Imagen: Geoeconomía, las claves de la economía global.
Los hay que dicen que todo lo que nos sucede en nuestro espacio vital local, en España, es culpa de una crisis económica que nadie sabe a ciencia cierta de donde ha venido. A veces la culpa era de los Estados Unidos y de las hipotecas subprime y ahora, más cercanamente, la mala es la señora Merkel que tiene acogotada a Europa.
También los hay que dicen que las crisis vienen tarde o temprano como sucede con el tiempo atmosférico, que cambia de forma cíclica. O como dice uno de los economistas que cito en el libro (Clemente Juglar): las depresiones económicas las crean los tiempos de prosperidad.
Recientemente, incluso, estuve en una conferencia de una persona relevante del mundo económico, presidente en el pasado de una importante institución reguladora, secretario de Estado, e incluso, alto cargo en el Banco Mundial.
Al comenzar su exposición sobre la situación económica española esta persona a la que me refiero se arrancó diciendo que…Tener esperanza no ayuda y que el optimismo no es bueno para resolver los problemas, que es mejor tener lo que él llamaba un “pesimismo defensivo”. Cosa que la verdad no sé muy bien que significa.
El hecho es que estamos viviendo un momento en la historia del mundo muy singular. Y a mi modo de ver lo que hay que tener es optimismo y esperanza. Diría más tener un “optimismo positivo de la realidad”.
Somos los protagonistas directos de la globalización: de la globalización económica, de la globalización política y de la globalización cultural del mundo. Todas ellas con múltiples facetas que se interrelacionan unas con otras.
El problema es que si sólo vemos uno de los aspectos, o los aspectos más negativos, tenemos grandes oportunidades de no salir de ésta, como se suele decir. Dicho de otra manera:
Sólo mirando a la economía no tendremos una visión completa de lo que sucede y nos será difícil aplicar las medidas que necesitamos.
Tres factores de globalización
A mi modo de ver, son tres los factores que mueven el mundo globalizado:
1. La complejidad de lo económico: todas las economías son interdependientes
2. La complejidad de lo político y social: están en marcha transformaciones nuevas que no sabemos dónde terminarán y el caso más claro es el norte de África y Oriente Medio. Por no hablar del hecho de que el modelo occidental, con sus valores que parecían ser el fin de la historia como argumentó Francis Fukuyama en su libro “el fin de la historia”, pues era el final superior de la organización humana, ya no son la solución ni dentro ni fuera de las democracias al uso. Las democracias occidentales, tal como están ahora, no sirven ni para los occidentales ni para los pueblos que no la tienen.
3. La complejidad en las luchas de poder: los conflictos armados, aunque sin haber desaparecido, han dado origen a enormes conflictos económicos. Basta poner sobre la mesa los constantes ataques de los mercados a las deudas soberanas en Europa, y los conflictos entre las divisas, especialmente el dólar y el euro. Por no hablar de los desencuentros en la organización mundial del comercio entre China y Estados Unidos, o las guerras en internet que se dan con el robo de patentes y otros activos empresariales en lo que ha dado en llamar cibercriminalidad.
Y esto es lo que estudia la geoeconomía y el por qué del libro: tratar de ver el caleidoscopio del mundo globalizado y reflexionar sobre los problemas desde esta óptica: lo que llamo pensar en global. No basta ver un problema en concreto, es preciso ver el conjunto, sus partes y las interacciones entre ellas. Y cómo se interrelacionan la economía globalizada y la geopolítica con sus luchas de poder, que también alcanzan al mundo empresarial.
La crisis económica actual
Primero, hay que decir que no se trata de una crisis global. Se concentra especialmente en el mundo occidental: Estados Unidos y Europa. Aunque el resto, por la globalización, sufre los efectos. De ahí que se piense que el mundo en su conjunto pueda entrar en recesión.
Un dato: los países productores de petróleo no tienen problemas financieros, pero los pueden llegar a tener si el consumo en los países occidentales no acaba de arrancar.
Países que, a su vez, son políticamente muy frágiles y se enfrentan a movimientos sociales cuyo devenir no es predecible hoy. Y esto afectará a la economía y a nuestra forma de vida.
