Fuente: Wikipedia.
El análisis de 90 años de registros genealógicos del zoológico de San Diego ha revelado por vez primera que los mamíferos cuentan con algún mecanismo fisiológico desconocido para manipular la tasa de los sexos de sus crías, como parte de una estrategia evolutiva de adaptación.
Un nuevo estudio dirigido por un investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EEUU) revela que las especies de mamíferos pueden "elegir" el sexo de sus hijos, con el fin de vencer obstáculos y producir más nietos.
El análisis de 90 años de registros genealógicos del zoológico de San Diego ha revelado por vez primera que los mamíferos cuentan con algún mecanismo fisiológico desconocido para manipular la tasa de los sexos de sus crías, como parte de una estrategia evolutiva de adaptación.
"Este es uno de los santos griales de la biología evolutiva moderna: encontrar datos que demuestren de manera definitiva que cuando las hembras eligen el sexo de sus hijos, lo hacen estratégicamente, para obtener más nietos", explica Joseph Garner, autor principal del estudio, en un artículo de Ruthann Richter publicado por la Universidad de Stanford. Los resultados obtenidos han aparecido también detallados en la revista PLoS One.
Ellas ‘deciden’ más
Los científicos reunieron genealogías de tres generaciones de un total de más de 2.300 animales. Así constataron que las abuelas y abuelos fueron capaces de elegir estratégicamente tener hijos, si éstos eran de “alta calidad” y los recompensaban con más nietos.
Según Garner, se cree que este proceso de selección vendría controlado en gran medida por las hembras. El investigador señala que, aunque se suele pensar que los machos son los protagonistas de la reproducción–pues normalmente son los que compiten por las hembras, que aceptan obedientemente al ganador-, lo cierto es que las hembras también toman decisiones muy estratégicas sobre la reproducción en función del entorno o de la condición y calidad de su compañero.
“Sorprendentemente, de alguna forma, la hembra escoge el esperma que producirá un sexo determinado, y que servirá mejor a sus propios intereses reproductivos”, asegura Garner.
Un nuevo estudio dirigido por un investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (EEUU) revela que las especies de mamíferos pueden "elegir" el sexo de sus hijos, con el fin de vencer obstáculos y producir más nietos.
El análisis de 90 años de registros genealógicos del zoológico de San Diego ha revelado por vez primera que los mamíferos cuentan con algún mecanismo fisiológico desconocido para manipular la tasa de los sexos de sus crías, como parte de una estrategia evolutiva de adaptación.
"Este es uno de los santos griales de la biología evolutiva moderna: encontrar datos que demuestren de manera definitiva que cuando las hembras eligen el sexo de sus hijos, lo hacen estratégicamente, para obtener más nietos", explica Joseph Garner, autor principal del estudio, en un artículo de Ruthann Richter publicado por la Universidad de Stanford. Los resultados obtenidos han aparecido también detallados en la revista PLoS One.
Ellas ‘deciden’ más
Los científicos reunieron genealogías de tres generaciones de un total de más de 2.300 animales. Así constataron que las abuelas y abuelos fueron capaces de elegir estratégicamente tener hijos, si éstos eran de “alta calidad” y los recompensaban con más nietos.
Según Garner, se cree que este proceso de selección vendría controlado en gran medida por las hembras. El investigador señala que, aunque se suele pensar que los machos son los protagonistas de la reproducción–pues normalmente son los que compiten por las hembras, que aceptan obedientemente al ganador-, lo cierto es que las hembras también toman decisiones muy estratégicas sobre la reproducción en función del entorno o de la condición y calidad de su compañero.
“Sorprendentemente, de alguna forma, la hembra escoge el esperma que producirá un sexo determinado, y que servirá mejor a sus propios intereses reproductivos”, asegura Garner.
Antecedentes teóricos de la investigación
El presente estudio está basado en una hipótesis previa, propuesta por primera vez en 1973 por los científicos Robert Trivers y Willard Dan, fundadores del campo de la sociobiología evolutiva, una disciplina que investiga las bases biológicas de las conductas sociales de los animales (incluyendo los humanos) como la cooperación, la agresión, la territorialidad, los sistemas sociales o la elección de pareja.
