David Stuckler. Fuente: Universidad de Oxford.
David Stuckler es un sociólogo e investigador de la Universidad de Oxford que recientemente ha visitado España para presentar los resultados de una década de investigaciones sobre el coste humano de las políticas de recorte en la salud de las poblaciones.
Los detalles de su estudio, realizado en colaboración con el investigador de la Universidad de Stanford, Sanjay Basu, han aparecido publicados en el libro “¿Por qué la austeridad mata? El coste humano de las políticas de recortes”, publicado por Taurus.
Stuckler está especializado concretamente en los aspectos económicos de la salud. En la actualidad es Senior Research Leader en la Universidad de Oxford y Honorary Research Fellow en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Ha escrito más de 90 artículos en publicaciones científicas y su trabajo ha sido reseñado en medios como The New York Times, The Economist, The Lancet, Nature, British Medical Journal, New Scientist, Scientific American, la BBC, la National Public Radio y la NBC, según informó la web de la Consejería de Salud y Bienestar Social de la Junta de Andalucía, con motivo de la conferencia que el especialista impartió el pasado 24 de junio en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) de Granada.
La investigación de Stuckler, y la obra resultante, han demostrado que incluso ante las peores catástrofes económicas los efectos negativos en la salud pública no son inevitables, y que dependen en gran medida de la gestión política.
Además, sus resultados han demostrado que la austeridad no es una solución al problema de la crisis económica, sino que acaba convirtiéndose en un agravante y que, además, resulta muy dañina para la salud de la población. En la siguiente entrevista, David Stuckler nos detalla sus conclusiones:
Grecia e Islandia son países que han afrontado graves crisis económicas en los últimos años, sin embargo, el resultado en la salud de sus poblaciones no ha sido el mismo. En Grecia, ésta se ha empeorado gravemente, mientras que en Islandia no ha sido así, ¿a qué se debe esta diferencia?
La diferencia fundamental radica en cómo han elegido responder los políticos. El presidente de Islandia sometió a voto las decisiones económicas. El 93% de los islandeses votaron contra los rescates financieros a los bancos, evitando así recortes presupuestarios profundos.
En cambio, cuando el Primer Ministro de Grecia sugirió un referéndum sobre la austeridad, fue expulsado de su cargo por las presiones de los líderes europeos. Por supuesto, Grecia es miembro de la Eurozona, lo que limita sus opciones monetarias.
El contraste entre ambas situaciones prueba, sin embargo, que una crisis económica no tiene que conducir a la fuerza a un desastre en la salud pública. ¿Cuáles han sido las consecuencias de las medidas de austeridad de Grecia en la salud pública? Por ejemplo, se han doblado las infecciones por VIH, ha resurgido la malaria, ha aumentado significativamente el número de suicidios, de homicidios o la tasa de consumo de drogas, etc…
Los detalles de su estudio, realizado en colaboración con el investigador de la Universidad de Stanford, Sanjay Basu, han aparecido publicados en el libro “¿Por qué la austeridad mata? El coste humano de las políticas de recortes”, publicado por Taurus.
Stuckler está especializado concretamente en los aspectos económicos de la salud. En la actualidad es Senior Research Leader en la Universidad de Oxford y Honorary Research Fellow en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Ha escrito más de 90 artículos en publicaciones científicas y su trabajo ha sido reseñado en medios como The New York Times, The Economist, The Lancet, Nature, British Medical Journal, New Scientist, Scientific American, la BBC, la National Public Radio y la NBC, según informó la web de la Consejería de Salud y Bienestar Social de la Junta de Andalucía, con motivo de la conferencia que el especialista impartió el pasado 24 de junio en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) de Granada.
La investigación de Stuckler, y la obra resultante, han demostrado que incluso ante las peores catástrofes económicas los efectos negativos en la salud pública no son inevitables, y que dependen en gran medida de la gestión política.
Además, sus resultados han demostrado que la austeridad no es una solución al problema de la crisis económica, sino que acaba convirtiéndose en un agravante y que, además, resulta muy dañina para la salud de la población. En la siguiente entrevista, David Stuckler nos detalla sus conclusiones:
Grecia e Islandia son países que han afrontado graves crisis económicas en los últimos años, sin embargo, el resultado en la salud de sus poblaciones no ha sido el mismo. En Grecia, ésta se ha empeorado gravemente, mientras que en Islandia no ha sido así, ¿a qué se debe esta diferencia?
La diferencia fundamental radica en cómo han elegido responder los políticos. El presidente de Islandia sometió a voto las decisiones económicas. El 93% de los islandeses votaron contra los rescates financieros a los bancos, evitando así recortes presupuestarios profundos.
