¿Tienen los insectos emociones? Investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) lo han analizado con un insecto concreto: la mosca de la fruta, y han descubierto que esta sí los tiene, al menos algo parecido.
En concreto, los científicos se centraron en una emoción común: el miedo. Para evitar la proyección de las emociones propias y humanas en su análisis (para no antropomorfizar) a estos insectos, y así hacer el estudio más objetivo, los científicos deconstruyeron el miedo en bloques más básicos, en emociones más primarias; y emplearon los comportamientos de la mosca para identificar dichas emociones.
Estas emociones primarias analizadas pueden entenderse en el contexto de un estímulo asociado con el miedo humano: el sonido de un disparo. Este puede desencadenar un sentimiento negativo y hacer que nos comportemos de manera diferente durante varios minutos. Después, si el sonido se prolonga (varios disparos), nuestra respuesta emocional será mayor.
Además, está el miedo asociado a un contexto: si oímos el disparo durante el almuerzo, por ejemplo, al almorzar de nuevo nos volveremos a acordar del susto, y tendremos la misma reacción temerosa.
Moscas amenazadas
Llevadas al mundo de las moscas de la fruta, estas subdivisiones del miedo también existen, ha demostrado el presente estudio.
Para alcanzar este resultado, los investigadores observaron a estos insectos en presencia de un estímulo que indujo miedo en ellos: la amenaza visual de un aparato que hacía pasar una paleta oscura sobre el hábitat de las moscas.
Los movimientos que las moscas hicieron durante todo el proceso fueron rastreados utilizando un programa informático o software, para determinar los patrones que dichos movimientos formaban.
En concreto, los científicos se centraron en una emoción común: el miedo. Para evitar la proyección de las emociones propias y humanas en su análisis (para no antropomorfizar) a estos insectos, y así hacer el estudio más objetivo, los científicos deconstruyeron el miedo en bloques más básicos, en emociones más primarias; y emplearon los comportamientos de la mosca para identificar dichas emociones.
Estas emociones primarias analizadas pueden entenderse en el contexto de un estímulo asociado con el miedo humano: el sonido de un disparo. Este puede desencadenar un sentimiento negativo y hacer que nos comportemos de manera diferente durante varios minutos. Después, si el sonido se prolonga (varios disparos), nuestra respuesta emocional será mayor.
Además, está el miedo asociado a un contexto: si oímos el disparo durante el almuerzo, por ejemplo, al almorzar de nuevo nos volveremos a acordar del susto, y tendremos la misma reacción temerosa.
Moscas amenazadas
Llevadas al mundo de las moscas de la fruta, estas subdivisiones del miedo también existen, ha demostrado el presente estudio.
Para alcanzar este resultado, los investigadores observaron a estos insectos en presencia de un estímulo que indujo miedo en ellos: la amenaza visual de un aparato que hacía pasar una paleta oscura sobre el hábitat de las moscas.
Los movimientos que las moscas hicieron durante todo el proceso fueron rastreados utilizando un programa informático o software, para determinar los patrones que dichos movimientos formaban.
Resultados obtenidos
El análisis de las respuestas de las moscas a estos estímulos reveló que en estos insectos aparecen las emociones primarias descritas, informa el Caltech en un comunicado.
Por ejemplo, las respuestas fueron escalables: cuando la paleta pasó por encima de ellas, las moscas se saltaban lejos del estímulo o entraban en un estado de agitación elevado. Cada una de estas respuestas aumentó con el número de veces que el estímulo fue repetido.
Por otra parte, cuando las moscas, hambrientas, estaban reunidas alrededor de la comida, estos estímulos hacían que dejaran la comida durante varios segundos, hasta que su estado elevado de excitación decaía.
Según los investigadores, estos experimentos proporcionan evidencias objetivas de que los estímulos visuales diseñados para imitar a un depredador pueden inducir un estado interno persistente y escalable en las moscas, e influir en su comportamiento. Dicha respuesta interna puede ser considerada “miedo”.
El interés de la investigación y de los resultados obtenidos radica, más allá de la mera curiosidad, en que los insectos, dado que tienen un sistema neurológico mucho más simple que el de los humanos, son un modelo importante para la comprensión del origen de nuestras características más complejas, entre ellas, nuestra capacidad de emocionarnos.
El análisis de las respuestas de las moscas a estos estímulos reveló que en estos insectos aparecen las emociones primarias descritas, informa el Caltech en un comunicado.
Por ejemplo, las respuestas fueron escalables: cuando la paleta pasó por encima de ellas, las moscas se saltaban lejos del estímulo o entraban en un estado de agitación elevado. Cada una de estas respuestas aumentó con el número de veces que el estímulo fue repetido.
Por otra parte, cuando las moscas, hambrientas, estaban reunidas alrededor de la comida, estos estímulos hacían que dejaran la comida durante varios segundos, hasta que su estado elevado de excitación decaía.
Según los investigadores, estos experimentos proporcionan evidencias objetivas de que los estímulos visuales diseñados para imitar a un depredador pueden inducir un estado interno persistente y escalable en las moscas, e influir en su comportamiento. Dicha respuesta interna puede ser considerada “miedo”.
El interés de la investigación y de los resultados obtenidos radica, más allá de la mera curiosidad, en que los insectos, dado que tienen un sistema neurológico mucho más simple que el de los humanos, son un modelo importante para la comprensión del origen de nuestras características más complejas, entre ellas, nuestra capacidad de emocionarnos.