Imagen: Julie McMahon. Fuente: Universidad de Illinois.
¿Qué solemos hacer cuando tenemos un problema? ¿Ocultarlo? ¿Hacer como que no existe? ¿Esperar a que se solucione?
Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, sugiere que las personas que suprimen sus emociones en circunstancias problemáticas tienden más a sufrir ansiedad que aquellas que aplican una estrategia de regulación emocional bautizada como “revaluación cognitiva”. Por tanto, regular las emociones cuando nos enfrentamos a situaciones adversas puede ayudarnos a reducir nuestra ansiedad.
La investigación consistió en una serie de cuestionarios, con los que los científicos preguntaron a 179 hombres y mujeres sanos cómo gestionaban ellos sus emociones y su grado de ansiedad, en diversas situaciones. Después, los autores del estudio –publicado en la revista Emotion - analizaron los resultados de los cuestionarios, con el fin de averiguar si diversas estrategias emocionales estaban relacionadas con un mayor o menor grado de ansiedad.
Resultados obtenidos
Este análisis reveló que aquellas personas que aplicaban la estrategia de regulación emocional antes mencionada tendían a padecer niveles más bajos de ansiedad social y menos ansiedad general que aquéllas que evitaban expresar sus sentimientos.
La revaluación implica observar un problema dado desde una perspectiva distinta, explica en un comunicado de la Universidad de Illinois Nicole Llewellyn, directora del estudio junto al psicólogo Florin Dolcos, del Instituto Beckman de dicho centro.
Así, si la evaluación de una situación es la interpretación personal o la visión que tenemos de ella, la revaluación sería la reinterpretación de dicha circunstancia. Las personas que, al hacer esto, son capaces de replantear y reconsiderar lo que les ocurre para encontrar sus aspectos positivos o entienden los problemas más como desafíos estimulantes que como algo negativo, añade Llewellyn, tienen menos problemas de ansiedad.
Un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, sugiere que las personas que suprimen sus emociones en circunstancias problemáticas tienden más a sufrir ansiedad que aquellas que aplican una estrategia de regulación emocional bautizada como “revaluación cognitiva”. Por tanto, regular las emociones cuando nos enfrentamos a situaciones adversas puede ayudarnos a reducir nuestra ansiedad.
La investigación consistió en una serie de cuestionarios, con los que los científicos preguntaron a 179 hombres y mujeres sanos cómo gestionaban ellos sus emociones y su grado de ansiedad, en diversas situaciones. Después, los autores del estudio –publicado en la revista Emotion - analizaron los resultados de los cuestionarios, con el fin de averiguar si diversas estrategias emocionales estaban relacionadas con un mayor o menor grado de ansiedad.
Resultados obtenidos
Este análisis reveló que aquellas personas que aplicaban la estrategia de regulación emocional antes mencionada tendían a padecer niveles más bajos de ansiedad social y menos ansiedad general que aquéllas que evitaban expresar sus sentimientos.
La revaluación implica observar un problema dado desde una perspectiva distinta, explica en un comunicado de la Universidad de Illinois Nicole Llewellyn, directora del estudio junto al psicólogo Florin Dolcos, del Instituto Beckman de dicho centro.
Así, si la evaluación de una situación es la interpretación personal o la visión que tenemos de ella, la revaluación sería la reinterpretación de dicha circunstancia. Las personas que, al hacer esto, son capaces de replantear y reconsiderar lo que les ocurre para encontrar sus aspectos positivos o entienden los problemas más como desafíos estimulantes que como algo negativo, añade Llewellyn, tienen menos problemas de ansiedad.
La estrategia se puede cambiar
El hallazgo es relevante, si se tiene en consideración que en la actualidad se estima que un 20.5% o más de la población mundial sufre de algún trastorno de ansiedad, generalmente sin saberlo.
Además, en las sociedades avanzadas modernas, la ansiedad se ha desarrollado de forma patológica y conforma, en algunos casos, cuadros sintomáticos que constituyen los denominados trastornos de ansiedad, que tiene consecuencias negativas y muy desagradables para quienes lo padecen.
Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social, etc.
Según Dolcos, “la Organización Mundial de la Salud ha predicho que en 2020, la ansiedad y la depresión –que tienden a concurrir- estarán entre las causas más prevalentes de incapacidad en el mundo. Como tal, será superada sólo por las enfermedades cardiovasculares. Todo ello estará asociado a grandes costes”.
Sin embargo, no toda la ansiedad es mala, añade el psicólogo. Un nivel bajo de ansiedad puede ayudar a mantener el tipo de atención que necesitamos para conseguir hacer las cosas. De hecho, suprimir las emociones también a veces puede resultar una buena estrategia en una situación a corto plazo.
De igual modo, una actitud siempre positiva puede ser peligrosa y hacer que la gente ignore, por ejemplo, sus problemas de salud o se implique en comportamientos de riesgo.
Llewellyn, por su parte, señala que lo importante de esta investigación es que revela que la ansiedad se puede reducir si se cambian las estrategias emocionales: “No se puede hacer mucho para condicionar factores ambientales o genéticos que contribuyen a la ansiedad. Pero sí se pueden cambiar las estrategias de regulación emocional”, concluye.
El hallazgo es relevante, si se tiene en consideración que en la actualidad se estima que un 20.5% o más de la población mundial sufre de algún trastorno de ansiedad, generalmente sin saberlo.
Además, en las sociedades avanzadas modernas, la ansiedad se ha desarrollado de forma patológica y conforma, en algunos casos, cuadros sintomáticos que constituyen los denominados trastornos de ansiedad, que tiene consecuencias negativas y muy desagradables para quienes lo padecen.
Entre los trastornos de ansiedad se encuentran las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de pánico, la agorafobia, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social, etc.
Según Dolcos, “la Organización Mundial de la Salud ha predicho que en 2020, la ansiedad y la depresión –que tienden a concurrir- estarán entre las causas más prevalentes de incapacidad en el mundo. Como tal, será superada sólo por las enfermedades cardiovasculares. Todo ello estará asociado a grandes costes”.
Sin embargo, no toda la ansiedad es mala, añade el psicólogo. Un nivel bajo de ansiedad puede ayudar a mantener el tipo de atención que necesitamos para conseguir hacer las cosas. De hecho, suprimir las emociones también a veces puede resultar una buena estrategia en una situación a corto plazo.
De igual modo, una actitud siempre positiva puede ser peligrosa y hacer que la gente ignore, por ejemplo, sus problemas de salud o se implique en comportamientos de riesgo.
Llewellyn, por su parte, señala que lo importante de esta investigación es que revela que la ansiedad se puede reducir si se cambian las estrategias emocionales: “No se puede hacer mucho para condicionar factores ambientales o genéticos que contribuyen a la ansiedad. Pero sí se pueden cambiar las estrategias de regulación emocional”, concluye.
Referencia bibliográfica:
Nicole Llewellyn, Florin Dolcos et al. Reappraisal and Suppression Mediate the Contribution of Regulatory Focus to Anxiety in Healthy Adults. Emotion (2013) (en prensa).
Nicole Llewellyn, Florin Dolcos et al. Reappraisal and Suppression Mediate the Contribution of Regulatory Focus to Anxiety in Healthy Adults. Emotion (2013) (en prensa).