Xavier Zubiri. Fuente: Fundación Xavier Zubiri.
Es el presente artículo una introducción sobre la condición teologal del hombre y su relación con la ciencia. En él, presentamos qué es para el filósofo español Xavier Zubiri la condición teologal del hombre. En un segundo y próximo artículo comprobaremos cómo el problema de Dios, en la forma de creencia o increencia, ha estado presente en los grandes científicos de los últimos siglos. Nadie ha podido evadirse a la problemática teologal que hace necesario tomar una posición ante Dios, bien sea como teísmo o como ateísmo.
En un tercer artículo, explicaremos además cómo esta inquietud teologal ha estado presente en la historia de la filosofía, especialmente en los siglos XIX y XX. Podríamos decir que la inquietud ante el fundamento último de lo real es la razón de ser de la filosofía. Pero, además, en un cuarto artículo, concluiremos mostrando la forma insuficiente en que esta misma inquietud teologal está presente en el pensamiento, ciencia y filosofía, del siglo XXI.
Primordialmente, utilizo aquí el término “racional” para referirme a las certezas meramente científicas de cómo son las cosas, verificables empíricamente; “razonable”, para las afirmaciones metacientíficas plausibles, sobre qué y por qué son las cosas, tal como se pregunta la filosofía. A veces, lo metacientífico puede que tenga sólo una verificación indirecta, o que sea referente a las creencias cuando su verdad es más probable que su falsedad. Me refiero a los criterios propuestos por la obra Creencia y racionalidad, de Enrique Romerales (Anthropos Editorial, 1.992, p.16).
Pensando la condición humana desde Zubiri
Es sabido que Zubiri distingue entre “inteligencia concipiente” e “inteligencia sentiente”. La “sentiente” tiene como objeto formal propio la realidad, que está dada por los sentidos. La “concipiente” concibe conceptos con los datos que aportan los sentidos. Por eso escribe Zubiri que primariamente: “la intelección humana es formalmente mera actualización de lo real en inteligencia sentiente” (13, IS).
Zubiri piensa que una cosa no es real porque existe, sino que existe porque es real, ya que “la existencia es un momento que concierne al contenido de lo aprehendido, pero no es formalmente un momento de su realidad” (192, IS). Para Zubiri, las cosas reales existen (tienen ser, es decir, permanencia en el mundo como reales).
En lo que sigue, partiendo de algunos conceptos aportados por Zubiri, queremos presentar al hombre como una “realidad abierta” vinculada al poder lo real. De tal manera que la inquietud religiosa propia del ser humano puede entenderse como algo constitutivo de la naturaleza humana. La religación del hombre al poder de lo real es la que le impulsa a hacerse cargo de la realidad para existir en ella.
En ese marco nacen el teísmo y el ateísmo como posiciones intelectuales que explican la vinculación a lo real. Por ello, la reflexión metafísica o religiosa desde la racionalidad de la ciencia (que desarrollaremos en otro artículo de Tendencias21) es una consecuencia de la inquietud humana ante el poder de lo real.
Así ha pasado también con la reflexión filosófica, reflejo igualmente de la inquietud ante el poder de lo real, que, como la ciencia, se escinde en teísmos y ateísmos (el itinerario de la inquietud de la razonabilidad filosófica ante el poder de lo real será también expuesta en otro artículo de Tendencias21).
La inquietud del hombre ante el poder de lo real
La realidad es constitutivamente respectiva, y por eso es abierta. Es aquí donde Zubiri incardina la fuerza de impresión de lo real, que tampoco es un añadido a la realidad, “es un momento que expresa la respectividad misma de las cosas” (197. IS). Zubiri habla del PODER de la realidad, que se traduce en dominancia de lo real sobre el hombre y sobre todas las cosas.
Las cosas reales, en efecto, difieren por el modo de las notas de su realidad. El autoposeerse humano es ser persona, y a este carácter estructural lo denomina Zubiri personeidad, punto de partida de la personalidad, que no es otra cosa que modulación de aquélla en la historia personal. La realidad personal, por ser en propiedad, consiste en serlo en el orden del subsistir; luego, en la realidad personal, la realidad subsistente no es distinta de la realidad consistente. Sólo he querido llegar hasta aquí, porque ese poder de lo real fundamenta a la persona humana, apoderándose de ella: la RELIGACIÓN es un concepto que Zubiri utiliza para dar respuesta a la preocupación de los teólogos por buscar la unidad entre lo natural y lo sobrenatural, lo profano y lo religioso.
Zubiri inserta el problema de Dios en la humanidad, por el descubrimiento de la dimensión humana, dentro de la cual la cuestión de la realidad está ya planteada (367, NHD). La persona humana está no sólo arrojada entre las cosas, sino religada por su raíz al poder de lo real (véase 373, NHD). Esta religación es formalmente constitutiva de la existencia humana. Luego, lo religioso (implicado en la religación) es constitutivo, no consecutivo de la realidad humana: el hombre no tiene religación; nolis velis, consiste en ella.
