“Camden, 1892”, así tituló Jorge Luis Borges un poema dedicado al “gran poeta de América”, el estadounidense Walt Whitman. Las coordenadas que nos da el poeta argentino con el nombre de su poema son las del lugar y fecha de la muerte del autor de Hojas de hierba: Camden, Nueva Jersey, 16 de mayo de 1892. En el poema, Borges imagina al poeta a un paso de su final y le presta su voz: “No está lejos el fin. Su voz declara: / Casi no soy, pero mis versos ritman / la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman”.
Poco antes de esta fecha histórica para la literatura, el poeta norteamericano había preparado la “edición del lecho de muerte” (“Deathbed edition” en inglés), la versión que quiso que quedara como definitiva de sus Hojas de hierba para el “desconocido lector futuro” como “carte de visite para las futuras generaciones del Nuevo Mundo”.
Habría que aclarar que no hay en ella cambios significativos con respecto a la inmediatamente anterior, la de 1881, aunque algunos poemas escritos entre esta fecha y 1891, cuando preparó esta edición del lecho de muerte, fueron añadidos a esta como anexos: el primero, “Horas de un septuagenario”; el segundo, “Adiós, fantasía”. En este último se preguntaba: “¿No habría sido mejor (viejo y paralítico como estoy) guardarme estos jirones, estos flecos (quizá motas, manchas), estela de un viaje por el polvo, y testimonio suyo, después?”.
Esta edición postrera incluía también un iluminador prefacio titulado “Una mirada retrospectiva a los caminos recorridos” (“A Backward Glance O'er Travel'd Roads”). En él, echando la vista atrás sobre los más de treinta años de entrega a su monumento poético, el poeta de Long Island describió con estas palabras su obra: “Hojas de hierba (...) ha sido, en esencia, el aflorar de mi naturaleza emocional y de otros aspectos de mi personalidad: un intento, de principio a fin, de dejar constancia de una Persona, un ser humano (yo, en la segunda mitad del Siglo Diecinueve, en América), y de hacerlo con libertad, completa y fidedignamente”.
Al hablar de estos versos finales, los llama “gotas finales del chubasco que pasa” en el poema “Últimas y tardías gotas”. El poeta que con tanta pasión había celebrado la vida en toda su plenitud y en todas sus facetas se enfrenta cara a cara con la muerte que sabe le pisa los talones: “...como un viejo soldado deshecho, tras una larga, calurosa y extenuante marcha, o quizá después de la batalla, / hoy, con el crepúsculo, cojeando, grito ¡Presente!, con voz vital, cuando pasan lista en la compañía...”, dice en el poema “Mi año 70.º”.
Ese cara a cara ya le había marcado durante los años en que sirvió como enfermero acompañando a los soldados heridos durante la Guerra de Secesión estadounidense, aunque entonces era la muerte de los que sufrían a su alrededor: “Mi enemigo está muerto, un hombre divino como yo está muerto: / miro su cadáver, pálido, yerto, en el ataúd, y me acerco, / y me inclino sobre él, y rozo con los labios la tez pálida que descansa en el ataúd”, dice en el conmovedor “Reconciliación”. Esta experiencia dejó una profunda huella en él y una sección completa de Hojas de hierba, “Redobles de tambor”, surgió de ella.
Traducción íntegra de la versión definitiva
La primera noticia de Walt Whitman en nuestra lengua se la debemos a otro poeta paradigmático de la lucha por la libertad, el cubano José Martí. De él escribió una crónica periodística en 1887, cuando aún estaba vivo. Poco después, Rubén Darío le dedicaría un poema recogido en Azul (1888).
Desde entonces, las traducciones y referencias al poeta de EE. UU. se han repetido innumerables veces en español. Una de las más extendidas y reeditadas ha sido la que hizo León Felipe del Canto a mí mismo, una paráfrasis más que una traducción que casi forma parte de su propia obra poética. También la vertió a nuestra lengua Jorge Luis Borges, eso sí, parcialmente; y le dedicó ese poema que citábamos más arriba. Estos son solo algunos ejemplos, pero la lista de sus traductores y lectores devotos es muy larga.
A finales de 2014, más de siglo y medio después de que el poeta de “la barba llena de mariposas” (como lo describió Lorca en Poeta en Nueva York) se propusiera escribir la gran epopeya americana y democrática, Eduardo Moga (estupendo poeta y traductor él mismo) ofrecía al lector de nuestra lengua una traducción íntegra de esta versión definitiva de Hojas de hierba (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014).
