Teniendo como invitados al prestigioso historiador Jesus Gil Fuensanta, de la Universidad Autónoma de Madrid, y a José María Blanco, director del Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil y uno de los mayores expertos nacionales en estrategia e inteligencia, en este programa de “Visión Geopolítica” se ha abordado el delicado tema de la profunda situación de caos y violencia en la que se ha sumergido Libia, conducido, como es habitual, por el analista geopolítico Pedro Baños.
En este país magrebí se ha instalado la más completa inestabilidad desde que en 2011 se pusiera término al régimen de Gadafi, por parte de una coalición internacional liderada por la OTAN. Con la inseguridad esparcida por todo el país, existe el riesgo de que el extremismo más salvaje se extienda no sólo por la región, sino que también llegue a una Europa muy próxima a su costa, valiendo como ejemplo que la griega isla de Creta se encuentra a apenas 300 kilómetros de distancia, mientras que las islas baleares quedan a menos de 2.000 kilómetros.
Para intentar poner luz a lo que está sucediendo en este escenario que tanto puede afectar a España, el coloquio ha comenzado por conocer cómo era en realidad la Libia de Gadafi antes de 2011, pues se tiene la sensación de que, a pesar de ser un claro régimen autoritario, tampoco era el infierno que luego se hizo creer para justificar la intervención ante la ciudadanía de los países participantes. De hecho, los indicadores de sus servicios sociales (educación, sanidad,…) y nivel de vida (esperanza de vida, índice de desarrollo humano, PIB per cápita…) eran los más destacados de toda África y de parte de los países árabes.
Se ha continuado analizando cuáles fueron las razones internas que llevaron a que se produjeran las revueltas populares, además de estar obviamente enmarcadas en el contexto de las acaecidas previamente en Túnez y Egipto, considerando también la posibilidad de que hubieran estado fomentadas y potenciadas desde el exterior, dados los odios y recelos que Gadafi se había ido ganando durante los 42 años en los que estuvo en el poder.
El siguiente aspecto debatido fue el contexto de la intervención internacional, al amparo del principio de la Responsabilidad de Proteger de Naciones Unidas, pero que pudo ocultar otros intereses menos confesables, como el ansia de acabar de una vez por todas con quien había sido considerado como país patrocinador y protector del terrorismo internacional o como integrante de ese llamado Eje del Mal que declarara el presidente estadounidense George W. Bush en 2002.
La situación actual de auténtico caos y desastre humanitario, con una violencia rampante que enfrenta a multitud de grupos entre sí, fue analizada en detalle por los invitados. Las diferencias entre las tres zonas principales en que se divide el país –Tripolitania, al oeste, donde se sitúa Trípoli; Cirenaica, el este, cuya principal ciudad es Bengasi; y la región sureña de Fezzan- parecen irreconciliables, dando origen a permanentes enfrentamientos armados, cuyos efectos perniciosos sufre constantemente la población.
Recursos energéticos
En cuanto a las causas reales de la conflictividad actual, además de unas diferencias ideológicas y religiosas manipuladas por los líderes de los diferentes bandos para movilizar a los lugareños, se ha centrado el debate en las pugna por los recursos energéticos, la verdadera fuente de ingresos de la que ha vivido hasta ahora el país, si bien tampoco se puede olvidar, aunque revista menor entidad, el control de los escasos recursos hídricos y de las tierras cultivables asociadas.
En la misma línea, se comentó si lo que de verdad preocupa a Europa es la seguridad humana, en referencia a la población libia, o, por el contrario, su seguridad energética, es decir que no cese el flujo de los imprescindibles hidrocarburos hacia un Viejo Continente tan necesitado de ellos, sobre todo pensando que la actual inestabilidad libia pueda llegar a extenderse por otros países del entorno, como de hecho ya está ocurriendo en el Sahel tras la llegada de los tuaregs que habían servido en el ejército de Gadafi.
También se abordó la cuestión de la clara internalización del conflicto una vez que han comenzado a inmiscuirse directamente países como Qatar, EUA y Egipto.
Para finalizar, se hizo un ejercicio de prospectiva, analizando en detalle las posibles situaciones que se pueden dar en este complejo escenario. Desde la viabilidad de un país con dos parlamentos, un gobierno exiliado en Tobruk y con numerosos grupos armados enfrentados entre sí, a los que no puede hacer frente un ejército que no puede ni considerarse como tal.
