Cuando familiares o amigos hablan sobre los grupos musicales o las películas que más les gustan y, con respecto a estos, tienen diferentes opiniones, no se pelean. Sin embargo, no suele pasar lo mismo cuando de lo que se habla es de política y las ideas de unos y otros no coindicen.
En estos casos, las diferencias resultan en incomodidad y malestar e, incluso, pueden suponer una amenaza para las relaciones. De hecho, en el sentido contrario, solemos elegir pareja con opiniones y afiliaciones políticas similares a las nuestras, tal y como demostró en 2011 un estudio de la Universidad de Brown (EEUU).
¿A qué se debe este hecho? Según una investigación llevada a cabo en el Centro de Psicología Evolutiva de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) la causa estaría en nuestro cerebro.
La investigación analizó cómo, por debajo del nivel consciente, el cerebro humano categoriza a los partidos políticos. Descubrió, en primer lugar, que esta categorización involucra aquellos circuitos cerebrales que han evolucionado en nuestra especie para favorecer la creación de alianzas y de coaliciones.
Por eso, cuando una persona expresa opiniones diferentes a las nuestras sobre partidos políticos, nuestra mente -de forma automática y espontánea- ‘ubica’ a esa persona en alguna de las “coaliciones rivales", explican los autores de la investigación en un comunicado de la USCB. Por tanto, esa persona pasa a ser vista como una “amenaza”.
En estos casos, las diferencias resultan en incomodidad y malestar e, incluso, pueden suponer una amenaza para las relaciones. De hecho, en el sentido contrario, solemos elegir pareja con opiniones y afiliaciones políticas similares a las nuestras, tal y como demostró en 2011 un estudio de la Universidad de Brown (EEUU).
¿A qué se debe este hecho? Según una investigación llevada a cabo en el Centro de Psicología Evolutiva de la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) la causa estaría en nuestro cerebro.
La investigación analizó cómo, por debajo del nivel consciente, el cerebro humano categoriza a los partidos políticos. Descubrió, en primer lugar, que esta categorización involucra aquellos circuitos cerebrales que han evolucionado en nuestra especie para favorecer la creación de alianzas y de coaliciones.
Por eso, cuando una persona expresa opiniones diferentes a las nuestras sobre partidos políticos, nuestra mente -de forma automática y espontánea- ‘ubica’ a esa persona en alguna de las “coaliciones rivales", explican los autores de la investigación en un comunicado de la USCB. Por tanto, esa persona pasa a ser vista como una “amenaza”.
Coaliciones políticas inconscientes
Esta respuesta inconsciente tiene su origen en nuestra historia evolutiva, cargada de conflictos entre grupos o facciones. En este contexto, nuestros cerebros han ido conformándose para atender a las coaliciones, como posibilidad de supervivencia.
Y, aunque el mundo está lleno de categorías sociales -como atletas, fontaneros, ancianos, etc.- es a los partidos políticos a los que asociamos con las ‘coaliciones’, esto es, con el concepto de “conjuntos de individuos inclinados a actuar juntos y a apoyarse unos a otros frente a sus rivales”.
Estas conclusiones ayudan a comprender por qué, tras los resultados electorales del pasado 24 de mayo en España en las elecciones municipales y autonómicas, muchas personas se han sentido amenazadas por lo que podrían hacer cualquiera de los partidos políticos electos: su cerebro los considera “coaliciones rivales”, por una ‘programación’ evolutiva.
El estudio también constató que, a medida que el cerebro recopila información sobre las afinidades políticas de otras personas, comienza a ignorar otras claves que podrían tenerse en cuenta a la hora de establecer alianzas, como la coincidencia racial.
Política y evolución
Este no es el primer estudio que vincula la evolución con nuestros comportamientos políticos. En 2008, una investigación de la Universidad de San Diego (EEUU) reveló que dos genes de nuestro organismo son responsables de que vayamos a las urnas en las elecciones, pero también de otros comportamientos políticos, como el de presentar una candidatura.
Se trata de los genes MAOA y del 5HTT, ambos relacionados con la regulación de la serotonina en el cerebro, un neurotransmisor que regula las interacciones sociales. Según los autores de esta otra investigación, nuestra participación electoral dependería en nada menos que en un 72% de estos dos genes.
Por otra parte, parece que la política también afectaría a nuestra evolución. Un estudio realizado en 2014 constató que las políticas aplicadas por los gobiernos pueden afectar a la evolución humana, cambiando –para bien o para mal- los genes de las poblaciones, que serán heredados por las siguientes generaciones.
Esta respuesta inconsciente tiene su origen en nuestra historia evolutiva, cargada de conflictos entre grupos o facciones. En este contexto, nuestros cerebros han ido conformándose para atender a las coaliciones, como posibilidad de supervivencia.
Y, aunque el mundo está lleno de categorías sociales -como atletas, fontaneros, ancianos, etc.- es a los partidos políticos a los que asociamos con las ‘coaliciones’, esto es, con el concepto de “conjuntos de individuos inclinados a actuar juntos y a apoyarse unos a otros frente a sus rivales”.
Estas conclusiones ayudan a comprender por qué, tras los resultados electorales del pasado 24 de mayo en España en las elecciones municipales y autonómicas, muchas personas se han sentido amenazadas por lo que podrían hacer cualquiera de los partidos políticos electos: su cerebro los considera “coaliciones rivales”, por una ‘programación’ evolutiva.
El estudio también constató que, a medida que el cerebro recopila información sobre las afinidades políticas de otras personas, comienza a ignorar otras claves que podrían tenerse en cuenta a la hora de establecer alianzas, como la coincidencia racial.
Política y evolución
Este no es el primer estudio que vincula la evolución con nuestros comportamientos políticos. En 2008, una investigación de la Universidad de San Diego (EEUU) reveló que dos genes de nuestro organismo son responsables de que vayamos a las urnas en las elecciones, pero también de otros comportamientos políticos, como el de presentar una candidatura.
Se trata de los genes MAOA y del 5HTT, ambos relacionados con la regulación de la serotonina en el cerebro, un neurotransmisor que regula las interacciones sociales. Según los autores de esta otra investigación, nuestra participación electoral dependería en nada menos que en un 72% de estos dos genes.
Por otra parte, parece que la política también afectaría a nuestra evolución. Un estudio realizado en 2014 constató que las políticas aplicadas por los gobiernos pueden afectar a la evolución humana, cambiando –para bien o para mal- los genes de las poblaciones, que serán heredados por las siguientes generaciones.
Referencia bibliográfica:
David Pietraszewski, Oliver Scott Curry, Michael Bang Petersen, Leda Cosmides, John Tooby. Constituents of political cognition: Race, party politics, and the alliance detection system. Cognition (2015). DOI: 10.1016/j.cognition.2015.03.007.
David Pietraszewski, Oliver Scott Curry, Michael Bang Petersen, Leda Cosmides, John Tooby. Constituents of political cognition: Race, party politics, and the alliance detection system. Cognition (2015). DOI: 10.1016/j.cognition.2015.03.007.