Es un hecho: no existe diferencia alguna en las capacidades matemáticas de niños y de niñas. Así lo constató en 2011 un estudio realizado por especialistas de la Universidad de Wisconsin (EEUU) con datos de tests matemáticos realizados por el Programa de Evaluación de Estudiantes de la OCDE (PISA), entre otras fuentes, en nada menos que 86 países.
Sin embargo, advirtieron los autores de la investigación, aunque no haya diferencia a nivel biológico, es cierto que cuanto mayor es la igualdad entre sexos en un país, más se parecen los rendimientos matemáticos de niños y de niñas. Es decir, que el factor cultural resulta determinante en este sentido.
Los investigadores señalaron que la clave está en los estereotipos. Así, aunque los datos demuestren que las niñas pueden ser tan buenas en matemáticas como los niños, los estereotipos provocan un daño persistente en sus capacidades: el mero hecho de estar en una cultura que señala que los hombres son mejores que las mujeres para la ciencia y las matemáticas es suficiente para que las más capacitadas elijan seguir otro camino.
La percepción errónea
Ahora, un nuevo estudio realizado en la Universidad Estatal de Florida (EEUU) vuelve a incidir en este asunto. En este caso, sus autores hablan del riesgo de una “percepción errónea” concreta en las niñas: la creencia de que la capacidad para las matemáticas difíciles es algo que se tiene o no se tiene, que no se puede adquirir.
Esta idea, señala la investigación, está impidiendo actualmente a muchas niñas estadounidenses optar por una especialización en física, ingeniería, matemáticas o ciencias de la computación. Pero el estudio arroja un dato positivo, pues ha demostrado que las escuelas, las familias y los responsables políticos pueden ayudar a las estudiantes a cambiar sus percepciones erróneas.
"Nuestros resultados indican la posibilidad de que haya más mujeres dispuestas a estudiar ciencias de la computación sí estas perciben sus habilidades matemáticas como ‘fuertes’, y se abren a su desarrollo en esta dirección", explica en un comunicado difundido por Eurekalert! Lara Pérez-Felkner, coautora del estudio, que se centró en las posibilidades de que las niñas eligieran o no seguir esta especialidad.
Para alcanzar esta conclusión, Pérez-Felkner y su equipo analizaron a 4.450 estudiantes de 750 escuelas secundarias de todo EEUU durante el período 2002-2012. Lo hicieron a través de los registros del Estudio Longitudinal del Centro Nacional de Estadísticas de la Educación del país.
Resultados reveladores
Los resultados fueron reveladores. Por una parte, en la autopercepción de las habilidades matemáticas propias se constató que, mientras los niños en la escuela secundaria tienden a sobrestimar sus habilidades en matemáticas, las niñas hacen justo lo contrario, tienden a subestimarlas.
Sin embargo, aquellas que sí las valoraban, mostraron 3,3 probabilidades más de especializarse en ciencias de la computación que el resto. Por otra parte, aquellas niñas que tenían la percepción de que la habilidad matemática sí se puede desarrollar a través del aprendizaje, presentaron 2,3 veces más probabilidades de especializarse en esta carrera que las niñas que creían justo lo contrario.
Sin embargo, advirtieron los autores de la investigación, aunque no haya diferencia a nivel biológico, es cierto que cuanto mayor es la igualdad entre sexos en un país, más se parecen los rendimientos matemáticos de niños y de niñas. Es decir, que el factor cultural resulta determinante en este sentido.
Los investigadores señalaron que la clave está en los estereotipos. Así, aunque los datos demuestren que las niñas pueden ser tan buenas en matemáticas como los niños, los estereotipos provocan un daño persistente en sus capacidades: el mero hecho de estar en una cultura que señala que los hombres son mejores que las mujeres para la ciencia y las matemáticas es suficiente para que las más capacitadas elijan seguir otro camino.
La percepción errónea
Ahora, un nuevo estudio realizado en la Universidad Estatal de Florida (EEUU) vuelve a incidir en este asunto. En este caso, sus autores hablan del riesgo de una “percepción errónea” concreta en las niñas: la creencia de que la capacidad para las matemáticas difíciles es algo que se tiene o no se tiene, que no se puede adquirir.
