Uno de los más duraderos enigmas de la biología es la cuestión de cuántas especies similares pueden coexistir en la naturaleza. ¿Realmente todas las especies desempeñan un papel diferente?
Ahora, datos masivos sobre los escarabajos han proporcionado una fuerte evidencia de que la evolución propicia la reunión de las diversas especies en grupos funcionalmente similares. Estos datos fueron recopilados por un consorcio internacional de científicos dirigido por la Universidad de Wageningen, en los Países Bajos.
En general, aunque está claro que las especies cumplen muchos roles diferentes dentro de cada ecosistema, también se ha sugerido que numerosas especies en realidad podrían compartir la misma función. Hasta ahora, sin embargo, esta idea no había quedado del todo demostrada. Es decir, no estaba claro que realmente existiese semejante redundancia funcional .
Ahora, datos masivos sobre los escarabajos han proporcionado una fuerte evidencia de que la evolución propicia la reunión de las diversas especies en grupos funcionalmente similares. Estos datos fueron recopilados por un consorcio internacional de científicos dirigido por la Universidad de Wageningen, en los Países Bajos.
En general, aunque está claro que las especies cumplen muchos roles diferentes dentro de cada ecosistema, también se ha sugerido que numerosas especies en realidad podrían compartir la misma función. Hasta ahora, sin embargo, esta idea no había quedado del todo demostrada. Es decir, no estaba claro que realmente existiese semejante redundancia funcional .
Pruebas encontradas
En el nuevo estudio realizado se abordó esta cuestión, a partir de datos de las 4.168 especies de escarabajos buceadores (Dytiscus marginalis) del mundo.
El análisis demostró que, en todo el planeta, estos animales han evolucionado hacia una pequeña diversidad de tamaños; y además que las especies que coexisten a nivel local son o muy similares en tamaño o difieren en tamaño entre ellas en al menos un 35%. Sorprendentemente, las diferencias de tamaño intermedio (de entre un 10-20%) son raras.
Dado que el tamaño del cuerpo refleja aspectos funcionales, como la comida que estos depredadores pueden comer, estos escarabajos forman así grupos relativamente distintivos con una funcionalidad parecida.
La llamativa regularidad mundial de estos patrones respalda la idea de que un proceso autoorganizado hizo que estos grupos con abundancia de especies se autoorganizasen en subgrupos a lo largo de la evolución.
Implicaciones
"Este hallazgo tiene importantes implicaciones para la forma en que contemplamos los riesgos de pérdida de las especies", explica Marten Scheffer, investigador de la Universidad de Wageningen y autor principal del estudio, en un comunicado de dicha Universidad.
"Nuestro trabajo sugiere que la evolución es un generador no sólo de complementariedad funcional, sino también de redundancia funcional. Sin embargo, la redundancia no significa que estas especies no sean necesarias para el funcionamiento de la naturaleza", añade el científico.
Y es que, si bien la complementariedad funcional promueve la magnitud de los procesos de un ecosistema, la redundancia funcional promueve la capacidad de recuperación de dichos procesos del ecosistema, a través de un efecto de aseguramiento de la biodiversidad.
¿Cómo se asegura la biodiversidad?
Este efecto de aumento de la seguridad se debe a que las especies con un papel funcional similar (por ejemplo, en cuanto a los alimentos que consumen), al mismo tiempo pueden diferir en su respuesta a diversos factores estresantes.
Por ejemplo, responden de diferente manera a parásitos y/o enfermedades específicas. Como resultado, el potencial mantenimiento del papel funcional de todas ellas aumentaría con su número.
Por otro lado, en las especies de mayor tamaño encontramos que "la capacidad de recuperación que se deriva de la redundancia funcional es mucho más rara (…), simplemente porque, en el reino animal, la riqueza de especies disminuye con el tamaño del cuerpo", explica Scheffer.
Por esta razón, “no es de extrañar que la pérdida de especies de gran tamaño pueda dar lugar a un cambio funcional sustancial en los ecosistemas. Mientras que la redundancia puede ser la regla en las criaturas más pequeñas, la singularidad funcional de las especies más grandes a menudo estos implicaría que estos sean el talón de Aquiles (o el punto débil) del funcionamiento ecológico".
En el nuevo estudio realizado se abordó esta cuestión, a partir de datos de las 4.168 especies de escarabajos buceadores (Dytiscus marginalis) del mundo.
El análisis demostró que, en todo el planeta, estos animales han evolucionado hacia una pequeña diversidad de tamaños; y además que las especies que coexisten a nivel local son o muy similares en tamaño o difieren en tamaño entre ellas en al menos un 35%. Sorprendentemente, las diferencias de tamaño intermedio (de entre un 10-20%) son raras.
Dado que el tamaño del cuerpo refleja aspectos funcionales, como la comida que estos depredadores pueden comer, estos escarabajos forman así grupos relativamente distintivos con una funcionalidad parecida.
La llamativa regularidad mundial de estos patrones respalda la idea de que un proceso autoorganizado hizo que estos grupos con abundancia de especies se autoorganizasen en subgrupos a lo largo de la evolución.
Implicaciones
"Este hallazgo tiene importantes implicaciones para la forma en que contemplamos los riesgos de pérdida de las especies", explica Marten Scheffer, investigador de la Universidad de Wageningen y autor principal del estudio, en un comunicado de dicha Universidad.
"Nuestro trabajo sugiere que la evolución es un generador no sólo de complementariedad funcional, sino también de redundancia funcional. Sin embargo, la redundancia no significa que estas especies no sean necesarias para el funcionamiento de la naturaleza", añade el científico.
Y es que, si bien la complementariedad funcional promueve la magnitud de los procesos de un ecosistema, la redundancia funcional promueve la capacidad de recuperación de dichos procesos del ecosistema, a través de un efecto de aseguramiento de la biodiversidad.
¿Cómo se asegura la biodiversidad?
Este efecto de aumento de la seguridad se debe a que las especies con un papel funcional similar (por ejemplo, en cuanto a los alimentos que consumen), al mismo tiempo pueden diferir en su respuesta a diversos factores estresantes.
Por ejemplo, responden de diferente manera a parásitos y/o enfermedades específicas. Como resultado, el potencial mantenimiento del papel funcional de todas ellas aumentaría con su número.
Por otro lado, en las especies de mayor tamaño encontramos que "la capacidad de recuperación que se deriva de la redundancia funcional es mucho más rara (…), simplemente porque, en el reino animal, la riqueza de especies disminuye con el tamaño del cuerpo", explica Scheffer.
Por esta razón, “no es de extrañar que la pérdida de especies de gran tamaño pueda dar lugar a un cambio funcional sustancial en los ecosistemas. Mientras que la redundancia puede ser la regla en las criaturas más pequeñas, la singularidad funcional de las especies más grandes a menudo estos implicaría que estos sean el talón de Aquiles (o el punto débil) del funcionamiento ecológico".
Referencia bibliográfica:
Marten Scheffer, Remi Vergnon, Egbert H. van Nes, Jan G. M. Cuppen, Edwin T. H. M. Peeters, Remko Leijs, Anders N. Nilsson. The Evolution of Functionally Redundant Species; Evidence from Beetles. PLOS ONE (2015). DOI: 10.1371/journal.pone.0137974.
Marten Scheffer, Remi Vergnon, Egbert H. van Nes, Jan G. M. Cuppen, Edwin T. H. M. Peeters, Remko Leijs, Anders N. Nilsson. The Evolution of Functionally Redundant Species; Evidence from Beetles. PLOS ONE (2015). DOI: 10.1371/journal.pone.0137974.