Esta hipótesis predice una mayor inversión parental (esfuerzo que beneficia a las crías) hacia los machos, por parte de progenitores en “buenas condiciones”; y una mayor inversión parental hacia las hembras, por parte de progenitores con “condiciones pobres”.
La idea supone que, aunque existan presiones para mantener las ratio por sexos de una sociedad o grupo al 50% para garantizar la supervivencia, la evolución ha favorecido desviaciones puntuales de esta ratio, si uno de los sexos garantiza una mayor rentabilidad reproductiva.
En 1984, esta primera hipótesis se vio reforzada por un estudio publicado en Nature que detallaba cómo, entre los ciervos salvajes, las madres dominantes producían significativamente más descendientes macho que aquellas madres que ocupaban una posición subordinada dentro de la manada.
Sin embargo, este trabajo se basó en datos de sólo dos generaciones, a diferencia de las genealogías de Garner y su equipo, que abarcaron tres generaciones completas y además hacen referencia a múltiples especies.
Características del estudio
En total, los investigadores acumularon décadas de registros de 38.000 animales de 678 especies distintas. Así, se llegó a un conjunto de 1.627 abuelas y 703 abuelos, con su registro completo de tres generaciones correspondiente.
Estos datos representan a los principales grupos de mamíferos, incluidos los primates, los carnívoros (leones, osos, lobos, etc.); los animales de pezuña hendida (vacas, búfalos y ciervos); y los animales de pastoreo con un número impar de dedos (como caballos o rinocerontes).
Con ellos se comprobó que, cuando las hembras produjeron principalmente machos, éstos tuvieron 2,7 veces más hijos por habitante, en comparación con los hijos de madres que tuvieron el mismo número de crías machos y hembras.
En cuanto a los nietos, cuando los abuelos produjeron sobre todo machos, éstos, como media, tuvieron 2,4 veces más descendientes. Así, “un abuelo que produce más crías macho también tiene más éxito reproductivo. Pero eso podría venir determinado también por la hembra, que puede decidir la proporción de sexos, en función de la calidad del macho con el que se aparea”, explica Garner.
Mecanismo subyacente, ¿presente también en humanos?
La pregunta en este punto es obvia: ¿cómo pueden manipular los progenitores el sexo de su descendencia? Garner reconoce que el mecanismo subyacente a este hecho no es muy conocido.
En este sentido, existe una teoría que sostiene que las hembras controlarían el espermatozoide, frenando o acelerando selectivamente la semilla que se desea seleccionar, a medida que ésta avanza por el aparato reproductor femenino.
El control del sexo de la descendencia podría darse también en los humanos, afirma además Garner. De hecho, algunos estudios sugieren que los individuos de nuestra especie son capaces de ajustar sus relaciones sexuales en respuesta a las señales sociales.
Por ejemplo, en las sociedades polígamas, es mucho más probable que una mujer de alto rango tenga un hijo varón que una esposa de menor rango (el hijo tiene el poder económico de la familia). Y un estudio de 400 multimillonarios de Estados Unidos, publicado en 2013, reveló que éstos tenían más probabilidades de tener hijos que hijas - presumiblemente, porque los hijos tienden a conservar la riqueza de la familia-.
Por otra parte, un estudio publicado en 1988 reveló que madres con un trastorno hereditario del lenguaje tenían tres veces más hijos que hijas, en teoría, porque sería más fácil que un hijo con un defecto del habla encontrarse pareja que que lo hiciese una hija con dificultades de locución, porque el éxito de las féminas depende más de la expresión y de sus habilidades sociales, explica Garner.
Los autores del estudio concluyen que, en general, una mejor comprensión de la manipulación de la proporción de sexos en animales en cautiverio podría impulsar intervenciones que ayuden a preservar las especies.
El presente estudio está basado en una hipótesis previa, propuesta por primera vez en 1973 por los científicos Robert Trivers y Willard Dan, fundadores del campo de la sociobiología evolutiva, una disciplina que investiga las bases biológicas de las conductas sociales de los animales (incluyendo los humanos) como la cooperación, la agresión, la territorialidad, los sistemas sociales o la elección de pareja.
Esta hipótesis predice una mayor inversión parental (esfuerzo que beneficia a las crías) hacia los machos, por parte de progenitores en “buenas condiciones”; y una mayor inversión parental hacia las hembras, por parte de progenitores con “condiciones pobres”.
