Los gobiernos no pueden esperar a que ocurran los primeros efectos catastróficos de los cambios climáticos para reaccionar porque entonces será demasiado tarde, ya que la inercia térmica de los océanos prolongará los efectos del calentamiento global haciendo irreversibles las consecuencias para varias generaciones de gobernantes.
Dos equipos independientes del NCAR (National Center for Atmospheric Research) han modelizado el efecto de la inercia de los océanos sobre el calentamiento climático. Hace dos años, el NCAR formuló otra predicción modelizada de la evolución del clima, señalando que la temperatura global subiría hasta 10 grados este siglo si no se reducen las emisiones contaminantes, tal como publicamos en otro artículo de esta revista.
Respecto a la nueva investigación, se basa en que el agua necesita mucho más tiempo que el aire para calentarse, lo que también es válido para la atmósfera y los océanos. Debido a las pautas de tiempo invertidas en estos procesos, incluso aunque las emisiones de gases de efecto invernadero se hubieran estabilizado en el año 2000, la temperatura media del planeta continuaría subiendo medio grado Celsius a lo largo del siglo XXI, según el modelo realizado al respecto por Gerald Meelh y Tom Wigley.
Por la misma razón el nivel del mar continuaría subiendo por efecto de la expansión térmica, ya que los océanos se dilatan al aumentar su temperatura. Aún sin contar con la fundición de los hielos terrestres, continentales y del mar, el nivel de los océanos subirá inevitablemente al menos 10 centímetros este siglo.
El nivel del mar se ha incrementado ya 9 centímetros en el último siglo y podría aumentar entre 9 y 88 centímetros en el presente. Si el hielo de Groenlandia se derrite completamente, se sumarían 7 metros al nivel global del mar y si se suma la capa del Antártico, se aumentaría otros 5 metros.
Aumento de las crisis sanitarias
Los resultados de este estudio ponen en evidencia no sólo la necesidad de incrementar los esfuerzos para contener las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también de preparar a la sociedad para algunos cambios planetarios que ya son inevitables y que tendrán un profundo impacto en determinadas zonas del planeta.
Una de las consecuencias de estos cambios es el previsible aumento de las crisis sanitarias, tal como ha advertido un grupo de científicos en el reciente encuentro anual de la American Association for the Advancement of Science, celebrado en Washington del 17 al 25 de febrero.
Jonathan A. Patz, profesor de estudios medioambientales y de salud pública de la universidad norteamericana de Wisconsin-Madison, afirmó el pasado 20 de febrero en una conferencia impartida en el marco de dicho encuentro que el cambio climático no afectará sólo al aumento de la temperatura, sino que traerá consigo nuevos riesgos sanitarios.
Entre ellos están las olas de calor que pueden resultar mortales, así como las epidemias, las hambrunas y las inundaciones. Según Patz, a medida que el ser humano altera su entorno, aumenta la vulnerabilidad al calor, a las enfermedades relacionadas con la contaminación del aire, a las enfermedades infecciosas y a la desnutrición o a la mala alimentación.
Dos equipos independientes del NCAR (National Center for Atmospheric Research) han modelizado el efecto de la inercia de los océanos sobre el calentamiento climático. Hace dos años, el NCAR formuló otra predicción modelizada de la evolución del clima, señalando que la temperatura global subiría hasta 10 grados este siglo si no se reducen las emisiones contaminantes, tal como publicamos en otro artículo de esta revista.
Respecto a la nueva investigación, se basa en que el agua necesita mucho más tiempo que el aire para calentarse, lo que también es válido para la atmósfera y los océanos. Debido a las pautas de tiempo invertidas en estos procesos, incluso aunque las emisiones de gases de efecto invernadero se hubieran estabilizado en el año 2000, la temperatura media del planeta continuaría subiendo medio grado Celsius a lo largo del siglo XXI, según el modelo realizado al respecto por Gerald Meelh y Tom Wigley.
Por la misma razón el nivel del mar continuaría subiendo por efecto de la expansión térmica, ya que los océanos se dilatan al aumentar su temperatura. Aún sin contar con la fundición de los hielos terrestres, continentales y del mar, el nivel de los océanos subirá inevitablemente al menos 10 centímetros este siglo.
El nivel del mar se ha incrementado ya 9 centímetros en el último siglo y podría aumentar entre 9 y 88 centímetros en el presente. Si el hielo de Groenlandia se derrite completamente, se sumarían 7 metros al nivel global del mar y si se suma la capa del Antártico, se aumentaría otros 5 metros.
