Los nuevos descubrimientos del mundo oceánico de Cassini y Hubble ayudarán a la búsqueda de vida más allá de la Tierra. Créditos: NASA / JPL-Caltech
El científico Alan Stern, del Southwest Research Institute de Boulder, en Colorado, afirma que la mayoría de los seres de otros planetas, si realmente existen, podrían estar enterrados bajo densas capas de hielo en sus respectivos planetas que les impedirían comunicarse con la Tierra.
Esta hipótesis la expuso la semana pasada en la reunión anual de la American Astronomy Society Division for Planetary Sciences, que se desarrolló en Provo, Utah, y a ella le dedica un artículo la revista Science.
Esta teoría podría explicar la ausencia de señales procedentes de otras civilizaciones tecnológicamente avanzadas, un enigma conocido con el nombre de paradoja de Fermi.
La paradoja de Fermi es la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones.
Actualmente se cree que al menos en el 10% de las galaxias conocidas es posible la existencia de vida compleja. Según datos de la NASA, en la actualidad hay 3.545 exoplanetas potencialmente análogos a la Tierra y otros 4.696 candidatos en espera de confirmación.
La paradoja de Fermi, surgida en 1950, ha tenido importantes implicaciones en los proyectos de búsqueda de señales de civilizaciones extraterrestres (SETI). Estos proyectos tratan de encontrar vida extraterrestre inteligente, ya sea por medio del análisis de señales electromagnéticas capturadas en distintos radiotelescopios, o bien enviando mensajes de distintas naturalezas al espacio con la esperanza de que alguno de ellos sea contestado.
Sin embargo, ha sido desde hace poco tiempo que los astrónomos han comprendido hasta qué punto los océanos son comunes en nuestro sistema solar. Su presencia puede observarse en diversas lunas de Júpiter, Saturno y Neptuno, e incluso sobre el lejano Plutón.
Enterrados bajo hielo
Todos estos planetas tienen el hielo como la principal componente de sus cortezas. Este hielo forma montañas imponentes y cañones agrietados en sus superficies, aunque se presenta también en forma de agua líquida a poca profundidad bajo el hielo.
Los acontecimientos hidrotermales en esos fondos oceánicos podrían bombear elementos nutritivos a su entorno, de la misma forma que ocurre en los ecosistemas oceánicos del fondo de los océanos de nuestro planeta.
Estas fuentes de vida, protegidas del espacio por una espesa capa de hielo, podrían incluso ser más productivas que nuestro entorno planetario, más expuesto porque está a cielo abierto.
Si estos organismos vivos evolucionaron en los mundos oceánicos de otros planetas y se desarrollaron como organismos inteligentes, es posible que ni siquiera conozcan todavía el universo como nosotros, según Stern. Añade que es posible que su programa espacial se limite todavía a la exploración de la superficie de sus respectivos planetas.
En consecuencia, puede que la mayoría de las criaturas extraterrestres probablemente se encuentren en las profundidades de sus planetas natales, en océanos sumergidos bajo imponentes capas de hielo, resume Stern, sin posibilidades de comunicarse con nosotros.
Añade que, si esas civilizaciones no nos encuentran podría ser también porque piensan que la comunicación a larga distancia no vale la pena, sobre todo si creen que otras civilizaciones, como la nuestra, están atrapadas también en sus propias burbujas heladas.
Esta hipótesis la expuso la semana pasada en la reunión anual de la American Astronomy Society Division for Planetary Sciences, que se desarrolló en Provo, Utah, y a ella le dedica un artículo la revista Science.
Esta teoría podría explicar la ausencia de señales procedentes de otras civilizaciones tecnológicamente avanzadas, un enigma conocido con el nombre de paradoja de Fermi.
La paradoja de Fermi es la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones.
Actualmente se cree que al menos en el 10% de las galaxias conocidas es posible la existencia de vida compleja. Según datos de la NASA, en la actualidad hay 3.545 exoplanetas potencialmente análogos a la Tierra y otros 4.696 candidatos en espera de confirmación.
La paradoja de Fermi, surgida en 1950, ha tenido importantes implicaciones en los proyectos de búsqueda de señales de civilizaciones extraterrestres (SETI). Estos proyectos tratan de encontrar vida extraterrestre inteligente, ya sea por medio del análisis de señales electromagnéticas capturadas en distintos radiotelescopios, o bien enviando mensajes de distintas naturalezas al espacio con la esperanza de que alguno de ellos sea contestado.
