Fuente: Sociedad Civil. Chile.
Evaluar mejor la presencia de metales pesados en los suelos agrícolas del Mediterráneo será posible gracias a un nuevo tipo de análisis químico informático desarrollado por científicos españoles.
Se considera “metal pesado” aquel elemento con una densidad de más de 5 gramos por centímetro cúbico en estado elemental o número atómico superior a 20, y su presencia en la corteza terrestre suele ser inferior al 0,1%.
Pero, a pesar de ser componentes presentes en los suelos, y que en situaciones normales no resultan peligrosos, la actividad humana ha provocado que su presencia aumente hasta el punto de convertirlos en tóxicos.
Vertidos industriales, actividades mineras, aplicación de plaguicidas, tráfico rodado o una mala gestión agrícola son las principales causas de este aumento. Por eso, y sobre todo en los países desarrollados, la contaminación del suelo por metales pesados se ha convertido en una cuestión medioambiental cada vez más importante.
Medición de cantidades
Estos contaminantes se filtran con facilidad en las aguas o son asimilados por ciertos cultivos, lo que afecta a la salud tanto de la vida salvaje, como del ganado y de los seres humanos. Para proteger los suelos, resulta por tanto esencial conocer sus tipos, el contenido orgánico que tienen, y los compuestos y sales, como los carbonatos, que lo forman. Así, se pueden medir mejor los riesgos y aplicar políticas de protección más efectivas.
Los científicos españoles Carolina Micó, Luis Recatalá, Mónica Peris y Juan Sánchez, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE, de la Universidad de Valencia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC y de la Generalitat Valenciana, han ideado y aplicado un análisis multivariable (análisis principal constitutivo y análisis en grupo) al estudio de los suelos agrícolas, con el objetivo de identificar la procedencia común de metales pesados contaminantes.
Los resultados de su investigación se han publicado en Chemosphere y la revista Atomic Spectroscoy les ha dedicado una reseña. Tal como explican al respecto, se tomaron 54 muestras de suelo de la región de Alicante, que fue tomada como región mediterránea típica. Estas muestras se sometieron a una metabolización con microondas en solución ácida y sus contenidos metálicos (cadmio, cobalto, cromo, cobre, hierro, manganeso, níquel, plomo y zinc) fueron determinadas gracias a una espectroscopia de absorción atómica, método que utiliza un nebulizador y una llama, cuya luz es absorbida por el elemento, lo que permite determinar la cantidad de éste presente en las muestras.
Resultados claros
Los resultados fueron similares a los de otras pruebas realizadas en otras áreas mediterráneas, salvo en la cantidad de contenido de cobre y plomo. Pero fue el análisis informático químico lo que aportó importantes claves como la procedencia de los metales contaminantes.
Según ellos, el cobalto, el cromo, el hierro, el manganeso y el zinc están relacionados con rocas de origen, formando parte de las propiedades del suelo. No obstante, la utilización cambiante del suelo implica que estos metales se “muevan” más de lo que se moverían en condiciones normales.
Pero el problema estaría en el cadmio, el cobre y el plomo, que estaban presentes en las muestras como consecuencia de las actividades industriales, urbanas y agrícolas. Es lo que se denomina el “componente antropogénico”, en este caso del suelo, causado por la acción del hombre. Lo preocupante es que se hallan en los suelos agrícolas.
Estos resultados apuntan a la necesidad de establecer estándars de calidad para la presencia de metales pesados, que establezcan qué suelos están afectados por la contaminación humana. Los análisis de otras regiones permitirán a los científicos mejorar las bases que están definiendo dichos estándars a nivel regional bajo los auspicios de la European Strategy for Soil Protection de la Comisión Europea, que desde 2004 está llevando a cabo una estrategia de protección del suelo.
Se considera “metal pesado” aquel elemento con una densidad de más de 5 gramos por centímetro cúbico en estado elemental o número atómico superior a 20, y su presencia en la corteza terrestre suele ser inferior al 0,1%.
Pero, a pesar de ser componentes presentes en los suelos, y que en situaciones normales no resultan peligrosos, la actividad humana ha provocado que su presencia aumente hasta el punto de convertirlos en tóxicos.
Vertidos industriales, actividades mineras, aplicación de plaguicidas, tráfico rodado o una mala gestión agrícola son las principales causas de este aumento. Por eso, y sobre todo en los países desarrollados, la contaminación del suelo por metales pesados se ha convertido en una cuestión medioambiental cada vez más importante.
Medición de cantidades
Estos contaminantes se filtran con facilidad en las aguas o son asimilados por ciertos cultivos, lo que afecta a la salud tanto de la vida salvaje, como del ganado y de los seres humanos. Para proteger los suelos, resulta por tanto esencial conocer sus tipos, el contenido orgánico que tienen, y los compuestos y sales, como los carbonatos, que lo forman. Así, se pueden medir mejor los riesgos y aplicar políticas de protección más efectivas.
Los científicos españoles Carolina Micó, Luis Recatalá, Mónica Peris y Juan Sánchez, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE, de la Universidad de Valencia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC y de la Generalitat Valenciana, han ideado y aplicado un análisis multivariable (análisis principal constitutivo y análisis en grupo) al estudio de los suelos agrícolas, con el objetivo de identificar la procedencia común de metales pesados contaminantes.
Los resultados de su investigación se han publicado en Chemosphere y la revista Atomic Spectroscoy les ha dedicado una reseña. Tal como explican al respecto, se tomaron 54 muestras de suelo de la región de Alicante, que fue tomada como región mediterránea típica. Estas muestras se sometieron a una metabolización con microondas en solución ácida y sus contenidos metálicos (cadmio, cobalto, cromo, cobre, hierro, manganeso, níquel, plomo y zinc) fueron determinadas gracias a una espectroscopia de absorción atómica, método que utiliza un nebulizador y una llama, cuya luz es absorbida por el elemento, lo que permite determinar la cantidad de éste presente en las muestras.
Resultados claros
Los resultados fueron similares a los de otras pruebas realizadas en otras áreas mediterráneas, salvo en la cantidad de contenido de cobre y plomo. Pero fue el análisis informático químico lo que aportó importantes claves como la procedencia de los metales contaminantes.
Según ellos, el cobalto, el cromo, el hierro, el manganeso y el zinc están relacionados con rocas de origen, formando parte de las propiedades del suelo. No obstante, la utilización cambiante del suelo implica que estos metales se “muevan” más de lo que se moverían en condiciones normales.
Pero el problema estaría en el cadmio, el cobre y el plomo, que estaban presentes en las muestras como consecuencia de las actividades industriales, urbanas y agrícolas. Es lo que se denomina el “componente antropogénico”, en este caso del suelo, causado por la acción del hombre. Lo preocupante es que se hallan en los suelos agrícolas.
Estos resultados apuntan a la necesidad de establecer estándars de calidad para la presencia de metales pesados, que establezcan qué suelos están afectados por la contaminación humana. Los análisis de otras regiones permitirán a los científicos mejorar las bases que están definiendo dichos estándars a nivel regional bajo los auspicios de la European Strategy for Soil Protection de la Comisión Europea, que desde 2004 está llevando a cabo una estrategia de protección del suelo.