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El gen que permite a los adultos europeos digerir la leche se propagó hace 4.000 años  24/11/2015


Hace 4.000 años, los europeos adquirieron la capacidad de digerir la leche más allá de su infancia, un cambio marcado por la aparición en el continente de un gen relacionado con la persistencia de la enzima lactasa. Esta es una de las principales conclusiones de una investigación de un equipo internacional con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha determinado los genes más frecuentes en los europeos en los últimos 8.000 años.

Los resultados, publicados en Nature, se han obtenido tras analizar los genomas de 230 individuos de la Prehistoria europea, entre ellos 15 de la Cueva del Mirador, en Atapuerca (Burgos).

El trabajo, liderado por científicos del Broad Institute de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), el University College de Dublín (Irlanda), y el Max Planck Institute (Alemania), destaca 12 variantes genéticas seleccionadas a lo largo de miles de años como respuesta a diversos desafíos adaptativos.

Actualmente, la mutación del gen de la lactasa que asegura su persistencia está presente en el 100% de los europeos del norte de Europa. “Hace 4.000 años era una mutación residual, lo que quiere decir que posteriormente fue seleccionada por las poblaciones europeas por la gran ventaja que suponía disponer de la leche como fuente de alimento durante la vida adulta”, explica el investigador del CSIC Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (centro mixto del CSIC y la Universitat Pompeu Fabra).

La capacidad para digerir la leche es una de las muchas adaptaciones que surgieron con la llegada de la agricultura y ganadería a Europa hace 8.500 años. Aunque se desconoce el origen exacto de la mutación de la enzima lactasa, los científicos la han hallado por primera vez en individuos del centro y norte de Europa que vivieron a finales del Neolítico. En concreto, en las muestras analizadas procedentes de Suecia, Hungría y Alemania, que tienen una antigüedad de poco más de 4.000 años.

“La mutación no se requiere si procesas la leche, por ejemplo, para hacer queso; por lo tanto, no significa que estas poblaciones no aprovecharan antes este recurso. Hacia la Edad de Cobre, la fuerte influencia que Centroeuropa recibe de los nómadas de las estepas podría indicar que fueron ellos los que introdujeron el cambio genético en el continente, pero no se sabe con exactitud”, precisa Lalueza-Fox.

Los científicos han hallado mutaciones implicadas en la piel clara de los europeos actuales, rasgos ausentes en las poblaciones de cazadores-recolectores del Mesolítico (hace entre 10.000 y 5.000 años). El trabajo indica otros aspectos que dependen de centenares de genes, como la estatura, que fue decreciendo en las poblaciones ibéricas a partir del Neolítico. Algunos de los genes seleccionados por los europeos tienen un interés biomédico y se han relacionado, en concreto, con la enfermedad celíaca.


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CSIC

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