Aumento de las crisis sanitarias
Los resultados de este estudio ponen en evidencia no sólo la necesidad de incrementar los esfuerzos para contener las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también de preparar a la sociedad para algunos cambios planetarios que ya son inevitables y que tendrán un profundo impacto en determinadas zonas del planeta.
Una de las consecuencias de estos cambios es el previsible aumento de las crisis sanitarias, tal como ha advertido un grupo de científicos en el reciente encuentro anual de la American Association for the Advancement of Science, celebrado en Washington del 17 al 25 de febrero.
Jonathan A. Patz, profesor de estudios medioambientales y de salud pública de la universidad norteamericana de Wisconsin-Madison, afirmó el pasado 20 de febrero en una conferencia impartida en el marco de dicho encuentro que el cambio climático no afectará sólo al aumento de la temperatura, sino que traerá consigo nuevos riesgos sanitarios.
Entre ellos están las olas de calor que pueden resultar mortales, así como las epidemias, las hambrunas y las inundaciones. Según Patz, a medida que el ser humano altera su entorno, aumenta la vulnerabilidad al calor, a las enfermedades relacionadas con la contaminación del aire, a las enfermedades infecciosas y a la desnutrición o a la mala alimentación.
El mayor riesgo no es el calor
Sin embargo, el mayor riesgo para la salud no se encuentra en el calentamiento global en sí, sino en sus drásticas consecuencias climáticas: grandes tempestades, inundaciones, cambios dramáticos de la temperatura... Estos extremos vinculados al cambio climático constituyen los peligros mortales más serios.
Para Patz resulta esencial nuestra capacidad de adaptación. Para desarrollarla, es indispensable encontrar las fórmulas para atenuar los potenciales efectos del cambio climático en el hombre.
El aumento de las precipitaciones, por ejemplo, hace que proliferen insectos y animales, así como nuevos virus y bacterias que pueden afectar a la salud pública. Una de las estrategias para evitar en la medida de lo posible este riesgo sería desarrollar y utilizar sistemas de alerta y previsiones climáticas que permitan tomar las medidas necesarias para limitar el contacto con fuentes patógenas.
Efecto amplificador
La creciente utilización de aires acondicionados contra las insoportables olas de calor producen una combustión de carburantes fósiles necesarios para la climatización que, aunque resuelve el problema momentáneamente, luego lo potencia, por lo que se deben buscar cuanto antes nuevas fuentes de energía.
Por otro lado, habría que evitar la contaminación de las aguas como consecuencia de los vertidos procedentes de alcantarillas y otros fenómenos de contaminación, mediante estructuras y redes.
En definitiva, tomar medidas en todos los frentes para frenar desastres y epidemias para los que, hoy por hoy, no estamos sanitariamente preparados.
Sin embargo, el mayor riesgo para la salud no se encuentra en el calentamiento global en sí, sino en sus drásticas consecuencias climáticas: grandes tempestades, inundaciones, cambios dramáticos de la temperatura... Estos extremos vinculados al cambio climático constituyen los peligros mortales más serios.
Para Patz resulta esencial nuestra capacidad de adaptación. Para desarrollarla, es indispensable encontrar las fórmulas para atenuar los potenciales efectos del cambio climático en el hombre.
El aumento de las precipitaciones, por ejemplo, hace que proliferen insectos y animales, así como nuevos virus y bacterias que pueden afectar a la salud pública. Una de las estrategias para evitar en la medida de lo posible este riesgo sería desarrollar y utilizar sistemas de alerta y previsiones climáticas que permitan tomar las medidas necesarias para limitar el contacto con fuentes patógenas.
Efecto amplificador
La creciente utilización de aires acondicionados contra las insoportables olas de calor producen una combustión de carburantes fósiles necesarios para la climatización que, aunque resuelve el problema momentáneamente, luego lo potencia, por lo que se deben buscar cuanto antes nuevas fuentes de energía.
Por otro lado, habría que evitar la contaminación de las aguas como consecuencia de los vertidos procedentes de alcantarillas y otros fenómenos de contaminación, mediante estructuras y redes.
En definitiva, tomar medidas en todos los frentes para frenar desastres y epidemias para los que, hoy por hoy, no estamos sanitariamente preparados.