Lo que pasa en el norte de África y en varios lugares de Oriente Medio y, no digamos, en Irán, determinará la situación económica en el futuro. E, incluso, por el impacto que esto puede tener en el petróleo y otras materias primas, puede condicionar nuestro modo de vida.
No todo es por tanto el problema de la deuda o de las políticas fiscales. Hay otros muchos factores que influyen y que hay que tener en cuenta. Y esto es geoeconomía.
A China le pasa algo parecido, ya que es la fábrica del mundo. Pero su situación social y política podría ser diferente en el futuro.
China es un país que pone en marcha una central eléctrica de carbón cada dos semanas, con el impacto medioambiental que esto tiene. Sin olvidar lo relativo a las redes sociales poco activas hoy pero ¿quién dice que no puedan estarlo dentro de poco y que al final alguien pase por encima del portal chino Baidu que tiene bloqueado a Google?
Y los países Sudamericanos y Rusia, aunque sin crisis aparente, no dejan de tener también problemas de muchos tipos.
Situaciones que la globalización hace que se sienta de forma muy rápida en muchos sitios, no sólo donde existen los problemas.
También los hay que dicen que las crisis vienen tarde o temprano como sucede con el tiempo atmosférico, que cambia de forma cíclica. O como dice uno de los economistas que cito en el libro (Clemente Juglar): las depresiones económicas las crean los tiempos de prosperidad.
Recientemente, incluso, estuve en una conferencia de una persona relevante del mundo económico, presidente en el pasado de una importante institución reguladora, secretario de Estado, e incluso, alto cargo en el Banco Mundial.
Al comenzar su exposición sobre la situación económica española esta persona a la que me refiero se arrancó diciendo que…Tener esperanza no ayuda y que el optimismo no es bueno para resolver los problemas, que es mejor tener lo que él llamaba un “pesimismo defensivo”. Cosa que la verdad no sé muy bien que significa.
El hecho es que estamos viviendo un momento en la historia del mundo muy singular. Y a mi modo de ver lo que hay que tener es optimismo y esperanza. Diría más tener un “optimismo positivo de la realidad”.
Somos los protagonistas directos de la globalización: de la globalización económica, de la globalización política y de la globalización cultural del mundo. Todas ellas con múltiples facetas que se interrelacionan unas con otras.
El problema es que si sólo vemos uno de los aspectos, o los aspectos más negativos, tenemos grandes oportunidades de no salir de ésta, como se suele decir. Dicho de otra manera:
Sólo mirando a la economía no tendremos una visión completa de lo que sucede y nos será difícil aplicar las medidas que necesitamos.
Tres factores de globalización
A mi modo de ver, son tres los factores que mueven el mundo globalizado:
1. La complejidad de lo económico: todas las economías son interdependientes
2. La complejidad de lo político y social: están en marcha transformaciones nuevas que no sabemos dónde terminarán y el caso más claro es el norte de África y Oriente Medio. Por no hablar del hecho de que el modelo occidental, con sus valores que parecían ser el fin de la historia como argumentó Francis Fukuyama en su libro “el fin de la historia”, pues era el final superior de la organización humana, ya no son la solución ni dentro ni fuera de las democracias al uso. Las democracias occidentales, tal como están ahora, no sirven ni para los occidentales ni para los pueblos que no la tienen.
3. La complejidad en las luchas de poder: los conflictos armados, aunque sin haber desaparecido, han dado origen a enormes conflictos económicos. Basta poner sobre la mesa los constantes ataques de los mercados a las deudas soberanas en Europa, y los conflictos entre las divisas, especialmente el dólar y el euro. Por no hablar de los desencuentros en la organización mundial del comercio entre China y Estados Unidos, o las guerras en internet que se dan con el robo de patentes y otros activos empresariales en lo que ha dado en llamar cibercriminalidad.
Y esto es lo que estudia la geoeconomía y el por qué del libro: tratar de ver el caleidoscopio del mundo globalizado y reflexionar sobre los problemas desde esta óptica: lo que llamo pensar en global. No basta ver un problema en concreto, es preciso ver el conjunto, sus partes y las interacciones entre ellas. Y cómo se interrelacionan la economía globalizada y la geopolítica con sus luchas de poder, que también alcanzan al mundo empresarial.
