Los ratones con actividades tienen menos tendencia al abuso de drogas. Imagen: Emily Strange. Fuente: Universidad de Berkeley.
Desafiando la idea de que la adicción está inscrita en el cerebro, un estudio de la Universidad de Berkeley (California, EE.UU.) con ratones sugiere que incluso un corto tiempo de permanencia en un entorno de aprendizaje estimulante puede reordenar el sistema de recompensa del cerebro y proteger de la drogodependencia.
Los científicos analizaron las ansias de cocaína de más de 70 ratones machos adultos y encontraron que los roedores que diariamente exploraban, aprendían y buscaban sabrosos bocados ocultos eran menos propensos que los que carecían de ese enriquecimiento a buscar consuelo en un receptáculo donde se les daba cocaína.
"Tenemos claras pruebas de que la exploración y el aprendizaje autodirigido alteraron sus sistemas de recompensa de modo que cuando experimentaron con la cocaína ésta hizo poco impacto en sus cerebros", dice Linda Wilbrecht, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad de Berkeley y autora principal del artículo, que acaba de publicar la revista Neuropharmacology, y que resume la universidad en su web.
Por el contrario, los ratones que no tenían retos intelectuales o cuyas actividades y dietas estaban limitadas, estaban ansiosos por regresar a la zona donde se les había inyectado cocaína durante semanas.
"Sabemos que los ratones que viven en condiciones de privación muestran niveles más altos de búsqueda de drogas que los que viven en ambientes estimulantes, y hemos tratado de desarrollar una intervención breve que promoviera la capacidad de recuperación de los animales con privación", dice el autor principal del estudio Josiah Boivin, estudiante de doctorado en neurociencia en la Universidad de California en San Francisco, que dirigió la investigación en la Universidad de Berkeley, como parte de su trabajo de tesis.
Estudios previos han demostrado que la pobreza, el trauma, la enfermedad mental y otros factores de estrés ambientales y fisiológicos pueden alterar los circuitos de recompensa del cerebro y hacernos más susceptibles al abuso de sustancias.
La buena noticia de este último estudio es que ofrece intervenciones escalables contra los comportamientos de búsqueda de drogas, aunque a través de pruebas basadas en el comportamiento animal.
"Nuestros datos son muy interesantes porque sugieren que las experiencias positivas de aprendizaje, a través de la educación o de jugar en un ambiente estructurado, podrían esculpir y desarrollar circuitos del cerebro para aumentar la resiliencia de los individuos en riesgo, y que incluso las intervenciones cognitivas breves puedan ser protectoras de algún modo y duren un tiempo relativamente largo", dice Wilbrecht.
Grupos
Los investigadores compararon el atractivo de las drogas, en concreto cocaína, en tres grupos de ratones: Los de prueba o "entrenados" fueron sometidos a un programa de entrenamiento cognitivo de nueve días basado en exploración, incentivos y recompensas, mientras que sus contrapartes "entrenadas con yugo" recibieron recompensas pero sin retos. Los ratones "en alojamiento estándar" se quedaron en sus jaulas con dietas y actividades restringidas.
Durante unas horas cada día, los ratones de los dos primeros grupos fueron puestos sueltos en cámaras adyacentes. Los ratones entrenados eran libres para explorar y participar en actividades de enriquecimiento, que incluían la búsqueda de cereales en una olla de virutas de madera perfumadas. El ejercicio los mantenía en estado de alerta debido a que las reglas de cómo encontrar las golosinas cambiaban de manera regular.
Los científicos analizaron las ansias de cocaína de más de 70 ratones machos adultos y encontraron que los roedores que diariamente exploraban, aprendían y buscaban sabrosos bocados ocultos eran menos propensos que los que carecían de ese enriquecimiento a buscar consuelo en un receptáculo donde se les daba cocaína.
"Tenemos claras pruebas de que la exploración y el aprendizaje autodirigido alteraron sus sistemas de recompensa de modo que cuando experimentaron con la cocaína ésta hizo poco impacto en sus cerebros", dice Linda Wilbrecht, profesora de psicología y neurociencia en la Universidad de Berkeley y autora principal del artículo, que acaba de publicar la revista Neuropharmacology, y que resume la universidad en su web.
Por el contrario, los ratones que no tenían retos intelectuales o cuyas actividades y dietas estaban limitadas, estaban ansiosos por regresar a la zona donde se les había inyectado cocaína durante semanas.
"Sabemos que los ratones que viven en condiciones de privación muestran niveles más altos de búsqueda de drogas que los que viven en ambientes estimulantes, y hemos tratado de desarrollar una intervención breve que promoviera la capacidad de recuperación de los animales con privación", dice el autor principal del estudio Josiah Boivin, estudiante de doctorado en neurociencia en la Universidad de California en San Francisco, que dirigió la investigación en la Universidad de Berkeley, como parte de su trabajo de tesis.
