En su último libro, Varadaraja V. Raman, profesor emérito de física y humanidades del Rochester Institute of Technology de Estados Unidos, escribe que la verdad o la falsedad en lo que respecta a las cuestiones esenciales del ser humano no siempre son fáciles de establecer para satisfacer a todos, pero que se puede esperar que sea posible alcanzar un consenso sobre lo que resulta provechoso y lo que es nocivo.
A partir de esta declaración de intenciones, en su libro Truth and Tension in Science and Religion (Verdad y tensión en ciencia y religión), publicado este mismo año, Raman analiza las diferencias entre religión y ciencia con una intención clara: fomentar el diálogo respetuoso entre ambas.
Diferencias entre ciencia y religión
Según el autor, el conocimiento adquirido a través de la ciencia ha acabado, por ejemplo, con las plagas y con los miedos irracionales que atormentaban a nuestros antespasados. Por otro lado, sólo hay una ciencia y ésta es internacional, mientras que hay muchas y diversas religiones en el mundo.
Las diferencias entre ciencia y religión son asimismo patentes en las explicaciones que ambas dan del mundo natural. Las explicaciones científicas están basadas en lo racional, en el conocimiento científico, mientras que las explicaciones religiosas buscan un contenido trascendental en el mundo.
Sin embargo, el físico señala una similitud entre la religión y la ciencia: ambas son maneras de conocimiento que buscan el mismo objetivo: determinar la veracidad de las proposiciones que presentan.
A todas estas conclusiones llegó Raman tras pasar un año entero visitando catedrales, monasterios y asrams, y participando en una amplia variedad de rituales religiosos, para experimentar por sí mismo lo que supone la religiosidad para el ser humano.
A raíz de esta experiencia, el autor concluyó en su libro que las religiones nos permiten percibir o concebir dimensiones de la experiencia humana que trascienden la lógica y la racionalidad, y que la sed espiritual no es una rareza trivial o anómala, sino un componente profundo de nuestra naturaleza.
Aceptar las reglas del juego ajeno
La revista The Global Espiral, del Instituto Metanexus, ha publicado recientemente un artículo en el que se explica que con “Truth and Tension”, Raman ha pretendido fomentar un diálogo respetuoso e informado entre ciencia y religión.
Cierto es que el pensamiento científico se caracteriza por la consistencia lógica, la observación empírica, el consenso experto, la confirmación independiente y la posibilidad de revisión, mientras que, por el contrario, el pensamiento religioso se basa en la confianza en estamentos autoritarios, en convicciones trans-racionales, en experiencias personales profundas y en doctrinas transmitidas, entre otros elementos.
Sin embargo, también es cierto que, desde esta perspectiva y conocimiento de las diferencias, se puede considerar tanto a la ciencia como a la religión como “juegos” cuyas reglas han sido consensuadas por los participantes de una comunidad determinada.
Vistas así, podría superarse uno de los más importantes motivos de conflicto entre ciencia y religión: que ninguna de ellas acepta los criterios de validación de la otra, las proposiciones que la otra defiende, es decir, que la otra juegue con distintas reglas.
Entre los criterios de validación de la ciencia y de la religión señala Raman, por ejemplo, que el conocimiento científico establece proposiciones universales que pueden ser verificadas empíricamente, y que a menudo tiene aplicaciones materiales útiles.
El conocimiento religioso, por su parte, genera proposiciones sobre asuntos trascendentes no-materiales, que conducen a la satisfacción psicológica y emocional. Como ejemplo, Raman escribe “la idea de que uno es amado por su familia o amigos puede ser una verdad mucho más significativa para cada individuo que el hecho de que el universo tenga más de diez mil millones de años”.
La ciencia, por otro lado, se rige por teorías comprobables en lo fenomenológico, y de esa comprobación depende la validez o no de las hipótesis. En cambio, las teorías que ofrece la religión no requieren de verificación experimental en un sentido científico.
Misterios resueltos o respetados
En general, Raman defiende que la religión funciona en un nivel distinto al de la ciencia, y que es experimentada y percibida por los humanos de diferente forma.
Por eso, el físico no simpatiza con los intentos por probar la verdad de la religión utilizando procedimientos científicos. Dadas estas diferencias fundamentales entre religión y ciencia, señala, dichos intentos están destinados al fracaso. De hecho, muchos científicos son creyentes, pero sus creencias no afectan a la ciencia. Son, simplemente, otra forma de explicación y de percepción del mundo.
A pesar de esta opinión, Raman incluye en su libro un capítulo en el que reflexiona sobre las experiencias místicas y espirituales, y lo hace desde una perspectiva inevitablemente científica.
Así, cuando analiza las experiencias místicas y espirituales, el autor se pregunta, ¿son éstas reales o, simplemente, son el resultado de la química del cerebro? ¿De dónde procede la conciencia? Y, ¿es lo mismo el cerebro que la mente?
