Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Colorado, la Universidad de Nueva York y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (todas ellas en EEUU) ha estimado el número de muertes que se pueden vincular a diferencias en la educación, y ha descubierto que carecer de educación puede resultar tan mortal como el tabaquismo .
"En las políticas de salud pública, a menudo nos centramos en el cambio de hábitos de salud, tales como la dieta, fumar y beber", explica Virginia Chang, profesora asociada de la Escuela Steinhardt de Cultura y Educación de la Universidad de Nueva York, y una de las autoras del trabajo, en un comunicado institucional. Pero, afirma Chang, "la educación - que guía los hábitos de salud y sus variaciones- también debería ser un elemento clave en las políticas de salud de Estados Unidos".
Y es que, en este país, son comunes los bajos niveles educativos, pues más del 10% de los adultos de 25 a 34 no ha cursado el equivalente en España a la enseñanza secundaria (high school); mientras que más de una cuarta parte de ellos tienen algún titulo universitario, pero no una licenciatura.
Sin embargo, diversos estudios han demostrado que un mayor nivel educativo está vinculado a la salud y a una mayor longevidad. Por ejemplo, en 2013, un grupo internacional de expertos de ocho países europeos demostró, según publicaba Sinc, que los padres con menos estudios dan a sus hijos alimentos ricos en azúcares y grasas más frecuentemente que los que poseen un nivel educativo superior, que dan de comer a sus niños más productos de alta calidad nutricional, como verduras, frutas, pasta, arroz y pan integral.
La educación favorecería la salud, además de porque fomenta hábitos saludables, también porque un nivel educativo alto puede mejorar la calidad de vida y, en consecuencia, un mejor acceso a la atención médica (especialmente en EEUU donde este servicio es mayoritariamente privado) y un mayor bienestar psicológico de las personas.
"En las políticas de salud pública, a menudo nos centramos en el cambio de hábitos de salud, tales como la dieta, fumar y beber", explica Virginia Chang, profesora asociada de la Escuela Steinhardt de Cultura y Educación de la Universidad de Nueva York, y una de las autoras del trabajo, en un comunicado institucional. Pero, afirma Chang, "la educación - que guía los hábitos de salud y sus variaciones- también debería ser un elemento clave en las políticas de salud de Estados Unidos".
Y es que, en este país, son comunes los bajos niveles educativos, pues más del 10% de los adultos de 25 a 34 no ha cursado el equivalente en España a la enseñanza secundaria (high school); mientras que más de una cuarta parte de ellos tienen algún titulo universitario, pero no una licenciatura.
Sin embargo, diversos estudios han demostrado que un mayor nivel educativo está vinculado a la salud y a una mayor longevidad. Por ejemplo, en 2013, un grupo internacional de expertos de ocho países europeos demostró, según publicaba Sinc, que los padres con menos estudios dan a sus hijos alimentos ricos en azúcares y grasas más frecuentemente que los que poseen un nivel educativo superior, que dan de comer a sus niños más productos de alta calidad nutricional, como verduras, frutas, pasta, arroz y pan integral.
La educación favorecería la salud, además de porque fomenta hábitos saludables, también porque un nivel educativo alto puede mejorar la calidad de vida y, en consecuencia, un mejor acceso a la atención médica (especialmente en EEUU donde este servicio es mayoritariamente privado) y un mayor bienestar psicológico de las personas.
En datos
Los investigadores quisieron averiguar hasta qué punto el nivel educativo podía afectar a la salud; y definir ese alcance en números.
Para su análisis, utilizaron datos de más de un millón de personas desde 1986 a 2006 de una encuesta nacional de salud (la National Health Interview Survey) .
A partir de dichos datos, determinaron que un total de 145.243 muertes podrían haberse evitado en 2010, si los adultos analizados que no habían completado la secundaria (todos ellos nacidos en 1925, 1935 y 1945) hubiesen completado este nivel.
Según ellos, la cifra sería comparable con el número estimado de muertes que se ahorrarían si todos los fumadores actuales tuviesen las tasas de mortalidad de los exfumadores. Por otra parte, se calculó que un total de 110.068 muertes podrían haberse evitado si los adultos analizados hubiesen tenido algún título universitario.
Las disparidades en la mortalidad entre los diferentes niveles de educación se ampliaron sustancialmente con el tiempo. Por ejemplo, las tasas de mortalidad cayeron modestamente entre aquellos con grados de secundaria, pero lo hicieron mucho más rápidamente entre personas con títulos universitarios.
Los investigadores concluyen que estos resultados señalan la necesidad de políticas e intervenciones que mejoren el nivel educativo, con el fin de aumentar sustancialmente las probabilidades de supervivencia. "En términos generales, la esperanza de vida es cada vez mayor, pero los que tienen más educación están cosechando la mayor parte de esos beneficios", afirma Chang.
Los investigadores quisieron averiguar hasta qué punto el nivel educativo podía afectar a la salud; y definir ese alcance en números.
Para su análisis, utilizaron datos de más de un millón de personas desde 1986 a 2006 de una encuesta nacional de salud (la National Health Interview Survey) .
A partir de dichos datos, determinaron que un total de 145.243 muertes podrían haberse evitado en 2010, si los adultos analizados que no habían completado la secundaria (todos ellos nacidos en 1925, 1935 y 1945) hubiesen completado este nivel.
Según ellos, la cifra sería comparable con el número estimado de muertes que se ahorrarían si todos los fumadores actuales tuviesen las tasas de mortalidad de los exfumadores. Por otra parte, se calculó que un total de 110.068 muertes podrían haberse evitado si los adultos analizados hubiesen tenido algún título universitario.
Las disparidades en la mortalidad entre los diferentes niveles de educación se ampliaron sustancialmente con el tiempo. Por ejemplo, las tasas de mortalidad cayeron modestamente entre aquellos con grados de secundaria, pero lo hicieron mucho más rápidamente entre personas con títulos universitarios.
Los investigadores concluyen que estos resultados señalan la necesidad de políticas e intervenciones que mejoren el nivel educativo, con el fin de aumentar sustancialmente las probabilidades de supervivencia. "En términos generales, la esperanza de vida es cada vez mayor, pero los que tienen más educación están cosechando la mayor parte de esos beneficios", afirma Chang.
Referencia bibliográfica:
Patrick M. Krueger, Melanie K. Tran, Robert A. Hummer, Virginia W. Chang. Mortality Attributable to Low Levels of Education in the United States. PLOS ONE (2015). DOI: 10.1371/journal.pone.0131809.
Patrick M. Krueger, Melanie K. Tran, Robert A. Hummer, Virginia W. Chang. Mortality Attributable to Low Levels of Education in the United States. PLOS ONE (2015). DOI: 10.1371/journal.pone.0131809.