Así pues, Dios no es una realidad externa al hombre, está ya en su misma vida, de tal manera que cuando se tematiza a sí mismo está tematizando a Dios como problema en el marco de su referencia al poder de lo real, por eso no es un ser-en-el-mundo (Heidegger), sino un ser-desde-Dios. El hombre está en el ámbito de lo religioso, o de Dios, simplemente porque en su misma constitución humana está religado necesariamente al poder de lo real.
Pero esto no significa que no tenga el hombre un problema intelectual acerca de Dios. El acto primario de patentizarlo, la religación al poder de lo real, no es un acto de conocimiento; pero el conocimiento arranca de aquí.
Creo ahora que puede entenderse aquella distinción de Zubiri entre lo teologal y lo teológico “porque lo teologal es ciertamente una dimensión humana, pero es justo aquella dimensión según la cual el hombre se encuentra fundado en el poder de lo real”, 382 (HD).
En un tercer artículo, explicaremos además cómo esta inquietud teologal ha estado presente en la historia de la filosofía, especialmente en los siglos XIX y XX. Podríamos decir que la inquietud ante el fundamento último de lo real es la razón de ser de la filosofía. Pero, además, en un cuarto artículo, concluiremos mostrando la forma insuficiente en que esta misma inquietud teologal está presente en el pensamiento, ciencia y filosofía, del siglo XXI.
Primordialmente, utilizo aquí el término “racional” para referirme a las certezas meramente científicas de cómo son las cosas, verificables empíricamente; “razonable”, para las afirmaciones metacientíficas plausibles, sobre qué y por qué son las cosas, tal como se pregunta la filosofía. A veces, lo metacientífico puede que tenga sólo una verificación indirecta, o que sea referente a las creencias cuando su verdad es más probable que su falsedad. Me refiero a los criterios propuestos por la obra Creencia y racionalidad, de Enrique Romerales (Anthropos Editorial, 1.992, p.16).
Pensando la condición humana desde Zubiri
Es sabido que Zubiri distingue entre “inteligencia concipiente” e “inteligencia sentiente”. La “sentiente” tiene como objeto formal propio la realidad, que está dada por los sentidos. La “concipiente” concibe conceptos con los datos que aportan los sentidos. Por eso escribe Zubiri que primariamente: “la intelección humana es formalmente mera actualización de lo real en inteligencia sentiente” (13, IS).
Zubiri piensa que una cosa no es real porque existe, sino que existe porque es real, ya que “la existencia es un momento que concierne al contenido de lo aprehendido, pero no es formalmente un momento de su realidad” (192, IS). Para Zubiri, las cosas reales existen (tienen ser, es decir, permanencia en el mundo como reales).
En lo que sigue, partiendo de algunos conceptos aportados por Zubiri, queremos presentar al hombre como una “realidad abierta” vinculada al poder lo real. De tal manera que la inquietud religiosa propia del ser humano puede entenderse como algo constitutivo de la naturaleza humana. La religación del hombre al poder de lo real es la que le impulsa a hacerse cargo de la realidad para existir en ella.
En ese marco nacen el teísmo y el ateísmo como posiciones intelectuales que explican la vinculación a lo real. Por ello, la reflexión metafísica o religiosa desde la racionalidad de la ciencia (que desarrollaremos en otro artículo de Tendencias21) es una consecuencia de la inquietud humana ante el poder de lo real.
Así ha pasado también con la reflexión filosófica, reflejo igualmente de la inquietud ante el poder de lo real, que, como la ciencia, se escinde en teísmos y ateísmos (el itinerario de la inquietud de la razonabilidad filosófica ante el poder de lo real será también expuesta en otro artículo de Tendencias21).
La inquietud del hombre ante el poder de lo real
La realidad es constitutivamente respectiva, y por eso es abierta. Es aquí donde Zubiri incardina la fuerza de impresión de lo real, que tampoco es un añadido a la realidad, “es un momento que expresa la respectividad misma de las cosas” (197. IS). Zubiri habla del PODER de la realidad, que se traduce en dominancia de lo real sobre el hombre y sobre todas las cosas.
Las cosas reales, en efecto, difieren por el modo de las notas de su realidad. El autoposeerse humano es ser persona, y a este carácter estructural lo denomina Zubiri personeidad, punto de partida de la personalidad, que no es otra cosa que modulación de aquélla en la historia personal. La realidad personal, por ser en propiedad, consiste en serlo en el orden del subsistir; luego, en la realidad personal, la realidad subsistente no es distinta de la realidad consistente. Sólo he querido llegar hasta aquí, porque ese poder de lo real fundamenta a la persona humana, apoderándose de ella: la RELIGACIÓN es un concepto que Zubiri utiliza para dar respuesta a la preocupación de los teólogos por buscar la unidad entre lo natural y lo sobrenatural, lo profano y lo religioso.
