El mexicano Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), en su sede de Irapuato, utiliza diferentes cepas de hongos y bacterias para promover el desarrollo y la salud de los árboles, lo que les ha permitido acelerar el crecimiento de diferentes especies hasta un 40%.

“Comprobamos que en un periodo de tres años se obtienen ejemplares de encinas, pinos, mezquites y huizaches de entre dos y tres metros, proceso que por lo general ocurre entre seis o siete años. Y aplicado a árboles de cítricos, manzana, guayaba o limón, se logra que fructifiquen entre los tres y los cuatro años, cuando normalmente lo hacen a los seis”, refiere el investigador, adscrito al Departamento de Biotecnología y Bioquímica del Cinvestav.

Las bacterias benéficas se localizan en la zona inmediata a la raíz, y entre ellas existe un grupo clasificado como “promotoras del crecimiento”, las cuales cumplen la función de ayudar al desarrollo de la planta al protegerla del ataque de microorganismos patógenos o mediante la producción de fitohormonas, sustancias que permiten un abastecimiento de nutrientes y agua.

Una de las partes fallidas de los sistemas de reforestación es lograr la supervivencia de las especies cuando son plantadas. Los hongos que aportan beneficios son los denominados micorrízicos, que al estar en contacto con las raíces realizan una comunicación bioquímica que permite a los árboles adaptarse sin problema cuando se trasplantan.

Además, el microorganismo se encarga de explorar el suelo más allá de lo que pueden alcanzar las raíces para llevarles elementos útiles para su desarrollo, como el fósforo. Las plantas con hongos micorrízicos realizan la fotosíntesis de manera más eficiente, utilizando menos agua para esta función que aquellas que no los contienen.

Sin embargo, no todas las bacterias ni los hongos actúan con la misma eficiencia. “Una parte muy importante de la investigación consistió en seleccionar las mejores cepas específicas para cada tipo de árbol", añade Olalde.

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