La ecolocación o ecolocalización es la capacidad de conocer un entorno por medio de la emisión de sonidos y la interpretación del eco que los objetos de dicho entorno devuelven a ese sonido.
Animales como los murciélagos o los delfines tienen esta habilidad, y también algunas personas ciegas. Normalmente, estas practican la ecolocación emitiendo un clic palatal, una especie de chasquido que se produce colocando la punta de la lengua en el velo del paladar (justo detrás de los dientes) y realizando un movimiento hacia atrás.
Ahora, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Western Ontario, en Canadá, ha demostrado que la ecolocación en individuos ciegos es una forma completa de sustitución sensorial, y que implica a regiones del cerebro normalmente asociadas con la percepción visual.
"Nuestros experimentos muestran que la ecolocalización no es sólo una herramienta para ayudar a las personas con discapacidad visual a orientarse en su entorno, sino un eficaz reemplazo sensorial de la visión, que permite reconocer la forma, el tamaño y las propiedades materiales de los objetos", explica Mel Goodale, uno de los autores de la investigación en un comunicado de la Cannadian Association for Neuroscience difundido por Eurekalert!
Así, según los experimentos realizados para el presente estudio, la información obtenida a través de las señales auditivas proporcionadas por la ecolocación serían codificadas por las mismas regiones del cerebro que codifican las señales visuales en videntes.
Animales como los murciélagos o los delfines tienen esta habilidad, y también algunas personas ciegas. Normalmente, estas practican la ecolocación emitiendo un clic palatal, una especie de chasquido que se produce colocando la punta de la lengua en el velo del paladar (justo detrás de los dientes) y realizando un movimiento hacia atrás.
Ahora, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Western Ontario, en Canadá, ha demostrado que la ecolocación en individuos ciegos es una forma completa de sustitución sensorial, y que implica a regiones del cerebro normalmente asociadas con la percepción visual.
"Nuestros experimentos muestran que la ecolocalización no es sólo una herramienta para ayudar a las personas con discapacidad visual a orientarse en su entorno, sino un eficaz reemplazo sensorial de la visión, que permite reconocer la forma, el tamaño y las propiedades materiales de los objetos", explica Mel Goodale, uno de los autores de la investigación en un comunicado de la Cannadian Association for Neuroscience difundido por Eurekalert!
Así, según los experimentos realizados para el presente estudio, la información obtenida a través de las señales auditivas proporcionadas por la ecolocación serían codificadas por las mismas regiones del cerebro que codifican las señales visuales en videntes.
La composición de los objetos
En estudios previos, ya se había analizado cómo los ecolocadores detectan la forma y distancia de los objetos. Los científicos canadienses, por su parte, quisieron averiguar, además, cómo estas personas perciben los materiales de los que están hechas las cosas.
"Sorprendentemente, los ciegos expertos en ecolocación pueden decir si algo es duro o blando, denso o no, con sólo escuchar los ecos que rebotan de los materiales", asegura Goodale.
Para determinar cómo los cerebros de los ecolocadores procesan estas señales auditivas, los investigadores registraron los ecos producidos por los clics de los ecolocadores en diferentes materiales (una manta, follaje artificial y una pizarra digital); y observaron, con la técnica de registro de imágenes cerebrales fMRI, la respuesta del cerebro a estos sonidos en personas videntes, ciegos no ecolocadores e invidentes ecolocadores.
Las pruebas demostraron que dichas señales auditivas activaban una región del cerebro llamada corteza del hipocampo (APS) en los ciegos expertos en ecolocalización, pero no en las personas videntes ni en los ciegos no ecolocadores. La activación de esta área cerebral ha sido relacionada con la percepción visual en personas videntes.
Curiosamente, otros experimentos demostraron que los ciegos ecolocadores también están sujetos a ilusiones, por ejemplo, a la influencia del tamaño de un objeto en la percepción de su masa. Esto también demuestra que la ecolocalización es una forma efectiva de sustitución sensorial de la visión.
En estudios previos, ya se había analizado cómo los ecolocadores detectan la forma y distancia de los objetos. Los científicos canadienses, por su parte, quisieron averiguar, además, cómo estas personas perciben los materiales de los que están hechas las cosas.
"Sorprendentemente, los ciegos expertos en ecolocación pueden decir si algo es duro o blando, denso o no, con sólo escuchar los ecos que rebotan de los materiales", asegura Goodale.
Para determinar cómo los cerebros de los ecolocadores procesan estas señales auditivas, los investigadores registraron los ecos producidos por los clics de los ecolocadores en diferentes materiales (una manta, follaje artificial y una pizarra digital); y observaron, con la técnica de registro de imágenes cerebrales fMRI, la respuesta del cerebro a estos sonidos en personas videntes, ciegos no ecolocadores e invidentes ecolocadores.