Estudios previos han demostrado que la pobreza, el trauma, la enfermedad mental y otros factores de estrés ambientales y fisiológicos pueden alterar los circuitos de recompensa del cerebro y hacernos más susceptibles al abuso de sustancias.
La buena noticia de este último estudio es que ofrece intervenciones escalables contra los comportamientos de búsqueda de drogas, aunque a través de pruebas basadas en el comportamiento animal.
"Nuestros datos son muy interesantes porque sugieren que las experiencias positivas de aprendizaje, a través de la educación o de jugar en un ambiente estructurado, podrían esculpir y desarrollar circuitos del cerebro para aumentar la resiliencia de los individuos en riesgo, y que incluso las intervenciones cognitivas breves puedan ser protectoras de algún modo y duren un tiempo relativamente largo", dice Wilbrecht.
Grupos
Los investigadores compararon el atractivo de las drogas, en concreto cocaína, en tres grupos de ratones: Los de prueba o "entrenados" fueron sometidos a un programa de entrenamiento cognitivo de nueve días basado en exploración, incentivos y recompensas, mientras que sus contrapartes "entrenadas con yugo" recibieron recompensas pero sin retos. Los ratones "en alojamiento estándar" se quedaron en sus jaulas con dietas y actividades restringidas.
Durante unas horas cada día, los ratones de los dos primeros grupos fueron puestos sueltos en cámaras adyacentes. Los ratones entrenados eran libres para explorar y participar en actividades de enriquecimiento, que incluían la búsqueda de cereales en una olla de virutas de madera perfumadas. El ejercicio los mantenía en estado de alerta debido a que las reglas de cómo encontrar las golosinas cambiaban de manera regular.
Tests de cocaína
Mientras tanto, sus colegas entrenados con yugo recibían un cereal cada vez que su pareja encontraba una, pero no tenían que trabajar para ello. En cuanto a los ratones estándar alojados, permanecieron en sus jaulas sin oportunidades de enriquecimiento activo ni de cereales. Después de la fase de entrenamiento cognitivo del experimento, los tres grupos de ratones se mantuvieron en sus jaulas durante un mes.
A continuación, los ratones fueron dejados sueltos, uno por uno, para que exploraran dos cámaras contiguas en una caja de plexiglás, que diferían entre sí en olor, textura y patrón. Los investigadores registraron qué cámara prefería cada ratón y luego se dedicaron a cambiar su preferencia, poniéndoles la cocaína en la cámara que menos elegían.
Para la prueba de búsqueda de drogas, los ratones recibieron inyecciones simuladas, y fueron puestos en libertad para explorar ambas cámaras durante 20 minutos, utilizando una puerta abierta para ir de una a otra. Al principio, todos los ratones regresaron abrumadoramente a la cámara donde habían disfrutado la cocaína.
Pero en las pruebas semanales de drogas posteriores, los ratones que habían recibido entrenamiento cognitivo mostraron una menor preferencia por la cámara donde habían tomado cocaína. Y ese patrón continuó.
"En general, los datos sugieren que la privación puede conferir tendencia a la búsqueda de drogas y que las intervenciones breves pueden promover la capacidad de recuperación a largo plazo", dice Wilbrecht.
Mientras tanto, sus colegas entrenados con yugo recibían un cereal cada vez que su pareja encontraba una, pero no tenían que trabajar para ello. En cuanto a los ratones estándar alojados, permanecieron en sus jaulas sin oportunidades de enriquecimiento activo ni de cereales. Después de la fase de entrenamiento cognitivo del experimento, los tres grupos de ratones se mantuvieron en sus jaulas durante un mes.
A continuación, los ratones fueron dejados sueltos, uno por uno, para que exploraran dos cámaras contiguas en una caja de plexiglás, que diferían entre sí en olor, textura y patrón. Los investigadores registraron qué cámara prefería cada ratón y luego se dedicaron a cambiar su preferencia, poniéndoles la cocaína en la cámara que menos elegían.
Para la prueba de búsqueda de drogas, los ratones recibieron inyecciones simuladas, y fueron puestos en libertad para explorar ambas cámaras durante 20 minutos, utilizando una puerta abierta para ir de una a otra. Al principio, todos los ratones regresaron abrumadoramente a la cámara donde habían disfrutado la cocaína.
Pero en las pruebas semanales de drogas posteriores, los ratones que habían recibido entrenamiento cognitivo mostraron una menor preferencia por la cámara donde habían tomado cocaína. Y ese patrón continuó.
"En general, los datos sugieren que la privación puede conferir tendencia a la búsqueda de drogas y que las intervenciones breves pueden promover la capacidad de recuperación a largo plazo", dice Wilbrecht.