Zubiri inserta el problema de Dios en la humanidad, por el descubrimiento de la dimensión humana, dentro de la cual la cuestión de la realidad está ya planteada (367, NHD). La persona humana está no sólo arrojada entre las cosas, sino religada por su raíz al poder de lo real (véase 373, NHD). Esta religación es formalmente constitutiva de la existencia humana. Luego, lo religioso (implicado en la religación) es constitutivo, no consecutivo de la realidad humana: el hombre no tiene religación; nolis velis, consiste en ella.
Así pues, Dios no es una realidad externa al hombre, está ya en su misma vida, de tal manera que cuando se tematiza a sí mismo está tematizando a Dios como problema en el marco de su referencia al poder de lo real, por eso no es un ser-en-el-mundo (Heidegger), sino un ser-desde-Dios. El hombre está en el ámbito de lo religioso, o de Dios, simplemente porque en su misma constitución humana está religado necesariamente al poder de lo real.
Pero esto no significa que no tenga el hombre un problema intelectual acerca de Dios. El acto primario de patentizarlo, la religación al poder de lo real, no es un acto de conocimiento; pero el conocimiento arranca de aquí.
Creo ahora que puede entenderse aquella distinción de Zubiri entre lo teologal y lo teológico “porque lo teologal es ciertamente una dimensión humana, pero es justo aquella dimensión según la cual el hombre se encuentra fundado en el poder de lo real”, 382 (HD).
El poder de lo real, teísmo y ateísmo
Todo lo dicho nos permite comprender que para el ateo ni tan siquiera exista el problema de Dios, en cuanto problema, puesto que entiende que esto sólo incumbe al creyente, y lo mismo le ocurre al teísta. Lo expresa muy bien Zubiri: “El hombre actual, pues, sea ateo o teísta, pretende que no tiene en su realidad vivida un problema de Dios. No piensa que su ateísmo o teísmo sean respuestas a una cuestión previa, justamente a un problema que a sus creencias subyace” (370, HD).
Aunque no lo hagamos siempre explícitamente, pensamos extrapolar estos conceptos a nuestro breve recorrido por los siglos XVIII, XIX, XX y XXI (que expondremos en otros artículos de Tendencias21). Pero no estará de más advertir que Zubiri con el término “Dios” en este contexto textual no se está refiriendo a un Dios de una religión concreta, ni tan siquiera a una “realidad” divina, por ahora. Seguramente en relación a este término sería muy conveniente recordar la distinción entre referente y significado.
“El problema de Dios, en tanto que problema, no es un problema cualquiera, arbitrariamente planteado por la curiosidad humana, sino que es la realidad humana misma en su constitutivo problematismo”, 372 (HD). Por esto es por lo que me pareció razonable partir de esta dimensión teologal en este trabajo, y no sólo “razonable”, sino “racional”, porque el poder de lo real es un hecho constatable en diversas formas distintas de entenderlo o intuirlo.
Además, el hombre no sólo es real, es su realidad, y en este sentido está enfrentado a cualquier otra realidad que no sea la suya. Luego, es ab-soluta, suelta de las demás, aunque esa “absolutez” sea relativa, porque está por el medio el poder de lo real, que le domina e impulsa a realizarse como tal persona, pues “el hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real”, 373 (HD). Insisto: A esto llama Zubiri religación, que no es una mera teoría; “es un hecho inconcuso”.
Las cosas que el hombre se invente y traiga a la palestra tecnológica, como todos los resultados del progreso intelectual, son “vectores” que tienen su origen en ese poder de la realidad, que los científicos suelen intuir como algo más que subyace a lo explicado racionalmente. Cuando nos hablan de ello lo hacen, sépanlo o no, razonablemente.
Por su condición de hombres, no pueden evitar ser lanzados, no sólo hacia ese poder, sino hacia su fundamento, en la inexorable forzosidad “física” de optar por una forma de realidad personal. Y, desde esta perspectiva, hay que entender la religación como una marcha real intelectiva desde el poder de lo real “hacia” su fundamento. Esta marcha no es un mero razonamiento, porque es físicamente constatable, pero es de una forma diferente en el ateísmo, el teísmo y el agnosticismo.
Zubiri lo explica así: “la marcha problemática hacia el fundamento del poder de lo real en la religación es experiencia de aquel fundamento, una experiencia real y física, pero intelectual” (377, HD). Y como identifica religación con marcha experiencial hacia el fundamento del poder de lo real, la religación viene a ser experiencia fundamental, un tanteo individual, social e histórico. Así se realiza el hombre, teologalmente. Y, de este modo, pienso que las metafísicas, teístas y ateas, o las mismas religiones se explican por las diversas experiencias teologales, en una dimensión individual, social e histórica.
El conocimiento de Dios
Lo real no se actualiza sólo en y por sí mismo en inteligencia sentiente, sino que se actualiza entre otras cosas, en un campo (logos), y en el mundo (razón). La razón lleva al hombre a buscar por el conocimiento en profundidad cuáles son las raíces, el fundamento, de la realidad y de las cosas reales en el mundo. Pero, en este camino hacia lo profundo, no se trata de nuevas actualizaciones, sino de una reactualización de lo ya actualizado en la aprehensión primordial de realidad.