Al final de la misma ha incorporado también los prólogos y prefacios que Whitman fue incluyendo en las sucesivas ediciones del libro (desde la primera de 1955, que tenía solo 20 poemas, hasta la “deathbed edition”, con casi 400). De ella hemos tomado las traducciones de todas las citas del poeta que aquí aparecen y también el poema íntegro que reproducimos, “¡Adiós, fantasía!”, con el que el poeta estadounidense puso punto final a su Hojas de hierba.
Poco antes de esta fecha histórica para la literatura, el poeta norteamericano había preparado la “edición del lecho de muerte” (“Deathbed edition” en inglés), la versión que quiso que quedara como definitiva de sus Hojas de hierba para el “desconocido lector futuro” como “carte de visite para las futuras generaciones del Nuevo Mundo”.
Habría que aclarar que no hay en ella cambios significativos con respecto a la inmediatamente anterior, la de 1881, aunque algunos poemas escritos entre esta fecha y 1891, cuando preparó esta edición del lecho de muerte, fueron añadidos a esta como anexos: el primero, “Horas de un septuagenario”; el segundo, “Adiós, fantasía”. En este último se preguntaba: “¿No habría sido mejor (viejo y paralítico como estoy) guardarme estos jirones, estos flecos (quizá motas, manchas), estela de un viaje por el polvo, y testimonio suyo, después?”.
Esta edición postrera incluía también un iluminador prefacio titulado “Una mirada retrospectiva a los caminos recorridos” (“A Backward Glance O'er Travel'd Roads”). En él, echando la vista atrás sobre los más de treinta años de entrega a su monumento poético, el poeta de Long Island describió con estas palabras su obra: “Hojas de hierba (...) ha sido, en esencia, el aflorar de mi naturaleza emocional y de otros aspectos de mi personalidad: un intento, de principio a fin, de dejar constancia de una Persona, un ser humano (yo, en la segunda mitad del Siglo Diecinueve, en América), y de hacerlo con libertad, completa y fidedignamente”.
Al hablar de estos versos finales, los llama “gotas finales del chubasco que pasa” en el poema “Últimas y tardías gotas”. El poeta que con tanta pasión había celebrado la vida en toda su plenitud y en todas sus facetas se enfrenta cara a cara con la muerte que sabe le pisa los talones: “...como un viejo soldado deshecho, tras una larga, calurosa y extenuante marcha, o quizá después de la batalla, / hoy, con el crepúsculo, cojeando, grito ¡Presente!, con voz vital, cuando pasan lista en la compañía...”, dice en el poema “Mi año 70.º”.
Ese cara a cara ya le había marcado durante los años en que sirvió como enfermero acompañando a los soldados heridos durante la Guerra de Secesión estadounidense, aunque entonces era la muerte de los que sufrían a su alrededor: “Mi enemigo está muerto, un hombre divino como yo está muerto: / miro su cadáver, pálido, yerto, en el ataúd, y me acerco, / y me inclino sobre él, y rozo con los labios la tez pálida que descansa en el ataúd”, dice en el conmovedor “Reconciliación”. Esta experiencia dejó una profunda huella en él y una sección completa de Hojas de hierba, “Redobles de tambor”, surgió de ella.
Traducción íntegra de la versión definitiva
La primera noticia de Walt Whitman en nuestra lengua se la debemos a otro poeta paradigmático de la lucha por la libertad, el cubano José Martí. De él escribió una crónica periodística en 1887, cuando aún estaba vivo. Poco después, Rubén Darío le dedicaría un poema recogido en Azul (1888).
Desde entonces, las traducciones y referencias al poeta de EE. UU. se han repetido innumerables veces en español. Una de las más extendidas y reeditadas ha sido la que hizo León Felipe del Canto a mí mismo, una paráfrasis más que una traducción que casi forma parte de su propia obra poética. También la vertió a nuestra lengua Jorge Luis Borges, eso sí, parcialmente; y le dedicó ese poema que citábamos más arriba. Estos son solo algunos ejemplos, pero la lista de sus traductores y lectores devotos es muy larga.
A finales de 2014, más de siglo y medio después de que el poeta de “la barba llena de mariposas” (como lo describió Lorca en Poeta en Nueva York) se propusiera escribir la gran epopeya americana y democrática, Eduardo Moga (estupendo poeta y traductor él mismo) ofrecía al lector de nuestra lengua una traducción íntegra de esta versión definitiva de Hojas de hierba (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014).