La crisis económica actual
Primero, hay que decir que no se trata de una crisis global. Se concentra especialmente en el mundo occidental: Estados Unidos y Europa. Aunque el resto, por la globalización, sufre los efectos. De ahí que se piense que el mundo en su conjunto pueda entrar en recesión.
Un dato: los países productores de petróleo no tienen problemas financieros, pero los pueden llegar a tener si el consumo en los países occidentales no acaba de arrancar.
Países que, a su vez, son políticamente muy frágiles y se enfrentan a movimientos sociales cuyo devenir no es predecible hoy. Y esto afectará a la economía y a nuestra forma de vida.
Lo que pasa en el norte de África y en varios lugares de Oriente Medio y, no digamos, en Irán, determinará la situación económica en el futuro. E, incluso, por el impacto que esto puede tener en el petróleo y otras materias primas, puede condicionar nuestro modo de vida.
No todo es por tanto el problema de la deuda o de las políticas fiscales. Hay otros muchos factores que influyen y que hay que tener en cuenta. Y esto es geoeconomía.
A China le pasa algo parecido, ya que es la fábrica del mundo. Pero su situación social y política podría ser diferente en el futuro.
China es un país que pone en marcha una central eléctrica de carbón cada dos semanas, con el impacto medioambiental que esto tiene. Sin olvidar lo relativo a las redes sociales poco activas hoy pero ¿quién dice que no puedan estarlo dentro de poco y que al final alguien pase por encima del portal chino Baidu que tiene bloqueado a Google?
Y los países Sudamericanos y Rusia, aunque sin crisis aparente, no dejan de tener también problemas de muchos tipos.
Situaciones que la globalización hace que se sienta de forma muy rápida en muchos sitios, no sólo donde existen los problemas.
Eduardo Olier (dcha.) junto a Carlos Romero, presidente del CEU, y Ana Palacio, ex ministra Asuntos Exteriores, en la presentación del libro en Madrid.
Europa, en la encrucijada
Europa está en una importante encrucijada económica y política. Los países del centro y del norte parecen tener sus economías saneadas y la crisis no les afecta como a nosotros, aunque Francia puede estar en puertas de perder su calificación de triple A.
Los países del sur y también Irlanda han entrado en una senda muy difícil económicamente, como bien conocemos.
Inglaterra diría que al mantener la libra y no haber entrado en el sistema monetario unificado del euro, va por libre. Si bien tiene problemas evidentes, sobre todo en su sistema financiero.
Y Alemania parece ser el país que marca el paso.
Esto es geoeconomía: la presión del poder político alemán o americano sobre otros países para que realicen las reformas que tienen que hacer por estar lastrando al conjunto europeo. Luchas de poder político mezcladas con poder económico que a su vez se ve influido por los mecanismos de la globalización.
Y España en este contexto resulta ser un jugador que no está en la Champion league y que no tiene otro remedio que seguir las directrices que marcan desde fuera. Lo que es geoeconomía.
Tenemos una crisis “a la española” que ha paralizado la economía y que tiene 5 millones de parados al menos. Y para salir de esta crisis no le bastará con tratar de hacer, como se suele decir, los deberes.
Se tendrá que poner en marcha nuestro potencial geoeconómico que pasa por hacer valer nuestro peso en el mundo y en Europa: el peso político y el económico. Y tener una visión positiva como decía al principio. Pues todo pesimismo lleva, en mi opinión, a la inacción, por mucho que el anterior secretario de Defensa americano dijera aquello de que para ser eficaz en la vida hay que tener el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. A mi modo de ver, hay que tener optimismo en todas nuestras capacidades vitales.
Un mundo globalizado en el que no hay vuelta atrás y en el que:
Los movimientos de capitales seguirán siendo la fuerza que gobierne la economía a nivel mundial,
Donde el factor clave no será una economía industrial o una economía de servicios, sino que las diferencias vendrán marcadas por el conocimiento. Por lo que la educación será el factor competitivo clave.
