Los preadolescentes que experimentan o exploran cosas nuevas pueden presentar procesos cerebrales distintos a aquellos preadolescentes que no lo hacen, señala un estudio neurológico reciente.
"El comienzo de la adolescencia se asocia con la búsqueda de nuevas experiencias y el aumento de las conductas exploratorias, pero poca investigación se ha hecho para medir ese aumento o para observar lo que ocurre en el cerebro durante este período", explica el autor de la investigación, Andrew Kayser, profesor de la Universidad de California en San Francisco y miembro de la Academia Americana de Neurología (AAN), en un comunicado difundido por Eurekalert!
"Estudios con adultos han empezado a observar diferencias individuales en la voluntad de buscar nuevas experiencias, y algunas investigaciones han vinculado la voluntad de explorar con un área del cerebro llamada corteza prefrontal rostrolateral, que es responsable de más alto nivel de toma de decisiones", explica Kayser.
"El comienzo de la adolescencia se asocia con la búsqueda de nuevas experiencias y el aumento de las conductas exploratorias, pero poca investigación se ha hecho para medir ese aumento o para observar lo que ocurre en el cerebro durante este período", explica el autor de la investigación, Andrew Kayser, profesor de la Universidad de California en San Francisco y miembro de la Academia Americana de Neurología (AAN), en un comunicado difundido por Eurekalert!
"Estudios con adultos han empezado a observar diferencias individuales en la voluntad de buscar nuevas experiencias, y algunas investigaciones han vinculado la voluntad de explorar con un área del cerebro llamada corteza prefrontal rostrolateral, que es responsable de más alto nivel de toma de decisiones", explica Kayser.
El 'gancho' para la exploración
En el estudio realizado participaron 62 niñas de edades comprendidas entre 11 y 13 años. Todas ellas completaron una tarea con la que se midió su comportamiento exploratorio y de experimentación. La niñas también fueron sometidas a escáneres cerebrales de resonancia magnética.
En la tarea, basada en conseguir una recompensa, había un reloj. El segundero de este daba una vuelta completa en más de cinco segundos. A las chicas se les explicó que ganarían puntos en función de cuando parasen el segundero. Así que ellas tuvieron que explorar el reloj , parando el segundero en diferentes momentos para descubrir con qué medidas serían más recompensadas.
Según la propensión de explorar más o menos el funcionamiento del segundero, las participantes fueron divididas en dos grupos: "exploradoras" y "no exploradoras". Luego, los investigadores compararon sus escáneres cerebrales.
De este modo, identificaron una conexión más fuerte en las exploradoras que en las no exploradoras entre la corteza prefrontal rostrolateral y la ínsula posterior y el putamen. Curiosamente, la actividad en el putamen (relacionado con el control motor del cuerpo) y en la ínsula (relacionada con la experiencia subjetiva emocional y su representación en el cuerpo) parecía influir en la corteza prefrontal rostrolateral (vinculada, como se ha dicho, a la toma de decisiones), y no al revés.
Implicaciones
"Esta investigación es fascinante porque nos podría ayudar a entender cómo la exploración puede conducir a comportamientos buenos y malos, que promueven o reducen el bienestar de los adolescentes", afirma Kayser.
"Comprender mejor estas conexiones cerebrales, nos ayudaría a encontrar la forma de identificar mejor a los adolescentes con mayor probabilidad de involucrarse en conductas peligrosas o de riesgo", concluye el investigador. Estos resultados serán presentados en el encuentro anual de la American Academy of Neurology que se celebrará Washington entre los próximos días 18 y 25 de abril.
En el estudio realizado participaron 62 niñas de edades comprendidas entre 11 y 13 años. Todas ellas completaron una tarea con la que se midió su comportamiento exploratorio y de experimentación. La niñas también fueron sometidas a escáneres cerebrales de resonancia magnética.
En la tarea, basada en conseguir una recompensa, había un reloj. El segundero de este daba una vuelta completa en más de cinco segundos. A las chicas se les explicó que ganarían puntos en función de cuando parasen el segundero. Así que ellas tuvieron que explorar el reloj , parando el segundero en diferentes momentos para descubrir con qué medidas serían más recompensadas.
Según la propensión de explorar más o menos el funcionamiento del segundero, las participantes fueron divididas en dos grupos: "exploradoras" y "no exploradoras". Luego, los investigadores compararon sus escáneres cerebrales.
De este modo, identificaron una conexión más fuerte en las exploradoras que en las no exploradoras entre la corteza prefrontal rostrolateral y la ínsula posterior y el putamen. Curiosamente, la actividad en el putamen (relacionado con el control motor del cuerpo) y en la ínsula (relacionada con la experiencia subjetiva emocional y su representación en el cuerpo) parecía influir en la corteza prefrontal rostrolateral (vinculada, como se ha dicho, a la toma de decisiones), y no al revés.
Implicaciones
"Esta investigación es fascinante porque nos podría ayudar a entender cómo la exploración puede conducir a comportamientos buenos y malos, que promueven o reducen el bienestar de los adolescentes", afirma Kayser.
"Comprender mejor estas conexiones cerebrales, nos ayudaría a encontrar la forma de identificar mejor a los adolescentes con mayor probabilidad de involucrarse en conductas peligrosas o de riesgo", concluye el investigador. Estos resultados serán presentados en el encuentro anual de la American Academy of Neurology que se celebrará Washington entre los próximos días 18 y 25 de abril.