Imagen: .shock. Fuente: PhotoXpress.
Una novedosa investigación en la que diversos médicos fueron sometidos a escáneres cerebrales mientras creían estar tratando a pacientes ha arrojado la primera evidencia científica de que los doctores pueden sentir el dolor de los enfermos que tratan, y también experimentar el alivio que a estos les proporcionan sus procedimientos.
Dirigido por investigadores del Massachusetts General Hospital (MGH) y del Program in Placebo Studies and Therapeutic Encounter (PiPS) en el Beth Israel Deaconess Medical Center/Harvard Medical School de Estados Unidos, este hallazgo arroja luz sobre uno de los aspectos más intangibles de la atención sanitaria: la relación médico-paciente, publica el Beth Israel Deaconess Medical Center a través de Eurekalert.
"Nuestros resultados demuestran que ciertas regiones cerebrales -que ya se había constatado que se activan con el placebo - también se ponen en marcha en el cerebro de los médicos, cuando estos administran a sus pacientes tratamientos que ellos consideran efectivos", explica Karin Jensen, investigadora del MGH y primera autora del estudio.
Jensen añade, además, que las imágenes cerebrales han reflejado que “aquellos médicos que informaron de una mayor capacidad para ponerse en el lugar de los enfermos, es decir, de empatizar con los sentimientos de sus pacientes, fueron los que experimentaron una mayor satisfacción durante el tratamiento de estos”.
Otro de los autores de la investigación, Ted Kaptchuk, de la Harvard Medical School, afirma que “al demostrar que la atención a pacientes implica complejos procesos cerebrales (…) hemos podido dilucidar la neurobiología que subyace al cuidado”.
Más concretamente, durante la atención médica analizada se produjeron procesos neuronales en el cerebro de los médicos vinculados a la comprensión profunda de las expresiones faciales y corporales de otros, así como procesos neurológicos relacionados con la expectación del alivio y la recompensa.
Estos resultados “proporcionan evidencias preliminares sobre la importancia de las redes cerebrales en la interacción entre enfermos y cuidadores, y sugieren la necesidad de reconocer que la relación médico-paciente es clave en la atención sanitaria, junto con la aplicación de medicamentos o de procedimientos”, explican los investigadores.
Dirigido por investigadores del Massachusetts General Hospital (MGH) y del Program in Placebo Studies and Therapeutic Encounter (PiPS) en el Beth Israel Deaconess Medical Center/Harvard Medical School de Estados Unidos, este hallazgo arroja luz sobre uno de los aspectos más intangibles de la atención sanitaria: la relación médico-paciente, publica el Beth Israel Deaconess Medical Center a través de Eurekalert.
"Nuestros resultados demuestran que ciertas regiones cerebrales -que ya se había constatado que se activan con el placebo - también se ponen en marcha en el cerebro de los médicos, cuando estos administran a sus pacientes tratamientos que ellos consideran efectivos", explica Karin Jensen, investigadora del MGH y primera autora del estudio.
Jensen añade, además, que las imágenes cerebrales han reflejado que “aquellos médicos que informaron de una mayor capacidad para ponerse en el lugar de los enfermos, es decir, de empatizar con los sentimientos de sus pacientes, fueron los que experimentaron una mayor satisfacción durante el tratamiento de estos”.
Otro de los autores de la investigación, Ted Kaptchuk, de la Harvard Medical School, afirma que “al demostrar que la atención a pacientes implica complejos procesos cerebrales (…) hemos podido dilucidar la neurobiología que subyace al cuidado”.
Más concretamente, durante la atención médica analizada se produjeron procesos neuronales en el cerebro de los médicos vinculados a la comprensión profunda de las expresiones faciales y corporales de otros, así como procesos neurológicos relacionados con la expectación del alivio y la recompensa.
Estos resultados “proporcionan evidencias preliminares sobre la importancia de las redes cerebrales en la interacción entre enfermos y cuidadores, y sugieren la necesidad de reconocer que la relación médico-paciente es clave en la atención sanitaria, junto con la aplicación de medicamentos o de procedimientos”, explican los investigadores.
Características del experimento
Para su estudio, los científicos desarrollaron un equipo único que les permitió aplicar la técnica de exploración de resonancia magnética funcional (fMRI) a los cerebros de los médicos, al tiempo que estos interactuaban con unas pacientes (ficticias), que fueron sometidas a tratamientos contra el dolor.
