El calentamiento global podría estar ocasionado no sólo por el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera, sino también y principalmente por los cambios en la intensidad de los rayos cósmicos que llegan a la Tierra, y que alteran la nubosidad de nuestro planeta, señala un estudio realizado por científicos del Centro Nacional Espacial de Dinamarca.
Experimentos desarrollados por este equipo han demostrado que los electrones liberados por los rayos cósmicos ayudan a la formación de los llamados aerosoles (conjunto de partículas suspendidas en un gas) que forman los núcleos de condensación de las nubes.
Por otro lado, las tendencias climáticas anómalas que se dan en la Antártica confirman el papel de las nubes en el cambio climático, informa dicho centro danés en un comunicado.
Entorno galáctico influyente
Se sabe que los rayos cósmicos y la actividad magnética del Sol influyen en las fluctuaciones climáticas en escalas temporales de décadas, siglos o milenios. En intervalos de tiempo aún más largos, las transformaciones del entorno galáctico han llegado a tener consecuencias tan drásticas como la que refleja la teoría geológica “Tierra bola de nieve”, que señala que en un pasado remoto nuestro planeta estuvo totalmente cubierto por hielo, incluidos los océanos.
Las investigaciones acerca de los rayos cósmicos y su influencia en el clima llevadas a cabo en el Centro Nacional Espacial de Dinamarca, lideradas por Henrik Svensmark, señalan que el clima está gobernado principalmente por las partículas atómicas procedentes de estrellas que han explosionado.
Estos rayos cósmicos ayudan a formar las nubes corrientes. En caso de que haya un nivel más alto de rayos cósmicos, se forman más nubes y el mundo se oscurece, enfriándose. Por el contrario, los intervalos temporales de climatología más suave se originan por la disminución de la cantidad de rayos cósmicos que inciden en la atmósfera, y la consecuente disminución de nubosidad.
Formación de nubes
Los científicos han explicado su descubrimiento en un artículo titulado Cosmoclimatology: a new theory emerges (cosmoclimatología: emerge una nueva teoría), publicado el mes pasado en la revista Astronomy & Geophysics. En este artículo señalan que las mediciones llevadas a cabo por satélite durante los últimos 20 años han demostrado que la formación de nubes de baja altitud se da poco después de que haya variaciones en los rayos cósmicos.
El Centro Nacional Espacial de Dinamarca ha estudiado esta relación a través del experimento SKY, que utilizó muones (partículas subatómicas diminutas cuya carga eléctrica puede ser tanto positiva como negativa) naturales capaces de penetrar hasta la sede de dicho centro.
El experimento descubrió que la actividad solar es en la actualidad es la más alta de los últimos mil años, lo que según los científicos daneses explica el calentamiento global por causas naturales y no artificiales.
La hipótesis de los investigadores, verificada por el experimento, es que los electrones liberados en el aire por los muones de los rayos cósmicos aceleran significativamente la formación de grupos moleculares de ácido sulfúrico y moléculas de agua, que dan lugar al núcleo de condensación de las nubes. Es en este núcleo donde el vapor de agua se condensa para producir las nubes.
Campo magnético solar
La intensidad de los rayos cósmicos cambia en función de la variación del campo magnético del Sol, que repele los rayos cósmicos que llegan del resto de la galaxia, antes de que éstos alcancen la Tierra. El carbono 14 radioactivo y otros átomos poco comunes originados en nuestra atmósfera por los rayos cósmicos proporcionan un registro de la intensidad de estos rayos durante los últimos 12.000 años.
Si la reacción del Sol ante dichos rayos fue débil y, por tanto, la intensidad de la incidencia de los rayos en nuestro planeta fue alta, en la Tierra se dieron condiciones climáticas frías (por el aumento de las nubes). La más reciente de estas situaciones fue la Pequeña Edad de Hielo, que culminó a mediados del siglo XIX. Alrededor de 1850, el clima del mundo empezó a calentarse de nuevo y puede decirse que la Pequeña Edad de Hielo se acabó en ese momento.
Algunos científicos creen que el clima de la Tierra todavía se está recuperando de la Pequeña Edad de Hielo y que esta situación se suma a las preocupaciones del cambio del clima causado por el hombre.
Efecto humano, ¿nimio?
En escalas de tiempo mucho más largas, la intensidad de los rayos cósmicos varía de forma más radical por la influencia de los cambios en la galaxia. Durante los pasados 500 millones de años, la Tierra ha atravesado cuatro periodos extremadamente calurosos, con escasez de hielo y niveles océanicos elevados, y cuatro episodios extremadamente fríos.