Al final de la misma ha incorporado también los prólogos y prefacios que Whitman fue incluyendo en las sucesivas ediciones del libro (desde la primera de 1955, que tenía solo 20 poemas, hasta la “deathbed edition”, con casi 400). De ella hemos tomado las traducciones de todas las citas del poeta que aquí aparecen y también el poema íntegro que reproducimos, “¡Adiós, fantasía!”, con el que el poeta estadounidense puso punto final a su Hojas de hierba.
Eduardo Moga. Fuente: DVD.
Tres preguntas a Eduardo Moga
¿Qué te llevó a emprender una tarea titánica como es traducir Hojas de hierba en su totalidad?
Un encargo: Galaxia Gutenberg me propuso traducir el libro. A mí me pareció muy bien, porque: a) los encargos me dan un motivo para sobreponerme a la indolencia; b) las traducciones existentes ya estaban un poco gastadas; c) Whitman era, de siempre (y sigue siendo), uno de mis autores de cabecera; y d) el desafío era morrocotudo, y a mí me gustan los desafíos: Lezama Lima decía que solo lo difícil es estimulante. Analizando el texto original, llegamos a la conclusión de que también estaría bien traducir los prólogos de las sucesivas ediciones de Hojas de hierba y una selección de las prosas de Whitman, escasamente conocidas en España. Y me puse a ello.
¿Cuáles son los principales escollos que te has encontrado a la hora de traducir una obra de esa magnitud, que fue concebida hace más de siglo y medio?
En primer lugar, su tamaño: Hojas de hierba es la obra de una vida, permanentemente corregida y aumentada. La “edición del lecho de muerte”, la última y definitiva, de 1891-92, tiene 389 poemas y casi 500 páginas.
En segundo lugar, las particularidades del vocabulario de Whitman, plagado de neologismos, cultismos, arcaísmos, tecnicismos y barbarismos, que intentan adecuar la expresión a las complejidades de su pensamiento, en el que confluyen muchas doctrinas e influencias distintas.
Por último, el ritmo y la sintaxis de su poesía, enumerativa, amplificativa, oratoria, ramificante. Es muy difícil, a veces, hilvanar esa sucesión de imágenes sin que se extravíe el sentido, y hasta determinar el género gramatical de sus oraciones: ¿se dirige a un “tú”, a un “vosotros”, a un hombre, a una mujer?
¿Con qué obras actuales crees que podría entroncar el proyecto de Whitman en el ámbito de nuestra lengua? Se me ocurren, guardando las distancias, La marcha de los 150 000 000, de Enrique Falcón y la obra de Raúl Zurita.
Las dos obras que mencionas están muy bien traídas. La influencia de Whitman en la poesía hispanoamericana ha sido descomunal, mucho mayor que en España, a pesar de Lorca y León Felipe. Creo que en los grandes épicos españoles contemporáneos –Manuel Álvarez Ortega, Antonio Gamoneda- siempre alienta Whitman, y que también es reconocible en la obra de Juan Carlos Mestre y, si se me permite la automención, en mi propia poesía.
¿Qué te llevó a emprender una tarea titánica como es traducir Hojas de hierba en su totalidad?
Un encargo: Galaxia Gutenberg me propuso traducir el libro. A mí me pareció muy bien, porque: a) los encargos me dan un motivo para sobreponerme a la indolencia; b) las traducciones existentes ya estaban un poco gastadas; c) Whitman era, de siempre (y sigue siendo), uno de mis autores de cabecera; y d) el desafío era morrocotudo, y a mí me gustan los desafíos: Lezama Lima decía que solo lo difícil es estimulante. Analizando el texto original, llegamos a la conclusión de que también estaría bien traducir los prólogos de las sucesivas ediciones de Hojas de hierba y una selección de las prosas de Whitman, escasamente conocidas en España. Y me puse a ello.
¿Cuáles son los principales escollos que te has encontrado a la hora de traducir una obra de esa magnitud, que fue concebida hace más de siglo y medio?
En primer lugar, su tamaño: Hojas de hierba es la obra de una vida, permanentemente corregida y aumentada. La “edición del lecho de muerte”, la última y definitiva, de 1891-92, tiene 389 poemas y casi 500 páginas.