Se valoró, por tanto, la hipótesis de una nueva intervención internacional, cuestionando su validez, qué tipo de fuerzas serían necesarios, qué países estarían dispuestos a aportarlas, cuáles serían sus cometidos y la finalidad perseguida, y si el pueblo libio aceptaría otra implicación extranjera, que de momento sólo parece haberles traído la desgracia.
En este sentido, asimismo se trató sobre la posibilidad de que el autodenominado Estado Islámico pudiera llegar a consolidarse -bien sólo o aliado con otro grupos yihadistas, como podría ser Ansar al-Sharia- en este territorio e incluso expandirse por los países limítrofes, generando así una muy directa amenaza para la seguridad de los países europeos, especialmente para los mediterráneos.
Como colofón, se habló de si todavía existe la posibilidad de que se llegue a una solución política, sobre si ésta debería pasar necesariamente por la partición del país, o si sería suficiente con la creación de una federación que diera cabida a las tres regiones diferenciadas, en la que quedara perfectamente matizada la repartición de los beneficios de los recursos energéticos. Asimismo se consideró la posibilidad de que el retorno de un hijo de Gadafi al poder representara una cierta recuperación de la estabilidad perdida en Libia.
Se dio por finalizado el debate con la esperanza de que las lecciones aprendidas de la intervención en Libia hayan sido lo suficientemente ejemplarizantes como para no volver a cometer los mismos errores en otros escenarios, en nombre de esos cientos de miles de seres humanos que son los que, al fin y a la postre, padecen las terribles consecuencias.
En este país magrebí se ha instalado la más completa inestabilidad desde que en 2011 se pusiera término al régimen de Gadafi, por parte de una coalición internacional liderada por la OTAN. Con la inseguridad esparcida por todo el país, existe el riesgo de que el extremismo más salvaje se extienda no sólo por la región, sino que también llegue a una Europa muy próxima a su costa, valiendo como ejemplo que la griega isla de Creta se encuentra a apenas 300 kilómetros de distancia, mientras que las islas baleares quedan a menos de 2.000 kilómetros.
Para intentar poner luz a lo que está sucediendo en este escenario que tanto puede afectar a España, el coloquio ha comenzado por conocer cómo era en realidad la Libia de Gadafi antes de 2011, pues se tiene la sensación de que, a pesar de ser un claro régimen autoritario, tampoco era el infierno que luego se hizo creer para justificar la intervención ante la ciudadanía de los países participantes. De hecho, los indicadores de sus servicios sociales (educación, sanidad,…) y nivel de vida (esperanza de vida, índice de desarrollo humano, PIB per cápita…) eran los más destacados de toda África y de parte de los países árabes.
Se ha continuado analizando cuáles fueron las razones internas que llevaron a que se produjeran las revueltas populares, además de estar obviamente enmarcadas en el contexto de las acaecidas previamente en Túnez y Egipto, considerando también la posibilidad de que hubieran estado fomentadas y potenciadas desde el exterior, dados los odios y recelos que Gadafi se había ido ganando durante los 42 años en los que estuvo en el poder.
El siguiente aspecto debatido fue el contexto de la intervención internacional, al amparo del principio de la Responsabilidad de Proteger de Naciones Unidas, pero que pudo ocultar otros intereses menos confesables, como el ansia de acabar de una vez por todas con quien había sido considerado como país patrocinador y protector del terrorismo internacional o como integrante de ese llamado Eje del Mal que declarara el presidente estadounidense George W. Bush en 2002.
La situación actual de auténtico caos y desastre humanitario, con una violencia rampante que enfrenta a multitud de grupos entre sí, fue analizada en detalle por los invitados. Las diferencias entre las tres zonas principales en que se divide el país –Tripolitania, al oeste, donde se sitúa Trípoli; Cirenaica, el este, cuya principal ciudad es Bengasi; y la región sureña de Fezzan- parecen irreconciliables, dando origen a permanentes enfrentamientos armados, cuyos efectos perniciosos sufre constantemente la población.