Los científicos del centro danés vinculan estos cambios al recorrido del Sol y de nuestro planeta por la Vía Láctea, que presenta diversos niveles de incidencia de rayos cósmicos sobre la Tierra.
Por tanto, como concluye Svensmark, resulta evidente que los vientos estelares y el magnetismo son factores cruciales en el origen y la viabilidad de la vida. En comparación con ellos y su capacidad de influenciar en el clima, las emisiones humanas de dióxido de carbono a la atmósfera parecen literalmente insignificantes, señala Svensmark.
Polémica científica
La tesis expuesta por Svensmark ha generado una cierta polémica en la comunidad científica, que en parte la considera un atentado a otras investigaciones, como la que difundió el pasaso febrero el IPCC, en la que han participado 600 científicos de 40 países. En este informe se dice que con una certeza del 90%, las actividades humanas han provocado el calentamiento global durante los últimos 50 años. The Times, por ejemplo, se hace eco de esta polémica, al tiempo que señala que la ortodoxia debe ser modificada antes estas evidencias. Pero no es una voz solitaria.
Nature había anticipado algo de esta polémica el pasado septiembre. Por su lado, Space Science Reviews acaba de publicar otro artículo en el que 14 investigadores señalan a lo largo de 140 páginas la influencia de la astronomía, el Sol y los efectos cósmicos sobre la Tierra y el clima de nuestro planeta. Asimismo, la revista Dendrochronologia señala en otro artículo%23toc%2320193%232007%23999759997%23641656%23FLA%23display%23Volume)&_cdi=20193&_sort=d&_docanchor=&view=c&_ct=16&_acct=C000050221&_version=1&_urlVersion=0&_userid=10&md5=8e1c7b7d6f7007daf3f51408175eba69 recién publicado que el polvo interestelar puede desempeñar un papel rector en el cambio climático.
Finalmente, la European Organization for Nuclear Research (CERN), con sede en Ginebra, anunció el pasado octubre que el proyecto conocido como CLOUD (Cosmics Leaving OUtdoor Droplets) ha comenzado a reunir datos para determinar la influencia que podrían tener los rayos cósmicos galácticos sobre la formación de las nubes y el clima de la Tierra, según informó en un comunicado.
El CERN empleará por primera vez el acelerador de la física de alta energía para estudiar la atmósfera y el clima, si bien, como explíca en este artículo, desde el año 2000 investiga la influencia de los rayos cósmicos para corroborar o rectificar las investigaciones de sus colegas daneses.
Experimentos desarrollados por este equipo han demostrado que los electrones liberados por los rayos cósmicos ayudan a la formación de los llamados aerosoles (conjunto de partículas suspendidas en un gas) que forman los núcleos de condensación de las nubes.
Por otro lado, las tendencias climáticas anómalas que se dan en la Antártica confirman el papel de las nubes en el cambio climático, informa dicho centro danés en un comunicado.
Entorno galáctico influyente
Se sabe que los rayos cósmicos y la actividad magnética del Sol influyen en las fluctuaciones climáticas en escalas temporales de décadas, siglos o milenios. En intervalos de tiempo aún más largos, las transformaciones del entorno galáctico han llegado a tener consecuencias tan drásticas como la que refleja la teoría geológica “Tierra bola de nieve”, que señala que en un pasado remoto nuestro planeta estuvo totalmente cubierto por hielo, incluidos los océanos.
Las investigaciones acerca de los rayos cósmicos y su influencia en el clima llevadas a cabo en el Centro Nacional Espacial de Dinamarca, lideradas por Henrik Svensmark, señalan que el clima está gobernado principalmente por las partículas atómicas procedentes de estrellas que han explosionado.
Estos rayos cósmicos ayudan a formar las nubes corrientes. En caso de que haya un nivel más alto de rayos cósmicos, se forman más nubes y el mundo se oscurece, enfriándose. Por el contrario, los intervalos temporales de climatología más suave se originan por la disminución de la cantidad de rayos cósmicos que inciden en la atmósfera, y la consecuente disminución de nubosidad.
Formación de nubes
Los científicos han explicado su descubrimiento en un artículo titulado Cosmoclimatology: a new theory emerges (cosmoclimatología: emerge una nueva teoría), publicado el mes pasado en la revista Astronomy & Geophysics. En este artículo señalan que las mediciones llevadas a cabo por satélite durante los últimos 20 años han demostrado que la formación de nubes de baja altitud se da poco después de que haya variaciones en los rayos cósmicos.
El Centro Nacional Espacial de Dinamarca ha estudiado esta relación a través del experimento SKY, que utilizó muones (partículas subatómicas diminutas cuya carga eléctrica puede ser tanto positiva como negativa) naturales capaces de penetrar hasta la sede de dicho centro.
