En 2013, un estudio del Southwest Research Institute (EEUU) reveló que los viajeros humanos a Marte absorberían durante su viaje una cantidad de radiación más de seis veces mayor a la recomendada en la Tierra durante un año. El dato fue obtenido a partir de mediciones realizadas por el rover Curiosity en su trayectoria hacia el planeta rojo.
Ahora, otra investigación realizada por el científico Charles Limoli y sus colaboradores, de la Universidad de California en Irvine (UCI, también en EE UU), ha revelado el efecto que esa radiación cósmica tendría en el cerebro humano.
Los científicos hallaron que la exposición a partículas cargadas de alta energía – similares a las que se encuentran en los rayos cósmicos galácticos que bombardearían a los astronautas durante vuelos espaciales prolongados- causaría daños importantes en el sistema nervioso central, generando alteraciones cognitivas, como déficits de memoria y pérdida de la conciencia. Además, dicha exposición podría tener consecuencias adversas para la cognición que durasen toda la vida.
Neuronas iluminadas revelan los daños
El estudio se realizó con ratas que fueron genéticamente modificadas para que sus neuronas fueran fluorescentes y brillantes, de tal manera que se pudiera observar en ellas los efectos de la radiación, informa la UCI en un comunicado. Durante el experimento, los roedores pasaron brevemente por un haz de radiación de alta energía.
Seis semanas más tarde, fueron detectados diversos cambios en el cerebro de los animales. Por una parte, se constató que la exposición a las partículas radiactivas resultó en la inflamación del cerebro, una circunstancia que interrumpe la transmisión de señales entre neuronas.
Por otro lado, se halló que la radiación había reducido el número de dendritas, que son unas estructuras ramificadas que sobresalen de las neuronas y que llevan las señales electroquímicas. La pérdida de estas ramas dendríticas supone la pérdida de conexión entre neuronas y está vinculada con el deterioro cognitivo del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Estos cambios estructurales en el cerebro de las ratas conllevaron una disminución en su rendimiento en tareas de comportamiento que se les aplicaron, diseñadas para probar su capacidad de aprendizaje y de memoria.
Los déficits cognitivos en astronautas sometidos a unas condiciones de radiación similares tardarían tiempo en manifestarse, pero en viajes espaciales largos acabarían apareciendo, lo que supondría un peligro para la buena marcha del desplazamiento y para la seguridad personal de los viajeros.
En cambio, las personas que trabajan en la Estación Espacial Internacional (ISS) no sufren el mismo riesgo, a pesar de que pasan en ella largos períodos, pues la ISS no recibe el mismo nivel de bombardeo de rayos cósmicos galácticos porque aún se encuentra dentro de la magnetosfera protectora de la Tierra.
Ahora, otra investigación realizada por el científico Charles Limoli y sus colaboradores, de la Universidad de California en Irvine (UCI, también en EE UU), ha revelado el efecto que esa radiación cósmica tendría en el cerebro humano.
Los científicos hallaron que la exposición a partículas cargadas de alta energía – similares a las que se encuentran en los rayos cósmicos galácticos que bombardearían a los astronautas durante vuelos espaciales prolongados- causaría daños importantes en el sistema nervioso central, generando alteraciones cognitivas, como déficits de memoria y pérdida de la conciencia. Además, dicha exposición podría tener consecuencias adversas para la cognición que durasen toda la vida.
Neuronas iluminadas revelan los daños
El estudio se realizó con ratas que fueron genéticamente modificadas para que sus neuronas fueran fluorescentes y brillantes, de tal manera que se pudiera observar en ellas los efectos de la radiación, informa la UCI en un comunicado. Durante el experimento, los roedores pasaron brevemente por un haz de radiación de alta energía.
Seis semanas más tarde, fueron detectados diversos cambios en el cerebro de los animales. Por una parte, se constató que la exposición a las partículas radiactivas resultó en la inflamación del cerebro, una circunstancia que interrumpe la transmisión de señales entre neuronas.
Por otro lado, se halló que la radiación había reducido el número de dendritas, que son unas estructuras ramificadas que sobresalen de las neuronas y que llevan las señales electroquímicas. La pérdida de estas ramas dendríticas supone la pérdida de conexión entre neuronas y está vinculada con el deterioro cognitivo del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Estos cambios estructurales en el cerebro de las ratas conllevaron una disminución en su rendimiento en tareas de comportamiento que se les aplicaron, diseñadas para probar su capacidad de aprendizaje y de memoria.
