El ingeniero químico George Hirasaki (izquierda) y el estudiante graduado Sayantan Chatterjee (derecha). Fuente: Jeff Fitlow/Rice University.
Los hidratos de gas, también conocidos como “hielo que arde”, son una de las principales esperanzas en el campo de los hidrocarburos para contar en los próximos años con nuevas fuentes de energía que reemplacen paulatinamente a la producción tradicional de petróleo y gas.
Según un artículo, publicado en Journal of Geophysical Research-Solid Earth, y una nota de prensa de la Universidad de Rice, el nuevo enfoque de investigación permite avanzar sobre una teoría inicial esbozada en 2007, y ha sido concretado por los ingenieros químicos George Hirasaki y Walter Chapman, el estudiante graduado Sayantan Chatterjee y el oceanógrafo Gerald Dickens.
En dicha teoría previa, el propio Hirasaki y el ex - estudiante de graduado Gaurav Bhatnagar señalaban que los hidratos de gas (o sea el metano que se congela a bajas temperaturas y altas presiones) podría ser detectado a través de zonas de transición ubicadas a entre 10 y 30 metros por debajo del fondo marino.
En estas áreas, localizadas cerca de las costas continentales, y al nivel mencionado anteriormente, el sulfato (un componente principal del agua de mar) y el metano reaccionarían consumiéndose entre sí. La profundidad de esta zona de transición serviría como una aproximación para cuantificar la cantidad de hidratos de gas que se encuentran debajo.
Disminución de riesgos de exploración
Como consecuencia, aunque los hidratos de gas se ubicarían mayormente a profundidades de en torno 500 metros por debajo del fondo marino, la localización de depósitos a través de perforaciones poco profundas en estas zonas de transición permitirían ayudar en la selección de los puntos de perforación exploratoria, incrementando las posibilidades de éxito y disminuyendo los riesgos.
Según un artículo, publicado en Journal of Geophysical Research-Solid Earth, y una nota de prensa de la Universidad de Rice, el nuevo enfoque de investigación permite avanzar sobre una teoría inicial esbozada en 2007, y ha sido concretado por los ingenieros químicos George Hirasaki y Walter Chapman, el estudiante graduado Sayantan Chatterjee y el oceanógrafo Gerald Dickens.
En dicha teoría previa, el propio Hirasaki y el ex - estudiante de graduado Gaurav Bhatnagar señalaban que los hidratos de gas (o sea el metano que se congela a bajas temperaturas y altas presiones) podría ser detectado a través de zonas de transición ubicadas a entre 10 y 30 metros por debajo del fondo marino.
En estas áreas, localizadas cerca de las costas continentales, y al nivel mencionado anteriormente, el sulfato (un componente principal del agua de mar) y el metano reaccionarían consumiéndose entre sí. La profundidad de esta zona de transición serviría como una aproximación para cuantificar la cantidad de hidratos de gas que se encuentran debajo.
Disminución de riesgos de exploración
Como consecuencia, aunque los hidratos de gas se ubicarían mayormente a profundidades de en torno 500 metros por debajo del fondo marino, la localización de depósitos a través de perforaciones poco profundas en estas zonas de transición permitirían ayudar en la selección de los puntos de perforación exploratoria, incrementando las posibilidades de éxito y disminuyendo los riesgos.
Esquema de formación y localización de los hidratos de gas en los sedimentos submarinos. Imagen: Rice University.
Sin embargo, tras la aparición de esta teoría original surgieron corrientes contrarias que indicaban básicamente que la actividad en las denominadas zonas de transición y la presencia de hidratos de gas no podían relacionarse, y que dejaron por tanto en entredicho el avance logrado con la teoría desarrollada en 2007.
Pero un nuevo enfoque en la investigación, que ha agregado componentes y reacciones adicionales, parece reafirmar la teoría inicial. Muestras realizadas en la costa de Oregón y el Golfo de México brindan argumentos más fuertes para comprobar la relación entre las zonas de transición y la cantidad de hidratos de gas que podrían hallarse en las profundidades.
El trabajo es importante para la industria gasífera, ya que se estaría hablando de recursos energéticos estimados de hasta 20 billones de toneladas, imprescindibles para compensar el faltante mundial de petróleo, gas y carbón, que ya se advierte en la actualidad y que se tornará más evidente en las próximas décadas.
Implicaciones ambientales
Por otra parte, además de su aplicación en el campo energético, los hidratos de gas podrían tener una fuerte incidencia en el terreno medioambiental. Cabe recordar que para los especialistas y científicos dedicados al medio ambiente, el metano es el origen de todos los gases de efecto invernadero.
Más allá de esta cuestión conceptual, existe una posibilidad que alarma a los expertos. Si la temperatura del océano comienza a cambiar, la estabilidad de los hidratos gaseosos también podría modificarse. Esta inestabilidad de los hidratos puede propiciar la liberación de metano, que es un gas de efecto invernadero más perjudicial que el dióxido de carbono.
La hipótesis al respecto también indica que la situación mencionada generaría un mayor calentamiento, que a su vez se retroalimentaría a sí mismo. Ese “efecto en cascada” sería una consecuencia del cambio climático global, provocando una compleja situación en las zonas con presencia de hidratos de gas.
Tanto las implicaciones energéticas como medioambientales de esta investigación fueron discutidas en julio pasado en la Séptima Conferencia Internacional sobre Hidratos de Gas, realizada en Escocia. En esa ocasión, Sayantan Chatterjee y los especialistas de Rice presentaron un documento sobre la acumulación de hidratos en los sedimentos submarinos.
Pero un nuevo enfoque en la investigación, que ha agregado componentes y reacciones adicionales, parece reafirmar la teoría inicial. Muestras realizadas en la costa de Oregón y el Golfo de México brindan argumentos más fuertes para comprobar la relación entre las zonas de transición y la cantidad de hidratos de gas que podrían hallarse en las profundidades.
El trabajo es importante para la industria gasífera, ya que se estaría hablando de recursos energéticos estimados de hasta 20 billones de toneladas, imprescindibles para compensar el faltante mundial de petróleo, gas y carbón, que ya se advierte en la actualidad y que se tornará más evidente en las próximas décadas.
Implicaciones ambientales
Por otra parte, además de su aplicación en el campo energético, los hidratos de gas podrían tener una fuerte incidencia en el terreno medioambiental. Cabe recordar que para los especialistas y científicos dedicados al medio ambiente, el metano es el origen de todos los gases de efecto invernadero.
Más allá de esta cuestión conceptual, existe una posibilidad que alarma a los expertos. Si la temperatura del océano comienza a cambiar, la estabilidad de los hidratos gaseosos también podría modificarse. Esta inestabilidad de los hidratos puede propiciar la liberación de metano, que es un gas de efecto invernadero más perjudicial que el dióxido de carbono.
La hipótesis al respecto también indica que la situación mencionada generaría un mayor calentamiento, que a su vez se retroalimentaría a sí mismo. Ese “efecto en cascada” sería una consecuencia del cambio climático global, provocando una compleja situación en las zonas con presencia de hidratos de gas.
Tanto las implicaciones energéticas como medioambientales de esta investigación fueron discutidas en julio pasado en la Séptima Conferencia Internacional sobre Hidratos de Gas, realizada en Escocia. En esa ocasión, Sayantan Chatterjee y los especialistas de Rice presentaron un documento sobre la acumulación de hidratos en los sedimentos submarinos.