El terror a los payasos es una fobia muy común que se conoce como coulrofobia. Los síntomas pueden ser leves, por ejemplo, que ver a un payaso ocasione una inquietud y ansiedad de leve a moderada; pero también más graves. Además, la coulrofobia tiende a ser de larga duración. Es una fobia que comienza en la infancia y persiste hasta bien entrada la edad adulta.
¿Existe una explicación biológica para la desconfianza hacia los payasos? Si tenemos en cuenta que otra fobia común, la aracnofobia, está considerada un vestigio innato de la evolución que protege de los peligros de animales amenazantes y peligrosos, cabría esperar que sí. De hecho, algunos psicólogos y antropólogos afirman que las imágenes de payasos desencadenan algunas de nuestras respuestas universales a ciertos estímulos sociales.
Por ejemplo, Paul Salkovskis, del Centro de Trastornos de Ansiedad y Traumas del Hospital de Maudsley, en Londres, afirma que “es habitual que cause temor aquello que es diferente de algún modo, que resulta desconocido e inquietante”.
Efectivamente, un estudio realizado por la Universidad de Sheffield en 2008, que incluyó a 250 niños de 4 a 16 años de edad, concluyó que todos los grupos de edad sentían antipatía por los payasos.
El objetivo del estudio era mejorar la decoración infantil de un hospital, y permitió ver que si las paredes de las salas estuvieran decoradas con imágenes de payasos podían causar inquietud y ansiedad en los pacientes. Se continuaron examinando los resultados y se concluyó que la sensación de miedo e inquietud surgía de una “familiaridad indefinida”.
¿Existe una explicación biológica para la desconfianza hacia los payasos? Si tenemos en cuenta que otra fobia común, la aracnofobia, está considerada un vestigio innato de la evolución que protege de los peligros de animales amenazantes y peligrosos, cabría esperar que sí. De hecho, algunos psicólogos y antropólogos afirman que las imágenes de payasos desencadenan algunas de nuestras respuestas universales a ciertos estímulos sociales.
Por ejemplo, Paul Salkovskis, del Centro de Trastornos de Ansiedad y Traumas del Hospital de Maudsley, en Londres, afirma que “es habitual que cause temor aquello que es diferente de algún modo, que resulta desconocido e inquietante”.
Efectivamente, un estudio realizado por la Universidad de Sheffield en 2008, que incluyó a 250 niños de 4 a 16 años de edad, concluyó que todos los grupos de edad sentían antipatía por los payasos.
El objetivo del estudio era mejorar la decoración infantil de un hospital, y permitió ver que si las paredes de las salas estuvieran decoradas con imágenes de payasos podían causar inquietud y ansiedad en los pacientes. Se continuaron examinando los resultados y se concluyó que la sensación de miedo e inquietud surgía de una “familiaridad indefinida”.
Una sonrisa no puede ser permanente
¿Qué significa esto en la práctica? En la comunidad científica existe un amplio consenso sobre el hecho de que la coulrofobia surge porque no es posible conocer exactamente qué esconden el colorido maquillaje y los desproporcionados rasgos faciales de los payasos.
Estas características permiten a los payasos adoptar una nueva identidad y no cumplir con ciertos patrones sociales que no sería posible de otra forma en la vida “normal”.
Sigmund Freud ya escribió sobre el efecto de “valle inquietante”, un concepto que plantea que algo muy conocido pero al mismo extrañamente inusual causa rechazo y produce una sensación inquietante y contradictoria: la disonancia cognitiva.
Este concepto puede aplicarse a los payasos. Según el psiquiatra Steven Schlozman, de la Facultad de Medicina de Harvard, la sonrisa permanente y horripilante puede producir disonancia cognitiva en nuestra mente: “Nuestra mente interpreta que las sonrisas en general son positivas; no obstante, no es posible sonreír todo el tiempo, porque de ser así, algo falla. Gracias al comportamiento de las personas podemos interpretarlas, pero si el aspecto de las personas o su comportamiento no varían, se convierten en terroríficas”.
El papel de los estímulos sociales
A pesar de lo dicho, y aunque sea cierto que el aspecto y las imágenes de los payasos pueden producir una sensación natural de desconfianza y ansiedad, en la coulrofobia también pueden influir ciertos estímulos sociales, e intensificar el terror.
Para muchos, un buen ejemplo de esto es la excelente y al mismo tiempo aterradora interpretación de Tim Curry en su papel del payaso Pennywise en la serie televisiva “It” de Stephen King en 1990. Para colmo, en 2017 se estrenará una nueva versión de esta película, que posiblemente haga surgir una nueva generación de coulrofóbicos.
En EEUU ha surgido y se ha extendido recientemente un movimiento conocido como “creepy clowns” cuyos participantes se dedican a vestirse de payaso y a quedarse parados en las calles para asustar a la gente. Al parecer, están logrando su objetivo. De momento, el movimiento se ha extendido desde el pasado agosto a al menos 20 estados del país, según ha publicado hace unos días el New York Times.
¿Qué significa esto en la práctica? En la comunidad científica existe un amplio consenso sobre el hecho de que la coulrofobia surge porque no es posible conocer exactamente qué esconden el colorido maquillaje y los desproporcionados rasgos faciales de los payasos.
Estas características permiten a los payasos adoptar una nueva identidad y no cumplir con ciertos patrones sociales que no sería posible de otra forma en la vida “normal”.
Sigmund Freud ya escribió sobre el efecto de “valle inquietante”, un concepto que plantea que algo muy conocido pero al mismo extrañamente inusual causa rechazo y produce una sensación inquietante y contradictoria: la disonancia cognitiva.
Este concepto puede aplicarse a los payasos. Según el psiquiatra Steven Schlozman, de la Facultad de Medicina de Harvard, la sonrisa permanente y horripilante puede producir disonancia cognitiva en nuestra mente: “Nuestra mente interpreta que las sonrisas en general son positivas; no obstante, no es posible sonreír todo el tiempo, porque de ser así, algo falla. Gracias al comportamiento de las personas podemos interpretarlas, pero si el aspecto de las personas o su comportamiento no varían, se convierten en terroríficas”.
El papel de los estímulos sociales
A pesar de lo dicho, y aunque sea cierto que el aspecto y las imágenes de los payasos pueden producir una sensación natural de desconfianza y ansiedad, en la coulrofobia también pueden influir ciertos estímulos sociales, e intensificar el terror.
Para muchos, un buen ejemplo de esto es la excelente y al mismo tiempo aterradora interpretación de Tim Curry en su papel del payaso Pennywise en la serie televisiva “It” de Stephen King en 1990. Para colmo, en 2017 se estrenará una nueva versión de esta película, que posiblemente haga surgir una nueva generación de coulrofóbicos.
En EEUU ha surgido y se ha extendido recientemente un movimiento conocido como “creepy clowns” cuyos participantes se dedican a vestirse de payaso y a quedarse parados en las calles para asustar a la gente. Al parecer, están logrando su objetivo. De momento, el movimiento se ha extendido desde el pasado agosto a al menos 20 estados del país, según ha publicado hace unos días el New York Times.