Recursos energéticos
En cuanto a las causas reales de la conflictividad actual, además de unas diferencias ideológicas y religiosas manipuladas por los líderes de los diferentes bandos para movilizar a los lugareños, se ha centrado el debate en las pugna por los recursos energéticos, la verdadera fuente de ingresos de la que ha vivido hasta ahora el país, si bien tampoco se puede olvidar, aunque revista menor entidad, el control de los escasos recursos hídricos y de las tierras cultivables asociadas.
En la misma línea, se comentó si lo que de verdad preocupa a Europa es la seguridad humana, en referencia a la población libia, o, por el contrario, su seguridad energética, es decir que no cese el flujo de los imprescindibles hidrocarburos hacia un Viejo Continente tan necesitado de ellos, sobre todo pensando que la actual inestabilidad libia pueda llegar a extenderse por otros países del entorno, como de hecho ya está ocurriendo en el Sahel tras la llegada de los tuaregs que habían servido en el ejército de Gadafi.
También se abordó la cuestión de la clara internalización del conflicto una vez que han comenzado a inmiscuirse directamente países como Qatar, EUA y Egipto.
Para finalizar, se hizo un ejercicio de prospectiva, analizando en detalle las posibles situaciones que se pueden dar en este complejo escenario. Desde la viabilidad de un país con dos parlamentos, un gobierno exiliado en Tobruk y con numerosos grupos armados enfrentados entre sí, a los que no puede hacer frente un ejército que no puede ni considerarse como tal.
Se valoró, por tanto, la hipótesis de una nueva intervención internacional, cuestionando su validez, qué tipo de fuerzas serían necesarios, qué países estarían dispuestos a aportarlas, cuáles serían sus cometidos y la finalidad perseguida, y si el pueblo libio aceptaría otra implicación extranjera, que de momento sólo parece haberles traído la desgracia.
En este sentido, asimismo se trató sobre la posibilidad de que el autodenominado Estado Islámico pudiera llegar a consolidarse -bien sólo o aliado con otro grupos yihadistas, como podría ser Ansar al-Sharia- en este territorio e incluso expandirse por los países limítrofes, generando así una muy directa amenaza para la seguridad de los países europeos, especialmente para los mediterráneos.
Como colofón, se habló de si todavía existe la posibilidad de que se llegue a una solución política, sobre si ésta debería pasar necesariamente por la partición del país, o si sería suficiente con la creación de una federación que diera cabida a las tres regiones diferenciadas, en la que quedara perfectamente matizada la repartición de los beneficios de los recursos energéticos. Asimismo se consideró la posibilidad de que el retorno de un hijo de Gadafi al poder representara una cierta recuperación de la estabilidad perdida en Libia.
Se dio por finalizado el debate con la esperanza de que las lecciones aprendidas de la intervención en Libia hayan sido lo suficientemente ejemplarizantes como para no volver a cometer los mismos errores en otros escenarios, en nombre de esos cientos de miles de seres humanos que son los que, al fin y a la postre, padecen las terribles consecuencias.
Perfiles
José María Blanco Navarro es Director del Centro de Análisis y Prospectiva de la Guardia Civil, Consejero del Instituto Universitario de Investigación en Seguridad Interior, y Codirector del Área de Estudios Estratégicos e Inteligencia del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid.
Jesús Gil Fuensanta es doctor en Filosofía y Letras (sección Arqueología) y en Prehistoria, por la UAM. Ha cursado estudios en universidades de Italia, Holanda, Alemania, Francia y Turquía. Actualmente es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.Desde 1995 dirige la Misión Arqueológica española en Turquía -Proyecto Tilbes-, centrado en el este de Anatolia. Es autor de una Breve Historia de Turquía y ha publicado más de 60 artículos científicos en diversos idiomas.Es un gran conocedor de los países de mayoría musulmana y de Oriente Medio.
Jesús Gil Fuensanta es doctor en Filosofía y Letras (sección Arqueología) y en Prehistoria, por la UAM. Ha cursado estudios en universidades de Italia, Holanda, Alemania, Francia y Turquía. Actualmente es profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.Desde 1995 dirige la Misión Arqueológica española en Turquía -Proyecto Tilbes-, centrado en el este de Anatolia. Es autor de una Breve Historia de Turquía y ha publicado más de 60 artículos científicos en diversos idiomas.Es un gran conocedor de los países de mayoría musulmana y de Oriente Medio.