El experimento incluyó a ocho médicos (licenciados hacía al menos 10 años y representativos de nueve especialidades médicas distintas) y a dos mujeres de 25 años que hicieron el papel de “pacientes” y que siguieron un guión previamente ensayado. A los doctores se les pidió que administraran a estas pacientes un calmante usando lo que ellos pensaban era un dispositivo electrónico de alivio del dolor, que en realidad no funcionaba.
Para asegurar que los médicos creyesen que este dispositivo sí estaba activo, en primer lugar se les aplicó a los propios doctores una ‘dosis’ de dolor producida por calor, y después se les trató con la máquina. Durante este tratamiento, lo que se hizo en realidad fue reducir la estimulación por calor para convencer a los médicos de que el aparato funcionaba con normalidad. También durante esta fase del experimento, los participantes fueron sometidos a escáneres fMRI, por lo que los investigadores pudieron observar qué regiones del cerebro de estos se activaban con la percepción personal del sufrimiento físico.
En una segunda fase del estudio, se presentó a cada médico una paciente y se le pidió que le hiciera un análisis clínico estándar (de unos 20 minutos de duración). Además, los médicos tuvieron que rellenar un cuestionario, el Interpersonal Reactivity Index, que evalúa las habilidades empáticas individuales.
En una tercera fase del experimento, los médicos y las pacientes fueron llevados a una sala de escáner. “Los doctores fueron sometidos a escáneres y equipados con un control remoto destinado a activar el ‘dispositivo analgésico’ mediante impulsos”, explica Jensen. Espejos situados dentro del escáner permitieron a los médicos mantener contacto visual con las pacientes, mientras estas se mantenían sentadas en una silla cercana, y conectadas tanto al dispositivo que aliviaba el dolor como al estimulador de calor.
Entonces, de manera aleatoria, se indicó a los médicos bien que trataran el dolor de su paciente bien que presionaran un botón de control que no proporcionaba alivio. Cuando a los médicos se les pedía que no activaran el dispositivo analgésico, las ‘pacientes’ ponían cara de sufrimiento. Por el contrario, si se les pedía que trataran el dolor de las pacientes, estas ponían una expresión neutra y relajada. Todas estas expresiones fueron observadas por los médicos desde el interior del escáner.
Regiones activadas por el dolor ajeno
Los imágenes cerebrales tomadas durante estos procesos revelaron que una región del cerebro de los médicos, la llamada corteza prefrontal ventrolateral o VLPFC derecha se había activado. Además, según Jensen, "los médicos que informaron de una alta habilidad empática (en el cuestionario) fueron más propensos a la activación de la región cingulada rostral (rACC)”.
Investigaciones previas habían demostrado que la VLPFC es una región asociada al alivio del dolor y que la rACC es un área vinculada a la recompensa, que además se activa cuando los pacientes experimentan el efecto placebo (mejoría derivada de medicamentos que en realidad no contienen ingredientes activos). Los resultados obtenidos, para Kaptchuk, demuestran por vez primera “que el cuidado de los pacientes implica también una neurobiología única en los médicos”.
Los hallazgos resultan importantes porque investigaciones del comportamiento han sugerido que las expectativas de los médicos pueden influir en los resultados clínicos, así como ayudar a determinar las respuestas del placebo en los pacientes. Sin embargo, hasta ahora, se había analizado poco los mecanismos biológicos que subyacen al ejercicio de la atención sanitaria.
“Nuestros descubrimientos impulsan la comprensión de las representaciones neuronales asociadas con la interacción recíproca de médicos y pacientes, que a su vez marca el éxito de los tratamientos”, escriben los científicos en un artículo sobre este trabajo aparecido en la revista Molecular Psychiatry.
Para su estudio, los científicos desarrollaron un equipo único que les permitió aplicar la técnica de exploración de resonancia magnética funcional (fMRI) a los cerebros de los médicos, al tiempo que estos interactuaban con unas pacientes (ficticias), que fueron sometidas a tratamientos contra el dolor.