Y en el que las materias primas, el petróleo y otros productos se convertirán en el nuevo instrumento de poder, originando múltiples conflictos geopolíticos y económicos.
Europa está en una importante encrucijada económica y política. Los países del centro y del norte parecen tener sus economías saneadas y la crisis no les afecta como a nosotros, aunque Francia puede estar en puertas de perder su calificación de triple A.
Los países del sur y también Irlanda han entrado en una senda muy difícil económicamente, como bien conocemos.
Inglaterra diría que al mantener la libra y no haber entrado en el sistema monetario unificado del euro, va por libre. Si bien tiene problemas evidentes, sobre todo en su sistema financiero.
Y Alemania parece ser el país que marca el paso.
Esto es geoeconomía: la presión del poder político alemán o americano sobre otros países para que realicen las reformas que tienen que hacer por estar lastrando al conjunto europeo. Luchas de poder político mezcladas con poder económico que a su vez se ve influido por los mecanismos de la globalización.
Y España en este contexto resulta ser un jugador que no está en la Champion league y que no tiene otro remedio que seguir las directrices que marcan desde fuera. Lo que es geoeconomía.
Tenemos una crisis “a la española” que ha paralizado la economía y que tiene 5 millones de parados al menos. Y para salir de esta crisis no le bastará con tratar de hacer, como se suele decir, los deberes.
Se tendrá que poner en marcha nuestro potencial geoeconómico que pasa por hacer valer nuestro peso en el mundo y en Europa: el peso político y el económico. Y tener una visión positiva como decía al principio. Pues todo pesimismo lleva, en mi opinión, a la inacción, por mucho que el anterior secretario de Defensa americano dijera aquello de que para ser eficaz en la vida hay que tener el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. A mi modo de ver, hay que tener optimismo en todas nuestras capacidades vitales.
Un mundo globalizado en el que no hay vuelta atrás y en el que:
Los movimientos de capitales seguirán siendo la fuerza que gobierne la economía a nivel mundial,
Donde el factor clave no será una economía industrial o una economía de servicios, sino que las diferencias vendrán marcadas por el conocimiento. Por lo que la educación será el factor competitivo clave.
Y en el que las materias primas, el petróleo y otros productos se convertirán en el nuevo instrumento de poder, originando múltiples conflictos geopolíticos y económicos.
Geoeconomía, las claves de la economía global
El libro Geoeconomía, las claves de la economía global trata de ver el hecho económico globalizado desde esta perspectiva.
Para ello nos pareció fundamental saber de dónde venimos y donde estamos.
Esto es la primera parte:
Cómo funciona el entramado de la globalización económica. En especial los juegos de poder geopolítico, las organizaciones que ahí se encuentran, los conflictos en los que estamos inmersos, etc. No todo se explica como he dicho con los parámetros financieros habituales: el PIB, la deuda, los mercados, los sistemas impositivos, las balanzas de pago, etc. Hay que saber lo que hay detrás.
La segunda parte se enfrenta con lo que llamamos el caleidoscopio económico mundial. Es decir las regiones: Europa no es Estados Unidos, como la India no tiene nada que ver con Brasil, ni China con Japón o Estados Unidos. Y ahí se multiplican los intereses y las luchas soterradas una veces y visibles otras. No en vano los conflictos de Afganistan o Libia, por poner dos ejemplos, tienen mucho que ver con las materias primas aunque no se diga abiertamente.
Pasamos al tercer bloque: los retos que tenemos: las crisis económicas, pero también el problema del petróleo y otros recursos naturales. Les daré un pequeño dato: España depende en un 100% del petróleo exterior. No tenemos petróleo. Y la factura del petróleo y los productos derivados de él representa un 6% del PIB a precios de 80 dólares el barril. ¿Qué pasaría en 2012 o 2013, como se prevé, cuando el petróleo se mantenga en 110 o 120 dólares durante todo el año? ¿Cuál sería el precio de la electricidad? ¿Qué sucedería con la competitividad de nuestras industrias? Y Europa en conjunto no está mejor, ya que en lugar del 100% depende un 80%.