En cambio, cuando el Primer Ministro de Grecia sugirió un referéndum sobre la austeridad, fue expulsado de su cargo por las presiones de los líderes europeos. Por supuesto, Grecia es miembro de la Eurozona, lo que limita sus opciones monetarias.
El contraste entre ambas situaciones prueba, sin embargo, que una crisis económica no tiene que conducir a la fuerza a un desastre en la salud pública. ¿Cuáles han sido las consecuencias de las medidas de austeridad de Grecia en la salud pública? Por ejemplo, se han doblado las infecciones por VIH, ha resurgido la malaria, ha aumentado significativamente el número de suicidios, de homicidios o la tasa de consumo de drogas, etc…
Usted ha comparado las medidas de austeridad con un “ensayo clínico masivo con mortíferos efectos secundarios”, ¿de verdad cree que hay algo de ensayo en estas medidas?
Sí. La austeridad ha sido un experimento masivo, no testado, sobre toda la población. Pero, a diferencia de las pruebas clínicas, este experimento no ha sido controlado y no ha pasado una aprobación ética.
¿Cree usted entonces que existe un fin ideológico subyacente, la búsqueda de algún beneficio, en la aplicación de la austeridad?
Si la austeridad no está ahorrando dinero ni ayudando a potenciar la recuperación, ¿qué puede ser, si no el fruto de una ideología? Ahora, el Fondo Monetario Internacional ha pedido disculpas a Grecia: su economista principal ha dicho que “infravaloramos el efecto negativo de la austeridad en el empleo y en el poder adquisitivo”; y aconseja medidas de estímulo.
Se especula que algunos políticos, además, están usando la crisis como una oportunidad para seguir una agenda ideológica y mermar el papel del Estado. Para las élites poderosas, esto significaría reducir impuestos y pagos a un sistema sanitario que jamás usarán.
A pesar de todo, ¿cabría esperar algún efecto positivo de la austeridad para la economía? ¿Realmente la austeridad puede ayudarnos a salir de la crisis?
La austeridad no es parte de la solución, es parte del problema. Diseñada como una cura para déficits y deudas y para impulsar la recuperación económica tras la recesión, en realidad ha producido justo el efecto contrario.
Por ejemplo, cuando las medidas de austeridad entraron en vigor en el Reino Unido, la recuperación de este país se estancó. En España, bajo el gobierno de Zapatero, se detuvo la recuperación y, con los mayores recortes de Rajoy, se ha alcanzado una recesión aún más profunda.
A medida que la austeridad reduce los ingresos de la gente y su poder adquisitivo, se producen mayores pérdidas de empleo, lo que a su vez reduce aún más el gasto. Así se crea un círculo vicioso. Impidiendo el flujo de la economía, irónicamente, la austeridad aumenta las deudas: la deuda de España pasó del 69% del PIB en 2011 al 84% en 2012, y se espera que aumente aún más este año, hasta alcanzar el 90%.
En las XXXIII Jornadas de Economía de la Salud organizadas por AES (Asociación de Economía de la Salud) el pasado mes en Cantabria, usted señaló que el “desempleo es el "principal riesgo" para la salud de la población”. ¿Qué podría hacerse?
El desempleo es un factor de riesgo fundamental en el alcoholismo, las ideas de suicidio, la depresión e incluso en los ataques cardíacos.
Sin embargo, hemos aprendido que esto no es inevitable. Allí donde los políticos han manejado bien las consecuencias del desempleo, como por ejemplo en Finlandia y Suecia, han sido capaces de evitar grandes aumentos en el número de suicidios y de depresiones, incluso en momentos aumento de las tasas de paro.
Se ha constatado que las inversiones inteligentes en programas destinados a ayudar a las personas a volver al mercado laboral ahorran dinero e incentivan el empleo, además de reducir el gasto sanitario y las ayudas económicas al desempleo.
Usted publicó en el British Medical Journal un artículo en el que se hacía una estimación del impacto en la mortalidad de los recortes sociales impuestos por los Gobiernos europeos. A grandes rasgos, ¿cuál ha sido ese impacto?
En el artículo, titulado “Budget crises, health, and social welfare programmes” (Crisis de presupuesto, salud y programas de servicios sociales), se demuestra que cada 100 dólares (76,87 euros) recortados al gasto en servicios sociales están relacionados con un incremento del 1,2% de la mortalidad por cualquier causa.
Sí. La austeridad ha sido un experimento masivo, no testado, sobre toda la población. Pero, a diferencia de las pruebas clínicas, este experimento no ha sido controlado y no ha pasado una aprobación ética.