El conocimiento para Zubiri es “intelección en razón”, es decir, la intelección de lo que las cosas son allende la aprehensión (más allá de las apariencias en nuestra percepción inmediata). La razón es búsqueda de realidad, y esta actividad es el pensar: “razón es intelección pensante de lo real” (40, IR). Es importante tener en cuenta que la razón no es un razonamiento, sino la posibilidad de éste, y la búsqueda se produce en un ámbito, puesto que el movimiento racional tiene lugar en el mundo, en la misma realidad, en las cosas y en su logos respectivo, siempre apuntando a una profundidad que se encontrará o no.
Pero lo que a nosotros nos interesa aquí es que todo conocimiento tiene un sistema de referencia, que es lo ya inteligido, sobre lo que actúa canónicamente la razón. Nuestra dimensión teologal nos lleva al conocimiento de lo profundo y la misma religación no es otra cosa que la religación a lo profundo. Es esta profundidad la que nos refiere al conocimiento de Dios.
El conocimiento es el término del pensar humano siguiendo una “vía”, entre otras posibles, siempre a través de la realidad; pero hace falta más que la vía, es menester un método que lleve al conocimiento. Podemos decir que este método consta de tres momentos: a) el “sistema de referencias” mencionado que se funda en la religación; b) el “esbozo”, que viene a ser una construcción intelectual de lo que podría ser el fundamento de la realidad; fundamento que cuando hablamos de Dios se trata de una postulación, y c) la “experiencia” de la realidad.
El “esbozo” racional, en este caso, se construye por postulación, que es “el modo como se dota a la realidad profunda de un contenido libremente construido” (130, IR). Lo que se postula aquí es la realidad absolutamente absoluta, fundándose en la realidad relativamente absoluta del hombre. Pero “libremente construido” no quiere decir que sea un esbozo intelectual arbitrario: es fundado. Claro, la postulación de Dios es una exigencia de la experiencia religiosa interna. Pero, para postularlo, se puede partir de la realidad física del Universo, viendo si exige postular una realidad transcendente a él.
Todo lo dicho nos permite comprender que para el ateo ni tan siquiera exista el problema de Dios, en cuanto problema, puesto que entiende que esto sólo incumbe al creyente, y lo mismo le ocurre al teísta. Lo expresa muy bien Zubiri: “El hombre actual, pues, sea ateo o teísta, pretende que no tiene en su realidad vivida un problema de Dios. No piensa que su ateísmo o teísmo sean respuestas a una cuestión previa, justamente a un problema que a sus creencias subyace” (370, HD).
Aunque no lo hagamos siempre explícitamente, pensamos extrapolar estos conceptos a nuestro breve recorrido por los siglos XVIII, XIX, XX y XXI (que expondremos en otros artículos de Tendencias21). Pero no estará de más advertir que Zubiri con el término “Dios” en este contexto textual no se está refiriendo a un Dios de una religión concreta, ni tan siquiera a una “realidad” divina, por ahora. Seguramente en relación a este término sería muy conveniente recordar la distinción entre referente y significado.
“El problema de Dios, en tanto que problema, no es un problema cualquiera, arbitrariamente planteado por la curiosidad humana, sino que es la realidad humana misma en su constitutivo problematismo”, 372 (HD). Por esto es por lo que me pareció razonable partir de esta dimensión teologal en este trabajo, y no sólo “razonable”, sino “racional”, porque el poder de lo real es un hecho constatable en diversas formas distintas de entenderlo o intuirlo.
Además, el hombre no sólo es real, es su realidad, y en este sentido está enfrentado a cualquier otra realidad que no sea la suya. Luego, es ab-soluta, suelta de las demás, aunque esa “absolutez” sea relativa, porque está por el medio el poder de lo real, que le domina e impulsa a realizarse como tal persona, pues “el hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real”, 373 (HD). Insisto: A esto llama Zubiri religación, que no es una mera teoría; “es un hecho inconcuso”.
Las cosas que el hombre se invente y traiga a la palestra tecnológica, como todos los resultados del progreso intelectual, son “vectores” que tienen su origen en ese poder de la realidad, que los científicos suelen intuir como algo más que subyace a lo explicado racionalmente. Cuando nos hablan de ello lo hacen, sépanlo o no, razonablemente.
Por su condición de hombres, no pueden evitar ser lanzados, no sólo hacia ese poder, sino hacia su fundamento, en la inexorable forzosidad “física” de optar por una forma de realidad personal. Y, desde esta perspectiva, hay que entender la religación como una marcha real intelectiva desde el poder de lo real “hacia” su fundamento. Esta marcha no es un mero razonamiento, porque es físicamente constatable, pero es de una forma diferente en el ateísmo, el teísmo y el agnosticismo.
