Este hallazgo resulta importante para entender el razonamiento humano, especialmente en adultos mayores, dado que el envejecimiento degrada la capacidad de generar información sobre eventos observados. También porque ayuda a comprender las raíces biológicas de una de nuestras capacidades humanas.
El estudio lo ha realizado Aaron Blaisdell, un investigador de la Universidad de California, Los Angeles (EEUU) especializado en el estudio del razonamiento, que es la facultad que nos permite resolver problemas, extraer conclusiones y aprender de manera consciente de los hechos, estableciendo conexiones causales y lógicas necesarias entre ellos.
Sus conclusiones, al igual que las de otros científicos centrados en este mismo tema, se expusieron ayer en el simposio anual que la Cognitive Neuroscience Society (CNS) celebra estos días en San Francisco.
Lo que una rata es capaz de pensar
El trabajo de Blaisdell se basa en las ideas del fisiólogo ruso Pavlov y otros, que señalaban que cuando una rata (o un perro o una paloma) observa un evento seguido por otro (por ejemplo, un tono seguido de la aparición de un alimento), forma una asociación entre ambos eventos. Después, siempre que la rata oye el tono, espera que aparezcan la comida.
Pero las investigaciones de Blaisdell van más allá, pues han demostrado que estos animales “no sólo adquieren este tipo de asociaciones pavlovianas entre dos eventos sino que, además, pueden formar una relación de causalidad entre ambos”. Es decir, que la rata parece creer que el tono es lo que produce la comida.
Por otra parte, señala Blaisdell para la web de la CNS, si una rata aprende que una luz es la causa de la aparición de un tono y de comida, cuando oye dicho tono, predice que la luz se ha producido, aunque no la haya visto.
Además, los científicos han constatado que las ratas también pueden hacer inferencias racionales sobre sus propias acciones. Tomemos el ejemplo de la luz como una causa común de tono y alimentos. Si los investigadores permiten a la rata presionar una palanca para activar el tono, entonces la rata no espera los alimentos: entiende que ella ha sido la causa del tono y no la luz, así que expectativa sobre la comida cambia.
Por último, Blaisdell y sus colaboradores han descubierto que, una vez que las ratas observan dos eventos juntos, no sólo forman una asociación entre ellos, sino que además generan una expectativa.
Por ejemplo, si se producen dos luces al mismo tiempo, las ratas esperarán que se genere una luz cada vez que se genera la otra. Pero, aún más notable, si los investigadores cubren una de esas dos luces para que la rata no pueda verla y le presentan la otra luz, las ratas actúan como si la luz oculta pudiera estar encendida.
"Mantienen la expectativa de que la luz esté presente, a pesar de que ellas no puedan verla", explica Blaisdell. "A continuación, utilizan este acontecimiento imaginado para orientar su toma de decisiones sobre acciones que pueden o no producir alimentos, en función de la evidencia disponible”.
El estudio lo ha realizado Aaron Blaisdell, un investigador de la Universidad de California, Los Angeles (EEUU) especializado en el estudio del razonamiento, que es la facultad que nos permite resolver problemas, extraer conclusiones y aprender de manera consciente de los hechos, estableciendo conexiones causales y lógicas necesarias entre ellos.
Sus conclusiones, al igual que las de otros científicos centrados en este mismo tema, se expusieron ayer en el simposio anual que la Cognitive Neuroscience Society (CNS) celebra estos días en San Francisco.
Lo que una rata es capaz de pensar
El trabajo de Blaisdell se basa en las ideas del fisiólogo ruso Pavlov y otros, que señalaban que cuando una rata (o un perro o una paloma) observa un evento seguido por otro (por ejemplo, un tono seguido de la aparición de un alimento), forma una asociación entre ambos eventos. Después, siempre que la rata oye el tono, espera que aparezcan la comida.
Pero las investigaciones de Blaisdell van más allá, pues han demostrado que estos animales “no sólo adquieren este tipo de asociaciones pavlovianas entre dos eventos sino que, además, pueden formar una relación de causalidad entre ambos”. Es decir, que la rata parece creer que el tono es lo que produce la comida.
Por otra parte, señala Blaisdell para la web de la CNS, si una rata aprende que una luz es la causa de la aparición de un tono y de comida, cuando oye dicho tono, predice que la luz se ha producido, aunque no la haya visto.
Además, los científicos han constatado que las ratas también pueden hacer inferencias racionales sobre sus propias acciones. Tomemos el ejemplo de la luz como una causa común de tono y alimentos. Si los investigadores permiten a la rata presionar una palanca para activar el tono, entonces la rata no espera los alimentos: entiende que ella ha sido la causa del tono y no la luz, así que expectativa sobre la comida cambia.
Por último, Blaisdell y sus colaboradores han descubierto que, una vez que las ratas observan dos eventos juntos, no sólo forman una asociación entre ellos, sino que además generan una expectativa.
Por ejemplo, si se producen dos luces al mismo tiempo, las ratas esperarán que se genere una luz cada vez que se genera la otra. Pero, aún más notable, si los investigadores cubren una de esas dos luces para que la rata no pueda verla y le presentan la otra luz, las ratas actúan como si la luz oculta pudiera estar encendida.