¿Cree usted entonces que existe un fin ideológico subyacente, la búsqueda de algún beneficio, en la aplicación de la austeridad?
Si la austeridad no está ahorrando dinero ni ayudando a potenciar la recuperación, ¿qué puede ser, si no el fruto de una ideología? Ahora, el Fondo Monetario Internacional ha pedido disculpas a Grecia: su economista principal ha dicho que “infravaloramos el efecto negativo de la austeridad en el empleo y en el poder adquisitivo”; y aconseja medidas de estímulo.
Se especula que algunos políticos, además, están usando la crisis como una oportunidad para seguir una agenda ideológica y mermar el papel del Estado. Para las élites poderosas, esto significaría reducir impuestos y pagos a un sistema sanitario que jamás usarán.
A pesar de todo, ¿cabría esperar algún efecto positivo de la austeridad para la economía? ¿Realmente la austeridad puede ayudarnos a salir de la crisis?
La austeridad no es parte de la solución, es parte del problema. Diseñada como una cura para déficits y deudas y para impulsar la recuperación económica tras la recesión, en realidad ha producido justo el efecto contrario.
Por ejemplo, cuando las medidas de austeridad entraron en vigor en el Reino Unido, la recuperación de este país se estancó. En España, bajo el gobierno de Zapatero, se detuvo la recuperación y, con los mayores recortes de Rajoy, se ha alcanzado una recesión aún más profunda.
A medida que la austeridad reduce los ingresos de la gente y su poder adquisitivo, se producen mayores pérdidas de empleo, lo que a su vez reduce aún más el gasto. Así se crea un círculo vicioso. Impidiendo el flujo de la economía, irónicamente, la austeridad aumenta las deudas: la deuda de España pasó del 69% del PIB en 2011 al 84% en 2012, y se espera que aumente aún más este año, hasta alcanzar el 90%.
En las XXXIII Jornadas de Economía de la Salud organizadas por AES (Asociación de Economía de la Salud) el pasado mes en Cantabria, usted señaló que el “desempleo es el "principal riesgo" para la salud de la población”. ¿Qué podría hacerse?
El desempleo es un factor de riesgo fundamental en el alcoholismo, las ideas de suicidio, la depresión e incluso en los ataques cardíacos.
Sin embargo, hemos aprendido que esto no es inevitable. Allí donde los políticos han manejado bien las consecuencias del desempleo, como por ejemplo en Finlandia y Suecia, han sido capaces de evitar grandes aumentos en el número de suicidios y de depresiones, incluso en momentos aumento de las tasas de paro.
Se ha constatado que las inversiones inteligentes en programas destinados a ayudar a las personas a volver al mercado laboral ahorran dinero e incentivan el empleo, además de reducir el gasto sanitario y las ayudas económicas al desempleo.
Usted publicó en el British Medical Journal un artículo en el que se hacía una estimación del impacto en la mortalidad de los recortes sociales impuestos por los Gobiernos europeos. A grandes rasgos, ¿cuál ha sido ese impacto?
En el artículo, titulado “Budget crises, health, and social welfare programmes” (Crisis de presupuesto, salud y programas de servicios sociales), se demuestra que cada 100 dólares (76,87 euros) recortados al gasto en servicios sociales están relacionados con un incremento del 1,2% de la mortalidad por cualquier causa.
En lo que se refiere a nuestro país, ¿qué efectos ha tenido en la salud de los españoles la aplicación de las medidas de austeridad?
Los recortes en el sistema sanitario nacional español comenzaran a aplicarse en 2012. El Gobierno central recortó entonces el presupuesto en salud en más de un 14%, incluyendo un recorte del 45% en los programas de salud pública y de calidad. Pero lo que suceda finalmente en España dependerá de la respuesta de cada Comunidad Autónoma.
Sin embargo, en Cataluña, Comunidad en la que los recortes comenzaron en 2011, con una reducción del 10% en el presupuesto sanitario, las primeras señales de advertencia ya se están haciendo evidentes.
Desde entonces, ha habido un aumento del 43% en los tiempos de espera y se ha reducido el número de procedimientos quirúrgicos en un 15%. Cuando se retrasan cuidados necesarios, no sólo se corre el riesgo de padecer complicaciones evitables, sino que además aumentan los costes económicos de la atención.
En España, como medida de austeridad, se ha retirado la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares, ¿qué opina usted de esta medida?