Estas preguntas aún no tienen respuesta, siguen siendo un misterio. Como tales, religión y ciencia las tratarán de distinta forma, señala el autor. Porque, para todas las religiones, el universo contiene dimensiones misteriosas que siempre eludirán la comprensión racional por parte del ser humano, mientras que, para la ciencia, esos misterios son puzzles que algún día seremos capaces de resolver.
A partir de esta declaración de intenciones, en su libro Truth and Tension in Science and Religion (Verdad y tensión en ciencia y religión), publicado este mismo año, Raman analiza las diferencias entre religión y ciencia con una intención clara: fomentar el diálogo respetuoso entre ambas.
Diferencias entre ciencia y religión
Según el autor, el conocimiento adquirido a través de la ciencia ha acabado, por ejemplo, con las plagas y con los miedos irracionales que atormentaban a nuestros antespasados. Por otro lado, sólo hay una ciencia y ésta es internacional, mientras que hay muchas y diversas religiones en el mundo.
Las diferencias entre ciencia y religión son asimismo patentes en las explicaciones que ambas dan del mundo natural. Las explicaciones científicas están basadas en lo racional, en el conocimiento científico, mientras que las explicaciones religiosas buscan un contenido trascendental en el mundo.
Sin embargo, el físico señala una similitud entre la religión y la ciencia: ambas son maneras de conocimiento que buscan el mismo objetivo: determinar la veracidad de las proposiciones que presentan.
A todas estas conclusiones llegó Raman tras pasar un año entero visitando catedrales, monasterios y asrams, y participando en una amplia variedad de rituales religiosos, para experimentar por sí mismo lo que supone la religiosidad para el ser humano.
A raíz de esta experiencia, el autor concluyó en su libro que las religiones nos permiten percibir o concebir dimensiones de la experiencia humana que trascienden la lógica y la racionalidad, y que la sed espiritual no es una rareza trivial o anómala, sino un componente profundo de nuestra naturaleza.
Aceptar las reglas del juego ajeno
La revista The Global Espiral, del Instituto Metanexus, ha publicado recientemente un artículo en el que se explica que con “Truth and Tension”, Raman ha pretendido fomentar un diálogo respetuoso e informado entre ciencia y religión.
Cierto es que el pensamiento científico se caracteriza por la consistencia lógica, la observación empírica, el consenso experto, la confirmación independiente y la posibilidad de revisión, mientras que, por el contrario, el pensamiento religioso se basa en la confianza en estamentos autoritarios, en convicciones trans-racionales, en experiencias personales profundas y en doctrinas transmitidas, entre otros elementos.
Sin embargo, también es cierto que, desde esta perspectiva y conocimiento de las diferencias, se puede considerar tanto a la ciencia como a la religión como “juegos” cuyas reglas han sido consensuadas por los participantes de una comunidad determinada.
Vistas así, podría superarse uno de los más importantes motivos de conflicto entre ciencia y religión: que ninguna de ellas acepta los criterios de validación de la otra, las proposiciones que la otra defiende, es decir, que la otra juegue con distintas reglas.
Entre los criterios de validación de la ciencia y de la religión señala Raman, por ejemplo, que el conocimiento científico establece proposiciones universales que pueden ser verificadas empíricamente, y que a menudo tiene aplicaciones materiales útiles.
El conocimiento religioso, por su parte, genera proposiciones sobre asuntos trascendentes no-materiales, que conducen a la satisfacción psicológica y emocional. Como ejemplo, Raman escribe “la idea de que uno es amado por su familia o amigos puede ser una verdad mucho más significativa para cada individuo que el hecho de que el universo tenga más de diez mil millones de años”.
La ciencia, por otro lado, se rige por teorías comprobables en lo fenomenológico, y de esa comprobación depende la validez o no de las hipótesis. En cambio, las teorías que ofrece la religión no requieren de verificación experimental en un sentido científico.
Misterios resueltos o respetados
En general, Raman defiende que la religión funciona en un nivel distinto al de la ciencia, y que es experimentada y percibida por los humanos de diferente forma.
Por eso, el físico no simpatiza con los intentos por probar la verdad de la religión utilizando procedimientos científicos. Dadas estas diferencias fundamentales entre religión y ciencia, señala, dichos intentos están destinados al fracaso. De hecho, muchos científicos son creyentes, pero sus creencias no afectan a la ciencia. Son, simplemente, otra forma de explicación y de percepción del mundo.
A pesar de esta opinión, Raman incluye en su libro un capítulo en el que reflexiona sobre las experiencias místicas y espirituales, y lo hace desde una perspectiva inevitablemente científica.
Así, cuando analiza las experiencias místicas y espirituales, el autor se pregunta, ¿son éstas reales o, simplemente, son el resultado de la química del cerebro? ¿De dónde procede la conciencia? Y, ¿es lo mismo el cerebro que la mente?
Estas preguntas aún no tienen respuesta, siguen siendo un misterio. Como tales, religión y ciencia las tratarán de distinta forma, señala el autor. Porque, para todas las religiones, el universo contiene dimensiones misteriosas que siempre eludirán la comprensión racional por parte del ser humano, mientras que, para la ciencia, esos misterios son puzzles que algún día seremos capaces de resolver.