Bandera de Suiza, el país más feliz de la Tierra, según el último Informe Mundial sobre la Felicidad del SDSN. Fuente: Wikipedia
Ayer se publicaron los datos de la tercera edición del Informe Mundial sobre la Felicidad que elabora la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) de la ONU.
En el informe, cinco son los países seleccionados como los “más felices del mundo en 2014”: Suiza, Islandia, Dinamarca, Noruega y Canadá. España se sitúa en el trigésimo sexto puesto, lo que significa que sube dos puestos con respecto a la última edición; aunque también que se sitúa por debajo de países como Israel (11), México (14) o Arabia Saudí (35).
En total se han analizado 158 países. Lo han hecho expertos en economía, neurociencia y estadística. La edición del informe ha corrido a cargo del profesor John F. Helliwell, de la Universidad de British Columbia y del Canadian Institute for Advanced Research; del profesor Richard Layard, Director del Programa de Bienestar del LSE’s Centre for Economic Performance; y del profesor Sachs, director del Earth Institute y de la SDSN.
Nota media: aprobado
El trabajo describe cómo las medidas de bienestar subjetivo son eficaces marcadores del progreso nacional. Por otro lado, ofrece datos sobre cómo lograr el bienestar social, algo “que no se consigue solo con dinero, sino también gracias a la justicia, la honestidad, la confianza y una buena salud”, explica Jeffrey Sachs.
El informe señala asimismo que seis variables clave explicarían las tres cuartas partes de la variación entre países en las puntuaciones nacionales anuales promedio: el PIB real per cápita, la esperanza de vida saludable; las relaciones sociales (tener alguien con quien contar); la libertad percibida para tomar decisiones en la vida; la libertad frente a la corrupción, y la generosidad.
El informe profundiza, además, en las tendencias que han seguido los países desde el primer informe. En términos generales, no se ha cambiado mucho. Como en el informe previo, en una escala de 0 a 10, la puntuación media de felicidad de los países analizados fue de 5,1.
Por último, el trabajo incluye indicadores regionales, factores como el género y la edad o datos sobre la importancia de la inversión en capital social, informa la SDSN en un comunicado.
¿Quiere un país rico? Refuerce el tejido social
Un aspecto importante que muestra el Informe Mundial de la Felicidad 2015 es que, tanto a nivel nacional como individual, todas las medidas de bienestar están fuertemente influenciadas por la calidad de las normas e instituciones sociales de cada país.
Si estas funcionan adecuadamente, las comunidades y las naciones no solo son más felices (tienen mayor nivel de bienestar individual y colectivo) sino que, además, son más resistentes a las crisis económicas y sociales.
Por esta razón, se señala, un desafío nacional clave es asegurar que las políticas se diseñen y se apliquen de manera que nutran el tejido social, y no a la inversa. En este punto, el Informe coincide con los resultados de un estudio reciente -realizado por especialistas de la Universidad de Essex, de la Escuela de Medicina de Exeter y de la NHS Sustainable Development Unit (Reino Unido)- que señalaron que fomentar estilos de vida y comportamientos sostenibles beneficiaría tanto a las personas como a la economía de las naciones.
Richard Layard se refiere en este sentido a políticas aplicadas a la infancia: "Tenemos que invertir desde el principio en la vida de nuestros hijos para que estos crezcan y se conviertan en adultos independientes, productivos y felices, que puedan contribuir tanto social como económicamente".
En el informe, cinco son los países seleccionados como los “más felices del mundo en 2014”: Suiza, Islandia, Dinamarca, Noruega y Canadá. España se sitúa en el trigésimo sexto puesto, lo que significa que sube dos puestos con respecto a la última edición; aunque también que se sitúa por debajo de países como Israel (11), México (14) o Arabia Saudí (35).