El experimento incluyó a ocho médicos (licenciados hacía al menos 10 años y representativos de nueve especialidades médicas distintas) y a dos mujeres de 25 años que hicieron el papel de “pacientes” y que siguieron un guión previamente ensayado. A los doctores se les pidió que administraran a estas pacientes un calmante usando lo que ellos pensaban era un dispositivo electrónico de alivio del dolor, que en realidad no funcionaba.
Para asegurar que los médicos creyesen que este dispositivo sí estaba activo, en primer lugar se les aplicó a los propios doctores una ‘dosis’ de dolor producida por calor, y después se les trató con la máquina. Durante este tratamiento, lo que se hizo en realidad fue reducir la estimulación por calor para convencer a los médicos de que el aparato funcionaba con normalidad. También durante esta fase del experimento, los participantes fueron sometidos a escáneres fMRI, por lo que los investigadores pudieron observar qué regiones del cerebro de estos se activaban con la percepción personal del sufrimiento físico.
En una segunda fase del estudio, se presentó a cada médico una paciente y se le pidió que le hiciera un análisis clínico estándar (de unos 20 minutos de duración). Además, los médicos tuvieron que rellenar un cuestionario, el Interpersonal Reactivity Index, que evalúa las habilidades empáticas individuales.
En una tercera fase del experimento, los médicos y las pacientes fueron llevados a una sala de escáner. “Los doctores fueron sometidos a escáneres y equipados con un control remoto destinado a activar el ‘dispositivo analgésico’ mediante impulsos”, explica Jensen. Espejos situados dentro del escáner permitieron a los médicos mantener contacto visual con las pacientes, mientras estas se mantenían sentadas en una silla cercana, y conectadas tanto al dispositivo que aliviaba el dolor como al estimulador de calor.
Entonces, de manera aleatoria, se indicó a los médicos bien que trataran el dolor de su paciente bien que presionaran un botón de control que no proporcionaba alivio. Cuando a los médicos se les pedía que no activaran el dispositivo analgésico, las ‘pacientes’ ponían cara de sufrimiento. Por el contrario, si se les pedía que trataran el dolor de las pacientes, estas ponían una expresión neutra y relajada. Todas estas expresiones fueron observadas por los médicos desde el interior del escáner.
Regiones activadas por el dolor ajeno
Los imágenes cerebrales tomadas durante estos procesos revelaron que una región del cerebro de los médicos, la llamada corteza prefrontal ventrolateral o VLPFC derecha se había activado. Además, según Jensen, "los médicos que informaron de una alta habilidad empática (en el cuestionario) fueron más propensos a la activación de la región cingulada rostral (rACC)”.
Investigaciones previas habían demostrado que la VLPFC es una región asociada al alivio del dolor y que la rACC es un área vinculada a la recompensa, que además se activa cuando los pacientes experimentan el efecto placebo (mejoría derivada de medicamentos que en realidad no contienen ingredientes activos). Los resultados obtenidos, para Kaptchuk, demuestran por vez primera “que el cuidado de los pacientes implica también una neurobiología única en los médicos”.
Los hallazgos resultan importantes porque investigaciones del comportamiento han sugerido que las expectativas de los médicos pueden influir en los resultados clínicos, así como ayudar a determinar las respuestas del placebo en los pacientes. Sin embargo, hasta ahora, se había analizado poco los mecanismos biológicos que subyacen al ejercicio de la atención sanitaria.
“Nuestros descubrimientos impulsan la comprensión de las representaciones neuronales asociadas con la interacción recíproca de médicos y pacientes, que a su vez marca el éxito de los tratamientos”, escriben los científicos en un artículo sobre este trabajo aparecido en la revista Molecular Psychiatry.
Referencia bibliográfica:
Jensen K, Petrovic P, Kerr C, Kirsch I, Raicek J, Cheetham A, Spaeth R, Cook A, Gollub RL, Kong J*, Kaptchuk T. Sharing pain and relief: Neural correlates of physicians during treatment of patients. Molecular Psychiatry (2013). DOI: 10.1038/mp.2012.195.
Jensen K, Petrovic P, Kerr C, Kirsch I, Raicek J, Cheetham A, Spaeth R, Cook A, Gollub RL, Kong J*, Kaptchuk T. Sharing pain and relief: Neural correlates of physicians during treatment of patients. Molecular Psychiatry (2013). DOI: 10.1038/mp.2012.195.