El libro Geoeconomía, las claves de la economía global trata de ver el hecho económico globalizado desde esta perspectiva.
Para ello nos pareció fundamental saber de dónde venimos y donde estamos.
Esto es la primera parte:
Cómo funciona el entramado de la globalización económica. En especial los juegos de poder geopolítico, las organizaciones que ahí se encuentran, los conflictos en los que estamos inmersos, etc. No todo se explica como he dicho con los parámetros financieros habituales: el PIB, la deuda, los mercados, los sistemas impositivos, las balanzas de pago, etc. Hay que saber lo que hay detrás.
La segunda parte se enfrenta con lo que llamamos el caleidoscopio económico mundial. Es decir las regiones: Europa no es Estados Unidos, como la India no tiene nada que ver con Brasil, ni China con Japón o Estados Unidos. Y ahí se multiplican los intereses y las luchas soterradas una veces y visibles otras. No en vano los conflictos de Afganistan o Libia, por poner dos ejemplos, tienen mucho que ver con las materias primas aunque no se diga abiertamente.
Pasamos al tercer bloque: los retos que tenemos: las crisis económicas, pero también el problema del petróleo y otros recursos naturales. Les daré un pequeño dato: España depende en un 100% del petróleo exterior. No tenemos petróleo. Y la factura del petróleo y los productos derivados de él representa un 6% del PIB a precios de 80 dólares el barril. ¿Qué pasaría en 2012 o 2013, como se prevé, cuando el petróleo se mantenga en 110 o 120 dólares durante todo el año? ¿Cuál sería el precio de la electricidad? ¿Qué sucedería con la competitividad de nuestras industrias? Y Europa en conjunto no está mejor, ya que en lugar del 100% depende un 80%.
Quiebra del sistema social
Alguien dirá que ya veremos, pero no creo que sea una buena política. En el mundo globalizado hay que adelantarse, sino ya conocemos los efectos.
¿Y las crisis económicas? El ciclo, como dicen los economistas. Ya se entiende que en la situación actual, sin el recurso de la moneda, España se enfrenta a unos ajustes evidentes en las bases de su sistema de bienestar.
Es lo que suelo llamar las patas de la mesa del sistema social, que son: la educación, la sanidad, las pensiones, y el desempleo.
Volvamos a los datos: en 2010 el paro costó al Estado más de 30.000 millones de euros y en 2011 se superará con creces esta cifra. Las pensiones se mueven por los 100.000 millones. Y entre educación y gastos del sistema de salud, dependencia, etc., andamos como las pensiones, más o menos. Con la seguridad social en pérdidas y el fondo de reserva cambiado de un bolsillo a otro: hoy está invertido en deuda del Estado.
¿De dónde se reducirán las partidas? No tengan duda: algo nuevo vendrá a buen seguro. Y lo hecho en Cataluña es un aviso.
La última parte del libro se concentra en proponer soluciones para tratar de desenvolverse en todo este lío. Es decir, lo que se necesita para ejercer el liderazgo en un mundo nuevo y complejo, para entender, y gestionar las guerras económicas y los intereses estratégicos propios y ajenos, y para desarrollar una estrategia internacional donde las empresas transnacionales operan ya de formas muy determinadas. Y todo esto hay que conocerlo y saber cómo desenvolverse ahí.
Se necesita inteligencia
Bueno, inteligentes ya somos, estarán pensando ustedes. Y tienen razón. Pero hablo de un modo nuevo de aplicar la inteligencia. Lo que llamamos inteligencia estratégica o inteligencia competitiva.
¿Y esto de la inteligencia estratégica qué es?
Lo diré con un ejemplo en pocas palabras: dos empresas españolas fabricantes de zapatos deciden de manera independiente abrir el mercado africano. Ya han estado por Europa donde les va muy bien, en Estados Unidos, y en otras partes donde también tuvieron éxito. Y han pensado que el continente africano puede ser una opción interesante: está cerca y los costes logísticos pueden ser muy atractivos.