Zubiri lo explica así: “la marcha problemática hacia el fundamento del poder de lo real en la religación es experiencia de aquel fundamento, una experiencia real y física, pero intelectual” (377, HD). Y como identifica religación con marcha experiencial hacia el fundamento del poder de lo real, la religación viene a ser experiencia fundamental, un tanteo individual, social e histórico. Así se realiza el hombre, teologalmente. Y, de este modo, pienso que las metafísicas, teístas y ateas, o las mismas religiones se explican por las diversas experiencias teologales, en una dimensión individual, social e histórica.
El conocimiento de Dios
Lo real no se actualiza sólo en y por sí mismo en inteligencia sentiente, sino que se actualiza entre otras cosas, en un campo (logos), y en el mundo (razón). La razón lleva al hombre a buscar por el conocimiento en profundidad cuáles son las raíces, el fundamento, de la realidad y de las cosas reales en el mundo. Pero, en este camino hacia lo profundo, no se trata de nuevas actualizaciones, sino de una reactualización de lo ya actualizado en la aprehensión primordial de realidad.
El conocimiento para Zubiri es “intelección en razón”, es decir, la intelección de lo que las cosas son allende la aprehensión (más allá de las apariencias en nuestra percepción inmediata). La razón es búsqueda de realidad, y esta actividad es el pensar: “razón es intelección pensante de lo real” (40, IR). Es importante tener en cuenta que la razón no es un razonamiento, sino la posibilidad de éste, y la búsqueda se produce en un ámbito, puesto que el movimiento racional tiene lugar en el mundo, en la misma realidad, en las cosas y en su logos respectivo, siempre apuntando a una profundidad que se encontrará o no.
Pero lo que a nosotros nos interesa aquí es que todo conocimiento tiene un sistema de referencia, que es lo ya inteligido, sobre lo que actúa canónicamente la razón. Nuestra dimensión teologal nos lleva al conocimiento de lo profundo y la misma religación no es otra cosa que la religación a lo profundo. Es esta profundidad la que nos refiere al conocimiento de Dios.
El conocimiento es el término del pensar humano siguiendo una “vía”, entre otras posibles, siempre a través de la realidad; pero hace falta más que la vía, es menester un método que lleve al conocimiento. Podemos decir que este método consta de tres momentos: a) el “sistema de referencias” mencionado que se funda en la religación; b) el “esbozo”, que viene a ser una construcción intelectual de lo que podría ser el fundamento de la realidad; fundamento que cuando hablamos de Dios se trata de una postulación, y c) la “experiencia” de la realidad.
El “esbozo” racional, en este caso, se construye por postulación, que es “el modo como se dota a la realidad profunda de un contenido libremente construido” (130, IR). Lo que se postula aquí es la realidad absolutamente absoluta, fundándose en la realidad relativamente absoluta del hombre. Pero “libremente construido” no quiere decir que sea un esbozo intelectual arbitrario: es fundado. Claro, la postulación de Dios es una exigencia de la experiencia religiosa interna. Pero, para postularlo, se puede partir de la realidad física del Universo, viendo si exige postular una realidad transcendente a él.
El esbozo racional de Dios como fundamento del universo
Esto lo abordó Zubiri, en 1964, en un artículo “Transcendencia y Física”. Vayamos, pues, al “esbozo” de una “realidad transcendente” fundante, partiendo de la realidad intracósmica (o infrahumana). Si se admitiera por la comunidad científica, por ejemplo, que el Universo es evolutivo en expansión (así, el modelo propuesto por H. Bondi, T. Gold y F. Hoyle), un modelo que fue perdiendo aceptabilidad, habría que pensar en un estado inicial, pues la Física, en este caso, debería acabar postulando un comienzo temporal, con un Big Bang (explosión) y un Big Crunch (implosión).
Entonces habría que plantearse si el Universo en cuanto tal posee la condición de proceder de otra cosa (otra realidad) o si, como totalidad, reposa en sí mismo: es evidente que es real, pero… ¿es real por sí mismo? Zubiri dice, en (TF, 422), que “el Universo, tal como lo concibe la ciencia actual (se refiere a 1.964), no puede reposar sobre sí mismo, no es una realidad esencialmente existente”.
Hoy, si no me equivoco, estamos en presencia de una conceptuación de los multiversos, con un planteamiento que difiere en Penrose y en Hawking. El primero (Penrose), con sus infinitos universos que surgen unos de otros, de lo que podría concluirse en la existencia de un solo universo productor de universos. El segundo (Hawking), con sus universos paralelos, sin referencia entre ellos.
Aquí, en la hipótesis de multiversos, piensa el Dr. Javier Monserrat, que también se podría concebir una metarrealidad o fondo de referencia, del que nacería y en el que quedaría absorbido nuestro universo. Esta metarrealidad se entendería como “simplemente la metarrealidad o metauninverso que se concibe en la teoría ordinaria de multiversos y en la teoría especial de Hawking. Sería un fondo de realidad, concebido como un mar de energía fontanal (que podría conectar con las ideas físicas sobre el vacío cuántico o con el orden implicado de Bohm)”.