Esta idea, señala la investigación, está impidiendo actualmente a muchas niñas estadounidenses optar por una especialización en física, ingeniería, matemáticas o ciencias de la computación. Pero el estudio arroja un dato positivo, pues ha demostrado que las escuelas, las familias y los responsables políticos pueden ayudar a las estudiantes a cambiar sus percepciones erróneas.
"Nuestros resultados indican la posibilidad de que haya más mujeres dispuestas a estudiar ciencias de la computación sí estas perciben sus habilidades matemáticas como ‘fuertes’, y se abren a su desarrollo en esta dirección", explica en un comunicado difundido por Eurekalert! Lara Pérez-Felkner, coautora del estudio, que se centró en las posibilidades de que las niñas eligieran o no seguir esta especialidad.
Para alcanzar esta conclusión, Pérez-Felkner y su equipo analizaron a 4.450 estudiantes de 750 escuelas secundarias de todo EEUU durante el período 2002-2012. Lo hicieron a través de los registros del Estudio Longitudinal del Centro Nacional de Estadísticas de la Educación del país.
Resultados reveladores
Los resultados fueron reveladores. Por una parte, en la autopercepción de las habilidades matemáticas propias se constató que, mientras los niños en la escuela secundaria tienden a sobrestimar sus habilidades en matemáticas, las niñas hacen justo lo contrario, tienden a subestimarlas.
Sin embargo, aquellas que sí las valoraban, mostraron 3,3 probabilidades más de especializarse en ciencias de la computación que el resto. Por otra parte, aquellas niñas que tenían la percepción de que la habilidad matemática sí se puede desarrollar a través del aprendizaje, presentaron 2,3 veces más probabilidades de especializarse en esta carrera que las niñas que creían justo lo contrario.
Implicaciones
Según los investigadores, aunque esta percepción errónea sobre las matemáticas difíciles puede afectar a la decisión tanto de los varones como de las chicas (y por tanto conviene evitarla para ambos sexos), en el caso de estas últimas tendría implicaciones directas para la política.
Sugieren que las intervenciones que fomenten una mentalidad de crecimiento de la capacidad matemática (en lugar del se tiene o no se tiene) podría ser eficaz para aumentar el número de mujeres que elijan una carrera en ciencias de la computación.
Actualmente, las mujeres están muy poco representadas en estos campos, como lo han demostrado informes recientes de la OCDE, entre otros.
Esta brecha de género es negativa para todo el mundo: la ciencia y la sociedad pierden talento, mientras que las mujeres pierden potenciales carreras con ingresos importantes, y con una estabilidad laboral superior a la media.
Este mismo problema fue señalado por los autores del estudio de 2011 antes mencionado: la pérdida del talento de las mujeres en los campos científicos es un problema, y no sólo desde el punto de vista de la igualdad, pues el progreso matemático y de la ciencia depende de que los mejores en estos campos hagan el mejor trabajo. Si se desanima a la mitad de la población para que no siga la vía científica, entonces no se producirá la mejor ciencia posible, concluyeron los autores de aquella investigación.
El efecto de los estereotipos sobre las mujeres científicas
En 2011, el informe Ofsted, publicado por la Oficina de Normas de Educación, Servicios para Niños y Habilidades del Reino Unido, ya alertaba de que a pesar de que, hasta los cursos superiores, como ciclos formativos o la universidad, la proporción de chicas en los centros educativos es mayor que la de chicos, las primeras acababan escogiendo profesiones estereotipadas (magisterio, historia o ciencias sociales) mientras que los niños se inclinaban más por trabajos relacionados con la ciencia, la ingeniería y la tecnología.
En las elecciones finales de las chicas, descubrieron los inspectores, hay una fuerte influencia de la familia y el círculo de amistades. De este modo, en su mayor parte, las niñas y mujeres jóvenes acaban respondiendo a estereotipos profesionales. Esto sucede sobre todo en colegios mixtos. En cambio, en una escuela solo de chicas analizada, el resultado fue diferente.