Las pruebas demostraron que dichas señales auditivas activaban una región del cerebro llamada corteza del hipocampo (APS) en los ciegos expertos en ecolocalización, pero no en las personas videntes ni en los ciegos no ecolocadores. La activación de esta área cerebral ha sido relacionada con la percepción visual en personas videntes.
Curiosamente, otros experimentos demostraron que los ciegos ecolocadores también están sujetos a ilusiones, por ejemplo, a la influencia del tamaño de un objeto en la percepción de su masa. Esto también demuestra que la ecolocalización es una forma efectiva de sustitución sensorial de la visión.
Aprender a ecolocalizar
Debido a que la ecolocalización permite a las personas ciegas percibir objetos a distancia (sin tener que acercarse a tocarlos), se contempla cada vez más como una alternativa a la visión. De hecho, algunos ecolocadores son lo suficientemente competentes como para utilizar esta capacidad en la realización de tareas tan complejas como montar en bicicleta o jugar al baloncesto.
La ecolocalización, por tanto, puede ser aprovechada para que ciegos y personas parcialmente ciegas puedan obtener cierto grado de independencia, aseguró Goodale en 2011, en la presentación de otra de sus investigaciones a este respecto.
Pero, ¿qué hay que hacer para ser un buen ecolocador? Para empezar, hay que tener una buena audición de tonos altos en ambos oídos, ha revelado un estudio reciente realizado por la Universidad de Southampton (Reino Unido).
El hallazgo es importante porque, con la edad, se puede perder audición y, para recuperarla, los servicios de audífonos tienden a centrarse en un solo oído. Pero si alguien necesita escuchar ecos en su vida diaria para ecolocalizarse, puede necesitar audífonos en ambos oídos, advierten los autores de esta otra investigación.
Por otra parte, estos mismos científicos han constatado que la capacidad para localizar un objeto a partir de su eco decrece rápidamente al aumentar la distancia con respecto a dicho objeto; aunque el movimiento de la cabeza puede ayudar a aumentar la capacidad de ecolocalización en distancias mayores.
Por último, también está la práctica. Según expertos, con dos horas de práctica al día durante un par de semanas se puede lograr distinguir si se tiene un objeto delante, y en otras dos semanas, diferenciar, por ejemplo, los árboles de una acera.
Ejemplos de autodidactismo altamente eficiente en este terreno han sido el del estadounidense Daniel Kish, el único ciego que ha conseguido el certificado de guía de otra persona invidente; y el de Ben Underwood, considerado como el mejor ecolocador del mundo hasta su fallecimiento, a comienzos de 2009, a la tierna edad de 16 años, como consecuencia del mismo cáncer que lo dejó ciego. A pesar de su ceguera, Underwood era capaz de jugar al fútbol o montar en monopatín gracias a su capacidad ecolocalizadora.
Debido a que la ecolocalización permite a las personas ciegas percibir objetos a distancia (sin tener que acercarse a tocarlos), se contempla cada vez más como una alternativa a la visión. De hecho, algunos ecolocadores son lo suficientemente competentes como para utilizar esta capacidad en la realización de tareas tan complejas como montar en bicicleta o jugar al baloncesto.
La ecolocalización, por tanto, puede ser aprovechada para que ciegos y personas parcialmente ciegas puedan obtener cierto grado de independencia, aseguró Goodale en 2011, en la presentación de otra de sus investigaciones a este respecto.
Pero, ¿qué hay que hacer para ser un buen ecolocador? Para empezar, hay que tener una buena audición de tonos altos en ambos oídos, ha revelado un estudio reciente realizado por la Universidad de Southampton (Reino Unido).
El hallazgo es importante porque, con la edad, se puede perder audición y, para recuperarla, los servicios de audífonos tienden a centrarse en un solo oído. Pero si alguien necesita escuchar ecos en su vida diaria para ecolocalizarse, puede necesitar audífonos en ambos oídos, advierten los autores de esta otra investigación.
Por otra parte, estos mismos científicos han constatado que la capacidad para localizar un objeto a partir de su eco decrece rápidamente al aumentar la distancia con respecto a dicho objeto; aunque el movimiento de la cabeza puede ayudar a aumentar la capacidad de ecolocalización en distancias mayores.
Por último, también está la práctica. Según expertos, con dos horas de práctica al día durante un par de semanas se puede lograr distinguir si se tiene un objeto delante, y en otras dos semanas, diferenciar, por ejemplo, los árboles de una acera.
Ejemplos de autodidactismo altamente eficiente en este terreno han sido el del estadounidense Daniel Kish, el único ciego que ha conseguido el certificado de guía de otra persona invidente; y el de Ben Underwood, considerado como el mejor ecolocador del mundo hasta su fallecimiento, a comienzos de 2009, a la tierna edad de 16 años, como consecuencia del mismo cáncer que lo dejó ciego. A pesar de su ceguera, Underwood era capaz de jugar al fútbol o montar en monopatín gracias a su capacidad ecolocalizadora.