1 / 1 La investigadora Christine Harris junto a Samwise, one de los tres border collies que inspiró el estudio sobre los celos en perros. Imagen: Steve Harris. Fuente: UCSan Diego.
Los perros son celosos, según demuestra un estudio experimental de dos científicas de la Universidad de California (UCSan Diego), en EE UU.
Darwin también opinaba igual, pero los expertos llevan años debatiendo sobre si esta emoción requiere de una cognición compleja; algunos han llegado a decir que se trata de una construcción enteramente social, que no existe en todas las culturas humanas y que no está cableada de la misma manera que lo están el miedo y la ira.
El estudio, publicado ayer en la revista PLOS One por Christine Harris, profesora de investigación de psicología de la UCSan Diego y la exestudiante honorífica Caroline Prouvost, es el primer trabajo experimental sobre conductas de celos en perros.
Los resultados apoyan la idea de que los celos en estos animales evolucionaron para proteger los vínculos sociales frente a intrusos.
Harris y Prouvost muestran en esta investigación que los perros pueden exhibir comportamientos muy celosos y que cuando el dueño mostraba afecto hacia un perro de peluche que ladraba, gemía y movía la cola, protestaban empujando o amenazando con morder al propietario o al rival.
Protección
Los animales se comportaban de esta manera sobre todo cuando el amo acariciaba al perro de peluche, más que si el humano actuaba de forma afectuosa con un objeto nuevo o simplemente se entretenía leyendo un libro e ignoraba al perro.
"Nuestro estudio indica que los perros no solo se involucran en lo que parecen ser conductas celosas, sino que también tratan de romper la conexión entre su dueño y el rival aparente. Parece como si estuvieran motivados para proteger una relación social importante", dice Harris, en la información de Sinc.
Dado que no existían experimentos previos sobre celos en perros, las científicas adaptaron una prueba utilizada con bebés humanos de seis meses de edad. Trabajaron con 36 perros en las casas de sus dueños y grabaron cómo los propietarios los ignoraban en favor de un peluche de perro animado o una calabaza de Halloween.
En ambos casos, los amos fueron instruidos para tratar los objetos como si fueran perros reales: acariciándolos, hablándoles con dulzura, etc. En el tercer escenario, se pidió a los propietarios leer en voz alta un libro pop-up en el que sonaban melodías. Dos evaluadores independientes codificaron luego los vídeos para buscar una variedad de conductas agresivas, disruptivas y de necesidad de atención.
Darwin también opinaba igual, pero los expertos llevan años debatiendo sobre si esta emoción requiere de una cognición compleja; algunos han llegado a decir que se trata de una construcción enteramente social, que no existe en todas las culturas humanas y que no está cableada de la misma manera que lo están el miedo y la ira.
El estudio, publicado ayer en la revista PLOS One por Christine Harris, profesora de investigación de psicología de la UCSan Diego y la exestudiante honorífica Caroline Prouvost, es el primer trabajo experimental sobre conductas de celos en perros.
Los resultados apoyan la idea de que los celos en estos animales evolucionaron para proteger los vínculos sociales frente a intrusos.
Harris y Prouvost muestran en esta investigación que los perros pueden exhibir comportamientos muy celosos y que cuando el dueño mostraba afecto hacia un perro de peluche que ladraba, gemía y movía la cola, protestaban empujando o amenazando con morder al propietario o al rival.
Protección
Los animales se comportaban de esta manera sobre todo cuando el amo acariciaba al perro de peluche, más que si el humano actuaba de forma afectuosa con un objeto nuevo o simplemente se entretenía leyendo un libro e ignoraba al perro.
"Nuestro estudio indica que los perros no solo se involucran en lo que parecen ser conductas celosas, sino que también tratan de romper la conexión entre su dueño y el rival aparente. Parece como si estuvieran motivados para proteger una relación social importante", dice Harris, en la información de Sinc.
Dado que no existían experimentos previos sobre celos en perros, las científicas adaptaron una prueba utilizada con bebés humanos de seis meses de edad. Trabajaron con 36 perros en las casas de sus dueños y grabaron cómo los propietarios los ignoraban en favor de un peluche de perro animado o una calabaza de Halloween.
