Jacob Neusner, influyente y controvertido académico experto en judaísmo, que ha escrito y editado unos 924 libros sobre temas como la Torah o el Talmud, entre otros, expondrá sus ideas sobre el tema del “amor al prójimo” en el judaísmo clásico en la Metanexus 2007 Conference, el próximo día cuatro de junio.
Su ponencia ha sido reproducida por The Global Spiral, publicación del Metanexus Institute, que es una organización internacional compuesta por científicos, teólogos, filósofos, historiadores, y especialistas de otras ramas del saber y del arte, así como por líderes religiosos. Su finalidad es promover la colaboración de todos ellos para tratar de encontrar nuevas perspectivas al conocimiento en aras de un futuro mejor.
Según explica Neusner en dicha ponencia, el judaísmo clásico comienza con las Escrituras hebreas del antiguo Israel, conocidas como el Antiguo Testamento, en el que aparecen las interpretaciones de los rabinos profetas de la Antigüedad Tardía (primeros seis siglos de nuestra era).
En el Talmud y los textos relacionados, el judaísmo mantiene el mandato bíblico de “amarás al prójimo como a ti mismo”, que podría considerarse la esencia de esta filosofía religiosa.
Prójimo y comunidad humana
¿Pero quién es ese prójimo?, se pregunta Neusner. En la Torah se le representa como a cualquiera que sea descendiente de Adán, el padre bíblico, es decir, cualquier ser humano, puesto que en el contexto bíblico se habla de todos los humanos conocidos hasta entonces.
Los descendientes de Adán y Eva, conformarían por tanto una familia común y, dentro del contexto del Génesis, el concepto de la familia de Abraham y Sara, extendida por todos los rincones del mundo, conlleva un rotundo mensaje de comunidad humana.
¿Por qué por tanto la gente limita la definición de prójimo sólo a aquéllos con los que se comparten las mismas creencias religiosas?
El profeta Simeon Ben Azzai veía a la humanidad con una genealogía unitaria, compuesta por primos, y en este contexto interpretaba el “ama al prójimo como a ti mismo” de forma limitada, puesto que reducía a la humanidad entera a un grupo particular, en un claro intento de enmarcar las cuestiones relacionadas con el “prójimo” para su propia gente.
Por el contrario, en el Levítico, se extiende de manera explícita la regla del amor al prójimo a extraños y extranjeros.
Conceptualización y promoción del amor
El judaísmo rabínico refleja a Dios en términos humanos. La emoción del amor es por tanto imputada a Dios. La proclamación de la fe judaica señala que ha de amarse a Dios con todo el corazón, el alma y la fuerza, lo que implica que Dios desea el amor de los humanos.
El judaísmo rabínico ve a Dios y al hombre como consustanciales y, por tanto, con las mismas características emocionales: poder, amor y justicia serían las tres principales.
La relación de amor definiría desde su perspectiva la interacción entre Dios e Israel (la comunidad sagrada), entre los hombres, y la del hombre consigo mismo.
El amor a Dios y al prójimo son en definitiva las normas del buen proceder. Pero el amor no puede ser obligado, sólo debe ser libremente entregado, no forzado. El amor definido por el judaísmo rabínico comienza por tanto con el amor a Dios, y se extiende al prójimo y también a uno mismo.
¿Cómo se beneficia aquel que ama de amar a los otros? El amor implica una sensibilidad hacia los demás. “Amar al prójimo como a uno mismo” extiende al otro la afirmación del sí-mismo que sostiene la vida.
Pero amar al prójimo que es como nosotros mismos no presenta ningún desafío. Sin embargo, amar al extraño, al extranjero, sí requiere esfuerzo. Y la fuente del amor para toda la comunidad es un relato que somos capaces de formular, la metáfora del gobernante, termina Neusner.
Su ponencia ha sido reproducida por The Global Spiral, publicación del Metanexus Institute, que es una organización internacional compuesta por científicos, teólogos, filósofos, historiadores, y especialistas de otras ramas del saber y del arte, así como por líderes religiosos. Su finalidad es promover la colaboración de todos ellos para tratar de encontrar nuevas perspectivas al conocimiento en aras de un futuro mejor.
Según explica Neusner en dicha ponencia, el judaísmo clásico comienza con las Escrituras hebreas del antiguo Israel, conocidas como el Antiguo Testamento, en el que aparecen las interpretaciones de los rabinos profetas de la Antigüedad Tardía (primeros seis siglos de nuestra era).
En el Talmud y los textos relacionados, el judaísmo mantiene el mandato bíblico de “amarás al prójimo como a ti mismo”, que podría considerarse la esencia de esta filosofía religiosa.
Prójimo y comunidad humana
¿Pero quién es ese prójimo?, se pregunta Neusner. En la Torah se le representa como a cualquiera que sea descendiente de Adán, el padre bíblico, es decir, cualquier ser humano, puesto que en el contexto bíblico se habla de todos los humanos conocidos hasta entonces.
Los descendientes de Adán y Eva, conformarían por tanto una familia común y, dentro del contexto del Génesis, el concepto de la familia de Abraham y Sara, extendida por todos los rincones del mundo, conlleva un rotundo mensaje de comunidad humana.
¿Por qué por tanto la gente limita la definición de prójimo sólo a aquéllos con los que se comparten las mismas creencias religiosas?
El profeta Simeon Ben Azzai veía a la humanidad con una genealogía unitaria, compuesta por primos, y en este contexto interpretaba el “ama al prójimo como a ti mismo” de forma limitada, puesto que reducía a la humanidad entera a un grupo particular, en un claro intento de enmarcar las cuestiones relacionadas con el “prójimo” para su propia gente.
Por el contrario, en el Levítico, se extiende de manera explícita la regla del amor al prójimo a extraños y extranjeros.
Conceptualización y promoción del amor
El judaísmo rabínico refleja a Dios en términos humanos. La emoción del amor es por tanto imputada a Dios. La proclamación de la fe judaica señala que ha de amarse a Dios con todo el corazón, el alma y la fuerza, lo que implica que Dios desea el amor de los humanos.
El judaísmo rabínico ve a Dios y al hombre como consustanciales y, por tanto, con las mismas características emocionales: poder, amor y justicia serían las tres principales.
La relación de amor definiría desde su perspectiva la interacción entre Dios e Israel (la comunidad sagrada), entre los hombres, y la del hombre consigo mismo.
El amor a Dios y al prójimo son en definitiva las normas del buen proceder. Pero el amor no puede ser obligado, sólo debe ser libremente entregado, no forzado. El amor definido por el judaísmo rabínico comienza por tanto con el amor a Dios, y se extiende al prójimo y también a uno mismo.
¿Cómo se beneficia aquel que ama de amar a los otros? El amor implica una sensibilidad hacia los demás. “Amar al prójimo como a uno mismo” extiende al otro la afirmación del sí-mismo que sostiene la vida.
Pero amar al prójimo que es como nosotros mismos no presenta ningún desafío. Sin embargo, amar al extraño, al extranjero, sí requiere esfuerzo. Y la fuente del amor para toda la comunidad es un relato que somos capaces de formular, la metáfora del gobernante, termina Neusner.