En segundo lugar, las particularidades del vocabulario de Whitman, plagado de neologismos, cultismos, arcaísmos, tecnicismos y barbarismos, que intentan adecuar la expresión a las complejidades de su pensamiento, en el que confluyen muchas doctrinas e influencias distintas.
Por último, el ritmo y la sintaxis de su poesía, enumerativa, amplificativa, oratoria, ramificante. Es muy difícil, a veces, hilvanar esa sucesión de imágenes sin que se extravíe el sentido, y hasta determinar el género gramatical de sus oraciones: ¿se dirige a un “tú”, a un “vosotros”, a un hombre, a una mujer?
¿Con qué obras actuales crees que podría entroncar el proyecto de Whitman en el ámbito de nuestra lengua? Se me ocurren, guardando las distancias, La marcha de los 150 000 000, de Enrique Falcón y la obra de Raúl Zurita.
Las dos obras que mencionas están muy bien traídas. La influencia de Whitman en la poesía hispanoamericana ha sido descomunal, mucho mayor que en España, a pesar de Lorca y León Felipe. Creo que en los grandes épicos españoles contemporáneos –Manuel Álvarez Ortega, Antonio Gamoneda- siempre alienta Whitman, y que también es reconocible en la obra de Juan Carlos Mestre y, si se me permite la automención, en mi propia poesía.
¡ADIÓS, FANTASÍA!
¡Adiós, fantasía!
¡Adiós, querida compañera, amada mía!
Me voy, no sé a dónde,
ni cuál será mi suerte, ni si volveré a verte.
Adiós, pues, mi fantasía.
Y ahora, por última vez, déjame mirar atrás un momento.
El tictac del reloj que hay en mí se debilita, se hace más lento;
mutis, anocheces y enseguida se apagará el sordo latir
/de mi corazón.
Hemos convivido, nos hemos alegrado y nos hemos acariciado
/mucho tiempo;
¡Ha sido delicioso! Ahora, la separación: Adiós, fantasía.
Aunque no permitas que me apresure.
Ciertamente, hemos convivido, hemos dormido y nos hemos transfundido
/mucho tiempo, nos hemos convertido en un solo ser;
así pues, si hemos de morir, muramos juntos (sí, seguiremos siendo uno),
si hemos de ir a alguna parte, vayamos juntos y enfrentémonos a lo que sea:
quizá nos vaya mejor, y seamos más felices, y aprendamos algo,
quizá seas tú la que entonces me guíe a los cantos verdaderos, (¿quién sabe?),
quizá seas tú la que me haga girar y descorra el cerrojo mortal,
/así que, por última vez,
adiós, ¡y salve!, Fantasía.
Walt Whitman (Nueva York, 1819-Nueva Jersey, 1892)
De Hojas de hierba
(Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona, 2014)
Traducción de Eduardo Moga
¡Adiós, fantasía!
¡Adiós, querida compañera, amada mía!
Me voy, no sé a dónde,
ni cuál será mi suerte, ni si volveré a verte.
Adiós, pues, mi fantasía.
Y ahora, por última vez, déjame mirar atrás un momento.
El tictac del reloj que hay en mí se debilita, se hace más lento;
mutis, anocheces y enseguida se apagará el sordo latir
/de mi corazón.
Hemos convivido, nos hemos alegrado y nos hemos acariciado
/mucho tiempo;
¡Ha sido delicioso! Ahora, la separación: Adiós, fantasía.
Aunque no permitas que me apresure.
Ciertamente, hemos convivido, hemos dormido y nos hemos transfundido
/mucho tiempo, nos hemos convertido en un solo ser;
así pues, si hemos de morir, muramos juntos (sí, seguiremos siendo uno),
si hemos de ir a alguna parte, vayamos juntos y enfrentémonos a lo que sea:
quizá nos vaya mejor, y seamos más felices, y aprendamos algo,
quizá seas tú la que entonces me guíe a los cantos verdaderos, (¿quién sabe?),
quizá seas tú la que me haga girar y descorra el cerrojo mortal,
/así que, por última vez,
adiós, ¡y salve!, Fantasía.
Walt Whitman (Nueva York, 1819-Nueva Jersey, 1892)
De Hojas de hierba
(Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona, 2014)
Traducción de Eduardo Moga
Artículo publicado originalmente en la sección "Versos para el adiós" de la revista Adiós Cultural (número 112, marzo-abril de 2015). Se reproduce con autorización.