Todas éstas, no obstante, son hipótesis especulativas y lo derivado de ellas no puede tener otro sentido que especulación. Pero ahora volvamos a lo nuestro. Es decir, ningún argumento científico o filosófico excluye el teísmo. Por ello, el hombre ha estado abierto, y sigue abierto, a entender que el fundamento del poder de lo real podría ser Dios. Nada puede excluirlo absolutamente y Zubiri presenta una argumentación para fundar al hombre en Dios a través del poder de lo real. Permítanme que traiga aquí una extensa cita de Zubiri, en la que Zubiri explica filosóficamente que el fundamento del poder de lo real debe entenderse como Dios.
Creo que la cita es bastante esclarecedora. Destaco los cuatro pasos de la argumentación con que Zubiri propone su “esbozo racional”. “La vida personal del hombre, nos dice Zubiri, consiste en poseerse haciendo religadamente su Yo, su ser, que es un ser absoluto cobrado (recibido de la realidad), por tanto, relativamente absoluto (primer paso). Este ser absoluto es cobrado por la determinación física del poder de lo real como algo último, posibilitante y (sic) impelente (segundo paso). Como momento de las cosas y determinante del Yo, el poder de lo real es “más” que la realidad y, por tanto, que el poder de cada cosa concreta (tercer paso). Pero el poder de lo real se funda en la índole misma de la realidad. Luego este poder está fundado en una realidad absolutamente absoluta, distinta de las cosas reales, pero en las cuales, por serlo, está formalmente constituyéndolas como reales. Esta realidad es, pues, Dios (cuarto paso)” (149, HD).
Por supuesto, este “esbozo racional” parte del hombre, como ser relativamente absoluto. Pero, para Zubiri, Dios es transcendente en las cosas, porque esa realidad absolutamente absoluta es fundamento de ellas. Queda todavía la “vuelta a la realidad” desde el “esbozo racional”, para constatar si la realidad lo aprueba o reprueba. Es decir, queda la experiencia, entendida en este contexto textual, por Zubiri, como probación física de realidad. El hombre queda abierto a concebir un “esbozo racional”, el que le impele el poder de lo real, pero este esbozo está sometido a la crítica de la realidad. La realidad es la que debe mostrar si el hombre puede moverse en ella con su “esbozo raciona” teísta.
Conclusión: el poder de lo real impele a un constructo racional sobre su fundamento
Terminamos aquí, no sin hacer resaltar algunas ideas que consideramos claves para entender por qué el hombre en la historia ha ensayado continuos “esbozos racionales” en orden a concebir el fundamento del que nace el poder de lo real que le constituye como hombre en su esencia. El poder de lo real impele al hombre a ir en su búsqueda a través de “esbozos racionales”. Así ha sido en la historia pasada y así cabe prever que seguirá siendo en el siglo XXI. Quiero realzar las siguientes ideas.
1ª.- Partimos de la dimensión teologal del hombre, de su religación: el orto de las distintas tendencias en la búsqueda de Dios, a través de los tiempos, ha sido la experiencia humana de que la esencia humana es nacer del poder posibilitante e impelente de una realidad que siempre es más que las realidades concretas. El hombre se busca a sí mismo en el fundamento del poder de lo real, y no puede dejar de hacerlo, a no ser que deje de ser hombre.
2ª.- Esa búsqueda, orientada a conseguir un “esbozo racional” por la intelección de la razón, nos viene impuesta ya por la fuerza de la impresión de realidad, según la cual la realidad profunda nos arrastra coercitivamente a optar libremente dentro de las distintas “vías” posibles de acceso a ella.
3ª.- El movimiento por estas “vías” es una marcha en la realidad siguiendo los tres momentos de un método o camino impuesto por la situación misma en la realidad: un “sistema de referencia” (en nuestro caso, el poder de lo real al que permanecemos vinculados por la religación), un “esbozo racional” que debemos construir para integrarnos en el poder de lo real (aquí este esbozo se da en la forma de postulación) y la “experiencia de la realidad”, que es individual, social e histórica, en la que sometemos a prueba nuestros esbozos para ver si podemos vivir con ellos. De hecho la fe religiosa se halla siempre “concretizada” según estas tres dimensiones (ver 396-304, HD).
4ª.- En este marco se deben entender las distintas “vías” de acceso a Dios, y a lo religioso en general, postulado individual y socialmente en la historia, descubriendo tendencias y sus posibles y probables incoaciones de otras. Lo religioso es un “esbozo racional” posible concebido por el hombre para ser hombre dentro del poder de lo real.