Separadamente se van a áfrica los dos directores comerciales de ambas empresas. Y después de una semana de andar de aquí para allá envían dos correos electrónicos a sus respectivos jefes:
El primero dice: querido jefe: ya te daré un exhaustivo informe en mano. Aunque te avanzo la conclusión principal: imposible. Aquí no hay negocio. Todo el mundo va descalzo.
¿Qué dirán que dijo el segundo?
Querido consejero delegado: no necesito muchas páginas para explicártelo. Esto es un chollo. ¡nos vamos a forrar! ¡aquí todo el mundo va descalzo!
Esto es inteligencia.
Eduardo Olier es director de la cátedra de Geoeconomía y Estrategia Internacional de la Universidad CEU San Pablo, presidente del Instituto Choiseul España, y presidente del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra. Es el autor del libro Geoeconomía, las claves de la economía global (Pearson, Madrid, 2012). Este texto corresponde a la presentación que hizo el autor de su libro recientemente en Madrid. Se reproduce con autorización.
Alguien dirá que ya veremos, pero no creo que sea una buena política. En el mundo globalizado hay que adelantarse, sino ya conocemos los efectos.
¿Y las crisis económicas? El ciclo, como dicen los economistas. Ya se entiende que en la situación actual, sin el recurso de la moneda, España se enfrenta a unos ajustes evidentes en las bases de su sistema de bienestar.
Es lo que suelo llamar las patas de la mesa del sistema social, que son: la educación, la sanidad, las pensiones, y el desempleo.
Volvamos a los datos: en 2010 el paro costó al Estado más de 30.000 millones de euros y en 2011 se superará con creces esta cifra. Las pensiones se mueven por los 100.000 millones. Y entre educación y gastos del sistema de salud, dependencia, etc., andamos como las pensiones, más o menos. Con la seguridad social en pérdidas y el fondo de reserva cambiado de un bolsillo a otro: hoy está invertido en deuda del Estado.
¿De dónde se reducirán las partidas? No tengan duda: algo nuevo vendrá a buen seguro. Y lo hecho en Cataluña es un aviso.
La última parte del libro se concentra en proponer soluciones para tratar de desenvolverse en todo este lío. Es decir, lo que se necesita para ejercer el liderazgo en un mundo nuevo y complejo, para entender, y gestionar las guerras económicas y los intereses estratégicos propios y ajenos, y para desarrollar una estrategia internacional donde las empresas transnacionales operan ya de formas muy determinadas. Y todo esto hay que conocerlo y saber cómo desenvolverse ahí.
Se necesita inteligencia
Bueno, inteligentes ya somos, estarán pensando ustedes. Y tienen razón. Pero hablo de un modo nuevo de aplicar la inteligencia. Lo que llamamos inteligencia estratégica o inteligencia competitiva.
¿Y esto de la inteligencia estratégica qué es?
Lo diré con un ejemplo en pocas palabras: dos empresas españolas fabricantes de zapatos deciden de manera independiente abrir el mercado africano. Ya han estado por Europa donde les va muy bien, en Estados Unidos, y en otras partes donde también tuvieron éxito. Y han pensado que el continente africano puede ser una opción interesante: está cerca y los costes logísticos pueden ser muy atractivos.
Separadamente se van a áfrica los dos directores comerciales de ambas empresas. Y después de una semana de andar de aquí para allá envían dos correos electrónicos a sus respectivos jefes:
El primero dice: querido jefe: ya te daré un exhaustivo informe en mano. Aunque te avanzo la conclusión principal: imposible. Aquí no hay negocio. Todo el mundo va descalzo.
¿Qué dirán que dijo el segundo?
Querido consejero delegado: no necesito muchas páginas para explicártelo. Esto es un chollo. ¡nos vamos a forrar! ¡aquí todo el mundo va descalzo!
Esto es inteligencia.
Eduardo Olier es director de la cátedra de Geoeconomía y Estrategia Internacional de la Universidad CEU San Pablo, presidente del Instituto Choiseul España, y presidente del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra. Es el autor del libro Geoeconomía, las claves de la economía global (Pearson, Madrid, 2012). Este texto corresponde a la presentación que hizo el autor de su libro recientemente en Madrid. Se reproduce con autorización.