Estados Unidos ha aprendido, por el camino difícil, que esta medida cuesta más dinero. Los inmigrantes indocumentados privados de cuidados preventivos cuestan incluso más que los contribuyentes a la seguridad social. El dicho de que “una onza de prevención equivale a una libra de cura” realmente es cierto.
En cuanto a España, se ha especulado con que esta medida es un paso más en los esfuerzos para acabar con el sistema de atención sanitaria universal en España.
Además, España ha sido testigo ya de un aumento en 180.000 personas de la gente que informa de no poder acceder a la atención médica necesaria, por ser demasiado cara. No ha habido cambios, sin embargo, en el acceso a la atención médica del 20% más rico de la población. Los principales grupos que han perdido acceso a la atención constituyen el 80%, y se están viendo afectados particularmente los grupos económicamente más deprimidos.
Otra señal alarmante en este sentido son los suicidios, a menudo la punta del iceberg del sufrimiento padecido en el ámbito de la salud mental. Más de 400 “suicidios económicos” se han producido en hombres españoles desde que comenzó la crisis. Tal y como demostramos en el libro, con evidencias basadas en programas de salud pública, muchas de estas tragedias podrían ser evitadas.
¿Qué soluciones o alternativas se podrían dar a la austeridad, como fórmulas de gestión de la crisis más seguras para la población?
Por supuesto, cada país se encuentra en una situación diferente, pero en nuestro libro partimos de lecciones aprendidas en experiencias históricas e internacionales, para extraer tres principios principales: En primer lugar, no dañar. Esta antigua ley de la salud debería guiar la política económica, dado el profundo efecto que ésta tiene en la salud de la gente.
En segundo lugar, ayudar a las personas a volver a trabajar. Y, en tercer lugar, invertir en salud pública, que es una sabia opción en tiempos de bonanza y una necesidad urgente en tiempos difíciles.
Los recortes en el sistema sanitario nacional español comenzaran a aplicarse en 2012. El Gobierno central recortó entonces el presupuesto en salud en más de un 14%, incluyendo un recorte del 45% en los programas de salud pública y de calidad. Pero lo que suceda finalmente en España dependerá de la respuesta de cada Comunidad Autónoma.
Sin embargo, en Cataluña, Comunidad en la que los recortes comenzaron en 2011, con una reducción del 10% en el presupuesto sanitario, las primeras señales de advertencia ya se están haciendo evidentes.
Desde entonces, ha habido un aumento del 43% en los tiempos de espera y se ha reducido el número de procedimientos quirúrgicos en un 15%. Cuando se retrasan cuidados necesarios, no sólo se corre el riesgo de padecer complicaciones evitables, sino que además aumentan los costes económicos de la atención.
En España, como medida de austeridad, se ha retirado la tarjeta sanitaria a los inmigrantes irregulares, ¿qué opina usted de esta medida?
Estados Unidos ha aprendido, por el camino difícil, que esta medida cuesta más dinero. Los inmigrantes indocumentados privados de cuidados preventivos cuestan incluso más que los contribuyentes a la seguridad social. El dicho de que “una onza de prevención equivale a una libra de cura” realmente es cierto.
En cuanto a España, se ha especulado con que esta medida es un paso más en los esfuerzos para acabar con el sistema de atención sanitaria universal en España.
Además, España ha sido testigo ya de un aumento en 180.000 personas de la gente que informa de no poder acceder a la atención médica necesaria, por ser demasiado cara. No ha habido cambios, sin embargo, en el acceso a la atención médica del 20% más rico de la población. Los principales grupos que han perdido acceso a la atención constituyen el 80%, y se están viendo afectados particularmente los grupos económicamente más deprimidos.
Otra señal alarmante en este sentido son los suicidios, a menudo la punta del iceberg del sufrimiento padecido en el ámbito de la salud mental. Más de 400 “suicidios económicos” se han producido en hombres españoles desde que comenzó la crisis. Tal y como demostramos en el libro, con evidencias basadas en programas de salud pública, muchas de estas tragedias podrían ser evitadas.
¿Qué soluciones o alternativas se podrían dar a la austeridad, como fórmulas de gestión de la crisis más seguras para la población?
Por supuesto, cada país se encuentra en una situación diferente, pero en nuestro libro partimos de lecciones aprendidas en experiencias históricas e internacionales, para extraer tres principios principales: En primer lugar, no dañar. Esta antigua ley de la salud debería guiar la política económica, dado el profundo efecto que ésta tiene en la salud de la gente.
En segundo lugar, ayudar a las personas a volver a trabajar. Y, en tercer lugar, invertir en salud pública, que es una sabia opción en tiempos de bonanza y una necesidad urgente en tiempos difíciles.