En total se han analizado 158 países. Lo han hecho expertos en economía, neurociencia y estadística. La edición del informe ha corrido a cargo del profesor John F. Helliwell, de la Universidad de British Columbia y del Canadian Institute for Advanced Research; del profesor Richard Layard, Director del Programa de Bienestar del LSE’s Centre for Economic Performance; y del profesor Sachs, director del Earth Institute y de la SDSN.
Nota media: aprobado
El trabajo describe cómo las medidas de bienestar subjetivo son eficaces marcadores del progreso nacional. Por otro lado, ofrece datos sobre cómo lograr el bienestar social, algo “que no se consigue solo con dinero, sino también gracias a la justicia, la honestidad, la confianza y una buena salud”, explica Jeffrey Sachs.
El informe señala asimismo que seis variables clave explicarían las tres cuartas partes de la variación entre países en las puntuaciones nacionales anuales promedio: el PIB real per cápita, la esperanza de vida saludable; las relaciones sociales (tener alguien con quien contar); la libertad percibida para tomar decisiones en la vida; la libertad frente a la corrupción, y la generosidad.
El informe profundiza, además, en las tendencias que han seguido los países desde el primer informe. En términos generales, no se ha cambiado mucho. Como en el informe previo, en una escala de 0 a 10, la puntuación media de felicidad de los países analizados fue de 5,1.
Por último, el trabajo incluye indicadores regionales, factores como el género y la edad o datos sobre la importancia de la inversión en capital social, informa la SDSN en un comunicado.
¿Quiere un país rico? Refuerce el tejido social
Un aspecto importante que muestra el Informe Mundial de la Felicidad 2015 es que, tanto a nivel nacional como individual, todas las medidas de bienestar están fuertemente influenciadas por la calidad de las normas e instituciones sociales de cada país.
Si estas funcionan adecuadamente, las comunidades y las naciones no solo son más felices (tienen mayor nivel de bienestar individual y colectivo) sino que, además, son más resistentes a las crisis económicas y sociales.
Por esta razón, se señala, un desafío nacional clave es asegurar que las políticas se diseñen y se apliquen de manera que nutran el tejido social, y no a la inversa. En este punto, el Informe coincide con los resultados de un estudio reciente -realizado por especialistas de la Universidad de Essex, de la Escuela de Medicina de Exeter y de la NHS Sustainable Development Unit (Reino Unido)- que señalaron que fomentar estilos de vida y comportamientos sostenibles beneficiaría tanto a las personas como a la economía de las naciones.
Richard Layard se refiere en este sentido a políticas aplicadas a la infancia: "Tenemos que invertir desde el principio en la vida de nuestros hijos para que estos crezcan y se conviertan en adultos independientes, productivos y felices, que puedan contribuir tanto social como económicamente".
Avanza la ciencia de la felicidad
John F. Helliwell, otro de los autores del Informe, habla, por su parte, de un avance en “la ciencia de la felicidad”; y afirma que se está llegando “al corazón de los factores que definen la calidad de vida de los ciudadanos”.
En lo que a este punto se refiere, además de la aparición en estos últimos años de los Informes Mundiales sobre Felicidad de la ONU, que implican investigación en los factores que mejoran el bienestar de la población; desde 1972 existe el concepto de felicidad nacional bruta (FNB) o felicidad interna bruta (FIB) (fue acuñado por Jigme Singye Wangchuck, rey de Bután, que es uno de los países más felices de la Tierra ).
El concepto es un indicador que mide la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos que el producto interno bruto (PIB). Está centrado en la creencia de que el bienestar de un país puede y debe medirse más allá de ciertos indicadores tradicionales, como la productividad económica.
A mediados de 2012, cientos de representantes de distintos gobiernos, investigadores y organizaciones de la sociedad civil se reunieron en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York para hablar de este concepto. Entonces también se adelantó en “la ciencia de la felicidad”.
Por ejemplo, se definieron algunas medidas que impulsarían el aumento del FNB en cualquier país: cubrir las necesidades básicas de la población, reforzar los sistemas sociales, implementar las políticas activas de trabajo, mejorar los servicios de salud mental; promover la compasión, el altruismo y la honestidad o ayudar a la gente a resistir el exceso de mercantilismo.