Sin embargo, ha sido desde hace poco tiempo que los astrónomos han comprendido hasta qué punto los océanos son comunes en nuestro sistema solar. Su presencia puede observarse en diversas lunas de Júpiter, Saturno y Neptuno, e incluso sobre el lejano Plutón.
Enterrados bajo hielo
Todos estos planetas tienen el hielo como la principal componente de sus cortezas. Este hielo forma montañas imponentes y cañones agrietados en sus superficies, aunque se presenta también en forma de agua líquida a poca profundidad bajo el hielo.
Los acontecimientos hidrotermales en esos fondos oceánicos podrían bombear elementos nutritivos a su entorno, de la misma forma que ocurre en los ecosistemas oceánicos del fondo de los océanos de nuestro planeta.
Estas fuentes de vida, protegidas del espacio por una espesa capa de hielo, podrían incluso ser más productivas que nuestro entorno planetario, más expuesto porque está a cielo abierto.
Si estos organismos vivos evolucionaron en los mundos oceánicos de otros planetas y se desarrollaron como organismos inteligentes, es posible que ni siquiera conozcan todavía el universo como nosotros, según Stern. Añade que es posible que su programa espacial se limite todavía a la exploración de la superficie de sus respectivos planetas.
En consecuencia, puede que la mayoría de las criaturas extraterrestres probablemente se encuentren en las profundidades de sus planetas natales, en océanos sumergidos bajo imponentes capas de hielo, resume Stern, sin posibilidades de comunicarse con nosotros.
Añade que, si esas civilizaciones no nos encuentran podría ser también porque piensan que la comunicación a larga distancia no vale la pena, sobre todo si creen que otras civilizaciones, como la nuestra, están atrapadas también en sus propias burbujas heladas.
Nueva perspectiva
La teoría de Stern no es la única novedad reciente en el campo de la búsqueda de vida extraterrestre, que ocupa a los científicos desde los años 70 del siglo pasado. Un reciente artículo escrito por Nathalie Cabrol, directora del Centro Carl Sagan del SETI, abre nuevos horizontes a esta búsqueda.
En su artículo, la autora parte de la base de que no disponemos de herramientas adecuadas para detectar vida fuera de la Tierra y de que las observaciones ópticas y de radio no son suficientes para lograrlo.
Esta incapacidad se debe básicamente a la grandeza del Universo, incluso del más cercano a nosotros, que dificulta una exploración adecuada de la vida más allá de nuestro planeta.
Lo que propone es trascender los métodos de búsqueda empleados hasta ahora para acortar distancias. El objetivo sería conjugar todos los recursos disponibles en las diferentes disciplinas, Física, Biología, Sociedad, Informática, en el seno de un instituto virtual que se encargaría de detectar y desarrollar las diferentes tecnologías que podrían obtenerse de esta combinación de técnicas y conocimientos.
Considera que sería la única forma de trascender la perspectiva actual, demasiado antropocéntrica para sintonizar con otras posibles formas de vida. La nueva perspectiva debería ser capaz de imaginar formas de vida extraterrestre muy diferentes a la nuestra, sin poder apoyarse en referencia alguna conocida. La tesis de Stern es, posiblemente, un primer paso en esa dirección.
La teoría de Stern no es la única novedad reciente en el campo de la búsqueda de vida extraterrestre, que ocupa a los científicos desde los años 70 del siglo pasado. Un reciente artículo escrito por Nathalie Cabrol, directora del Centro Carl Sagan del SETI, abre nuevos horizontes a esta búsqueda.
En su artículo, la autora parte de la base de que no disponemos de herramientas adecuadas para detectar vida fuera de la Tierra y de que las observaciones ópticas y de radio no son suficientes para lograrlo.
Esta incapacidad se debe básicamente a la grandeza del Universo, incluso del más cercano a nosotros, que dificulta una exploración adecuada de la vida más allá de nuestro planeta.
Lo que propone es trascender los métodos de búsqueda empleados hasta ahora para acortar distancias. El objetivo sería conjugar todos los recursos disponibles en las diferentes disciplinas, Física, Biología, Sociedad, Informática, en el seno de un instituto virtual que se encargaría de detectar y desarrollar las diferentes tecnologías que podrían obtenerse de esta combinación de técnicas y conocimientos.
Considera que sería la única forma de trascender la perspectiva actual, demasiado antropocéntrica para sintonizar con otras posibles formas de vida. La nueva perspectiva debería ser capaz de imaginar formas de vida extraterrestre muy diferentes a la nuestra, sin poder apoyarse en referencia alguna conocida. La tesis de Stern es, posiblemente, un primer paso en esa dirección.