5ª.- En el siglo XXI, como argumentaré en otros artículos, el hombre no podrá dejar de seguir impelido a tener que construir “esbozos racionales” sobre el fundamento del poder de lo real. Consideramos que la tendencia predominante en el S.XXI será la de una mejor racionalidad científica y una mejor razonalización filosófica de la realidad Absolutamente Absoluta, y de lo religioso, obligados por una realidad tecnológica nueva y previsible, debida al progreso científico, del que se harán cargo la filosofía y la misma teología.
Esta búsqueda humana del fundamento del que brota el poder de lo real ha sido una constante de la historia humana. Se halla en la inquietud de los grandes científicos que, de una u otra forma, se han preguntado por la profundidad metafísica de lo real. Es difícil hallar un gran científico que, como teísta o como ateo, no se haya planteado la cuestión de lo real en el sentido en que Zubiri describe. Lo mismo podemos decir de los grandes filósofos. La ciencia y la filosofía han estado abiertas a la incógnita del fundamento del poder de lo real. También el siglo XXI deberá replantearse las mismas inquietudes.
Esto lo abordó Zubiri, en 1964, en un artículo “Transcendencia y Física”. Vayamos, pues, al “esbozo” de una “realidad transcendente” fundante, partiendo de la realidad intracósmica (o infrahumana). Si se admitiera por la comunidad científica, por ejemplo, que el Universo es evolutivo en expansión (así, el modelo propuesto por H. Bondi, T. Gold y F. Hoyle), un modelo que fue perdiendo aceptabilidad, habría que pensar en un estado inicial, pues la Física, en este caso, debería acabar postulando un comienzo temporal, con un Big Bang (explosión) y un Big Crunch (implosión).
Entonces habría que plantearse si el Universo en cuanto tal posee la condición de proceder de otra cosa (otra realidad) o si, como totalidad, reposa en sí mismo: es evidente que es real, pero… ¿es real por sí mismo? Zubiri dice, en (TF, 422), que “el Universo, tal como lo concibe la ciencia actual (se refiere a 1.964), no puede reposar sobre sí mismo, no es una realidad esencialmente existente”.
Hoy, si no me equivoco, estamos en presencia de una conceptuación de los multiversos, con un planteamiento que difiere en Penrose y en Hawking. El primero (Penrose), con sus infinitos universos que surgen unos de otros, de lo que podría concluirse en la existencia de un solo universo productor de universos. El segundo (Hawking), con sus universos paralelos, sin referencia entre ellos.
Aquí, en la hipótesis de multiversos, piensa el Dr. Javier Monserrat, que también se podría concebir una metarrealidad o fondo de referencia, del que nacería y en el que quedaría absorbido nuestro universo. Esta metarrealidad se entendería como “simplemente la metarrealidad o metauninverso que se concibe en la teoría ordinaria de multiversos y en la teoría especial de Hawking. Sería un fondo de realidad, concebido como un mar de energía fontanal (que podría conectar con las ideas físicas sobre el vacío cuántico o con el orden implicado de Bohm)”.
Todas éstas, no obstante, son hipótesis especulativas y lo derivado de ellas no puede tener otro sentido que especulación. Pero ahora volvamos a lo nuestro. Es decir, ningún argumento científico o filosófico excluye el teísmo. Por ello, el hombre ha estado abierto, y sigue abierto, a entender que el fundamento del poder de lo real podría ser Dios. Nada puede excluirlo absolutamente y Zubiri presenta una argumentación para fundar al hombre en Dios a través del poder de lo real. Permítanme que traiga aquí una extensa cita de Zubiri, en la que Zubiri explica filosóficamente que el fundamento del poder de lo real debe entenderse como Dios.
Creo que la cita es bastante esclarecedora. Destaco los cuatro pasos de la argumentación con que Zubiri propone su “esbozo racional”. “La vida personal del hombre, nos dice Zubiri, consiste en poseerse haciendo religadamente su Yo, su ser, que es un ser absoluto cobrado (recibido de la realidad), por tanto, relativamente absoluto (primer paso). Este ser absoluto es cobrado por la determinación física del poder de lo real como algo último, posibilitante y (sic) impelente (segundo paso). Como momento de las cosas y determinante del Yo, el poder de lo real es “más” que la realidad y, por tanto, que el poder de cada cosa concreta (tercer paso). Pero el poder de lo real se funda en la índole misma de la realidad. Luego este poder está fundado en una realidad absolutamente absoluta, distinta de las cosas reales, pero en las cuales, por serlo, está formalmente constituyéndolas como reales. Esta realidad es, pues, Dios (cuarto paso)” (149, HD).
Por supuesto, este “esbozo racional” parte del hombre, como ser relativamente absoluto. Pero, para Zubiri, Dios es transcendente en las cosas, porque esa realidad absolutamente absoluta es fundamento de ellas. Queda todavía la “vuelta a la realidad” desde el “esbozo racional”, para constatar si la realidad lo aprueba o reprueba. Es decir, queda la experiencia, entendida en este contexto textual, por Zubiri, como probación física de realidad. El hombre queda abierto a concebir un “esbozo racional”, el que le impele el poder de lo real, pero este esbozo está sometido a la crítica de la realidad. La realidad es la que debe mostrar si el hombre puede moverse en ella con su “esbozo raciona” teísta.