El experimento descubrió que la actividad solar es en la actualidad es la más alta de los últimos mil años, lo que según los científicos daneses explica el calentamiento global por causas naturales y no artificiales.
La hipótesis de los investigadores, verificada por el experimento, es que los electrones liberados en el aire por los muones de los rayos cósmicos aceleran significativamente la formación de grupos moleculares de ácido sulfúrico y moléculas de agua, que dan lugar al núcleo de condensación de las nubes. Es en este núcleo donde el vapor de agua se condensa para producir las nubes.
Campo magnético solar
La intensidad de los rayos cósmicos cambia en función de la variación del campo magnético del Sol, que repele los rayos cósmicos que llegan del resto de la galaxia, antes de que éstos alcancen la Tierra. El carbono 14 radioactivo y otros átomos poco comunes originados en nuestra atmósfera por los rayos cósmicos proporcionan un registro de la intensidad de estos rayos durante los últimos 12.000 años.
Si la reacción del Sol ante dichos rayos fue débil y, por tanto, la intensidad de la incidencia de los rayos en nuestro planeta fue alta, en la Tierra se dieron condiciones climáticas frías (por el aumento de las nubes). La más reciente de estas situaciones fue la Pequeña Edad de Hielo, que culminó a mediados del siglo XIX. Alrededor de 1850, el clima del mundo empezó a calentarse de nuevo y puede decirse que la Pequeña Edad de Hielo se acabó en ese momento.
Algunos científicos creen que el clima de la Tierra todavía se está recuperando de la Pequeña Edad de Hielo y que esta situación se suma a las preocupaciones del cambio del clima causado por el hombre.
Efecto humano, ¿nimio?
En escalas de tiempo mucho más largas, la intensidad de los rayos cósmicos varía de forma más radical por la influencia de los cambios en la galaxia. Durante los pasados 500 millones de años, la Tierra ha atravesado cuatro periodos extremadamente calurosos, con escasez de hielo y niveles océanicos elevados, y cuatro episodios extremadamente fríos.
Los científicos del centro danés vinculan estos cambios al recorrido del Sol y de nuestro planeta por la Vía Láctea, que presenta diversos niveles de incidencia de rayos cósmicos sobre la Tierra.
Por tanto, como concluye Svensmark, resulta evidente que los vientos estelares y el magnetismo son factores cruciales en el origen y la viabilidad de la vida. En comparación con ellos y su capacidad de influenciar en el clima, las emisiones humanas de dióxido de carbono a la atmósfera parecen literalmente insignificantes, señala Svensmark.
Polémica científica
La tesis expuesta por Svensmark ha generado una cierta polémica en la comunidad científica, que en parte la considera un atentado a otras investigaciones, como la que difundió el pasaso febrero el IPCC, en la que han participado 600 científicos de 40 países. En este informe se dice que con una certeza del 90%, las actividades humanas han provocado el calentamiento global durante los últimos 50 años. The Times, por ejemplo, se hace eco de esta polémica, al tiempo que señala que la ortodoxia debe ser modificada antes estas evidencias. Pero no es una voz solitaria.
Nature había anticipado algo de esta polémica el pasado septiembre. Por su lado, Space Science Reviews acaba de publicar otro artículo en el que 14 investigadores señalan a lo largo de 140 páginas la influencia de la astronomía, el Sol y los efectos cósmicos sobre la Tierra y el clima de nuestro planeta. Asimismo, la revista Dendrochronologia señala en otro artículo%23toc%2320193%232007%23999759997%23641656%23FLA%23display%23Volume)&_cdi=20193&_sort=d&_docanchor=&view=c&_ct=16&_acct=C000050221&_version=1&_urlVersion=0&_userid=10&md5=8e1c7b7d6f7007daf3f51408175eba69 recién publicado que el polvo interestelar puede desempeñar un papel rector en el cambio climático.
Finalmente, la European Organization for Nuclear Research (CERN), con sede en Ginebra, anunció el pasado octubre que el proyecto conocido como CLOUD (Cosmics Leaving OUtdoor Droplets) ha comenzado a reunir datos para determinar la influencia que podrían tener los rayos cósmicos galácticos sobre la formación de las nubes y el clima de la Tierra, según informó en un comunicado.
El CERN empleará por primera vez el acelerador de la física de alta energía para estudiar la atmósfera y el clima, si bien, como explíca en este artículo, desde el año 2000 investiga la influencia de los rayos cósmicos para corroborar o rectificar las investigaciones de sus colegas daneses.