Los estereotipos de género que limitan la formación científica de las niñas ha hecho que, en Europa, por ejemplo, solo el 30% de los científicos sean mujeres, destacó en 2009 el informe She Figures. Según sus autores, esta situación supone “un desperdicio de oportunidades y talento que Europa no se puede permitir”.
Pero los estereotipos no solo provocan bajos porcentajes de mujeres científicos, también propician que las mujeres tiendan a cobrar menos que los hombres en puestos similares, especialmente en la empresa pública, o que, como se ha demostrado, por cada artículo científico firmado por una mujer como primera autora, haya casi dos firmados por hombres. Analizadas todas las autorías, no sólo las principales, las mujeres únicamente representan el 30% de ellas.
Según los investigadores, aunque esta percepción errónea sobre las matemáticas difíciles puede afectar a la decisión tanto de los varones como de las chicas (y por tanto conviene evitarla para ambos sexos), en el caso de estas últimas tendría implicaciones directas para la política.
Sugieren que las intervenciones que fomenten una mentalidad de crecimiento de la capacidad matemática (en lugar del se tiene o no se tiene) podría ser eficaz para aumentar el número de mujeres que elijan una carrera en ciencias de la computación.
Actualmente, las mujeres están muy poco representadas en estos campos, como lo han demostrado informes recientes de la OCDE, entre otros.
Esta brecha de género es negativa para todo el mundo: la ciencia y la sociedad pierden talento, mientras que las mujeres pierden potenciales carreras con ingresos importantes, y con una estabilidad laboral superior a la media.
Este mismo problema fue señalado por los autores del estudio de 2011 antes mencionado: la pérdida del talento de las mujeres en los campos científicos es un problema, y no sólo desde el punto de vista de la igualdad, pues el progreso matemático y de la ciencia depende de que los mejores en estos campos hagan el mejor trabajo. Si se desanima a la mitad de la población para que no siga la vía científica, entonces no se producirá la mejor ciencia posible, concluyeron los autores de aquella investigación.
El efecto de los estereotipos sobre las mujeres científicas
En 2011, el informe Ofsted, publicado por la Oficina de Normas de Educación, Servicios para Niños y Habilidades del Reino Unido, ya alertaba de que a pesar de que, hasta los cursos superiores, como ciclos formativos o la universidad, la proporción de chicas en los centros educativos es mayor que la de chicos, las primeras acababan escogiendo profesiones estereotipadas (magisterio, historia o ciencias sociales) mientras que los niños se inclinaban más por trabajos relacionados con la ciencia, la ingeniería y la tecnología.
En las elecciones finales de las chicas, descubrieron los inspectores, hay una fuerte influencia de la familia y el círculo de amistades. De este modo, en su mayor parte, las niñas y mujeres jóvenes acaban respondiendo a estereotipos profesionales. Esto sucede sobre todo en colegios mixtos. En cambio, en una escuela solo de chicas analizada, el resultado fue diferente.
Los estereotipos de género que limitan la formación científica de las niñas ha hecho que, en Europa, por ejemplo, solo el 30% de los científicos sean mujeres, destacó en 2009 el informe She Figures. Según sus autores, esta situación supone “un desperdicio de oportunidades y talento que Europa no se puede permitir”.
Pero los estereotipos no solo provocan bajos porcentajes de mujeres científicos, también propician que las mujeres tiendan a cobrar menos que los hombres en puestos similares, especialmente en la empresa pública, o que, como se ha demostrado, por cada artículo científico firmado por una mujer como primera autora, haya casi dos firmados por hombres. Analizadas todas las autorías, no sólo las principales, las mujeres únicamente representan el 30% de ellas.
Referencia bibliográfica:
Samantha Nix, Lara Perez-Felkner, Kirby Thomas. Perceived mathematical ability under challenge: a longitudinal perspective on sex segregation among STEM degree fields . Frontiers in Psychology (2015). DOI: 10.3389/fpsyg.2015.00530.
Samantha Nix, Lara Perez-Felkner, Kirby Thomas. Perceived mathematical ability under challenge: a longitudinal perspective on sex segregation among STEM degree fields . Frontiers in Psychology (2015). DOI: 10.3389/fpsyg.2015.00530.