La idea supone que, aunque existan presiones para mantener las ratio por sexos de una sociedad o grupo al 50% para garantizar la supervivencia, la evolución ha favorecido desviaciones puntuales de esta ratio, si uno de los sexos garantiza una mayor rentabilidad reproductiva.
En 1984, esta primera hipótesis se vio reforzada por un estudio publicado en Nature que detallaba cómo, entre los ciervos salvajes, las madres dominantes producían significativamente más descendientes macho que aquellas madres que ocupaban una posición subordinada dentro de la manada.
Sin embargo, este trabajo se basó en datos de sólo dos generaciones, a diferencia de las genealogías de Garner y su equipo, que abarcaron tres generaciones completas y además hacen referencia a múltiples especies.
Características del estudio
En total, los investigadores acumularon décadas de registros de 38.000 animales de 678 especies distintas. Así, se llegó a un conjunto de 1.627 abuelas y 703 abuelos, con su registro completo de tres generaciones correspondiente.
Estos datos representan a los principales grupos de mamíferos, incluidos los primates, los carnívoros (leones, osos, lobos, etc.); los animales de pezuña hendida (vacas, búfalos y ciervos); y los animales de pastoreo con un número impar de dedos (como caballos o rinocerontes).
Con ellos se comprobó que, cuando las hembras produjeron principalmente machos, éstos tuvieron 2,7 veces más hijos por habitante, en comparación con los hijos de madres que tuvieron el mismo número de crías machos y hembras.
En cuanto a los nietos, cuando los abuelos produjeron sobre todo machos, éstos, como media, tuvieron 2,4 veces más descendientes. Así, “un abuelo que produce más crías macho también tiene más éxito reproductivo. Pero eso podría venir determinado también por la hembra, que puede decidir la proporción de sexos, en función de la calidad del macho con el que se aparea”, explica Garner.
Mecanismo subyacente, ¿presente también en humanos?
La pregunta en este punto es obvia: ¿cómo pueden manipular los progenitores el sexo de su descendencia? Garner reconoce que el mecanismo subyacente a este hecho no es muy conocido.
En este sentido, existe una teoría que sostiene que las hembras controlarían el espermatozoide, frenando o acelerando selectivamente la semilla que se desea seleccionar, a medida que ésta avanza por el aparato reproductor femenino.
El control del sexo de la descendencia podría darse también en los humanos, afirma además Garner. De hecho, algunos estudios sugieren que los individuos de nuestra especie son capaces de ajustar sus relaciones sexuales en respuesta a las señales sociales.
Por ejemplo, en las sociedades polígamas, es mucho más probable que una mujer de alto rango tenga un hijo varón que una esposa de menor rango (el hijo tiene el poder económico de la familia). Y un estudio de 400 multimillonarios de Estados Unidos, publicado en 2013, reveló que éstos tenían más probabilidades de tener hijos que hijas - presumiblemente, porque los hijos tienden a conservar la riqueza de la familia-.
Por otra parte, un estudio publicado en 1988 reveló que madres con un trastorno hereditario del lenguaje tenían tres veces más hijos que hijas, en teoría, porque sería más fácil que un hijo con un defecto del habla encontrarse pareja que que lo hiciese una hija con dificultades de locución, porque el éxito de las féminas depende más de la expresión y de sus habilidades sociales, explica Garner.
Los autores del estudio concluyen que, en general, una mejor comprensión de la manipulación de la proporción de sexos en animales en cautiverio podría impulsar intervenciones que ayuden a preservar las especies.
Referencia bibliográfica:
Collette M. Thogerson, Colleen M. Brady, Richard D. Howard, Georgia J. Mason, Edmond A. Pajor, Greg A. Vicino, Joseph P. Garner. Winning the Genetic Lottery: Biasing Birth Sex Ratio Results in More Grandchildren. PLoS ONE (2013). DOI: 10.1371/journal.pone.0067867.
Collette M. Thogerson, Colleen M. Brady, Richard D. Howard, Georgia J. Mason, Edmond A. Pajor, Greg A. Vicino, Joseph P. Garner. Winning the Genetic Lottery: Biasing Birth Sex Ratio Results in More Grandchildren. PLoS ONE (2013). DOI: 10.1371/journal.pone.0067867.