo que la unica que no tienen como centro la ecologia son las tres religiones abramicas, como no son panteistas no le importa mucho la naturaleza

pueden ver esta pagina
La madre naturaleza
desarrollo sostenible

5.Publicado por Mª Luisa García González el 08/09/2009 11:53

Creo que Stephen Jay Golud, dejó un legado interesante sobre este tema.
Aunque agnóstico, Gould creía que entre la ciencia y la religión no hay conflicto posible porque la ciencia se ocupa de explicar el mundo mientras que la religión se ocupa de la moral. Es lo que se denomina NOMA (en inglés Non Overlapping Magisteria, Magisterios No Superpuestos). Escribió en contra de todas las formas de opresión especialmente en contra de la pseudociencia utilizada para defender creencias racistas. Fue un firme crítico de la guerra, participó en el movimiento de científicos en los años 70 conocido como Ciencia para el Pueblo (Science for the People) que se oponía a la Guerra de Vietnam y también fue un acérrimo crítico de los usos sociales de la ciencia como "fundamento ideológico del poder". En esta línea destaca su actividad, junto a Richard Lewontin, en el llamado "debate sociobiólogico" que ambos sostuvieron frente al biólogo, y colega de la Universidad Harvard, Edward O. Wilson y otros como el británico Richard Dawkins.

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