Aplicación desigual
Desde que se publicó por primera vez en 2012, el Informe Mundial de la Felicidad ha demostrado que el bienestar y la felicidad son indicadores clave del desarrollo económico y social de las naciones y, por tanto, que debe ser un objetivo fundamental de la política.
Pero, ¿tiene alguna aplicación real? Según Helliwell, sí: “Nos anima que cada vez más y más Gobiernos de todo el mundo están escuchando y respondiendo con políticas que anteponen el bienestar (a otros factores)”, afirma. El informe cita como ejemplos de este punto a la canciller alemana Angela Merkel; a la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye; al primer ministro británico, David Cameron; y a Mohammed bin Rashid Al Maktoum, actual primer ministro y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos.
El ya mencionado Bután, Costa Rica (otra de las naciones actualmente consideradas entre los más felices del mundo) o Dinamarca (primer puesto en el segundo Informe Mundial de la Felicidad) son países que parecen haber aprendido bien la lección. Sin embargo, a nadie se le escapa que, en muchas otras naciones, la tendencia política es más bien la contraria: la macroeconomía –y no el bienestar de la población- prima en la gestión de los países. Esperemos que los ejemplos positivos se vayan extendiendo.
John F. Helliwell, otro de los autores del Informe, habla, por su parte, de un avance en “la ciencia de la felicidad”; y afirma que se está llegando “al corazón de los factores que definen la calidad de vida de los ciudadanos”.
En lo que a este punto se refiere, además de la aparición en estos últimos años de los Informes Mundiales sobre Felicidad de la ONU, que implican investigación en los factores que mejoran el bienestar de la población; desde 1972 existe el concepto de felicidad nacional bruta (FNB) o felicidad interna bruta (FIB) (fue acuñado por Jigme Singye Wangchuck, rey de Bután, que es uno de los países más felices de la Tierra ).
El concepto es un indicador que mide la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos que el producto interno bruto (PIB). Está centrado en la creencia de que el bienestar de un país puede y debe medirse más allá de ciertos indicadores tradicionales, como la productividad económica.
A mediados de 2012, cientos de representantes de distintos gobiernos, investigadores y organizaciones de la sociedad civil se reunieron en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York para hablar de este concepto. Entonces también se adelantó en “la ciencia de la felicidad”.
Por ejemplo, se definieron algunas medidas que impulsarían el aumento del FNB en cualquier país: cubrir las necesidades básicas de la población, reforzar los sistemas sociales, implementar las políticas activas de trabajo, mejorar los servicios de salud mental; promover la compasión, el altruismo y la honestidad o ayudar a la gente a resistir el exceso de mercantilismo.
Aplicación desigual
Desde que se publicó por primera vez en 2012, el Informe Mundial de la Felicidad ha demostrado que el bienestar y la felicidad son indicadores clave del desarrollo económico y social de las naciones y, por tanto, que debe ser un objetivo fundamental de la política.
Pero, ¿tiene alguna aplicación real? Según Helliwell, sí: “Nos anima que cada vez más y más Gobiernos de todo el mundo están escuchando y respondiendo con políticas que anteponen el bienestar (a otros factores)”, afirma. El informe cita como ejemplos de este punto a la canciller alemana Angela Merkel; a la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye; al primer ministro británico, David Cameron; y a Mohammed bin Rashid Al Maktoum, actual primer ministro y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos.
El ya mencionado Bután, Costa Rica (otra de las naciones actualmente consideradas entre los más felices del mundo) o Dinamarca (primer puesto en el segundo Informe Mundial de la Felicidad) son países que parecen haber aprendido bien la lección. Sin embargo, a nadie se le escapa que, en muchas otras naciones, la tendencia política es más bien la contraria: la macroeconomía –y no el bienestar de la población- prima en la gestión de los países. Esperemos que los ejemplos positivos se vayan extendiendo.