Conclusión: el poder de lo real impele a un constructo racional sobre su fundamento
Terminamos aquí, no sin hacer resaltar algunas ideas que consideramos claves para entender por qué el hombre en la historia ha ensayado continuos “esbozos racionales” en orden a concebir el fundamento del que nace el poder de lo real que le constituye como hombre en su esencia. El poder de lo real impele al hombre a ir en su búsqueda a través de “esbozos racionales”. Así ha sido en la historia pasada y así cabe prever que seguirá siendo en el siglo XXI. Quiero realzar las siguientes ideas.
1ª.- Partimos de la dimensión teologal del hombre, de su religación: el orto de las distintas tendencias en la búsqueda de Dios, a través de los tiempos, ha sido la experiencia humana de que la esencia humana es nacer del poder posibilitante e impelente de una realidad que siempre es más que las realidades concretas. El hombre se busca a sí mismo en el fundamento del poder de lo real, y no puede dejar de hacerlo, a no ser que deje de ser hombre.
2ª.- Esa búsqueda, orientada a conseguir un “esbozo racional” por la intelección de la razón, nos viene impuesta ya por la fuerza de la impresión de realidad, según la cual la realidad profunda nos arrastra coercitivamente a optar libremente dentro de las distintas “vías” posibles de acceso a ella.
3ª.- El movimiento por estas “vías” es una marcha en la realidad siguiendo los tres momentos de un método o camino impuesto por la situación misma en la realidad: un “sistema de referencia” (en nuestro caso, el poder de lo real al que permanecemos vinculados por la religación), un “esbozo racional” que debemos construir para integrarnos en el poder de lo real (aquí este esbozo se da en la forma de postulación) y la “experiencia de la realidad”, que es individual, social e histórica, en la que sometemos a prueba nuestros esbozos para ver si podemos vivir con ellos. De hecho la fe religiosa se halla siempre “concretizada” según estas tres dimensiones (ver 396-304, HD).
4ª.- En este marco se deben entender las distintas “vías” de acceso a Dios, y a lo religioso en general, postulado individual y socialmente en la historia, descubriendo tendencias y sus posibles y probables incoaciones de otras. Lo religioso es un “esbozo racional” posible concebido por el hombre para ser hombre dentro del poder de lo real.
5ª.- En el siglo XXI, como argumentaré en otros artículos, el hombre no podrá dejar de seguir impelido a tener que construir “esbozos racionales” sobre el fundamento del poder de lo real. Consideramos que la tendencia predominante en el S.XXI será la de una mejor racionalidad científica y una mejor razonalización filosófica de la realidad Absolutamente Absoluta, y de lo religioso, obligados por una realidad tecnológica nueva y previsible, debida al progreso científico, del que se harán cargo la filosofía y la misma teología.
Esta búsqueda humana del fundamento del que brota el poder de lo real ha sido una constante de la historia humana. Se halla en la inquietud de los grandes científicos que, de una u otra forma, se han preguntado por la profundidad metafísica de lo real. Es difícil hallar un gran científico que, como teísta o como ateo, no se haya planteado la cuestión de lo real en el sentido en que Zubiri describe. Lo mismo podemos decir de los grandes filósofos. La ciencia y la filosofía han estado abiertas a la incógnita del fundamento del poder de lo real. También el siglo XXI deberá replantearse las mismas inquietudes.
Notas bibliográficas:
IS: Inteligencia Sentiente, X. Zubiri, Alianza Ed., Madrid, 1.981;
NHD: Naturaleza, Historia, Dios, Zubiri, Ed. Nacional, Madrid, 1.963;
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IR: Inteligencia y Razón, Alianza Ed., Madrid, 1.983; TF: Transcendencia y Física, Gran Enc. Del Mundo, V.19 (419-424), Durvan, Bilbao;
C y D: Los científicos y Dios, Fernández-Rañada, Ed. Trotta, Madrid, 2.008;
C y A de O: La Ciencia y el Alma de Occidente, Evandro Agazzi, Tecnos, Madrid, 2.011:
ED: ¿Existe Dios?, Hans Küng. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1.979; DH: El drama del humanismo ateo, Henri de Lubac, Ed.Encuentro, Madrid, 2.012;
B y H: Correspondencia 1.925-1.975. Rudolf Bultmann / Matín Heidegger, Herder, Barcelona, 2.011;
T-XX: La teología del siglo XX, Rosino Gibellini, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria), 1.998;
FF: La física del futuro, Michio Kaku, Raandom House Mondadori, Barcelona, 2.012;
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PTHC: El problema teologal del hombre, Zubiri, Alianza Ed., Madrid, 1.997, y
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Pedro Rubal es filósofo, profesor de Filosofía y colaborador de la Cátedra CTR en Tendencias21. Entre otras obras ha publicado en 2010 “Evolución y Complejidad”.