En ambos casos, los amos fueron instruidos para tratar los objetos como si fueran perros reales: acariciándolos, hablándoles con dulzura, etc. En el tercer escenario, se pidió a los propietarios leer en voz alta un libro pop-up en el que sonaban melodías. Dos evaluadores independientes codificaron luego los vídeos para buscar una variedad de conductas agresivas, disruptivas y de necesidad de atención.
Competencia
Los perros fueron dos veces más propensos a empujar o gruñir al dueño cuando estaba interaccionando con el perro de imitación (78%), respecto a cuando acariciaba o hablaba con la calabaza (42%). Solo un 22% de los animales se molestó cuando el amo estaba ocupado con el libro.
Alrededor del 30% de los perros también trató de interponerse entre su propietario y el peluche animado. Un 25% hizo amago de morder al otro perro, en tanto que solo uno intentó hacer lo mismo con la calabaza o el libro.
¿Creyeron los perros que el peluche era un rival real? Harris y Prouvost señalan que sus agresiones indican que sí. También citan como evidencia adicional que el 86% de los perros olfateó el trasero del peluche durante el experimento.
La mayoría de las investigaciones sobre la conducta celosa –señala Christine Harris– se han realizado con parejas humanas, pero los celos también se producen entre hermanos y compañeros de trabajo. Además, “los primeros signos de celos humanos se observan en los bebés y niños pequeños, lo que indica que esta conducta puede haber evolucionado con los hermanos que compiten por los recursos de los padres porque estamos cableados para ello”.
Entender los celos es importante, señalan las investigadoras, debido a que es una emoción con grandes consecuencias psicológicas y sociales. Por ejemplo, a menudo aparece como la tercera causa de homicidio no accidental.
"Mucha gente ha asumido que los celos son una construcción social de los seres humanos, o que es una emoción específica ligada a las relaciones sexuales y románticas", explica Harris. "Nuestros resultados desafían estas ideas y revelan que también los animales muestran una fuerte angustia cada vez que un rival usurpa el afecto de su ser querido”, concluye.
Los perros fueron dos veces más propensos a empujar o gruñir al dueño cuando estaba interaccionando con el perro de imitación (78%), respecto a cuando acariciaba o hablaba con la calabaza (42%). Solo un 22% de los animales se molestó cuando el amo estaba ocupado con el libro.
Alrededor del 30% de los perros también trató de interponerse entre su propietario y el peluche animado. Un 25% hizo amago de morder al otro perro, en tanto que solo uno intentó hacer lo mismo con la calabaza o el libro.
¿Creyeron los perros que el peluche era un rival real? Harris y Prouvost señalan que sus agresiones indican que sí. También citan como evidencia adicional que el 86% de los perros olfateó el trasero del peluche durante el experimento.
La mayoría de las investigaciones sobre la conducta celosa –señala Christine Harris– se han realizado con parejas humanas, pero los celos también se producen entre hermanos y compañeros de trabajo. Además, “los primeros signos de celos humanos se observan en los bebés y niños pequeños, lo que indica que esta conducta puede haber evolucionado con los hermanos que compiten por los recursos de los padres porque estamos cableados para ello”.
Entender los celos es importante, señalan las investigadoras, debido a que es una emoción con grandes consecuencias psicológicas y sociales. Por ejemplo, a menudo aparece como la tercera causa de homicidio no accidental.
"Mucha gente ha asumido que los celos son una construcción social de los seres humanos, o que es una emoción específica ligada a las relaciones sexuales y románticas", explica Harris. "Nuestros resultados desafían estas ideas y revelan que también los animales muestran una fuerte angustia cada vez que un rival usurpa el afecto de su ser querido”, concluye.
Referencia bibliográfica:
Harris C.R., Prouvost C.: Jealousy in Dogs. PLoS ONE (2014). doi:10.1371/journal.pone.0094597
Harris C.R., Prouvost C.: Jealousy in Dogs. PLoS ONE (2014). doi:10.1371/journal.pone.0094597