Los déficits cognitivos en astronautas sometidos a unas condiciones de radiación similares tardarían tiempo en manifestarse, pero en viajes espaciales largos acabarían apareciendo, lo que supondría un peligro para la buena marcha del desplazamiento y para la seguridad personal de los viajeros.
En cambio, las personas que trabajan en la Estación Espacial Internacional (ISS) no sufren el mismo riesgo, a pesar de que pasan en ella largos períodos, pues la ISS no recibe el mismo nivel de bombardeo de rayos cósmicos galácticos porque aún se encuentra dentro de la magnetosfera protectora de la Tierra.
Un sueño peligroso
Viajar a Marte es un sueño que abraza la humanidad desde hace años, especialmente desde que el sueño se está volviendo más realista. La evolución de los programas espaciales de la NASA en esta dirección sigue avanzando. Pero ya se sabía que estos viajes entrañarían riesgos para la salud humana.
Además de los potenciales daños para el cerebro, la investigación de Mars 500, el mayor simulacro de un viaje a Marte, demostró a principios de 2013 que los astronautas se volverían más sedentarios y “adormecidos” durante un traslado de estas características.
Otros efectos que se sabe tendrían los viajes a Marte serían las náuseas, la debilidad, la visión borrosa (síntomas ya constatados en viajes espaciales cortos). Pero, además, también es sabido que la exposición prolongada a la radiación aumenta el riesgo de padecer cáncer o pérdida de masa ósea.
Para eludir estos peligros, la solución que se contempla es reducir el tiempo que se tarda en llegar al planeta rojo. La distancia entre la Tierra y Marte varía según el movimiento de los planetas alrededor del Sol, de manera que la más larga puede llegar a ser de 102 millones de kilómetros y, la más corta, de 59 millones. En función de esa distancia, el viaje podría durar entre 18 meses y tres años. Además, se intenta acortar el viaje desarrollando tecnología punta, como nuevos sistemas de propulsión.
Viajar a Marte es un sueño que abraza la humanidad desde hace años, especialmente desde que el sueño se está volviendo más realista. La evolución de los programas espaciales de la NASA en esta dirección sigue avanzando. Pero ya se sabía que estos viajes entrañarían riesgos para la salud humana.
Además de los potenciales daños para el cerebro, la investigación de Mars 500, el mayor simulacro de un viaje a Marte, demostró a principios de 2013 que los astronautas se volverían más sedentarios y “adormecidos” durante un traslado de estas características.
Otros efectos que se sabe tendrían los viajes a Marte serían las náuseas, la debilidad, la visión borrosa (síntomas ya constatados en viajes espaciales cortos). Pero, además, también es sabido que la exposición prolongada a la radiación aumenta el riesgo de padecer cáncer o pérdida de masa ósea.
Para eludir estos peligros, la solución que se contempla es reducir el tiempo que se tarda en llegar al planeta rojo. La distancia entre la Tierra y Marte varía según el movimiento de los planetas alrededor del Sol, de manera que la más larga puede llegar a ser de 102 millones de kilómetros y, la más corta, de 59 millones. En función de esa distancia, el viaje podría durar entre 18 meses y tres años. Además, se intenta acortar el viaje desarrollando tecnología punta, como nuevos sistemas de propulsión.
Referencia bibliográfica:
Vipan K. Parihar, Barrett Allen, Katherine K. Tran, Trisha G. Macaraeg, Esther M. Chu, Stephanie F. Kwok, Nicole N. Chmielewski, Brianna M. Craver, Janet E. Baulch, Munjal M. Acharya, Francis A. Cucinotta, Charles L. Limoli. What happens to your brain on the way to Mars. Science Advances (2015). DOI: 10.1126/sciadv.1400256.
Vipan K. Parihar, Barrett Allen, Katherine K. Tran, Trisha G. Macaraeg, Esther M. Chu, Stephanie F. Kwok, Nicole N. Chmielewski, Brianna M. Craver, Janet E. Baulch, Munjal M. Acharya, Francis A. Cucinotta, Charles L. Limoli. What happens to your brain on the way to Mars. Science Advances (2015). DOI: 10.1126/sciadv.1400256.