"Mantienen la expectativa de que la luz esté presente, a pesar de que ellas no puedan verla", explica Blaisdell. "A continuación, utilizan este acontecimiento imaginado para orientar su toma de decisiones sobre acciones que pueden o no producir alimentos, en función de la evidencia disponible”.
Misma raíz biológica en humanos y ratas
Este último tipo de razonamiento observado en las ratas es la base del razonamiento contrafactual o contrafáctico, basado en situaciones no acontecidas ni observables por parte del ser humano que, sin embargo, podrían haber ocurrido. En otras palabras, este razonamiento es el que nos permite tener información y hacer hipótesis a partir de eventos ausentes.
El hecho de que las ratas tengan ya esta capacidad, afirma Blaisdell, señala que algunos elementos del razonamiento contrafáctico tendrían un origen profundo en el tiempo evolutivo.
De hecho, Blaisdell y sus colaboradores han encontrado un mecanismo neurológico compartido entre ratas y personas para el razonamiento contrafáctico en el hipocampo, una estructura cerebral muy vulnerable al paso del tiempo y a trastornos como la enfermedad de Alzheimer.
Ya se sabía que el hipocampo está implicado en el pensamiento contrafactual en personas. En ratas, cuando el equipo de Blaisdell ‘desactivó’ temporalmente parte del hipocampo, estos animales dejaron de ser capaces de mantener en su mente la imagen de la luz ausente.
También capacidades en serpientes y pájaros
En 2003, Joëlle Proust, investigadora del pensamiento animal, publicaba un libro cuya tesis era que los animales son capaces de engendrar conceptos y de formar representaciones mentales a partir de la información que obtienen de su entorno.
Además, pueden memorizar dichas representaciones y separarlas de la percepción de los objetos y de los acontecimientos externos. Según la investigadora, de hecho, numerosos animales tienen representaciones mentales tan reales como las humanas.
En virtud de esta información, pueden prever las evoluciones del entorno, disponer de un mapa mental de su territorio y orientarse mejor en la búsqueda del alimento. Proust afirma que esta capacidad se da en los mamíferos, pero también en serpientes y pájaros [véanse los cuervos de Nueva Caledonia, capaces de crear herramientas e incluso de intuir causas ocultas]; si bien los grandes primates son los que ofrecen unas capacidades mentales más próximas a las humanas.
En otros primates, en concreto en los monos maiceros de Sudamérica, una especie que se bifurcó de la especie humana hace 35 millones de años, se ha llegado incluso a encontrar evidencias de razonamiento simbólico. Fue en un experimento económico realizado en 2008, y que implicó que estos animales tuvieran que reconocer símbolos relacionados con comida real.
Este último tipo de razonamiento observado en las ratas es la base del razonamiento contrafactual o contrafáctico, basado en situaciones no acontecidas ni observables por parte del ser humano que, sin embargo, podrían haber ocurrido. En otras palabras, este razonamiento es el que nos permite tener información y hacer hipótesis a partir de eventos ausentes.
El hecho de que las ratas tengan ya esta capacidad, afirma Blaisdell, señala que algunos elementos del razonamiento contrafáctico tendrían un origen profundo en el tiempo evolutivo.
De hecho, Blaisdell y sus colaboradores han encontrado un mecanismo neurológico compartido entre ratas y personas para el razonamiento contrafáctico en el hipocampo, una estructura cerebral muy vulnerable al paso del tiempo y a trastornos como la enfermedad de Alzheimer.
Ya se sabía que el hipocampo está implicado en el pensamiento contrafactual en personas. En ratas, cuando el equipo de Blaisdell ‘desactivó’ temporalmente parte del hipocampo, estos animales dejaron de ser capaces de mantener en su mente la imagen de la luz ausente.
También capacidades en serpientes y pájaros
En 2003, Joëlle Proust, investigadora del pensamiento animal, publicaba un libro cuya tesis era que los animales son capaces de engendrar conceptos y de formar representaciones mentales a partir de la información que obtienen de su entorno.
Además, pueden memorizar dichas representaciones y separarlas de la percepción de los objetos y de los acontecimientos externos. Según la investigadora, de hecho, numerosos animales tienen representaciones mentales tan reales como las humanas.
En virtud de esta información, pueden prever las evoluciones del entorno, disponer de un mapa mental de su territorio y orientarse mejor en la búsqueda del alimento. Proust afirma que esta capacidad se da en los mamíferos, pero también en serpientes y pájaros [véanse los cuervos de Nueva Caledonia, capaces de crear herramientas e incluso de intuir causas ocultas]; si bien los grandes primates son los que ofrecen unas capacidades mentales más próximas a las humanas.
En otros primates, en concreto en los monos maiceros de Sudamérica, una especie que se bifurcó de la especie humana hace 35 millones de años, se ha llegado incluso a encontrar evidencias de razonamiento simbólico. Fue en un experimento económico realizado en 2008, y que implicó que estos animales tuvieran que reconocer símbolos relacionados con comida real.